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IV. Acosado por las fugas

Vactor pareció al principio preso de la serenidad. Pero no habían pasado tres minutos cuando empezó a revolverse inquieto en el duro asiento, y de pronto pareció sofocado por aquella inundación que le llenaba los oídos, y también las narices y la boca, en su rostro ya la angustia del que sabe que se está ahogando. Y ocurrió lo que debía ocurrir. No se dio él mismo a la fuga, acosado por las fugas, sino que volvió contrito delante de la jueza a pagar la multa completa, despreciando así la magnánima oportunidad que había recibido de compensar el daño infringido a la paz social, educando a la vez su gusto en la música.

A pesar del carácter pedagógico que su señoría, la jueza  Fornof-Lippencott, del primer circuito del condado de Champaign, quiso dar a su sentencia, salta la duda acerca de si esa sentencia no era por su propia naturaleza punitiva, y sólo pretendía equilibrar las cargas, como se solía hacer en la antigüedad con la ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente: obligar al alborotador a escuchar a la fuerza lo que no le gustaba, como él había obligado a imponer a otros su propio gusto. El rap, que un día, a lo mejor, sonará impresionante y majestuoso a los oídos de otros siglos, igual que impresionantes y majestuosas, como cataratas que se despeñan de manera infinita, suenan las fugas de Bach en los armonios colosales de las catedrales.

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25 de marzo de 2009
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Entre “mejoradores del entorno acústico”

Gotzon Arrizabalaga, profesor de la Universidad del País Vasco, sintetizaba así el problema en una conferencia (aún inédita) realizada en la ciudad de Ronda en el marco de un coloquio sobre música y ecologismo sonoro:

"La dirección que la industria del software musical está implantando en el mercado es una de las causas de contaminación sonora, y su principal acicate consiste en la necesidad de las industrias de producción sonora de aumentar beneficios. Esto lleva a un uso cada vez más individualizado de los "mejoradotes del entorno acústico" (tal y como una empresa multinacional denomina a los aparatos de reproducción musical) de tal manera que se da una proliferación patológica de los productos de elaboración y escucha musical. Se produce con ello un aislamiento del individuo en la escucha de la música. El mercado se amplía enormemente con la atomización del consumidor. Cada uno de los consumidores necesita su propio "mejorador del entorno acústico"; se pasa del público al paciente de la música. El individuo cada vez tiene menos ganas de asistir a los conciertos. En cualquier caso, si asiste todavía a los mismos, es ya debido al cumplimiento de una obligación social más que a un interés real por lo que pueda acontecer en un escenario. Este proceso significa llegar hasta el extremo contrario de lo que en un principio significó la música para el hombre. Si en sus inicios la música sólo tuvo sentido como aglutinador de la comunidad, como auténtico refuerzo de la especificidad de la condición humana, en la actualidad la música es experimentada, principalmente, como aislante social. La calidad de la escucha individual de la música en sus "mejoradotes del entorno acústico" es mucho mayor que la del concierto en vivo. El oyente se ha aislado. Este fenómeno engarza con las políticas demócratas liberales, con el fortalecimiento de la creencia en individuos autónomos libres, es decir, en consumidores. En este sentido, también la música así ofertada a los ciudadanos se convierte en un narcótico de potencia insuperable. Se produce también la individualización en la cadena de transmisión de la música. La música creada, o escuchada, a través de Internet, sólo tiene sentido y éxito dentro de este horizonte. Cada vez es mayor la oferta de productos relacionados con esta industria. Favorecen y estimulan la relación directa y sin intermediarios sociales (los más importantes de los cuales son los conciertos en vivo que, cada vez con mayor nitidez, dejarán de ser un acontecimiento necesario para la recreación y formación artística del ciudadano) entre el oyente y su fuente de aprovisionamiento musical. Estas fuentes han evolucionado, desde un material de tamaño considerable y un menor almacenamiento de datos, hasta un menor tamaño material y un mayor almacenamiento de datos. La cadena: radio, vinilo, cassete, cd, mp3..., todo ello va en este sentido. Lo último, por ahora, es el mp3. Este "mejorador del entorno acústico" ha sido creado específicamente para la reproducción musical que toma como fuente y almacén a Internet. Sin ninguna manipulación posterior, la música puede ser almacenada y reproducida sin intermediario alguno."

