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Galería de espectros: Zaratustra

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he escuchado la voz altisonante del espectro de Zaratustra.
Delfín Agudelo: ¿Cuál de sus espectros pudiste ver? ¿Acaso el del mismo Nietzsche?
R.A.: Bueno, Zaratustra es el único gran personaje creado por Nietzsche, que es un filósofo que creo tiene una de las vertientes literarias más potentes de toda la cultura moderna. Zaratustra es su personaje privilegiado a excepción de otro con muchas más características, como lo puede ser Nietzsche mismo, quien es su gran personaje. En ese sentido debo decir que tengo más simpatía, más afinidades por el personaje Nietzsche que por el personaje Zaratustra. Nietzsche, como personaje, me parece que recoge maravillosamente bien la potencia y fragilidad que entrañaba su pensamiento. En contraste Zaratustra, que es alguien que dice cosas sublimes, a veces admirables, a veces de un alcance maravilloso en sus predicciones y en sus sentencias, sin embargo es alguien que para mi gusto lo dice de una manera que me resulta antipática. Hay en Zaratustra por tanto un contenido mal transmitido, con un continente que transmite mal el contenido. Creo que Zaratustra peca de un lenguaje profético y pretencioso demasiado solemne , demasiado de cartón piedra. Lima hacia un extremo las visiones de Nietzsche, pero afortunadamente Nietzsche, más allá del extremo, recoge los fragmentos, los pedazos del personaje Zaratustra, y lleva a elaborar a su propio personaje a través de un lenguaje muchísimo más matizado, más contenido, muchísimo más vivo y mucho más actual. Zaratustra por tanto es alguien que dice cosas muy interesantes, pero las dice de un modo que al menos para mí actualmente aleja las palabras del lector, o de los oídos del oyente.

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19 de diciembre de 2008
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III. Las mangueras providenciales

Las mangueras de las cisternas son puestas en acción, y la lluvia de agua comienza a caer sobre la multitud que espera por su "gorra" este 7 de diciembre, día de la Gritería, la fiesta tradicional donde la regla es dar, y recibir. El oficial del Cuerpo de Bomberos adscrito al Ministerio de Gobernación que ha acudido al mando de las cisternas encargadas de "refrescar" a los miles que esperan por su paquete de alimentos, explica que se trata de "una técnica común que se usa en caso de desordenes masivos. Nosotros tiramos agua para bajar la temperatura que había en el ambiente".

Es la misma técnica que se usa con el ganado expuesto a pleno sol cuando espera ser pesado antes de los remates. Se le rocía con abundante agua, y también se le provee de raciones de sal para que no pierda peso en la balanza.

El agua providencial de las mangueras cayó sobre los adultos, y sobre los niños, que, empapados de pies a cabeza, siguieron esperando. ¿Qué otro remedio que esperar? Lo que iba a repartirse era comida, lo que falta cada día en las casuchas de cartón y latas viejas adonde las familias debían regresar.

Por fin, a las 7 de la noche, la pareja presidencial apareció detrás de las barreras custodiadas por guardaespaldas y policías antimotines vestidos como para las guerra de las galaxias,  con viseras y escudos, para iniciar la ceremonia del reparto en nombre de la Virgen María, elevada en su trono de nubes de papier maché, sobre el lujoso altar mandado a construir por el gobierno de la familia Ortega.  

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19 de diciembre de 2008
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Annie Hall (4)

Mujeres y más mujeres. Jóvenes y maduras, fuertes y débiles, y nunca abstractas, siempre con algo real y humano que reconocemos al instante. Se siente bien con las mujeres, dice Allen. Le interesan más que los hombres. Hay más de dónde elegir entre las actrices que entre los actores. Además con un actor uno no se puede casar, porque a W. Allen durante la mayor parte de su vida le gustaba escribir papeles para esa actriz-esposa que tenía al lado. Louise Lasser, Diane Keaton y Mia Farrow. Porque ha demostrado que con lo que conoce y sus colaboradores de siempre tiene más que suficiente para crear un mundo distinto al año, sin tener que aventurarse más allá de la esquina de su calle. Y además siempre puede recurrir a la experiencia inagotable de haber crecido con siete hermanas además de su madre.

