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Los trucos de la memoria

Extraña potencia, la de la memoria.

El viernes por la noche me topé con una película que no veía desde hacía 35 años: Houdini, dirigida por George Marshall en 1953. Durante mi infancia la vi varias veces por televisión, en blanco y negro y doblada al español. /upload/fotos/blogs_entradas/houdini_med.jpgEsta vez también fue por TV, pero en technicolor y con sus voces originales. En su momento, esta biografía del escapista Harry Houdini me impactó tanto que su recuerdo vivió conmigo durante décadas; de hecho, cuando escribía el guión original de lo que terminó siendo Kamchatka, resurgió con fuerza inédita, colaborando de manera esencial con su creación. Historia de un niño que en los 70 huye del acoso militar junto con sus padres, y que después, al fracasar parcialmente -sus padres lo salvan, pero terminan siendo víctimas de la dictadura- no encuentra otra salida que huir de su dolor de manera compulsiva, Kamchatka encontró en Houdini una influencia benéfica. Me resultó más que natural que su protagonista -que se hace llamar a sí mismo Harry, en honor al personaje histórico- se obsesionase con este artista que había elevado el escape a la altura de las bellas artes.

Las escenas que recordaba más vívidamente eran dos. Cuando Houdini (Tony Curtis) se hace arrojar a un río congelado en una caja, y aunque se libera de sus ataduras, no encuentra salida a la superficie en la superficie helada de las aguas: mis habituales problemas con los bronquios, lindantes con el asma, deben haberme hecho solidario con este hombre que boqueaba por aire. Y la escena final: Houdini apostando a salir de la Tortura de Agua China... y fallando. "No me gustan las historias que terminan mal", confesaba el protagonista de Kamchatka, para después proceder a contar la escena de memoria -tal como yo la recordaba. "Tony Curtis está sumergido en la Tortura de Agua China, con un chaleco de fuerza y los tobillos sujetos por grilletes, y ya no tiene fuerzas para luchar. Las últimas burbujas de aire escapan por su boca. Alguien grita: una mujer, creo. Otro rompe el cristal y deja salir el agua, que se derrama sobre el escenario y salpica a los espectadores de las primeras filas. Tony Curtis dice unas palabras postreras a Janet Leigh y después muere".

La escena del film es tal cual la tenía registrada. El único error está en el detalle del chaleco de fuerza: en realidad Houdini acababa de quitarse un chaleco de fuerza en su prueba anterior, la última que hizo con éxito antes de la Tortura de Agua China. Supongo que haber arrastrado el chaleco al interior del cubo lleno de agua fue una manera inconsciente de sugerir cuán cerca de la locura se sentía Harry, después de tantos años de escapar de su propia historia. Por eso mismo no puedo permitirme creer que el olvido de esas palabras postreras haya sido casual. Lo que hace Houdini moribundo es decirle a su mujer que volverá; que si existe una manera de regresar desde la oscuridad de la muerte, la aprovechará para seguir manifestándole su amor.

¿No es acaso el arte una maravillosa manera de darle vida a los que ya no la tienen? En lo que a mí respecta, Kamchatka fue la manera que mis muertos encontraron de regresar para recordarme cuánto me habían amado, otorgándome así, con delicadeza suprema, la oportunidad de ascender a la altura de ese amor.

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28 de octubre de 2008
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Vuelve Marx

El sistema (el sistema de la moda, del reciclaje, de la inversión) ha incidido durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XIX en el juego con el revival, vintage, la recuperación, la restauración, el encanto del retro. El colmo de esta tendencia del capitalismo de ficción se concreta ahora con su crisis más amplia mediante el límite extremo de recuperar a Marx. En Alemania se vende El Capital con cifras de ejemplares que recuerdan poco a poco el fenómeno de los bestseller al estilo de las Converse o Van, y las citas marxistas proliferan rescatando las palabras del materialismo histórico, las peroratas sobre las contradicciones internas del orden capitalista. En no pocos pasajes los caminos hacia la destrucción del sistema dominante se parecen a las profecías de los Santos Padres y de un modo semejante se reciclan en el presente revival intelectual. 
 
/upload/fotos/blogs_entradas/karl_marx_med.jpgEl mundo ha tomado una deriva acaso tan simbólicamente próxima al apocalipsis de Marx que sus escritos adquieren provisionalmente el carácter de letras evangélicas muy propicias para la exégesis, la conmemoración, la revulsión y la fe.
 