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25 de marzo de 2009
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Italia y España, una confluencia

Cuando el presidente Zapatero aseguró públicamente, con ese énfasis suyo tan inseguro, que habíamos superado a Italia y que pronto alcanzaríamos a Francia, me eché a temblar. No sólo por el disparate (evidente para cualquiera que haya viajado un poco), sino porque sin la menor duda el presidente estaba persuadido de lo que decía. Un amigo bien situado en Asuntos Exteriores me comentaba su desazón.

Los últimos meses han puesto al descubierto cómo se extiende aquí también la cleptocracia

La clase política ignora el sentido de 'dinero público' y se considera impune

Hay que tener en cuenta que nuestros vecinos de la bota están bien informados: todos los grupos mediáticos españoles, menos uno, están controlados por empresas italianas, y sus carcajadas se oyeron en Pekín. Ahora ya empiezan a quedarse con la energía, ese sector llamado estratégico.

Ciertamente, hace años que se va produciendo una deriva española hacia Italia (que no lo contrario), pero en el ámbito de la trama económico-política y la infiltración mafiosa. En todo lo demás, educación, preparación técnica, iniciativa empresarial o civilización urbana, nos dan ciento y raya.

Hubo un tiempo en que los políticos españoles parecían salvarse de la arraigada delincuencia a la italiana. Aquel país ha sido destruido por una clase dirigente chulescamente ajena a la población que les paga. Parecía que eso no iba a suceder en España, pero los últimos meses han puesto al descubierto cómo se extiende también aquí la cleptocracia.

En Italia, según dicen los expertos, el caos político se debe a la pésima construcción constitucional, tras la Segunda Guerra, que propicia la desintegración de partidos, y la presencia de jefes mafiosos en la Democracia Cristiana desde las primeras elecciones. De entonces a la fenomenal corrupción de la etapa socialista y el exilio de Craxi, la trama se fue espesando y los intereses mafiosos han acabado por devorar la vida parlamentaria sin distinción de derechas e izquierdas.

Aún faltaba la llegada de Berlusconi, uno de los más siniestros dirigentes europeos, sólo comparable con los de algunos enclaves balcánicos. En este momento Italia es un país con una inseguridad jurídica próxima a la de las satrapías latinoamericanas.

Cuando comento con los profesionales de la política su progresiva deriva hacia el modelo italiano, suelen negarlo con vehemencia. A los pocos días aparecen tres ayuntamientos, cinco diputados, once concejales y un presidente autonómico pillados en corruptelas, fraudes o corrupciones. De cada diez casos, la proporción viene a ser de cinco del PP por dos del PSOE. Los tres restantes suelen afectar a los asuntos regionales, como el famoso 3% de Maragall, que jamás se esclarecen dado el espe-sor clientelar que han generado las autonomías, auténticos paraísos de las oligarquías locales.

Este paralelismo con Italia creo que es explicable, no sólo por la chapuza jurídica o por la inveterada deshonestidad de las sociedades mediterráneas, sino también porque los italianos sufrieron sólo unas pocas décadas menos de fascismo que los españoles. El fascismo, además de una ideología ridícula, es un sistema que nacionaliza la totalidad de los recursos para repartirlos luego entre los fieles del régimen.

Así se crea una nube de particiones jerarquizadas que hace prácticamente imposible la supervivencia en el exterior de la adhesión incondicional. La necesidad cotidiana y la falta de escrúpulos de los ambiciosos logran que una enorme proporción de la sociedad quede atrapada por el sistema y se conforme con él.

Si en Italia o en España se hubiera procedido a una depuración de todos aquellos que se enriquecieron con el fascismo, nos habríamos quedado sin clase dirigente. Y fueron ellos quienes decidieron si había o no depuración. Como en Italia, los colaboracionistas españoles se incorporaron a diversos partidos, desde Alianza Popular a Convergència i Unió, del mismo modo que los estalinistas se lavaron la cara en las múltiples izquierdas más o menos democráticas que se fundaron entonces y que han ido derivando hacia grupos de vaguísima ideología y sólido oportunismo. Nunca habrá memoria histórica para este proceso.