Esto no quiere decir que nos esté ofreciendo una y otra vez un retrato de sí mismo y de su vida. Protesta cuando oye que sus películas, en especial Annie Hall y Manhattan sean autobiográficas. Sostiene que salen del "sudor de mi frente", que es como decir que salen de su conciencia y no sólo de su propia vida. "Es difícil recordar exactamente, con fidelidad", dice. O sea, que escribir un guión no es tan sencillo como contar lo que le pasó la semana pasada. Va más allá. Se lo proponga o no, nos hace cuestionarnos la realidad y los deseos de personas que han de encontrarle sentido a un mundo que, como decía Nabokov, es como un perro que pide que fuguemos con él.

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19 de diciembre de 2008
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Baby you’re a star (3)

Yo entiendo que a veces la devoción por los hijos se extralimita. En mi novela La batalla del calentamiento, la señora Pachelbel dice odiar a los más pequeños. ‘La mujer toleraba a duras penas el infortunio de vivir en un mundo del que los niños se habían apoderado. ¿O acaso no existe hoy en día la alta costura para niños? /upload/fotos/blogs_entradas/la_batalla_del_calentamiento_2_med.jpg¿No les consagran industrias enteras: juguetes, por supuesto, pero también música, vestimentas, electrónica, bebidas y alimentos? Todo es producido por ellos y para ellos: por ejemplo los libros y las películas, que en esta época no resisten análisis a no ser que se los reciba con una infantil carencia de juicio. ¿Y no está el mundo gobernado por líderes con la crueldad y la sinrazón de una infancia perpetua?'

Coincido con la señora Pachelbel en el hecho de que los padres suelen irse de mambo. ‘¿Acaso no aplauden sus deposiciones cual si fuesen triunfos del espíritu? ¿No consagran cada tropiezo en el lenguaje como si se tratase de una muestra de personalidad? ¿Y no persiguen como zelotes a cualquiera que insinúe que sus niños no son perfectos?' Pero al mismo tiempo sé que el rechazo de la señora Pachelbel tiene mucho que ver con el fracaso personal, al mejor estilo de la zorra y las uvas de la fábula: detesta aquello que no puede tener, porque no ha sabido conservarlo.

Seguramente estamos sobrecompensando. Por todo el desamor con que se trató a los niños a lo largo de la Historia, por el desamor que todavía reciben aquellos que hoy pasan hambre o nos piden monedas en los semáforos o en el metro. Porque ahora entendemos -no por lucidez personal, sino por el peso de la experiencia acumulada por la especie- que lo deseable es criarlos en el amor y el cuidado constante, para que puedan contar con el máximo de las capacidades de su cuerpo y de su mente y no pierdan oportunidad alguna de ser la mejor versión de sí mismos -algo que desgraciadamente no les resultará tan fácil a aquellos que son víctimas de la violencia de la pobreza. Por eso buscamos darles infancias ideales, aun a riesgo de procrear una generación de estrellas.

Lo que se le escapó a Touré en el texto de The Daily Beast es precisamente la razón por la cual les damos tratamiento de alfombra roja. ¿Qué es lo que nosotros, como público, les agradecemos a las estrellas? Que nos provean de exquisitos momentos de iluminación, de experiencias de felicidad plena, de recuerdos imborrables. Eso es, ni más ni menos, lo que nos regalan nuestros bebés. Cada mañana le agradezco a mi pequeño Bruno su despertar hiperkinético, coronado por inmensa sonrisa, con que comunica su alegría por haber abierto otra vez los ojos en un mundo tan lleno de gente que lo ama. En esos instantes -al igual que me ocurre con las grandes actuaciones, con los escritores geniales, con las mejores canciones- Bruno ilumina mi vida.

Pero más. 