¿El destino fatal del capitalismo será en suma el comunismo como hace un siglo, entre socialistas utópicos y científicos, se llegaba a creer? El sistema alumbraría un nuevo mundo mediante una revolución donde la clase obrera ejercería de partera. O lo que podría ser finalmente lo mismo: la clase capitalista misma, irremediable explotadora llegaría, en su máximo delirio, a la autoexplotación, a ser el terrorista de su propia vida.
 
Las quiebras de empresas y bancos, el desplome de las bolsas y las divisas, tendrían como actores terroristas a los capitalistas. El sistema estallaría así en pedazos no como efecto de los sabotajes de la pobre vanguardia obrera sino como la obra suprema del gran capital. El capital se come al capital hasta dejar sin fluido a las fuentes del capital. El sistema se seca como un cuerpo viejo que perdiendo flexibilidad y liquidez se transforma en una suma de sarmientos y hojarascas propensa a la gran cremación. La hoguera de las vanidades que se dice o la vanidad del fuego en la orgía del capital. El sistema se quema por el sobrecalentamiento de la superespeculación, el sistema se hace de este modo oscuro espejo de sí mismo y desaparece en la redundancia de una especularidad sin reflejo, el agujero negro de su cremación. Su mal fatal vendría así inscrito en la quiebra anterior del comunismo y su ruina actual no sería sino el cumplimiento de la maldición de su opositor. La muerte de su oponente arrastra su propia muerte puesto que en toda relación de polos opuestos, uno a otro se proporcionan la razón de su vida y la energía de su vitalidad. En consecuencia, la desaparición del otro, la ausencia de la alternativa crea un abismo de realidad. El mundo, convertido ya en un absoluto capitalista, se desploma por falta de alteridad, el sistema, en fin, se suicida en la desolación de la unicidad.
 
Lo mismo que ocurrió con la vitalidad de Dios cuando desapareció la energía el pecado o lo mismo que ahora significa el regreso de Dios como un gigantesco parámetro en este espacio fantasmal del mundo actual donde la crisis se representa como un pecado de avaricia global. Ignominia y pecado mundano que se corresponde con la necesidad de un correctivo divino. Un Pecado del capitalismo materialista y el lujurioso consumo transgresor ante el cual Marx llega con Dios cogidos del brazo. Uno y otro se muestran casi como dos caras del mismo personaje, ente gemelo que habiendo pronosticado, cada cual por su cuenta, el fin de la orgía explotadora y el advenimiento de la revolución o la redención, proclamaban a la vez la inexorable transformación expiatoria para acceder a un mundo mejor. Uno y otro Dios y Marx, Marx y Dios son hoy, contra todos los expedientes científicos, los auténticos referentes de Verdad. La Verdad que regresa convertida en Gran Revival y en contra del mundo fundado en la mentira, lo falso y la second life. Vuelve la Verdad revestida de plaga, la Verdad justiciera revestida de suspensiones de pago, la Verdad de la catástrofe cortando cabezas y fortunas. La Dolorosa Purificación regresa como en los tiempos de la fe. La fe religiosa o la fe revolucionaria que apilan ahora sus dogmas sobre los males de la especie humana y su necesidad de transformación.

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28 de octubre de 2008
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De tímido a taimado / III

III / El consejo de Collins.

Todo el mundo tiene algo que contar sobre el tema punzante de la timidez. Incluso los más cínicos se jactan de sufrirla y la usan por coartada para escapar a alguna responsabilidad. Se supone que quien se dice tímido lo hace ya con trabajos; asumimos de pronto que hay un mérito en ello, aun sabiendo que es una salida fácil. ¿Quién, que suplique auxilio, espera que la cosa se ponga aún más difícil? Para el genuino tímido, no obstante, nada es tan engorroso como el amable asedio del buen samaritano que se empeña en volverle el alma de la fiesta. Si confesó que es tímido, fue para ver si así lo dejaban en paz. No quiere ayuda externa, sabe su cuento. ¿Serían tan gentiles de largarse y dejar de joderlo a tiempo para evitar que una inocua introversión se transforme en nociva misantropía?