El resultado ha sido una clase política que, con las consabidas excepciones, desde el principio ignoró por completo el sentido de la expresión "dinero público", y que además se considera impune. Un partido político español se parece más a la Renfe o a Telefónica que a un partido inglés o alemán. Y suelen actuar con igual zafiedad e inoperancia. De vez en cuando un político va a dar en la cárcel, pero nunca, que yo sepa, por dilapidar inmensas cantidades en actividades estériles o en obras ruinosas.

Hasta tal punto los políticos ignoran que el dinero público no es suyo ni está al servicio de su ideología, que hace unos días José Montilla recomendaba a los empresarios catalanes que no subieran los sueldos de sus trabajadores. No se le pasó por la cabeza que él cobra más que el presidente español. Que sus camaradas del Parlament gozan de sueldos colosales fijados (y aumentados) por ellos mismos. Que tras dos legislaturas los conservan toda la vida. Que sus gastos son en buena parte opacos y que, por ejemplo, niegan a la oposición la documentación que les reclama y no pasa nada. Que también es secreto el número y el sueldo de los asesores. Y que la famosa institución para controlar la malversación pública se ha quedado en una burla a los ciudadanos.

Según la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión, un 74,3% de los catalanes está insatisfecho o muy insatisfecho con sus políticos. ¿Y a ellos qué les puede importar? Mientras les protejan sus jefes... Lo suyo es callar y bajar la testuz.

A mediados de mes vi por la televisión nacional catalana a Carod Rovira, vicepresidente de Cataluña, con los indios shuars del Ecuador. Ha dedicado un millón de euros a propiciar el bilingüismo entre estas curiosas tribus indias. Seguramente el presidente del Ecuador acepta gustoso el dinero de los catalanes para una finalidad que le importa un pimiento. Es obvio, en cambio, que este asunto, a saber, que los indios aprendan su propia lengua, es de la mayor importancia para los obreros de la Seat. Pero si pude ver unos segundos a Carod en funciones paternales fue porque le acompañaba un equipo de la televisión nacionalista. La imagen del vicepresidente aceptando la lanza india que le ofrecía el jefe shuar en perfecto castellano y medio en cueros ha costado a los catalanes bastante más que cien ternos de sastre valenciano.

No obstante, es seguro que Carod cree estar haciendo lo mejor para su país. Y seguirá haciéndolo porque la clase política catalana no quiere controlar el gasto público. Es su único poder, ya que la población le es cada día más desafecta. Ellos son el único valor de Cataluña, del mismo modo que Carod está persuadido de ser, él en persona, Cataluña. El dinero de Cataluña es, por lo tanto, suyo. Resulta muy difícil (y tedioso) tratar de hacerle entender que esa Cataluña suya se reduce a un grupo de amigos, una televisión y un par de cientos de miles de votos en decadencia. Y que el resto, hasta siete millones, lo miramos como Nani Moretti miraba a los parlamentarios italianos. Gordos moscones girando sobre el inmenso pastel del dinero público, satisfechísimos, ajenos a todo, ebrios de retórica barata, de egoísmo y de impunidad.

Sí, es cierto: como dijo Zapatero, llevamos camino de superar a Italia, pero no exactamente en algo que merezca la pena. Por el camino que vamos, para alcanzar la seriedad de Francia harán falta algunos siglos.

Artículo publicado el lunes 23 de marzo de 2009.

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25 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Treinta y tres

