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El puñetazo de la mano invisible

El recorte británico estaba en el guión. No lo estaba el alemán, al menos con las dimensiones y el impacto social que le ha querido dar Merkel. Es el mayor desde la Segunda Guerra Mundial y consecutivo a las reformas encadenadas de Schroeder y Merkel I, la llamada Agenda 2010 y los sucesivos planes Hartz del I al IV. Para ajuste del Estado de bienestar el que habrá hecho Alemania en apenas diez años. La podadora germánica tiene una evidente vocación de ejemplaridad: servirá para seguir exigiendo más y más cortes a países como España. Nos podemos preparar y puede prepararse Zapatero. También Rajoy, ¡ojo! No se sostiene que la derecha española quiera presentarse como el partido de los trabajadores y de los pobres y que sus órganos periodísticos estén piafando ante la huelga general que se prepara. Su hambre de Moncloa puede terminar con sus enormes posibilidades de llegar a la Moncloa.

La frase que lo explica todo deberá ser cotejada y comprobada. Al parecer es de Zapatero aunque parezca de Felipe González (quizás significa que finalmente está aprendiendo): ?Íbamos a reformar los mercados y los mercados nos han reformado a nosotros?. La mano invisible nos ha dado un puñetazo en plenas narices. A Zapatero, pero también a quienes como Sarkozy pretendían reformar el capitalismo, o como Díez-Ferrán pedía una tregua a las reglas del mercado. No es cuestión de exculpar al joven presidente, porque ha trabajado a conciencia para encontrarse con lo que ahora tiene, sobre todo a la hora de elegir a sus equipos y de prescindir de fusibles. Pero esta hecatombe económica (crisis es una palabra de tan usada que queda cada vez más corta) le supera por todos los lados porque es plenamente europea, ya que golpea al euro con saña, afecta al mismo proyecto europeo y coincide con el momento en que más claramente se percibe el declive europeo en el mundo. Hay que recortar gasto y subir impuestos, así de claro. Las fórmulas unilaterales no valen: se acabó la polémica entre quienes sólo querían reducir el gasto y quienes sólo querían aumentar ingresos. Hay que hacer ambas cosas a la vez. Más descartadas todavía quedan las ideas originales de quienes querían aumentar el déficit o recortar impuestos, aunque se ha hecho una cosa y la otra a lo largo de la crisis. Quien gasta más de lo que ingresa tiene que ajustar las cuentas algún día, así de sencillas son las cosas y esta visión germánica de la salida de la crisis que ahora se está imponiendo. Es verdad que si no hay nada más que acompañe a la podadora, podemos enfrentarnos a una deflación durísima y un estancamiento japonés de diez años. Pero ahí es donde Europa debiera empezar a existir, como mínimo con la recuperación de aquel programa de Lisboa, ahora Agenda 2020, que debía convertirnos en los más competitivos y productivos del mundo. Merkel quiere invertir en investigación y desarrollo y no bajar el gasto educativo; los países más pobres no podrán hacer probablemente ni una cosa ni otra. Ahí es donde necesitamos más Europa: objetivos europeos, inversiones europeas y convergencia europea. El euro y Europa deben seguir funcionando en una calle de doble dirección.

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8 de junio de 2010
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Gritos y susurros

El largo oído del chuponeo ha alcanzado al goleador del pasado campeonato carioca y discutible convocado auriverde, ?el emperador? Adriano, otrora artillero infalible del Inter (?me gusta ese negro?, decía Xbito en PES? Oh, Neverland, Neverland?) y posible refuerzo de la Roma (de geriátrico a penitenciaria): ?No olvide mañana temprano ir allá a cambiar el ?negocio? (un cheque). Para dar después esa vaina, esa miseria, para los tipos allá?, le pide Adriano a uno de sus primos en una de las conversaciones grabadas por la policía en diciembre pasado y que fueron divulgadas por el canal Globonews. Entre otras perlas, como dirían mis amigos españoles, tiene que sustentar la compra con su tarjeta de crédito de una motocicleta, obsequiada a un tal FB, jefe del tráfico de drogas en la favela de Vila Cruzeiro donde nació ?el emperador?, motocicleta comprada a nombre de su madre que no tiene ni brevete? Ahora dice que los fusiles de las fotos que le imputan, son de juguete, lámparas de dormitorio? ¿Permitirá Dunga que este malestar descomponga la conocida armonía auriverde? ¿Saldrán a la cancha tomados de las manos, rodeando a Adriano? Una vez más Adriano en la palestra, y no justamente por sus goles? al menos no en una cancha de fútbol. Salud. (OPG)