     Quienes alguna vez fungimos como críticos de fiesta -esos tiesos alertas y sardónicos que se alimentan del ridículo ajeno e irremediablemente duermen solos- sabemos lo apestosa que es la vida cuando el ingenio se usa para ocultar el miedo y eludir la aventura. Librarse de apostar, sacar el cuerpo al riesgo, es un camino ingenuo para evitar perder, pues en tal caso se derrocha el tiempo, que es la única cierta de las riquezas. En mis tiempos de crítico de fiesta, fugaces por fortuna, conservé la amistad de un solo aliado, por cuya intervención aprendí aún a tiempo que el temor al ridículo es transparente, por eso siempre llama al diablo que más teme. Un aliado, por cierto, olvidadizo pero inagotable, capaz de convencer a sus amigos de afirmarse a sí mismos no pese al qué dirán, sino prácticamente a sus costillas. Llamémoslo Tom Collins.

     En la carrera contra la introversión, el paso por la barra equivale a la parada en los pits. Carga uno el combustible apenas necesario para no ir por la pista como un plomo. Se persigue no el peso, sino la liviandad. Se intenta proferir la suficiente cantidad de idioteces para ganarse el odio de un crítico de fiesta. Cuando uno dice "hoy sí voy a ponerme bien idiota" no es porque se proponga cometer errores, pero en algunos casos, especialmente aquellos empantanados en territorio romántico, la inteligencia se vuelve una imbécil y es preciso ponerse en manos del instinto. Sería ocioso, amén de bochornoso, relatar los extremos a los que llega un tímido retirante que parrandea con el amigo Collins, a lo largo de cuatro meses de recorrer los bares con el fervor de un lobo hambriento de quimera. Básteme con decir que milagrosamente logramos eludir la visita obligada a cárceles y clínicas. Se trataba de entrar en sociedad, no de volver a marginarse de ella.

     No ayuda mucho el vicio de escribir para quien se ha propuesto conquistar a la noche y sus libélulas -habla uno demasiado para su conveniencia, para colmo de asuntos que a semejantes horas juzga serios-, aunque sí la manía de inventarse una historia y lanzarse a vivirla con total desenfreno. ¿Todo por cortesía de Mister Collins? Pasadas tantas noches en la farra de marras, noté que aquella máscara de ginebra me había dejado la cara bien dura. En términos concretos, me valía todo madres. O tal vez fuera así desde siempre, pero difícilmente esas facciones parecerían las mismas una vez que su gesto había cambiado el qué dirán por el que se jodan. No podía seguir dependiendo de Tom; tenía que intentarlo solo y en sobriedad.

     Frank Sinatra solía cantar acompañado por un cómplice de Tenessee, conocido mejor como Jack Daniel. De esa forma alcanzaba un ambiente de intimidad escénica que medio litro de agua tal vez no habría provisto. ¿Quién, sin embargo, no sería un perpetuo sonrojado sólo de ir por el mundo debiendo dar la cara por Sinatra Himself? Nada más de pensarlo me da la tentación de encomendarme a Remy Martin. Pero es tarde para eso. Desafiar a la introversión implica intensidades que superan con creces a una noche de excesos. Me lo dijo Tom Collins, en un momento de extrema franqueza. Resaca, que le llaman. De manera que gracias, señora Romero. Es usted muy amable, señora Clicquot. Con su permiso, pues. Denme una Coca-Cola a cambio de esta máscara.

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28 de octubre de 2008
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El fantasma que recorre América

Es una marea de fondo, larga y muy alta. De ahí que su llegada haya sido tan lenta como constante. Se la observa cómo se acerca con una mezcla de estupor e incredulidad. Apenas ha encontrado dos momentos de leve resistencia, en las primarias, cuando Hillary Clinton consiguió recuperar la ilusión que podía ponerse en cabeza, y en la actual campaña cuando McCain electrizó a sus partidarios con la nominación de su número dos, la polémica y reaccionaria Sarah Palin. Siempre con el viento a favor, arrastrando todo lo que ha ido encontrando, recogiendo cada vez más apoyos, incluso en el campo republicano; así sigue la ascensión de Obama, tal como la reflejan las encuestas y el nerviosismo creciente que se percibe en el equipo de campaña de McCain y en los poderosos medios de comunicación que le apoyan, con escasa convicción en su personalidad y en sus propuestas, pero con un claro objetivo unificador como es cerrar el paso al candidato demócrata.

