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Papa por la libre

El año en que nací se celebró el primer congreso del Partido Comunista de Cuba y la centralización del comercio y los servicios era casi absoluta. Sólo se podía adquirir -fuera del mercado racionado- algunos libros, los periódicos y los tickets para el cine. El resto de los productos y prestaciones estaba bajo el austero signo de lo restringido, encerrado en la cuota subvencionada que recibíamos cada mes. Incluso para adquirir una cuchilla de afeitar se debía presentar la cartilla en la que una vendedora marcaba el número correspondiente a las afiladas hojas. Con la comida pasaba algo similar y especialmente con los frutos de nuestros fértiles campos, que se distribuían en cantidades limitadas a cada consumidor. Era la papa uno de los más controlados por el ojo estatal. Durante toda mi vida, ese sabroso tubérculo estuvo exclusivamente en las tarimas de los mercados racionados; llegaba cada tres o cuatro meses para hacernos el honor de su presencia y de su sabor. Yo soñaba con purés untados de mantequilla y con papitas fritas que sobresalían del plato. Llegué a pensar que su suave textura se cosechaba en las remotas praderas siberianas y no en los surcos de mi propio país. Los campesinos privados estaban obligados a venderles su producción de papas al estado, que penalizaba con fuerza a quienes violaban tan estricta norma. De manera que nos acostumbramos a verlas aparecer en nuestros platos pocas veces al año y guardarlas en nuestras fantasías culinarias. Así fue hasta que hace algunas semanas el gobierno de Raúl Castro decidió liberalizar su venta y sacarlas del cada vez más agotado mercado racionado. Ya no es necesario mostrar un documento para poder comprar un kilo de papas, pero ahora nos hace falta que regresen, que podamos ponerlas en nuestras bolsas y llevarlas a casa.

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13 de enero de 2010
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La astucia de la desconfianza

 

La biblioteca virtual recibe en Francia una atención adecuada al volumen de su patrimonio escrito y a la intensidad de una conciencia cultural que a pesar del desconcierto contemporáneo se mantiene a flote. No es algo que debamos dar por supuesto en un país como el nuestro, que cuando debe elegir, lo quiere todo y cuando puede, no coge nada.

El ministro de cultura francés, Frédéric Mitterand, sobrino del que fue Presidente de la República, le planta cara a Google y se reserva el derecho a digitalizar los fondos bibliográficos depositados en la Bibliothèque nationale de France. Considera que la empresa norteamericana ha entrado en Europa con un espíritu monopolista inaceptable y repudia la confidencialidad excesiva, la exclusividad imposible y las clausulas leoninas de sus contratos. Matiza que no se siente conmovido por un antiamericanismo primario y que no le importa concertar con Google acuerdos transparentes que respeten los derechos de autor. Si Google no acepta estas condiciones, dice Mitterand, dejará en evidencia que sus grandes principios filantrópicos no son más que una fachada. Francia, añade el ministro, no renunciará a su patrimonio y sabrá constituir por cuenta propia la más grande librería virtual del mundo.

La precisión de los términos elegidos por el ministro ya lo dice todo sobre la fuerza que ha puesto en juego. Voluntad política para desmentir a la sociedad monopolística mundial y nervio dialéctico para deshacer la fascinación de la vanguardia tecnológica. Y astucia estratégica para desconfiar de tanta filantropía: digitalizar gratuitamente los fondos bibliográficos de las grandes bibliotecas europeas puede ser una patraña. Como empresa privada nada le impedirá, cuando quiera, cobrar por cualquier consulta.

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13 de enero de 2010
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La Clase B más cara de la historia

Como toda obra artística que deviene fenómeno sociológico, Avatar está siendo objeto a diario de los más diversos comentarios. Que se la sospecha de racismo, en tanto muestra a un hombre blanco salvando a una raza de color. Que el Papa Ratzinger desconfía de su ideología, en tanto otorga categoría de divinidad a la naturaleza. Que se sabe de que existen escenas de sexo entre Jake (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldana), que James Cameron terminó eliminando del montaje. Que marca el camino por el que se adentrará el cine en el futuro, y al mismo tiempo que lleva al cine en una dirección inconducente. (Después de todo tardó quince años en hacerse, y a un precio sideral que muy pocos pueden afrontar.) Que algunos espectadores se quejan de dolores de cabeza y pensamientos suicidas después de la proyección. Que su éxito apresuró el lanzamiento público de la TV en 3D. (Ya que estamos, pregunto: ¿cómo hará la gente que deja la TV de fondo y la mira de tanto en tanto mientras hace otras cosas? ¿Terminaremos llevando los dichosos anteojitos hasta en el baño?) Y mil abordajes más, brotando cada día en cuanto medio pasa por delante de mis ojos.