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19 de diciembre de 2008
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La excrecencia

No es lo mismo la basura que el ornamento, no es igual el excremento que lo superfluo, pero todos ellos comparten un aire de familia bajo el paradigma de la excrecencia. La excrecencia o la clase de desarrollo demasiado opíparo que habiendo perdido su carácter distributivo crece aumentando las desigualdades sociales, creando pobres en sus bases y feroces multimillonarios en su cima. De esa cúspide excedentaria, cargada de calientes churretes excrementicios se deduce la figura de un mundo grotesco emparentado con el infierno y sus  fuegos, sus luces desbordadas o sus dolorosas volutas destinadas por exceso a tragar con avidez cuanto encuentran y a distorsionar con odio cuanto aman.

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19 de diciembre de 2008
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Nick Drake: Pink Moon

 

En la larga y notable lista de músicos muertos en plena juventud y en medio de una gran explosión creativa, se encuentra el nombre del inglés Nick Drake. Nacido en 1948, Drake falleció en 1974 a los 26 años; se especuló con un suicidio, pero nunca se pudo confirmar esa sospecha. Lo único cierto es que su muerte se debió a la sobredosis de un antidepresivo que se le había prescrito.

La carrera de Drake le hace justicia al término "meteórica": su primer album es del 69, y el tercero y último, del 72, año en que se "retiró" de la escena musical. Si bien su nombre apareció por aquí y por allá en los ochenta --The Cure y Michael Stipe lo reinvidicaron-- y en los noventa --un documental de la BBC--, fue un comercial de Volkswagen el que le dio la fama popular de la que ha gozado en esta década. Se podría hablar de la ironía del comercio capitalista que populariza a un artista independiente, romántico, pero eso ya es un lugar común (si Verlaine y Rimbaud vivirían hoy, estarían filmando comerciales para Apple). Lo importante es que la música de Drake está muy presente entre nosotros, tanto, que a veces no nos damos cuenta que lo estamos escuchando a él (sí, es suya esa canción de The Garden State que nos conmovió, y Zach Braff no es tan novedoso como creemos). De sus tres discos, el último, Pink Moon, es el mejor: en canciones como "Pink Moon", "Which Will", "Parasite" and "From the Morning", se puede apreciar la excelencia de sus letras.

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18 de diciembre de 2008
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La gatomaquia del siglo XXI

Hace 30 años China imitó a Occidente. Con un éxito fuera de toda medida. Ahora es Occidente quien imita a China. De nuevo más Estado, economías intervenidas, obra pública a todo pasto y jornadas continuas para las impresoras de papel moneda. La única ideología es la práctica, como quería el pequeño timonel, aquel inteligente y astuto Deng Xiaoping que sedujo a Felipe González con una frase que se hizo célebre: "Qué más da que el gato sea negro o blanco, lo importante es que cace ratones". Y a estas ideas salidas del crisol maoísta se atienen ahora los rectores de las economías mundiales.

Tres décadas han pasado desde el momento crucial en que se produjo el pistoletazo de salida para la ascensión china. Fue en el Tercer Pleno del undécimo Comité Central del Partido Comunista. Más burocrático e intrincado, imposible. Deng impuso allí las reformas que condujeron a la desaparición del colectivismo agrario. Y poco después, a la apertura de las cuatro zonas especiales donde se experimentó el capitalismo a escala y al pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. El éxito fue descomunal y en 1984 ya eran 14 las zonas económicas especiales. Quedaba así abierto el camino que conduciría a la integración de Hong Kong, bajo el lema de "un país, dos sistemas". Diez años antes de la caída del Muro de Berlín el capitalismo crecía a toda velocidad en China, aunque pronto -aquel mismo 1989 crucial- pudo comprobarse, con los sangrientos hechos de la plaza de Tiananmen, que libertad económica y libertad política no irían a la par e incluso que en la síntesis de socialismo y capitalismo iba a amalgamarse lo peor de ambos sistemas.

