Edmundo Paz Soldán
En la larga y notable lista de músicos muertos en plena juventud y en medio de una gran explosión creativa, se encuentra el nombre del inglés Nick Drake. Nacido en 1948, Drake falleció en 1974 a los 26 años; se especuló con un suicidio, pero nunca se pudo confirmar esa sospecha. Lo único cierto es que su muerte se debió a la sobredosis de un antidepresivo que se le había prescrito.
La carrera de Drake le hace justicia al término "meteórica": su primer album es del 69, y el tercero y último, del 72, año en que se "retiró" de la escena musical. Si bien su nombre apareció por aquí y por allá en los ochenta –The Cure y Michael Stipe lo reinvidicaron– y en los noventa –un documental de la BBC–, fue un comercial de Volkswagen el que le dio la fama popular de la que ha gozado en esta década. Se podría hablar de la ironía del comercio capitalista que populariza a un artista independiente, romántico, pero eso ya es un lugar común (si Verlaine y Rimbaud vivirían hoy, estarían filmando comerciales para Apple). Lo importante es que la música de Drake está muy presente entre nosotros, tanto, que a veces no nos damos cuenta que lo estamos escuchando a él (sí, es suya esa canción de The Garden State que nos conmovió, y Zach Braff no es tan novedoso como creemos). De sus tres discos, el último, Pink Moon, es el mejor: en canciones como "Pink Moon", "Which Will", "Parasite" and "From the Morning", se puede apreciar la excelencia de sus letras.