         Lo que a mí me gustó más de Avatar fue, simplemente, que reavivase en mí la experiencia de la maravilla que el cine me hizo vivir cuando era pequeño; esa sensación de estar viendo algo nunca antes visto, un mundo nuevo o una civilización que hasta entonces había sobrevivido en algún valle inaccesible a la mirada del común de los hombres, como ocurría en la King Kong original y en tantas otras películas clase B. Recuerdo una llamada El valle de Gwangi, cuyos dinosaurios –obra del maestro Ray Harryhausen, tanto antes de la tecnología de Jurassic Park- me parecían de niño increíblemente reales. A fin de cuentas, ¿no es Avatar la película Clase B más cara de la historia?

         Yo le agradezco a Cameron que me haya hecho recordar la esencia maravillosa del cine, esa capacidad de dejarnos con la boca abierta que practicaron tantos grandes y hoy tiende a ser olvidada, entre tantas películas predecibles hasta la exasperación.

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13 de enero de 2010
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Sobre las carnes del soberanismo

Hubo un tiempo en el que los caudillos de la patria catalana eran ciudadanos extremadamente ascéticos, exiguos de carne, enjutos de rostro, dotados de una robusta fortaleza moral y reconocida castidad o prolífica maritalidad. Recios alpinistas, vegetarianos dentados: eran los faquires de la nación. Así fueron Maciá, Josep Benet, Raimon Galí, Espriu, Xirinachs... Si alguna duda se cernió sobre el Pujol juvenil fue que no satisfacía la imagen de jefe moral y guía mosaico, pero su catolicismo granítico acabó por otorgarle la jefatura.

    Aquellos ígneos espíritus inspiraban temor e imponían respeto a quienes no compartían su mística catastral y religiosa. Se asemejaban a otras almas flamígeras como Ghandi o Tolstoy que habían representado lo mejor del nacionalismo y el populismo del siglo XIX, el de Smetana, el de Victor Hugo. Ciertamente, no estaban hechos para sobrevivir al siglo XX y todos perecieron como los grandes veleros ante la llegada del barco de vapor. Sus funerales fueron también las exequias de la poesía nacional y la religión de la patria.

    En los últimos años, sin embargo, han aparecido unos patriotas muy amenos para la rigurosa tradición catalana. Son rollizos, aceitunados, hirsutos, de fuerte caja torácica y mejillas bermejas. Tienen las piernas cortas y musculosas. Se advierte que han sido alimentados por familias que se tomaban muy seriamente la pitanza. Lucen, por otra parte, un ánimo jovial, brindan con champagne de marca, conducen coches lujosos, aman los viajes exóticos, en fin dan ganas de que te inviten a sus fastuosas fiestas privadas. Tipos de constitución maciza como Laporta, López Tena, Benach o Puigcercós (no así Carod Rovira, que quizás por eso ha sido bajado de la tarima), conspicuos vividores, agudos mercaderes en un siglo, el XXI, para el que sólo cuenta lo global y las mafias, ejecutivos de ánimo endurecido o expertos muñidores del desorden funcionarial y los fondos públicos, estos poderosos personajes son quienes empuñan ahora la antorcha nacional y la gerencia del odio.

    Es una excelente noticia.

 

Artículo publicado el sábado 9 de enero de 2010.

