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La electricidad

Por 13 de enero de 2010 Sin comentarios

Vicente Verdú

Una tía de mi padre, nacida justamente en 1900 y exmonja carmelita, me hacía ver siendo niño el milagro que comportaba  accionar una llave aquí   y que una lámpara se encendiera allá a unos metros de distancia. Y todo ello, además, con el mauro confort e inmediatez, el absoluto silencio y una limpieza completa. Que se prendiera la bombilla sin acercarle una tea o que se alumbrara la habitación sin  necesitar gas, carbón u otro combustible, constituía el milagro perfecto, la obra característica de Dios. Y efectivamente, más allá de la historia material del progreso, acaso ninguna invención halla sido  más elegante y divina.

Gracias a la electricidad el proceso civilizatorio que llegó después se basó primordialmente en la devoción de su desarrollo. La electricidad es luz y potencia  dentro de la casa mediante  una eficacia que asombra y a través de un sentido que manifiesta la suprema importancia de la red. El sistema eléctrico se cumple literalmente en redes y nódulos y merced a ellos las  web 2.0 no son otra cosa  que la plasmación natural del espíritu electrónico que  traba los cuatro puntos cardinales, las innumerables funciones y los miles de millones de habitantes.  De hecho la electricidad y el magnetismo no son sino las dos caras de la misma empatía y las  ondas electromagnéticas, de la radio, la televisión o el wi-fi, exponen a los seres humanos en una interacción conjunta y a través de un segundo espacio  radical que devuelve claramente a la especie la autoconciencia de sobrevivir unidos.

La misma palabra "electricidad",  del griego electrón,  "ámbar" alude a los efectos observados en su descubrimiento y que fueron sino la atracción de pequeñas  partículas de papel o hilo tras frotar el cuerpo de una barra de ámbar. En la atracción halla la electricidad su causa y su destino siendo su insignia el imán y su bipolaridad un remedo del amor entre dos sexos.

Los enchufes se machihembran siendo la luz y la energía, en general, un resultado de la copulación cuyo gozo desprende calor y brillo, pero también la felicidad o la inteligencia.

Cuerpo y espíritu se confunden en la acción de la electricidad, en el grado de calor o de claror que reciben las habitaciones o el guiso de los alimentos. Luces entornadas para el amor, luces penetrantes para las búsquedas, luces medias para hornear la carne a fuego lento, luces que trasforman la muerte de la tiniebla en los objetos a la vida de sus perfiles y electricidad que mata en la alta tensión o en la silla eléctrica. Sin electricidad parece ahora que no se pueda vivir civilizadamente o, exactamente, no pueda vivirse del todo. Sin la intervención productiva de la electricidad prácticamente toda la historia  desde la segunda revolución industrial quedaría anulada o a ciegas. La gigantesca escombrera de cenizas que deja tras de sí el fuego, fue siendo sustituida desde finales del siglo XIX  por un vacío mágico.

 Un vacío radiante que, cuando falta, confunde a  los habitantes puesto que, expresado caseramente, cuando la luz se va de la vivienda, los huéspedes se sienten perdidos o abandonados.

Se vive en consecuencia no sólo entre la luz eléctrica sino inherentemente pegados  a ella y advertimos dolorosamente ese gran entrañamiento cuando  nos falta aún por unos momentos. Existir sin electricidad en el mundo desarrollado ha llegado a ser lo mismo que exiliarse hacia un territorio místico. La electricidad es a la civilización económica y social lo que la agricultura al campo. Dentro de la hora electrificada existimos como gentes de la contemporaneidad, fuera de su fulgor el mundo se retrotrae sin memoria o misericordia a la prisión ancestral, la angustia mental o el horror de la  miseria.      

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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