Este largo ciclo de 30 años se corresponde poco más o menos con la era de Reagan, la larga época conservadora en la que el mercado se consagró como el dios central de nuestras sociedades y se quiso limitar el papel del Estado al de guardián de la seguridad y el orden público y último resorte del sistema económico. Estas tres décadas han llevado a Estados Unidos a la culminación de su marcha ascendente como superpotencia durante todo el siglo XX. Venció a la Unión Soviética, hasta su liquidación, en la competición ideológica, económica y militar de la guerra fría. Consiguió convertirse en superpotencia única e imprescindible, capaz de arbitrar en todos los conflictos y modelar un nuevo orden mundial. Para terminar desbordando, cegada por los dioses como quiere el proverbio, los límites de la razón y de sus razones a la hora de imponer su voluntad en el mundo, consiguiendo así como resultado que todas las energías desplegadas se revolvieran en su contra. Hasta ahora mismo, en que los responsables de esta cabalgada de soberbia se han visto obligados a replegarse en el mismo pragmatismo de aquellos chinos astutos de 1979: "Gato negro, gato blanco...".

China ha sido desde entonces un alumno aventajado. Con la crisis financiera también. Está haciendo sus deberes, tanto o más que los estadounidenses y los europeos para estimular el consumo interno con un vasto plan de obra pública y una reducción de impuestos a las empresas. El éxito chino ha sido hasta ahora la cara oculta de la economía estadounidense. El ahorro, esos tres billones de dólares de deuda en manos chinas, es el que ha venido financiando el déficit de Washington. La mano de obra barata, la que ha permitido el consumo y el crecimiento. Hasta tal punto se superponen las dos revoluciones, la de Reagan y la de Deng, que una sin otra no hubieran funcionado. La globalización es la reaganomics más el pensamiento-Deng Xiaoping.

El politólogo Niall Ferguson, que ha puesto en circulación el término Chimérica para expresar la intensidad de esta simbiosis, considera que se trata de la relación indispensable para el siglo XXI. Con un 13% del territorio mundial, una cuarta parte de la población, una tercera parte del PIB planetario y la mitad del crecimiento de todo el mundo, esta doble y colosal nación transpacífica es el ingenio central que mueve la economía global, asentada sobre dos patas, el ahorro de la mitad asiática y el consumo de la mitad estadounidense. ¿Seguirá funcionando la simbiosis en el momento en que la era de Reagan toca a su fin?

La segunda mitad del siglo XX, hasta entrados los años noventa, giró alrededor de la relación transatlántica entre Estados Unidos y Europa, forjada en la guerra fría. Quizás seguirá sirviendo como referencia para los valores democráticos, tan vapuleados por unos y otros. Pero no para la estabilidad y para la prosperidad económica. Pero, a la vez, son muchas las dudas sobre la capacidad china para aguantar el tirón de la crisis en plena acumulación de tensiones sociales, peligros medioambientales, desequilibrios regionales, corrupción de funcionarios y empresarios, delincuencia y fraudes masivos, ausencia de Estado de bienestar, o disidencias dentro de la cúpula dirigente. La economía china está en plena desaceleración. Queda ya claro que está seriamente afectada y ahora sólo resta por ver hasta dónde llegan los daños, algo que sólo determinarán la profundidad y la duración de la crisis. Por debajo del 8% de crecimiento China destruye puestos de trabajo, devuelve a la gente al campo y parpadean en rojo todas las alarmas sociales y políticas.

"Enriquecerse es glorioso" fue otra de las consignas del pequeño timonel, el comunista que emprendió la vía capitalista. El misterio de esta historia es saber qué hacen los gatos cuando no hay ratones.

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18 de diciembre de 2008
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Una justicia ontológica

Hay una justicia trágica en el hecho de que sólo se de felicidad propiamente humana (nada que ver con la indolencia que resulta de repudiar la tensión que el ser un humano conlleva) mientras la vida del espíritu perdura. Por esa justicia ontológica resalta inmediatamente la impostura de los que quieren recibir sin tener potencia para dar. El sentimiento de tal justicia ontológica hará que, admirando a quien da cabida a lo que exalta en su riqueza y la incrementa, el ser humano tenga fobia ante el impostor que sigue acogiendo lo que no es ya capaz de fertilizar. El bien dura lo que el espíritu resiste... sólo lo que el espíritu resiste. La apuesta a la que antes me refería tenía  contenido en una proposición complementaria: al grado de resistencia del espíritu corresponde necesariamente un grado de plenitud.