Ayer se cumplieron treinta y tres años del inicio de la dictadura militar en la Argentina. Cifra de enorme peso simbólico: el tiempo que Jesús pasó en la Tierra de acuerdo con la tradición, al término del cual habría sido muerto para después resucitar.
    Tengo la mala costumbre de hacer zapping entre los noticieros locales a la hora de almorzar. Vi que todos le dedicaban un momento al recuerdo inescapable para después abocarse al maná del que hoy viven: el (eterno) conflicto liderado por la patronal del campo, la inseguridad en la que (eso dicen a toda hora, así que debería ser cierto) vivimos todos los argentinos.
    El canal que se llama así mismo América dedicó un larguísimo tramo de su informativo a la entrevista con una mujer llamada Claudia. ¿La razón de ese extraño privilegio? Ser la madre de unos mellizos menores de edad (sus nombres y apellidos no se divulgan por cuestiones legales), que están hoy detenidos en institutos por delitos reiterados. La peculiaridad genética ha hecho mucho por distinguirlos ante la opinión pública, que los conoce aunque más no sea de mentas aun cuando desconoce a delincuentes más peligrosos de la misma edad: es que los medios hablan de ellos todo el tiempo como ‘los Mellizos que aterrorizan al barrio’ de Berisso.
    Esta mujer, tan humilde (trabaja de empleada doméstica) como bien educada, tiene además otro hijo mayor –lo cual es un decir, por cuanto apenas cumplió diecisiete- que también está detenido. La historia que refirió ante cámaras no es nada excepcional en estos tiempos: padre ausente, madre que se emplea fuera de casa todo el día, chicos que debieron trabajar de pequeños hasta que advirtieron que las labores a que podían aspirar, por duras que fuesen, no garantizaban futuro alguno a gente de su condición. Y cuando no hay futuro, atontarse con la sustancia más ubicua y vivir a mil kilómetros por hora aunque sea por poco tiempo es lo más parecido a una salida glamorosa para miles de chicos.
    Lo que me extrañó fue que, dado que se trataba de una fecha de tal peso, nadie conectase los puntos que sugerían una línea recta de modo tan evidente. La dictadura, el conflicto con los empresarios del campo y las madres que piden por favor que mantengan presos a sus hijos (esta mujer, Claudia, lo expresaba con claridad: ‘No están en condiciones de vivir en sociedad’), no son hechos independientes. Muy por el contrario, indican una causalidad de hierro. La Argentina de hoy, este país donde los empresarios defienden de modo violento y extorsivo su derecho a las rentas extraordinarias, donde las estrellas de TV piden a las autoridades que maten a alguien para sentirse más seguras, donde los pibes se enceguecen con la droga hasta el punto de amenazar a sus madres, es una consecuencia directa de la experiencia de la dictadura –de cómo se llegó a ella, de cómo se vivió bajo su imperio y de cómo se salió de su yugo.
    Una enorme franja de la sociedad argentina fue cómplice por omisión en 1976, cómplice por comisión de allí en adelante y testigo mudo del derrumbe del régimen en el 83. Los militares se dispararon en los pies, cayendo por su propia torpeza; en cuestión de meses la democracia se nos vino encima, sin que la hubiésemos conseguido por mérito propio. (Lo cual no desmerece la lucha constante de pequeños sectores, a los cuales deberíamos seguir presentándoles el debido respeto.) Del 83 en adelante, la Argentina deja de ser el Infierno para convertirse en el Purgatorio. Su historia puede ser leida a partir de entonces como una serie de pecados pendientes de expiación: levantamientos militares, Obediencia Debida, Punto Final, crisis económica, Menem, Cavallo, De la Rúa, corralito, muertos en la represión, Duhalde, los asesinatos de Kosteki y Santillán…
    Sin duda es justo que no haya resurrección cumplidos estos treinta y tres años. No hemos hecho lo necesario; ni siquiera hemos hecho lo suficiente. Hay más gente hoy clavada en la cruz de la miseria de la que había entonces. Mucha más. (Insisto: por lo que desde aquel entonces no ha dejado de ocurrir, la difusión masiva de la pedagogía del yo-me-quiero-salvar-y-el-resto-que-reviente.) Quién sabe, tal vez cuando se cumplan los treinta y tres de la democracia en el 2016 hayamos aprendido algo.
    Se ve más que difícil, desde el hoy. Pero tengo fe. Contra toda esperanza.   