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13 de enero de 2010
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Un solo kósmos: creencia en el sentido de ortega

"Cuando, para recorrer las arterias de la ciudad subterránea, nos embarcamos en las olas negras de nuestra propia sangre,  como en  un río del olvido interior y de sextuplicados  repliegues, entonces tremendas imágenes solemnes se muestran a nosotros, nos interpelan y nos abandonan fundidos en  lágrimas." (A la Recherche du Temps  perdu, La Pléiade 1989, III, 157)

 Aludía en un texto anterior a la observación de Marcel Proust relativa a la ausencia de garantía de que el ser que se sumerge en ese letos interior que es el sueño se reencuentre siendo el mismo al despertar. E indicaba que esta preocupación por las condiciones de posibilidad del mantenimiento de la identidad no es exclusiva de las disciplinas literarias o de la reflexión psiquiátrico-psicoanalítica. Señalaba así que cabe reencontrarla en el seno de una ascética disciplina científica, concretamente en la teoría llamada de los múltiples mundos (Many-Worlds interpretation), con la que algunos físicos y filósofos de la física intentan ofrecer una alternativa a la versión filosófica digamos canónica de la Mecánica Cuántica.

Uno de mis antiguos alumnos, un tiempo becario en Alemania, me contaba que asistió en Berlin a un sesudo debate sobre las diferentes teorías que se disputan el espacio hermenéutico de las descripciones y previsiones (en general fuera de toda racional duda) de tan importante disciplina como es la Mecánica Cuántica, y que cuando llegó el turno de la interpretación Many-Worlds había en el ambiente como una sonrisa de cómplice  escepticismo. Lo curioso es que tal escepticismo no podría de manera alguna ser provocado por el formato de la presentación, pues este no es sino el único hoy pertinente en física, es decir,  casi exhaustivamente matematizado y concretamente vinculado a lo que se denomina formalismo matemático de la Mecánica Cuántica, formalismo al que no se hace objeción mas que en un punto, aunque ciertamente central, un postulado cuya aceptación... es quizás mucho más peliaguda para la razón filosófica clásica que la aceptación de los múltiples mundos (postulado sobre el que habrá ocasión de volver).

Estoy simplemente sugiriendo que lo que desconcierta y provoca resistencias en la teoría de los múltiples mundos no es tanto el soporte en el que se basa y la racionalidad de la propia teoría, como el carácter barroco de los corolarios que de ella se infieren. Por decirlo llanamente: la Many-Worlds Interpretation quiere salvarnos de males filosóficos que cabe considerar mayores, obligándonos a asumir consecuencias que  repugnan menos  a nuestra razón que a nuestras creencias. Por decirlo aun más llanamente: que no haya más mundo físico que el que hay es algo que no inferimos racionalmente a partir de premisas fundadas, sino que aceptamos desde el principio, algo que constituye un axioma en el sentido griego (tiene pues para nosotros la dignidad de lo incondicionado) o mejor aun, una creencia en el sentido de Ortega, es decir: no una idea contingente que nosotros poseemos, pero que podríamos no poseer, sino una idea que nosotros somos, una idea constitutiva.

 De ahí la dificultad, sino la imposibilidad, de ir más allá del respeto a la estricta formalización matemática; dificultad para abandonar la lectura o la conferencia sobre la Many-Worlds Interpretation dispuestos psicológicamente a extraer los corolarios prácticos de la teoría. De ahí que- de hecho- sigamos comulgando con las versiones Standard de una disciplina científica clave en nuestro mundo (¡no en un inexistente otro!), por mucho que estas versiones fuercen a nuestra razón a casarse con algunos de sus enemigos. Pues la razón pesa desde luego menos que la convención absoluta o incondicionada.

 Y cabe conjeturar que la convicción de que sólo se da un mundo, tiene base en  la convicción de que hay un solo principio rector absoluto (es decir fuente de leyes y por ende no sometido a las mismas). Para excluir la existencia de una pluralidad de tales principios rectores (cada uno de los cuales debería tener su propio horizonte de gobernación) Aristóteles cita los versos siguientes de Homero (Ilíada, II, V 204), ciertamente cargados de resonancias: "No es buena la dirección de muchos; ¡un solo conductor! (oùk àgathòn polukoiraníe; eîs koíranos) "

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13 de enero de 2010
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La electricidad

Una tía de mi padre, nacida justamente en 1900 y exmonja carmelita, me hacía ver siendo niño el milagro que comportaba  accionar una llave aquí   y que una lámpara se encendiera allá a unos metros de distancia. Y todo ello, además, con el mauro confort e inmediatez, el absoluto silencio y una limpieza completa. Que se prendiera la bombilla sin acercarle una tea o que se alumbrara la habitación sin  necesitar gas, carbón u otro combustible, constituía el milagro perfecto, la obra característica de Dios. Y efectivamente, más allá de la historia material del progreso, acaso ninguna invención halla sido  más elegante y divina.