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18 de diciembre de 2008
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Cuidadores de mundos

Ander Izagirre

Col. Heterodoxos

Altaïr

Según se descubre de la lectura del presente libro, los cuidadores de mundos son gentes que no parecen haberse enterado de la clase de mundo en que vivimos. /upload/fotos/blogs_entradas/cuidadores_de_mundos_med.jpgPor eso actúan como si continuasen vigentes una serie de valores y comportamientos que en su día determinaron sus vidas o las de sus antepasados. Hoy, pese a ser conscientes de la enorme desproporción entre las corrientes de la historia que han barrido aquellos valores y la sola fuerza de sus propias manos - porque la mayoría lleva a cabo su labor literalmente con las manos - esas personas siguen empeñando sus días en dejar constancia de que en una vez  la vida no fue como es hoy y sin embargo era vida; dar testimonio de la verdad (le pese a quien le pese), mantener en pie una estructura hoy dejada al albur de los tiempos o luchar por el bienestar de los demás con la sola ayuda de una hoz. Y de su tesón, por descontado.

Un ejemplo podría ser Eustaquio Martín, un alavés de ochenta años de edad que toda su vida la ha pasado en Añana, un vallecito situado al sur de Vitoria y no lejos de Nanclares de Oca.  Desde tiempos inmemoriales los habitantes de ese valle han vivido de la sal que portaban las aguas de un arroyo que todavía hoy surgen por el mismo nacedero de siempre, el manantial de Santa Engracia. Para aprovechar el tesoro salino que surgía de la tierra se terracearon ambas laderas del valle y se construyeron eras donde se evaporaba el agua; y si para llevar ésta hasta allí hubo que levantar una compleja red de canalizaciones, su uso exigió la creación de una no menos compleja legislación destinada a lograr que los derechos de agua de cada vecino fuesen escrupulosamente respetados. Hoy continúan intactos lo muros de contención, las eras de evaporación y los canales de conducción, con la particularidad de que la madera con la que éstos fueron construidos no se deteriora debido a la acción protectora de sal. La única diferencia es que ya no se usan porque la vida discurre ahora por otros cauces. Pero el anciano  Eustaquio, que en su día se ganó el sustento construyendo esos canales, se ha impuesto como objetivo desde hace años mantener en pie tan gigantesca estructura. Y ahí sigue, mientras las fuerzas se lo permitan.

Y si no contra el tiempo y sus efectos devastadores, hay quien lucha contra la tozudez oficial. Porque, oficialmente, una de las muchas singularidades que diferencian a los vascos de sus vecinos es que allí nunca estuvieron los romanos, por lo que los actuales pobladores no serían descendientes de unos vascones que se doblegaron ante la romanización.

Una de las muchas consecuencias de esta verdad oficial es que cualquier vestigio de la presencia romana - y más si se trata de una presencia prolongada - contradice la leyenda inventada.  En cuyo  caso se ignora la validez o la importancia del vestigio y todos tranquilos.  A menos que salga uno de esos (molestos)  irreductibles que desean conocer la verdad verdadera y pongan en evidencia lo que hay de mentira de la verdad oficial.

Tal es el caso de Mertxe Urteaga, una arqueóloga que conocía viejos informes dando cuenta de la existencia cerca de un pueblo de Guipúzcoa llamado Oiarzun de una importantísima explotación romana de galena argentífera. Es muy probable que esos yacimientos ya estuviesen siendo explotados desde el Paleolítico, pero los informes -  uno de un ingeniero alemán comisionado por la Corona en 1804, y otro que lo firmaba en 1897 otro ingeniero llamado Gascue - hablaban de un entramado subterráneo compuesto por 42 galerías y 82 pozos, totalizando unos dieciocho kilómetros de subterráneos. Nada menos. Para evitar que se inundase tan importante infraestructura los ingenieros romanos construyeron un  canal de drenaje que, pasando por debajo del río Arditurri, aflora en un arroyo que fue la vía de acceso para redescubrir el ingente complejo que  dio vida a la ciudad de Oiasso y fue el origen de un importante puerto hoy conocido como Irún.  Sin más ayuda que la prestada por otros compañeros, la arqueóloga guipuzcoana va sacando a la luz poco a poco una realidad de la que, aun a regañadientes, las autoridades no han tenido más remedio que darse por enteradas y prestar ayuda a quienes están poniendo en evidencia la importancia de la presencia romana, allí como en toda España, sin excepciones.