La dimensión de la victoria, la altura que alcanzará al final esta marea, es la cuestión que está encima de las mesas de análisis de los consejeros electorales y de los comentaristas políticos; y para desesperación de los partidarios de McCain ni un solo dato avala un cambio de tendencia, ni siquiera un estancamiento de la ola. El campo republicano ha sufrido deserciones sonadas, como la de Colin Powell hace ya una semana; la de Christopher Buckley, hijo de la principal pluma conservadora del último medio siglo y director de National Review, el ya fallecido William Buckley; o el ex portavoz de Bush, Scott McLellan. Estas malas noticias proliferan mientras crecen las divisiones dentro de la propia campaña: ahora mismo crece la desconfianza en la señora Palin, que apuesta de forma bien clara por hacerse con un perfil propio dentro del Partido Republicano para bregar por la candidatura presidencial en 2012.

La fe decae incluso entre los más encendidos de los neocons, como William Kristol, director de Weekly Standard (propiedad de Rupert Murdoch y Biblia periodística de los neoconservadores) y desde hace unos meses columnista de los lunes en The New York Times. Su columna de ayer se titula Recordemos la Marne y en ella evoca el momento épico en que el mariscal francés Ferdinand Foch lanzó su célebre parrafada en el transcurso de la célebre batalla, en las proximidades de París, durante la Primera Guerra Mundial: "El frente central se hunde. El flanco derecho retrocede. Situación excelente. Yo ataco". El diagnóstico del gran periodista neocon no puede ser más pesimista: "La campaña de Obama marcha hacia la mayor victoria presidencial de los demócratas desde la oposición desde 1932 y el Partido Demócrata está combatiendo por conseguir su mejor resultado presidencial y parlamentario desde 1964".

/upload/fotos/blogs_entradas/lawrence_de_arabia_med.jpgPor eso le pide a McCain que ataque y que insista en investirse con los ropajes retóricos del comandante en jefe que debe conducir a Estados Unidos a la victoria en la guerra contra el terrorismo. Si en el diario neoyorquino compara a McCain con el mariscal francés, en su revista le compara con Emiliano Zapata, aunque en esta caso a propósito de la película preferida de cada uno de los dos candidatos presidenciales: Obama demuestra gustos muy convencionales y dubitativos (El Padrino, Lawrence de Arabia y Casablanca), mientras que McCain expresa su admiración por "una narración histórica de una persona que lo sacrifica todo por sus creencias".

Hizo muy bien Obama al expresar el máximo eclecticismo cinematográfico. El candidato demócrata no hubiera podido permitirse el lujo de escoger una película con fuerte contenido ideológico, sin arriesgarse a cometer un error de campaña. A una semana justa del día de la votación, el fallo garrafal, la metedura de pata colosal, el acontecimiento inesperado que ponga la pelota en el campo de McCain o un inesperado y oculto comportamiento de los electores es todo lo que les cabe esperar a los republicanos. De ahí que se dediquen a fondo a provocar el fallo o incidente que cambie el curso de las cosas a última hora. El último ataque orquestado ayer contra Obama consiste en tacharle de socialista marxista y denunciar que su política fiscal consistirá en quitar el dinero a los ricos para dárselo a los pobres.

El fantasma del comunismo y de Karl Marx sucede así al fantasma del terrorismo, al que se invocó gracias a sus relaciones con un antiguo militante antisistema de los años 60 en Chicago. Los propagandistas conservadores, agrupados principalmente en los programas y tertulias de la cadena Fox (propiedad también de Rupert Murdoch), están intentando invertir la argumentación fabricada con la crisis financiera y el crash bursátil y revertirla en contra de Obama. Una cosa es que el estado intervenga para recuperar la liquidez monetaria y la confianza en el sistema, pero otra muy distinta es que la intervención del Gobierno y su política fiscal sirvan para difundir la riqueza, tarea que corresponde al mercado y requiere la inhibición del Estado. Todo lo que se salga de esto es marxismo y no es americano, repiten una y otra vez los tertulianos acusando a Obama.

Ayer la Fox consiguió incluso que un cura católico asegurara que Obama defiende el robo. El gobernador de Minesotta, Tim Pawlenty, más sutil, indicó que quitar los impuestos al 95 por ciento de los ciudadanos como propone Obama significa aumentarlos a quienes tienen buenos ingresos, con el resultado final de que se ensanchan las filas de los subsidiados por el Estado. La acusación contiene una insinuación bien clara: para muchos norteamericanos subsidiado y negro son conceptos muy próximos. Es muy fácil hacer creer que la tarea primordial del primer presidente negro va a aumentar los subsidios sociales para los negros.

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28 de octubre de 2008
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Colección particular: provocación patética

Rafael Argullol: ¿Te has fijado, Delfín, en esta foto?