Gracias a la electricidad el proceso civilizatorio que llegó después se basó primordialmente en la devoción de su desarrollo. La electricidad es luz y potencia  dentro de la casa mediante  una eficacia que asombra y a través de un sentido que manifiesta la suprema importancia de la red. El sistema eléctrico se cumple literalmente en redes y nódulos y merced a ellos las  web 2.0 no son otra cosa  que la plasmación natural del espíritu electrónico que  traba los cuatro puntos cardinales, las innumerables funciones y los miles de millones de habitantes.  De hecho la electricidad y el magnetismo no son sino las dos caras de la misma empatía y las  ondas electromagnéticas, de la radio, la televisión o el wi-fi, exponen a los seres humanos en una interacción conjunta y a través de un segundo espacio  radical que devuelve claramente a la especie la autoconciencia de sobrevivir unidos.

La misma palabra "electricidad",  del griego electrón,  "ámbar" alude a los efectos observados en su descubrimiento y que fueron sino la atracción de pequeñas  partículas de papel o hilo tras frotar el cuerpo de una barra de ámbar. En la atracción halla la electricidad su causa y su destino siendo su insignia el imán y su bipolaridad un remedo del amor entre dos sexos.

Los enchufes se machihembran siendo la luz y la energía, en general, un resultado de la copulación cuyo gozo desprende calor y brillo, pero también la felicidad o la inteligencia.

Cuerpo y espíritu se confunden en la acción de la electricidad, en el grado de calor o de claror que reciben las habitaciones o el guiso de los alimentos. Luces entornadas para el amor, luces penetrantes para las búsquedas, luces medias para hornear la carne a fuego lento, luces que trasforman la muerte de la tiniebla en los objetos a la vida de sus perfiles y electricidad que mata en la alta tensión o en la silla eléctrica. Sin electricidad parece ahora que no se pueda vivir civilizadamente o, exactamente, no pueda vivirse del todo. Sin la intervención productiva de la electricidad prácticamente toda la historia  desde la segunda revolución industrial quedaría anulada o a ciegas. La gigantesca escombrera de cenizas que deja tras de sí el fuego, fue siendo sustituida desde finales del siglo XIX  por un vacío mágico.

 Un vacío radiante que, cuando falta, confunde a  los habitantes puesto que, expresado caseramente, cuando la luz se va de la vivienda, los huéspedes se sienten perdidos o abandonados.

Se vive en consecuencia no sólo entre la luz eléctrica sino inherentemente pegados  a ella y advertimos dolorosamente ese gran entrañamiento cuando  nos falta aún por unos momentos. Existir sin electricidad en el mundo desarrollado ha llegado a ser lo mismo que exiliarse hacia un territorio místico. La electricidad es a la civilización económica y social lo que la agricultura al campo. Dentro de la hora electrificada existimos como gentes de la contemporaneidad, fuera de su fulgor el mundo se retrotrae sin memoria o misericordia a la prisión ancestral, la angustia mental o el horror de la  miseria.      

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13 de enero de 2010
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Tan inútiles no somos

¿Qué se perdería si de pronto los periódicos impresos desaparecieran? Uno de los mejores institutos de investigación sobre periodismo del mundo, el Pew Research Center, acaba de publicar un estudio que intenta dar una primera respuesta a esta pregunta a través del seguimiento de lo que ha sucedido durante una semana con los medios de información en la ciudad portuaria de Baltimore, vecina de Washington, que cuenta con un área metropolitana de más de dos millones y medio de habitantes. La conclusión más sobresaliente que se deduce del estudio respecto al impacto de los nuevos medios digitales es que ?si bien el paisaje informativo se ha ampliado rápidamente, la mayor parte de lo que llega al público es mayoritariamente obra de los medios tradicionales, especialmente los periódicos impresos?. Hasta tal punto es así que el 95 por ciento de los reportajes que incluyen información original tienen su origen en los periódicos y éstos son todavía los que fijan las agendas para el conjunto de todos los medios.