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25 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mañana y el milenio

Hace unos días leí un artículo de Nicolás Ridoux, autor de Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento, y recordé que hace ya unos buenos años, en vísperas de la entrada del milenio en que ya estamos instalados, participé en unas jornadas en Oviedo donde a algunos escritores se nos solicitaban que trazáramos objetivos para el milenio. A mí siempre me pareció que hablar del milenio era demasiado ambicioso, así que propuse hablar del día siguiente. Recuerdo que hice propuestas concretas y que una de ellas era la que ahora enuncia Ridoux, en su Menos es más. Por eso he buscado en el disco duro del ordenador, y recupero parte de lo que escribí hace años y que hoy parece tener más actualidad que entonces. En cuanto a las visiones de futuro, creo que sería preferible que comenzáramos preocupándonos del día de mañana, cuando se supone que todavía estaremos casi todos vivos. Verdaderamente, si en el remoto año de 999, en cualquier lugar de Europa, los pocos sabios y los muchos teólogos que entonces existían se hubiesen puesto a tratar de adivinar como sería el mundo pasados mil años, me da que se equivocarían en todo. En algo pienso que más o menos acertarían: en que no habría diferencias fundamentales entre el confuso humano de hoy, que no sabe y no quiere preguntar hacia donde lo llevan, y el amedrentado ser que, en aquellos días, creía que estaba próximo el fin del mundo. Por lo demás, seguramente será mucho mayor el número de diferencias entre las personas que hoy somos y las que nos sucederán, no de aquí a mil años, sino a cien. Dicho con otras palabras: tal vez tengamos más que ver con los que vivieron hace un milenio, que con esos otros que de aquí a un siglo habitarán el planeta… Es ahora cuando el mundo se acaba, está en el ocaso lo que hace mil años apenas amanecía. Pues bien, mientras se acaba y no se acaba el mundo, mientras se pone y no se pone el sol ¿por qué no nos dedicamos a pensar un poco en el día de mañana, ese en que casi todos todavía estaremos felizmente vivos? En vez de unas cuantas propuestas gratuitas sobre y para uso del tercer milenio, que luego, probablemente, el tiempo se encargará de reducir a cisco ¿por qué no nos decidimos a poner de pié unas cuantas ideas simples y unos cuantos proyectos al alcance de cualquier comprensión? Estos, por ejemplo, en caso de no encontrar nada mejor: a) desarrollar desde la retaguardia, es decir, aproximar hasta las primeras líneas de bienestar a las crecientes masas de personas que fueron dejadas atrás por los modelos de desarrollo en uso; b) suscitar un sentido nuevo de los deberes humanos, haciéndolo paralelo al ejercicio pleno de sus derechos; c) vivir como sobrevivientes, porque los bienes, las riquezas y los productos del planeta no son inagotables; d) resolver la contradicción entre la afirmación de que estamos cada vez más cerca unos de otros y la evidencia de que nos encontramos cada vez más alejados; e) reducir la diferencia, que aumenta cada día, entre los que saben mucho y los que saben poco. Creo que de las respuestas que demos a cuestiones como éstas dependerá nuestro mañana y nuestro pasado mañana. Y dependerá el próximo siglo. Y el milenio todo. A propósito: ¿Y si volviéramos a la Filosofía?



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25 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bajo el paraguas

Muchos hemos llegado a creer que si no estamos bajo el paraguas de una entidad estatal, no existimos. En la puerta de un ministerio o frente a la secretaria de algún funcionario, hay una pregunta que siempre nos recibe: ¿Y usted de dónde es? No se trata de curiosidad sobre nuestro origen regional, sino de una aguda pesquisa alrededor de la institución que nos valida. Cuando no se tiene una credencial con las siglas de una empresa estatal, poco puede hacerse en esas dependencias oficiales. Los que somos ?ciudadanos independientes? o ?individuos por cuenta propia? estamos acostumbrados a las largas esperas y a las negativas. En esta peculiar condición de electrón libre, alejada del núcleo de cualquier privilegio, poder o cargo importante, soy diestra en tropiezos, especialista en trámites que nunca se resuelven. Me han hecho una y mil veces la misma pregunta sobre la sombrilla estatal que me protege, y prefiero consumirme bajo el sol de mi autonomía que cobijarme bajo una prerrogativa. Claro que esta filosofía de la ?no pertenencia? no sirve para explicársela al custodio y que me deje entrar a resolver alguna vedada diligencia. Resulta que no existo, porque ninguna entidad estatal me tiene inventariada, porque no pago cuota a un sindicato o aparezco en el listado de algún comedor obrero. Aunque camino, duermo, amo y hasta me quejo, carezco de la fe de vida que me daría la filiación a un reducido ?y aburrido? número de organizaciones neogubernamentales. En la práctica, soy un fantasma cívico, un no-ser, alguien que no puede mostrar ante el incisivo ojo del portero ni la mínima prueba de estar en los mecanismos oficiales.