Pero también hay viejos mineros construyendo un museo en el que guardar memoria de la que fue una de las principales explotaciones mineras del mundo (en los montes Triano, cercanos a Bilbao), carpinteros de traineras a la antigua usanza; constructores de fuentes y caminos o el campesino devenido en arqueólogo a fuerza de desenterrar maravillas antiguas con el arado de su tractor. El libro es apasionante y la única  pena es que el autor se haya limitado a ofrecer ejemplos únicamente del  País Vasco y Navarra, pues hubiera sido de agradecer que ampliase el campo de investigación por aquello de abrir horizontes. Pero el puñado de cuidadores de mundos que ofrece  constituye un microcosmos en el que no cuesta ver  la historia de los hombres y sus afanes por hacerse un hueco en cualquier rincón del mundo.

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18 de diciembre de 2008
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Into the Wild

Rafael Argullol: La pornografía no deja de formar parte de nuestro sistema visual de la posesión de todo, o una devolución inmediata de todo, y eso en la medida en que se puede nos exige en algunos casos una auténtica reeducación, como el ojo que busca de nuevo volver a sentir el placer de ver un gol en directo y no el gol a través de la repetición varias veces; y que si no le repiten el gol es incapaz ya de captarlo.
Delfín Agudelo: Es un poco a lo que Breton se refería como "el estado salvaje del ojo", que es regresar a la nula dependencia de cualquier medio que te permita tener determinada percepción. Para eso, volviendo sobre el ejemplo que ponías del viaje, hay una película que es fabulosa que es la última de Sean Penn, titulado Into the Wild; es la historia de un joven que se gradúa del instituto, está todo montado par un futuro brillante, y él decide irse sin decir absolutamente nada porque su gran sueño es vivir en Alaska. Se va solo y es un desprendimiento absoluto de todo; a veces envía un par de postales a su hermana, termina trabajando en campos de trigo en Ohio, atraviesa Méjico en un kayak, termina viviendo en Alaska y allí alcanza a vivir unos dos meses, hasta que le pasa lo que le pasa. La impresión que tuve de la película era no violento, pero es una postura tan radical que precisamente ahí radica toda la valentía de. Es algo que todo el mundo dice -qué delicia ser capaz de-, pero es de pocos.
R.A.: Esto también me recuerda una película que lamentablemente se pasa muy poco de Antonioni, llamada Professione: reporter, en la cual se produce ese cambio de identidad al que antes nos referíamos. Un hombre cambia de identidad por completo, deja su identidad atrás a través del cambio de la documentación, que tiene que estar en un cadáver, en un hombre muerto; cambia y deja el mundo atrás, y rompe con eso. De nuevo aquí nos pasa lo mismo con Orwell. Si Antonioni en el momento de hacer la película hubiera estado en condiciones de ver las sofisticaciones tecnológicas, ese hombre no hubiera podido cambiar sólo cambiando de identidad; tenía que desasirse por completo de todo el talismán tecnológico al cual estaba asido, que era su gran referencia. En un mundo como el nuestro, cambiarse de identidad, llamarse tú como yo y yo como tú, en realidad no cambia nada; en realidad lo que cambia es desasirse del sistema de conexiones en el que uno o está amparado o está atrapado, o está alternativamente amparado y atrapado.
D.A.: Cuando la gente pierde el teléfono móvil, lo que le pesa es perder los números.
R.A.: Sí, fíjate que el soporte del teléfono móvil es muy barato. El continente es muy barato. Porque los grandes multinacionales saben que lo que importa realmente es aquél mundo que está concentrado allá dentro, y el que pierde su teléfono móvil correrá a intentar desasirse de ese mundo. El continente puede ser barato porque como estamos tan convencidos del valor enorme que tiene le contenido, ya les da lo mismo que el continente sea barato.

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18 de diciembre de 2008
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