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7 de junio de 2010
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La física rara vez se equivoca

A cada paso oigo gente que se queja del calor, esa presencia pegajosa que con la sequía se hace aún más difícil de llevar. Todos sabemos qué le sucede a la presión en el interior de una caldera si se le aplica más temperatura, de manera que para este verano se pronostican problemas y tensiones. Junio se ha iniciado a la espera de esos cambios que discurren con una lentitud agotadora, con una tibieza que empeora el escenario. Desde los primeros días del mes se les ha permitido a algunos barberos usufructuar sus locales de trabajo y han pasado de ser empleados del estado a pagarle a éste impuestos fijos y bastante altos. Por un lado, los nuevos cuentapropistas ganan en autonomía, pero ?por otro? el precio de un pelado se ha disparado hasta casi el doble, en vista de que ahora ellos deben correr con los gastos del local, retribuir al fisco y tratar de tener para sí algunos dividendos. En el punto en que todo parece más torpe es alrededor de las esperadas liberaciones de presos políticos, tan comentadas en la prensa extranjera como silenciadas en la nacional. Se suponía que ya por estos días estuvieran saliendo de prisión esos hombres que hasta el propio Silvio Rodríguez ha reconocido que recibieron condenas ?demasiado duras?. El traslado de seis de ellos a otras cárceles cercanas a sus lugares de origen tiene el tufo de la maniobra dilatoria, de la burla oficial a tantas expectativas. No basta con pedir que ocurran las transformaciones. Hay que empujar para que se logren  cuanto antes porque, en la peculiar alquimia de nuestra situación actual, la demora puede ser un elemento explosivo. Para colmo ha llegado este verano sin lluvias, con los ventiladores ronroneando todo el día y las facturas eléctricas llevándose nuestros salarios. Un sofoco perenne se percibe en las largas colas de los ómnibus, un bochorno que nos acompaña en la ya trabajosa pesquisa detrás de los alimentos. Abanicos que sólo logran echar aire caliente sobre nuestras caras, baños a golpe de jarrito y cubo de los que uno sale con las gotas de sudor brotando de nuevo sobre la piel. Son días en que mis amigos pierden la paciencia y buscan entre los papeles familiares a ver si aparece el acta de nacimiento del abuelo español. En los ojos de muchos se lee una frase no expresada: ?Ya no aguanto más?. Tranquilos, les digo, quizás el calor es el catalizador que nos hace falta, el empujón que necesita una población aletargada para exigir que las prometidas aperturas no demoren un mes más.

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7 de junio de 2010
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Mundial de estadísticas

El fútbol es un obsesivo juego de números, lo saben quienes siguen la campaña de su equipo año tras año y estudian en detalle la tabla de posiciones, se fijan en los goles a favor (por si hay empate al final), hacen cálculos acerca de los posibles puntos a ganar en los siguientes encuentros. En cada partido, se sabe el porcentaje de posesión de la pelota de cada uno de los equipos, la cantidad de disparos al arco, incluso los kilómetros recorridos por los mediocampistas. Hay muchísimos datos a disposición de todos los interesados, y sin embargo esos estudios no han llegado a ser sistematizados de la misma forma que en el básquetbol o en el fútbol americano.