El estudio capta perfectamente el declive del periodismo en Baltimore, sobre todo cuando echa las cuentas del número de reportajes que ofrece la prensa tradicional. Uno de los periódicos estudiados ha fabricado en 2009 un 32 por ciento de piezas periodísticas menos que el 1999 y un 73 por ciento menos que en 1991. Pero también capta muy bien el papel bien limitado de los nuevos medios (blogs, twitter, etc.), que suelen funcionar sobre todo como sistema de alerta y mecanismo de diseminación. Donde han conseguido relevar a la radio y la televisión es en la rapidez con que actualizan las noticias y sobre todo los urgentes. Cuestión especialmente preocupante es la desaparición de muchos filtros críticos, de forma que ?con frecuencia encontramos comunicados de prensa que aparecen palabra por palabra en las primeras informaciones sobre acontecimientos, aunque sin hacer mención de ello?, en lo que el estudio llama una ?cámara de resonancia on line? de creciente importancia. Aunque Baltimore no es una gran metrópolis, es muy representativa de un tipo de ciudad media norteamericana, con cinco periódicos de interés general, dos periódicos especializados, cuatro websites de interés general, cinco blogs locales y una treintena larga de estaciones radiofónicas. El estudio se ha centrado en examinar en detalle las seis noticias locales de mayor importancia de una semana, con resultados bastante descorazonadores para todo tipo de medios: la mayor parte de las informaciones, en una proporción de ocho a diez, eran noticias recicladas de otras publicaciones, y de las originales el 95 por ciento fueron producidas por los medios tradicionales. El estudio dará pie a muchos debates y ya han empezado a polemizar con el Pew algunos de lo blogueros más significados de la galaxia digital norteamericana. (Enlaces, con el estudio del Pew Rewsearch Center, con Buzzmachine, el blog de Jeff Jarvis).

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13 de enero de 2010
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De lo literario a lo filosófico

Rafael Argullol: Por tanto Hesíodo y Homero serían el punto de inflexión donde la sabiduría enigmática llega  a su formulación más pura y donde se está preparando ya el camino para la sabiduría y escritura filosófica. 

Delfín Agudelo: En esta transición de la sabiduría mistérica hacia la filosófica hablas de la épica como el género más visible; sin embargo, ¿cómo ves esta continuación- que es un tema que en particular te gusta mucho-, el momento en que para bien o para mal la filosofía se parece desconectar de un aspecto literario, incluso en la antigüedad?

R.A.: No es todavía en este momento; creo que todavía hay un fecundísimo período de transición que iría prácticamente desde los primero épicos hasta Platón, en el cual la filosofía y la literatura -lo que llamamos filosofía y literatura, o lo que en otra terminología sería sabiduría enigmática o sabiduría filosófica- están entrelazados, están en una especie de ósmosis continua. Este es el caso en un sentido primero de la épica de Homero y de Hesíodo, es el caso todavía de todo el mundo de los llamados presocráticos, y es el caso de los Diálogos de Platón, en los cuales hay una manifiesta voluntad literaria que se traduce continuamente en la proposición de nuevos mitos, de nuevas formulaciones metafóricas y simbólicas, sin que se produzca un deslinde entre un lenguaje diríamos abstracto conceptual y un lenguaje sensitivo o literario. Naturalmente en ese contexto de transición que iría desde la épica hasta el mundo de Platón, hasta la Atenas inmediatamente después de Pericles, en todo ese mundo la manifestación más privilegiada es la tragedia, porque allí claramente conviven el tipo de razonamiento que será al que aspirará la filosofía en el futuro, y un tipo de razonamiento que aún forma parte del mundo del enigma y del misterio. Por eso algo de razón tenía Nietzsche al utilizar las categorías simbólicas de lo apolíneo y lo dionisíaco, porque a través de lo apolíneo se iría imponiendo este saber filosófico racional y solar, y a través de lo dionisíaco continuaría manifestándose la sabiduría enigmática, la sabiduría vinculada a lo mistérico. Solo ulteriormente una especie de hiperracionalismo que desprecío la parte enigmática de la naturaleza y del hombre asentó una división de funciones entre lo que hemos denominado literatura y lo que hemos denominado filosofía, pero creo que esto es una divergencia posterior. 

