Sergio Ramírez
Las mangueras de las cisternas son puestas en acción, y la lluvia de agua comienza a caer sobre la multitud que espera por su "gorra" este 7 de diciembre, día de la Gritería, la fiesta tradicional donde la regla es dar, y recibir. El oficial del Cuerpo de Bomberos adscrito al Ministerio de Gobernación que ha acudido al mando de las cisternas encargadas de "refrescar" a los miles que esperan por su paquete de alimentos, explica que se trata de "una técnica común que se usa en caso de desordenes masivos. Nosotros tiramos agua para bajar la temperatura que había en el ambiente".
Es la misma técnica que se usa con el ganado expuesto a pleno sol cuando espera ser pesado antes de los remates. Se le rocía con abundante agua, y también se le provee de raciones de sal para que no pierda peso en la balanza.
El agua providencial de las mangueras cayó sobre los adultos, y sobre los niños, que, empapados de pies a cabeza, siguieron esperando. ¿Qué otro remedio que esperar? Lo que iba a repartirse era comida, lo que falta cada día en las casuchas de cartón y latas viejas adonde las familias debían regresar.
Por fin, a las 7 de la noche, la pareja presidencial apareció detrás de las barreras custodiadas por guardaespaldas y policías antimotines vestidos como para las guerra de las galaxias, con viseras y escudos, para iniciar la ceremonia del reparto en nombre de la Virgen María, elevada en su trono de nubes de papier maché, sobre el lujoso altar mandado a construir por el gobierno de la familia Ortega.