La fugitiva
Sergio Ramírez
«La maldición de Amanda fue su genialidad. Hizo todo lo que pudo como mujer para disimular su condición de ángel.»
Tres voces femeninas nos relatan la vida dramática de una mujer que eligió el oficio maldito de escribir en una sociedad cerrada y provinciana. Tres voces, tres maneras de concebir la vida, la amistad y el amor, pero todas con un denominador común: contarnos quién fue la deseada y envidiada Amanda Solano.
Estas voces, cada una con su propio registro, nos devolverán a la Costa Rica de la primera mitad del siglo pasado, y así descubriremos a un personaje marcado por su belleza y su genio, por su desafiante sentido de la libertad, y por la mayor de sus debilidades: los hombres. En una convulsa época en que a las mujeres les era denegada la elección de sus opciones en la vida, a Amanda Solano no le quedó otro camino que el exilio, dentro y fuera de su propio país.
Sergio Ramírez asume el reto de poner voz a tres personajes femeninos dispares, y lo hace con un estilo sencillo y emotivo que nos hará cómplices de la historia de esta mujer singular que vivió de su leyenda y murió sintiéndose olvidada por todos. Aún hoy, su tumba sigue marcada apenas por un número.
La fiesta de los ángeles
Los restos mortales de Amanda Solano, exhumados del Panteón Francés de San Joaquín en la Ciudad de México, donde murió el domingo 8 de julio de 1956, llegaron al Aeropuerto Internacional del Coco el viernes 16 de junio de 1961 a las 3.50 de la tarde, con retraso de una hora, a bordo de un avión carguero cuatrimotor DC-4 de la línea de bandera nacional Lacsa, consignados en el manifiesto número AA172-500, según consta en los archivos de la Dirección General de Aduanas correspondientes a ese año.
En el mismo manifiesto figuran mercaderías diversas con destino a almacenes y agencias comerciales de San José, Cartago y Alajuela, entre ellas fardos de textiles de diversa textura y color, llantas y neumáticos de caucho para camiones y tractores agrícolas, balas de sacos de yute para empacar café de exportación, barriles de urea y otros fertilizantes, bebidas espirituosas (tequila) en cartones de doce botellas c/u; rollos de alambre de púas de medio quintal c/u; bultos con muestras de medicamentos sin valor comercial; así como también sacos de lona conteniendo latas de películas destinadas a los circuitos de exhibición, cajones de flores confeccionadas en tela y papel crepé y otras artesanías de cerámica, madera y latón, lo mismo que cajas de libros educativos y recreativos, y paquetes de revistas de modas y variedades.
De acuerdo a la crónica publicada en la tercera página del diario La Nación del día siguiente, suscrita por el reportero Romano Minguella Cortés, el ataúd color borgoña, provisto de maniguetas metálicas, y adorna do en la parte superior de la tapa con un crucifijo también metálico, llegó resguardado en un cajón de tablas de pino sin cepillar, y fue bajado por medio de un montacargas frente al hangar de los almacenes fiscales de la Aduana. Una vez descuadernado el cajón por medio de una barreta, y llenados y sellados los documentos de rigor por delegados de la propia Aduana y del Ministerio de Sanidad, el ataúd fue entregado al licenciado Fausto Bernazzi Sotela, secretario privado del presidente de la República, y conducido por miembros de la Guardia Civil a la carroza fúnebre de la Funeraria Polini, un Chevrolet Impala color blanco, modelo 1960, que aguardaba en la rampa.
A las 4.40 de la tarde, bajo una tenue llovizna, y mientras el cielo tendía a cerrarse, la carroza, seguida de una caravana formada por unos cuantos automóviles, se dirigió hacia San José, con destino a la capilla de las Ánimas, situada en la avenida 10, lugar habitual de celebración de los oficios fúnebres dada su conveniente cercanía con el conjunto de cementerios de la ciudad. Allí aguardaba el acompañamiento presidido por la primera dama, Olga de Benedictis de Echandi, esposa del presidente Mario Echandi Jiménez (1958-1962), y el responso, que se inició a las 5.30, estuvo a cargo del párroco titular, padre Cipriano Chacón Cornejo.