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24 de marzo de 2009
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José Antonio García Apac

Director del diario "Ecos de la Cuenca" de Michoacán había publicado reportajes sobre el narcotráfico en la zona y sus nexos con políticos y policías. Les dijo a sus familiares que había tenido un altercado con el presidente municipal de Tepalcatepec. Desapareció el 20 de noviembre de 2006. Mientras conducía su coche estaba hablando por teléfono con un familiar cuando se escuchó que "alguien" le dijo "¡bájate!". Su familia no ha tenido acceso al expediente de las investigaciones de la policía por lo que solicitó a las autoridades inspeccionar una laguna donde se sospecha "tiran cuerpos". El caso sigue sin resolverse.

 

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24 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Let the stars plummet to their dark address

Sylvia Plath y su hijo Nick. Fuente: timesonline Nick and the CandlestickI am a miner. The light burns blue.Waxy stalactitesDrip and thicken, tearsThe earthen wombExudes from its dead boredom.Black bat airsWrap me, raggy shawls,Cold homicides.They weld to me like plums.Old cave of calciumIcicles, old echoer.Even the newts are white,Those holy Joes.And the fish, the fish -Christ! they are panes of ice,A vice of knives,A piranhaReligion, drinkingIts first communion out of my live toes.The candleGulps and recovers its small altitude,Its yellows hearten.O love, how did you get here?O embryoRemembering, even in sleep,Your crossed position.The blood blooms cleanIn you, ruby.The painYou wake to is not yours.Love, love,I have hung our cave with roses,With soft rugs -The last of Victoriana.Let the starsPlummet to their dark address,Let the mercuricAtoms that cripple dripInto the terrible well,You are the oneSolid the spaces lean on, envious.You are the baby in the barn.Sylvia PlathPD.- Todos nos hemos conmovido con el suicidio de Nicholas Hughes, el hijo de los poetas Ted Hughes y Sylvia Plath, ocurrido el 16 de marzo. En el blog "Puente Aéreo" de Gustavo Faverón aparece este terrible poema escrito por Plath cuando nació su hijo Nick, a quien solo vio crecer durante su primer año pues luego Sylvia se sucidaría. Nicholas, soltero y sin hijos, quien sufría de depresión crónica, murió a los 47 años de edad.



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24 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Roth reseñado

Philip Roth. Fuente: electricity and lust Indignación, la novela de Philiph Roth traducida por Mondadori que empezaré a leer recién el 16 de mayo (confirmado) tiene como trasfondo la guerra de Corea y tiene a un joven judío de 18 años, Marcus Messner, como protagonista. Luego de varias novelas, finalmente Roth abandona el tema de la vejez y los temores no a la muerte sino a la destrucción física, y se entrega a una novela sobre el poder y la indignación. Jose María Gulbenzu la ha reseñado para Babelia y la califica de "soberbia" y a su obra en conjunto "monumento literario del siglo XX". No puedo estar más de acuerdo ¿Para cuándo el Premio Nobel? Si no se lo quieren dar a Vargas Llosa, por lo menos que dignifiquen ese premio dándoselo a Roth:Los personajes quedan soberbiamente construidos con un mínimo de elementos. Cada uno -excepto el joven Marcus- muestra de sí mismo la cara que necesita el autor, pero esa cara la llena por completo su propia actuación. Son personajes funcionales que adquieren la categoría de complejos, lo cual es una hazaña no infrecuente en Roth, pero aquí extraordinariamente depurada. El papel que les atribuye es el de rodear el nacimiento de la indignación dentro del desarrollo de la personalidad de Marcus Messner, y a fe que lo consigue. Son, además, dentro de una única cara, ambivalentes, por eso insisto en la cualidad de hazaña literaria. La madre que visita a su hijo en el hospital, convaleciente de una apendicitis que todos sospechamos que se le ha disparado tras la conversación con el decano, introduce entre las emociones quizá calculadas un pacto sospechosamente parecido a un chantaje. La muchacha de la que se enamora está escondiendo, además de ciertos actos, una historia muy dura, sólo apuntada, pero trazada con unas pocas e impagables pinceladas que son un modelo de empleo de la sugerencia. La progresiva locura del padre tiene un desarrollo lleno de matices que se apoya sólo en dos momentos de exposición desarrollados con una lucidez impecable. El decano Caudwell, en fin, doblado al final por el presidente de la universidad en un acto público donde se resume todo el hervor de la novela, está construido sobre un miserable camaleonismo que contiene a la vez la untuosidad, la comprensión, el paternalismo y el anatema; y el modo en que muestra al lector el paso de un liberalismo de fachada al juicio preconcebido merece estar a la altura literaria de los ejercicios espirituales que recibe el joven Stephen Dedalus en el Retrato del artista adolescente de Joyce. En suma: ciento setenta y tantas páginas le bastan a este sabio y consumado escritor para expresar el sentido de su cívica indignación moral dentro de una historia que concluye dramáticamente con un muchacho que ha luchado por su libertad personal y moral para acabar acribillado a bayonetazos en una trinchera en Corea y fundirse en la nada. La obra narrativa que viene escribiendo Roth desde El teatro de Sabbath en 1995 es, con alguna excepción menor, uno de los monumentos literarios más grandes que se han levantado en los Estados Unidos desde la segunda mitad del siglo XX.