Sin embargo, las cosas están cambiando. En Soccernomics, Simon Kuper y Stefan Szymanski, el primero cronista deportivo y el segundo economista, se ponen a ver el fútbol como "un problema a resolver", estudian los datos con fórmulas provenientes de la estadística y la economía y descubren que, "hasta cierto punto, el fútbol es racional y predecible", aunque, claro, esto se puede ver en tendencias de larga duración: en cada partido hay una "gloriosa incertidumbre". Por ejemplo: después de usar la técnica de la múltiple regresión para estudiar los datos de 22.000 partidos internacionales jugados entre 1872 y 2001, Kuper y Szymanski llegan a la conclusión de que hay ciertos factores que influyen mucho en el resultado final de un partido: jugar de local te da una ventaja de un gol en dos de cada tres partidos; tener el doble de experiencia que tu rival vale medio gol; tener el doble de población que tu rival vale una décima de un gol, al igual que tener el doble del PIB.

Gracias a estos datos, "es muy fácil predecir la primera fase de una Copa Mundial". Y también se puede descubrir que están equivocados los ingleses, quienes consideran a su selección como un equipo que en las últimas décadas no ha logrado resultados acordes con su historia. Más bien, Kuper y Szymanski muestran que desde 1980 hasta el 2001 Inglaterra consiguió resultados mejores a los que sugería el modelo. Los ingleses, como creadores del fútbol, jamás han sido capaces de abandonar la imagen elevada que tienen de su selección, ni siquiera cuando la historia no los ha acompañado.

En cuanto a los penales, escuchamos tantas veces a los entrenadores decir que hubieran ganado el partido de no ser por ese "injusto" penal cobrado por el árbitro. La pregunta que se hacen los autores de Soccernomics es si de verdad los penales cambian el resultado de un partido. Después de analizar 1520 partidos de la liga inglesa, la conclusión contundente es que no: los equipos locales ganaron el 47% de las veces cuando no hubo penal a su favor, y 50% cuando lo hubo; para los visitantes, los datos indican: 27% y 28%; empates: 26% y 22%. Las diferencias son estadísticamente insignificantes como para ser tomadas en cuenta.

Kuper y Szymanski también atacan el mito del fanático hasta la muerte del club de su infancia, cuyo más ferviente defensor es Nick Hornby en Fever Pitch. Hornby cuenta en esas memorias de su "encadenamiento" al Arsenal, un equipo al que no puede abandonar a pesar de sus pésimas campañas en los setenta, y con el que tiene la relación más duradera de su vida. ¿Es ése el fanático más típico del fútbol? Las estadísticas dicen que no. Si se toma en cuenta a la gente que va a los estadios-un buen indicador del entusiasmo en apoyar a un club--, se puede ver que en el 70% de los casos hay una correlación directa entre la buena campaña de un equipo y un aumento en el apoyo. El 2008, la compañía Sport + Market calculó que, desde que Roman Abramovich compró el Chelsea en el 2003, el número de sus fanáticos en Inglaterra ha crecido en un 523%. Un apreciable número de fanáticos tiende a abandonar a su equipo si éste no logra resultados positivos. Y otro buen número son polígamos capaces de apoyar al mismo tiempo a varios equipos.

Entonces, ya lo sabemos para este mundial: es muy probable que en la primera fase Chile le gane a Honduras y Suiza. No hagamos caso a los entrenadores que se quejen de haber perdido por culpa de un penal. Si a Costa de Marfil le va bien, aumentará el número de sus hinchas en el mundo. De hecho, yo me volví fanático de Argentina y Holanda durante el mundial 78. Y de España en la última Eurocopa.

(La Tercera, 7 de junio 2010)

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7 de junio de 2010
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Signo de Azúa, nuestro signo

 

El último libro de Félix de Azúa está tocado por la gracia de la falta de fe. Extrae luz de nuestras viejas pero no enterradas tinieblas. Félix nos devuelve al primer plano esa imagen no deseada, ese símbolo que nos persiguió desde la infancia,  siguió en la juventud y todavía se resiste en la edad madura. De vez en cuando se nos aparece esa universal "marca"  en forma de Crucificado. Estaba por todo occidente, se colaba en algunos orientes, pero en pocos lugares como en España triunfó en tantos sitios, tanto tiempo y tantas gentes. Entre nosotros se convirtió en un negocio que dura ya muchos siglos. Irremediable icono que presidía las aulas, las casas, los dormitorios, las puertas, hospitales, bibliotecas, comisarías, universidades, hasta mercados o plazas públicas tomadas por esa cruz. Esa tardía invención de un movimiento económico/social/ cultural que llaman cristianismo. El catolicismo es solo una de sus empresas.