Delfín Agudelo: Se trata de la obra de Cathy Wilkes, última ganadora del famoso premio Turner.

R.A.: Es completamente elocuente de hasta dónde hemos llegado en determinada trayectoria del arte. El premio Turner, desde hace años, se ha especializado en una supuesta provocación artística, a pesar de que es uno de los premios más importantes de Inglaterra, o quizá por eso. Durante años ha suscitado muchísimos comentarios en los medios de comunicación hasta llegar precisamente al punto al que hemos llegado, en que vemos que el tipo de provocación que logra conseguir es completamente patética. Vemos esta imagen en la que hay un montaje, una performance que como mucho parece el escaparate de un sex-shop de provincia, de pueblo, en el que vemos unos maniquíes disfrazados como pueden estar los monigotes de los sex-shops, y que el artista supuestamente ha considerado que podrían llegar de ser provocadores, además de ser considerados artísticos. Ha llegado un momento en que la provocación en el arte post vanguardista es tan lúgubre que la verdadera provocación quizás sería dar toda una vuelta atrás y presentar una obra de arte perfectamente acabada, perfectamente concebida, técnicamente hábil y de laguna manera dominada todavía por el espíritu del artesano, diferente a este pseudo arte que lo único que requiere continuamente es esta especie de reclamo al marketing y medios de comunicación para el comentario exterior. Creo que tenemos la prueba más palpable de la patética provocación en la que ha acabado determinado tipo de actividad considerada arte.

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28 de octubre de 2008
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Esclavos del siglo veintiuno

La esclavitud fue abolida de manera oficial en el mundo aparentemente desde el siglo diecinueve. ¿Pero ha desaparecido de verdad? Hace algún tiempo leí que miles de manifestantes, entre ellos representantes de sindicatos campesinos, organizaciones de derechos humanos, autoridades municipales y de iglesias, se congregaron en Brasilia para exigir al Congreso Nacional la aprobación de una reforma constitucional capaz de frenar el trabajo en condiciones de esclavitud. Mediante esta reforma se autorizaría al estado a expropiar las tierras de aquellos latifundistas que tienen establecidos en sus posesiones regimenes de explotación del trabajo que no se distancian mucho de la esclavitud. Según el Ministerio de Trabajo, unas 28 mil personas han sido liberadas desde el año de 1995 de semejante servidumbre en haciendas, ingenios azucareros y fábricas de carbón en regiones del interior de Brasil.

En China se han descubierto fábricas donde los niños permanecen en condición de prisioneros mientras son sometidos a trabajos forzados, sin ningún salario, y lo mismo ocurre en África y otras partes del mundo. Y para no ir muy largo, al triunfo de la revolución en Nicaragua en 1979, las condiciones laborales en los plantíos bananeros y en las minas, eran también de esclavitud; en las bananeras, los campesinos que cortaban el banano vivían con sus familias dentro de cajones de madera, llamados "gavetas", que eran como tumbas.

¿Vivimos realmente en un mundo sin esclavos?

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28 de octubre de 2008
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This is England

A principios de los ochenta, en la Inglaterra de Thatcher, Shaun es un niño confundido: la muerte de su padre en la guerra de las Malvinas lo ha dejado solo, sin saber a qué aferrarse. Aparece, entonces, un grupo de skinheads que adopta a Shaun. Shaun aprenderá del racismo, del odio a la Inglaterra multicultural. Thomas Turgoose dota a Shaun de la adecuada ambivalencia: a ratos, es un chico racista sin tapujos; otros, un niño desconsolado cuyo extravío conmueve. Shane Meadows dirige This is England (2006) con convicción, hasta el momento culminante de un ataque racista: la última parte se convierte en una parábola moralista, didáctica, facilona. Para crecer, Shaun debera dejar atrás a los skinheads, pero hubiera sito harto más interesante buscar una salida no tan fácil; digamos, hacer que Shaun se convierta en un skinhead de verdad. 