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12 de enero de 2010
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Lo político – maravilloso

En un post anterior comentaba, a propósito del más reciente libro de Luisgé Martín, "Las manos cortadas" las escasas novelas de contenido político que se escriben en España, al menos en los últimos años. Quizá se deba, dirán algunos, al hecho de que desde la entrada de la democracia, el tema ha perdido su atractivo ficcional, cosa que no ocurre en Hispanoamérica, donde todavía sigue perseverando -aunque también en declive- la novela de trama intensamente política y con muy buenos representantes, como el chileno Pedro Lemebel ("Tengo miedo torero") o el boliviano Edmundo Paz Soldán, quien además agrega un importante ingrediente, poco frecuentado en dicho género: la presencia de lo High Tech, por decirlo de alguna manera. No sólo ellos escriben ficción política  y quizá sería interesante volver sobre el asunto en otro post, pero en este caso, simplemente los pongo como ejemplo de contraste respecto a la situación en España. Y es que las novelas de corte político, como aquella magnífica y desasosegante novela de Eduardo Mendoza, "La verdad sobre el caso Savolta", son muy pocas. Realmente son escasas las novelas que dejando de lado la Guerra Civil -un género en sí mismo- se propongan ahondar, por ejemplo, en la Transición. Prueba de ello quizá es que en el frondoso jardín editorial español de los últimos tiempos resulta casi un exotismo la  muy reciente novela de Cercas, "Anatomía de un Instante". Pensemos en "El Socialista Sentimental" de Paco Umbral, o en esa tan extraña como maravillosa novela de José Julio Perlado, "Lágrimas Negras", donde un elemento mágico parece rondar las páginas más políticas de esta suerte de universo potencialmente distópico que plantea Perlado. Incluyamos también "Lo real", de Belén Gopegui y esa ambiciosa saga de Francisco Casavella, "El día del Watusi". Pero creo que hay poco más.

En todo caso, el tema político -la intriga abiertamente política, quiero decir- no parece interesar mucho a los narradores españoles. Y resulta curioso por tres razones: Primero,  porque muchos escritores son perseverantes tertulianos, acérrimos columnistas, analistas perspicaces y opinadores vehementes de asuntos claramente políticos, como podemos comprobar abriendo las páginas de la prensa diaria, u oyendo cualquier programa de radio o viendo alguna tertulia televisiva. Segundo, porque precisamente desde la Transición existe en España un caldo nutricio de temas claramente políticos y potencialmente susceptibles de ser novelados: tramas inmobiliarias, conspiraciones parlamentarias, ataques terroristas, corrupciones de toda índole, separatismo, transfuguismo, dinero y poder, esperpento casi propio de lo real maravilloso. Y tercero, porque muchos de esos escritores crecieron leyendo las novelas hispanoamericanas (marcadamente políticas en su mayoría...) de las que un gran porcentaje se declara deudor o admirador. ¿Qué ocurre entonces? Quizá sea que el aspecto político lo tienen más que resuelto como opinantes de prensa y espacio público. Quizá que el panorama político les resulta inverosímil para ser susceptible de ficcionalizarse. Quizá que han tomado buena nota de que la novela política parece en declive incluso al otro lado del Charco. Pero yo me aventuro a creer que, simplemente, el rapidísimo cambio que supuso la Transición apenas les ha dejado tiempo para digerir y aceptar que la política no sólo es el territorio ríspido donde ocurren los pormenores de nuestra vida cívica y electoral, sino también la comarca de nuestros más recónditos sueños y pesadillas.

 

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12 de enero de 2010
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¡Gracias!

 

Gracias y gracias por vuestras felicitaciones y comentarios. Me alegra mucho que me acompañéis en este momento bonito de mi vida. Al fin y al cabo todos los que compartimos este espacio vamos conociendo nuestros estados de ánimo ante el día a día. Yo no los oculto porque sólo tenemos esta vida para expresarnos tal como somos y también leo vuestros comentarios y adivino, intuyo quién se esconde detrás de un nombre.

Espero que leais la novela fruto de este premio, una historia donde casi nadie es lo que aparenta ser, LO QUE ESCONDE TU NOMBRE, y que podamos hablar de ella en este foro.

Estará en las librerías el día 4 de febrero.

 

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12 de enero de 2010
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El Boomeran(g)
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