Nunca nos pudimos liberar de esa  trágica marca, de esa amenazadora manera de recordar que somos descendientes culturales- a nuestro pesar- de la invención de una tragedia que se sigue representando con éxito en teatros abiertos o cerrados de nuestra vida pública. Demasiados siglos de compañía con ese severo signo. Como dice Azúa, la imagen del Cristo crucificado, no es como esas otras de la pagana Andalucía, "con sus innumerables  vírgenes y santos protectores aún cargados de carnal vivencia y voluptuosidad". No, el Crucificado, "la fría abstracción de la cruz, en tanto que un signo de un poder sin contenidos, no había substancia, sólo vacío y espanto: la presencia obsesiva de una muerte violenta, impuesta desde la sinrazón y la vileza como cifra de nuestras propias muertes. Los actuales escolares serán, quizá, los primeros niños españoles para quienes el signo de la cruz ya no sonará como el redoble del tambor que anuncia la guillotina."

Azúa, inteligente, catalán a pesar acosos diversos, español irónico, amante de perros ajenos y de mujer propia, enamorado, melómano, gustador del arte y poco lector de la narrativa española, lleva un optimista de la voluntad y un pesimista de la razón que pasean juntos en su mismo cuerpo. En su misma cabeza no borradora. Un español pensante, sonante que acaba de publicar un os de los libros más inteligentemente didácticos sobre una vida que no es la suya, ni la nuestra, pero que es un poco, bastante, la de muchos que nos sabemos de memoria cantos, ritos y mitos que no nos abandonan. Jamás, jamás? Dígase cantando.

Ayer, en el amplio territorio cristiano hispano, se celebró el Día del Corpus. Ya no es, salvo excepciones, un jueves que reluce ahora vale cualquier día para hacer caja de paseantes, contribuyentes, que siguen con esas viejas salmodias. Eso sí, en compañía de civiles, militares, poderes públicos, demócratas de los partidos confesionales, confesos populares, inconfesos y no mártires de los socialistas. Todos detrás de la procesión del Cuerpo de Cristo. Del Crucificado. Honrado desde los balcones privados, desde el lugar de los público. ¿Quién dijo que España había dejado de ser católica?. No confundir Azaña, con Azúa. A cada uno su agnosticismo. Y su derrota. Gracias por el libro.

 

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7 de junio de 2010
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Rock y libros

 

 

La vida es entretenida, divertida, sorprendente, pero la realidad es una pesadez. Qué hartazgo de crisis económica, de tener que pensar en el dinero, del miedo a perder dicho dinero o a no ganarlo, de tener que saber si a mi banco lo ha descalificado alguna de esas agencias descalificadoras y entonces tener que preocuparme. Es tedioso estar preocupada por estas cosas. Sólo los niños saben vivir la vida, los adultos vivimos la realidad, y la realidad consume, nos empobrece completamente. El grifo que gotea, los ajustes del gobierno que parecen bien y a los dos minutos mal, un coche aparcado justo en el paso del garaje cuando tenemos que salir. El seguro del coche y el de la casa, montones de recibos domiciliados en el banco de baja puntuación. Tarjetas de crédito por aquí y tarjetas por allá. Papeleo y los malos modos del prójimo. La realidad aturde. Estamos tan enfermos de realidad que ya ni sabemos lo que es, y la estamos confundiendo con la vida. En la vida también cabe la irrealidad, la fantasía, el sueño, los mundos imposibles y los seres portentosos que nos gustaría ser. Cabe lo que haríamos, mientras que la realidad es lo que hacemos. La vida nos permite jugar, la realidad nos marca un destino. Desde el momento en que a unos cuantos majaderos les dio por confundir trabajo y ocio, empezamos a desvariar. Antes estaba claro que uno llegaba a casa, se quitaba la corbata o los zapatos de tacón y empezaba a hacer lo que realmente le gustaba. Ahora muchos sabihondos han querido jugar trabajando y nos han hundido.