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27 de octubre de 2008
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Resurrecciones… y bancarrotas

La intervención concertada no fue vana. Al día siguiente, lunes 13 de octubre, desde primeras horas llegaba la noticia de que los inversores asiáticos (aunque la bolsa de Tokio estaba cerrada) se reconciliaban con el mercado. La buena nueva se extendió a Europa; Madrid batía todos los records alcanzados en un solo día... Nueva York abrió también al alza. El martes 14 la cosa sigue por buen camino; el nuevo Premio Nobel de economía hace en el The New York Times el elogio de las medidas tomadas por Gordon Brown, y que trazaron a su juicio la vía de la correcta actitud de los responsables europeos. El artículo es retomado por El País; en este mismo diario, un responsable de estudios del partido popular clama contra los agoreros de mala fe que parecían complacerse en la crisis a fin de poner en cuestión las bases del sistema; en realidad, se lee y escucha por doquier en este martes 14, el sistema ha dado muestras de su capacidad de reacción; se avanza incluso que saldrá fortalecido, florece de nuevo el templo dónde el mercado es Dios... no por tiempo indefinido:

El miércoles 15 nuevo desplome. La caída es espectacular en Wall Street, dónde los fantasmas de la recesión más mítica están en todas las mentes. "Llegando al pasado" (pasado de connotaciones socializantes) titula un analista, recordando que si las empresas financieras privadas reciben capital público, pública -en medida proporcional- debe ser su propiedad... Y ello en una situación en la que "los estados controlan los principales bancos mundiales con excepciones como España". Quien no hace excepción es Islandia: tras nacionalizar sus tres principales bancos, la bolsa de este país (hasta hace poco considerado emblemático al igual que Irlanda) pierde en un solo día -el martes 14- el 77% de su valor, y hace malabarismos para evitar pura y simplemente la bancarrota. Países tan sólidos como Holanda tampoco parecen ya refugio seguro: el 18 de octubre el diario El País da cuenta de que "ING trata de calmar a sus clientes tras desplomarse en bolsa". En este caso el asunto afectaría directamente a España, dónde esta institución tendría depósitos millonarios. El lunes 19 amanecemos con noticias de que el gobierno holandés interviene para evitar que ING se hunda y de que los responsables de la Caisse d' Epargne de Francia se ven obligados a presentar su demisión. Los legos en materia económica nos sentimos perdidos... y nos preguntamos si hay alguien que realmente no lo esté, rumiando la conjetura según la cual nadie puede saber que está pasando, porque ello equivaldría a suponer que el dinero está sometido a mandamientos y, en consecuencia, que en su comportamiento carece de libertad. Viejo problema teológico del que no tardaré en ocuparme explícitamente.

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27 de octubre de 2008
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Ciudades sin príncipe ni fin

Con frecuencia se habla de las "ciudades mediterráneas" como si fueran similares, a la manera de las antiguas ciudades hanseáticas o las ciudades "orientales". Hace ya mucho que esas ciudades no tienen nada en común, excepto el mercado, que es el mismo en todas partes. Las mismas tiendas en la misma calle pretenciosa, burguesita y sosa se encuentran en Bari, en Málaga y en Niza, pero aparte de eso, cada ciudad (verdaderas "naciones" actuales) ha tenido que espabilar a su manera.

En el circuito mediterráneo nada une ya a Marsella, Génova, Barcelona, Nápoles, Valencia y Atenas, por no hablar de las ciudades del área islámica. Les queda la herencia de una suciedad perpetua y una brutal acomodación al ruido. Aparte de eso, de la vieja Marsella comida de piojos, centro de la droga, de la prostitución y la extrema derecha criminal, nada queda. De la Barcelona pederasta, hermafrodita y esperpéntica que atraía a los parisinos del siglo XX, sólo hay restos en zonas de la ciudad regidas por espectrales mafias. Atenas sigue siendo un caos extraordinario, pero sin gracia. La ciudad ha perdido el exotismo que embriagó a los grandes escritores del siglo pasado. Ahora es tan sólo un poblachón.

Queda Nápoles, eso sí. La ciudad que Greene calificó de "primera ciudad de Oriente", mantiene los arcaicos caracteres románticos del Mediterráneo. Sólo que los piratas se han tecnificado, imitan a figuras de la tele americana y son infinitamente más despiadados que sus abuelos. Nada tiene que ver la camorra actual, cabeza de puente del comercio ilegal chino, con la camorra romántica. El espeluznante Gomorra, de Alberto Saviano, da idea de los tipejos que ahora controlan la ciudad con más asesinatos por habitante de Europa.

Y sin embargo, es también la única de las ciudades "mediterráneas" que conserva el aura paradisiaca que era el atractivo primero de las ciudades levantinas. Su esplendor orográfico, su población abierta e impulsiva, la bella fraternidad de sus pobres, la ilimitada estupidez de sus ricos, el talento de sus intelectuales. Pues mira, me voy a Nápoles.

Artículo publicado en: El Periódico, 25 de octubre de 2008. 