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24 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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ESCRITOR EN APUROS

 

Se llama Luis Leante, hace dos años ganó el Premio Alfaguara - el mismo que ayer consiguió el poeta y narrador argentino/español y granadino, Andrés Neuman- con una hermosa novela de amores y desamores "Mira si yo te querré". Entonces conocimos al escritor y profesor Leante. Ya sabíamos de él por alguna amiga alicantina. Es un hombre afable, buen conversador, muy  buen lector, con un humor tranquilo como su apariencia. Un gran hombre- dos metros- que daba sensación de un hombre tranquilo.

Todos, también los tranquilos, tenemos fantasmas pero los dejamos en el interior, como las guerras con nuestras entrañas, como la carne en verano en las carnicerías. Normalmente no mostramos, por educación, por control, por varias razones, el hombre irritado que llevamos dentro. En su última novela, "La luna roja" dice un personaje de Leante: "Hay dos tipos de personas...Unas, las que hacen que el mundo se mueva; otras las que reflexionan sobre cómo debe moverse el mundo. Las dos son necesarias. De lo contrario, dejaríamos de existir" Leante, el profesor, el escritor, era de las segundas. Un reflexivo capaz de explicarnos mundos, los suyos y otros imaginarios.

Ahora, después de tres años de acoso laboral en palabras de Leante por parte de una directora de Instituto, el tranquilo Leante pasó a ser uno de los que hacen que el mundo se mueva. Reaccionó irritado, poco reflexivo, y en arrebato de nervios arrancó las cámaras que vigilaban las vidas escolares de alumnos y profesores. Una instalación siempre polémica, y francamente sospechosa cuando no es consensuada. ¿Es posible que haya profesores, cargos o directores de Institutos que prefieran el control que el diálogo? ¿Es posible ser director de un Instituto sin que te gusten los escritores, ni las lecturas, ni la gente que reflexiona? ¡Qué rara, qué complicada está la enseñanza!

El profesor Luis Leante, el escritor, está pendiente de juicio. Pasó dos días incomunicado en los calabozos en compañía de toxicómanos y otros pobres privados de libertad. Está ahora en espera de juicio, en libertad condicional y sin poder moverse, sin el debido permiso, de su ciudad. Un escritor en apuros. Cómo también está en apuros la enseñanza en España. La justicia. Y la actuación de algunos policías. Un día como hoy nació Larra. Escribir en España a veces es llorar, otras sorprenderse y, algunas veces, te puede llevar a la cárcel. No hay tiempo para el aburrimiento. Esperemos que llegue la razón, la reflexión, aunque sea más aburrida que la acción.



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24 de marzo de 2009
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El Boomeran(g)
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