 

Leve visita a un paraíso

El taxista miraba el billete de diez euros con suma atención, como si le hubiera extendido una sábana de quinientos. Por su expresión entre desolada y perpleja ya veía yo que la culpa era toda mía por no llevar los ocho euros que costaba el viaje. ¡Un billete de diez euros! Me juró que a esas horas de la mañana (eran las 13.10) no llevaba cambio, pero que me daría los dos euros en el muelle, cuando volviera a embarcarme. Era la quinta vez que me estafaban, pero es el precio que hay que pagar para conocer la ciudad más caótica y fascinante del continente. No es mal precio.

La escena, sin embargo, no tenía lugar en Nápoles sino en Procida, la menos popular de las islas napolitanas. Junto con Ischia y Capri forma un trío de colosal atractivo que sólo ha tenido fortuna en Capri, isla que ya era célebre en los años veinte del siglo pasado, cuando Alberto Savinio escribió un disparatado reportaje recién editado por Minúscula. En la actualidad Capri es un aparcamiento de masas y el paseo que dio Saviano (o yo mismo hace quince años) por jardines y huertos solitarios es ya imposible. De ahí el premio de Ischia, pero la sorpresa es Procida.

A cuarenta minutos de Nápoles en catamarán, se entra en Procida por el puerto comercial que suele estar en sombra ya a mediodía. La impresión es seductora, aunque no alcanza a los soberbios pueblos de la costa amalfitana. Sin embargo, basta caminar media hora o tomar un taxi doloso hasta Corricela, en la ribera opuesta, para llevarse un susto considerable. Las casitas multicolores trepan hasta alcanzar la altura de una iglesia azafranada, con la cúpula recortada contra un cielo de loza. En el puertecillo hay cuatro o cinco restaurantes bien educados con mesas bajo toldado. He usado la palabra "susto" porque aquel pueblo me recordó, no ya el Cadaqués de hace medio siglo, sino el muy anterior de Josep Pla que yo nunca conocí, pero del que guardo un recuerdo imborrable. Porque los recuerdos más duraderos y dolorosos son los de aquellos lugares y sucesos que nunca conocimos o no tuvieron lugar. Allí, a la vista, estaba el paraíso perdido tal y como me lo había detallado José Vicente Quirante sagaz guía del Cervantes napolitano.

Al parecer este lugar se ha conservado de modo milagroso por el odio que los napolitanos profesan a la isla. Fue penitenciaría durante siglos y todavía hoy puede subirse hasta la cima donde continúa abierta la cárcel militar con una vista apabullante sobre el Mediterráneo. Imagino que otra de las torturas de la pobre gente encarcelada durante el odioso reinado de los últimos monarcas debió de ser la conciencia de que tras los muros lucía la majestad del mar, el arco cromático del pueblecito, la civil danza de las embarcaciones pesqueras.

Tras la idílica estampa de ‘Caracale', donde todavía se pueden pedir espaguetis con pez espada o con la polpa delle canocchie, después de la augusta serenidad, del chapoteo de las barcazas, del cabrilleo marino, regresar a Nápoles requiere fuerza de voluntad. Desde que Bassolino se ha rendido, la pasmosa ciudad partenopea ha sufrido un descalabro. El antiguo alcalde era uno de esos ex comunistas que no retroceden ante nada y que conocen el farisaísmo de la izquierda italiana (y no sólo italiana), su cinismo, su impotencia en el control de los poderosos. Lo más poderoso de Nápoles es la Camorra, no sólo porque tiene comprados a jueces, policías, comisarios, políticos de todo pelaje, periodistas y cientos de chupatintas sino porque en la actualidad "el Sistema", como se llaman a sí mismos, es un ejército de treinta mil hombres que controla todos los negocios, honestos y deshonestos, del sur de Italia y ocasiona miles de asesinatos. /upload/fotos/blogs_entradas/gomorra_1_med.jpgEs aconsejable leer Gomorra de Roberto Saviano (Debate) antes de emprender viaje a Nápoles. El libro es estremecedor y ha inquietado a los bandidos napolitanos. Como es sabido, estos bellacos han condenado a muerte al buen Saviano, excelente persona, escritor con agallas.

También Bassolino se había enfrentado al crimen con el coraje de los viejos izquierdistas desengañados de la política oficial. Hace diez años, en mi última visita, la obra de Bassolino era evidente. No había logrado que coches y motos se detuvieran con semáforo en rojo, pero el caos se veía más templado que en este último viaje. La barbarie de los motoristas imita a la barbarie de la Camorra. Como escribió Giorgio Bocca, el origen del crimen es que esta gentuza se cree superior a los demás. Consideran que el orden jurídico, la educación, el respeto al prójimo, son cosa de imbéciles, de cobardes burgueses. Ellos son bravos, anarquistas, más listos que los proletarios, y ganan millones con la misma impunidad con la que las motos saltan por las aceras, van a toda velocidad en dirección prohibida o juegan a bolos con los peatones. Son los amos de la ciudad y pobre del que proteste. Bassolino les había hecho daño, de modo que los políticos corruptos le dieron la patada hacia arriba. Ahora es el presidente de la Región, el equivalente de nuestras Comunidades Autónomas. Ya no incordia. Dicen que se rindió. Que no pudo con la admiración que sus compatriotas sienten por Berlusconi, ese fullero campechano que sólo cree en el dinero y las mujeres. Por encima de la ley. El modelo nacional.

Artículo publicado en: El Periódico, 26 de octubre de 2008

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27 de octubre de 2008
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El asesinato como una de las bellas artes

Ser un buen cocinero es ser un excelente asesino. Para cocinar hay que saber matar. Pasó por Madrid uno de los más reputados asesinos del arte culinario, Santi Santamaría. Sigue en forma, representa un peligro para muchos, una amenaza para algunos y una incomodidad para intermediarios vendedores de esa marca tan rentable llamada nueva cocina española. /upload/fotos/blogs_entradas/el_cocinero_santi_santamaria_med.jpgSantamaría sigue polemista, peleón, defensor de unas formas y unos fondos que sólo dominan algunos depurados asesinos. Decía Vázquez Montalbán -ahora rescatado como escritor de gastronomía- en Contra los gourmets que "la cocina es una metáfora ejemplar de la hipocresía de la cultura porque se basa en un asesinato previo, sea de una alcachofa o de un jabalí, asesinato enmascarado gracias a la cultura, gracias a la práctica culinaria".
No es lo mismo matar a una paloma (cristiana, pagana, nacionalista o confundida como las de Alberti) que a una coliflor.

Cuando el asesinato es una de las bellas artes te reconocen con estrellas Michelín. Eres una estrella. Un buen asesino/cocinero es hoy un divo de mayor dimensión que un cantante de ópera. ¿Se puede ser un gran asesino sin estrellas, ni michelines? Creo que sí, conozco a más de uno. Un ejemplo de refinada matanza de seres inocentes, de criaturas recién nacidas, son los miles de cochinillos, de lechazos y otras ternuras que los asesinos castellanos practican cada día. Y cada año, en pagano festejo, se celebra la matanza en una fiesta llamada El Dorado, el color que los mártires tienen al llegar a la mesa del sacrificio. Por allí pasó Santamaría, que reconoce y aplaude el viejo arte de los mesoneros castellanos. Queridos criminales que saben estar al margen de la polémica sobre el uso de los nitritos o sobre la cocina de vanguardia española.

Cocinar es una manualidad, como los bellos asesinatos de antaño, que requiere, para no ser considerado un monstruo de crueldad, además de saber arrebatar la vida del animal o planta, que -¡salvo excepciones!- no se coma cruda a la víctima. Hay que trocear, salar, marinar, guisar, asar, aderezar y otras formas de sutil manipulación para convertir un simple crimen en todo un arte. Un refinamiento que llamamos cultura culinaria. Vale para un salchichón de Vic -ahora perseguido por las autoridades sanitarias por no llevar aditamentos-, un lechazo de Campaspero, una paloma torcaz de Tierra de Campos, un mejillón de Aldán o una coliflor de Lérida.

No es lo mismo matar a una paloma -cristiana, pagana, nacionalista o confundida como las del recordado Alberti- que a una coliflor. El olvidado falangista, un escritor que nunca se quitó las calaveras, ni la camisa azul, Luys Santa Marina, fanático también en su vegetarianismo, decía sentir los lamentos de una coliflor al ser degollada. De las matanzas que camisas azules practicaron con nocturnidad e impunidad nunca dijo nada. No me fío de los vegetarianos.

Artículo publicado en: El País, 26 de octubre de 2008.
 
P.D. : Donde digo coliflor, aquí, en nuestra web El Boomeran(g), quiero decir escarola. La siento mucho más cercana que una coliflor, y huele mejor.

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27 de octubre de 2008
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