¿No se puede escapar de las garras de los amos del mundo? Por lo menos antaño la gente podía guardar el dinero debajo del colchón si le daba la gana. Ahora todo lo que no pase por el banco es sospechoso, en líneas generales, porque siempre hay gente que se las arregla para ser diferente. Y hay muchos diferentes. Los del montón somos los que pagamos el pato. Sólo pido que, por favor, no me pidan que sea responsable, porque cuando pienso en lo exageradamente responsable que he sido, me cabreo. Necesitamos explicarnos tanto desastre, así que no es extraño que hayan surgido libros en los últimos años que hablan de un gobierno mundial en la sombra, que sería el que maneja los hilos de todo lo que ocurre, y lo que ocurre obedece a un diseño de este club de superpoderosos, que estarían planeando nuestro futuro a gran escala, incluida la actual crisis económica. En el fondo es una forma de dar sentido (aunque sea diabólico) a lo que no entendemos. Es una manera de confiar en la inteligencia humana (aunque sea para manipularnos y controlarnos) y su poder de ir más allá. Pero la verdad es que no tenemos capacidad de adentrarnos en el futuro, ni de anticiparnos en mucho tiempo a lo que vaya a suceder, no somos buenos previsores.

            La verdad es que nuestra imaginación, que nos parece tan sobrenatural porque no tenemos con qué compararla, donde mejor se desenvuelve es en la parcela del juego, de la ensoñación, de las emociones y del arte. Por eso seguro que el "tenebroso gobierno mundial" está más organizado en la ficción que en la realidad. La literatura, el cine y la música no pueden hacernos daño, ni arruinarnos, no son definitivos. Podemos escuchar y dejar de escuchar. Podemos abrir una novela y volver a cerrarla, y además su historia cambia con el tiempo y con nuestra manera de vivir. No nos marca un destino, nos acompaña. Y este fin de semana en Madrid tenemos la oportunidad de abrir dos puertas que nos harán desembocar en lo que de verdad tiene que ver con la vida. Si paso por la puerta de Alcalá, me encontraré en El Retiro, en la fiesta de los libros. Allí podréis conseguir la nueva novela de Antonio Soler (premio Nacional de la Crítica 1996), Lausana, una delicada y absorbente historia, escrita con "el temor de romper la delicada superficie de vidrio sobre la que se construyen las historias de amor", emoción y vida en estado puro, sin estridencias.

Y si paso por la Puerta de Arganda en metro, aterrizaré en la fiesta de la música, en el monumental Rock in Rio, hecho para sentir, para sudar, para estar en ese instante en que hay que dejarse llevar porque si no nos lo perderíamos. El pueblo de Arganda se convierte en estos días en la envidia del mundo entero.

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7 de junio de 2010
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Polanski en Tarantino

El tercer libro de poemas de Félix de Azúa, aparecido en 1971, tenía el enigmático título de ‘Edgar en Stephane', y la glosa que el autor hacía en un Aviso inicial, sin ser muy aclaratoria, ponía en la pista de Poe y Mallarmé, sus Edgar y Stephane titulares. Azúa imaginaba un diálogo entre los dos escritores, en el que el francés le decía con cierta arrogancia al bostoniano: "sólo yo hablo de tu muerte verdadera y de tu verdadera resurrección". No es nada ‘mallarmeana', ni gótica al estilo Poe, ‘The Ghost Writer', traducida en España como ‘El escritor', con un descaro que debería ser penalizado en los juzgados, pues la falsificación del concepto afecta también a los diálogos de la película (un título idóneo podría haber sido ‘El escritor a sueldo', descartado lógicamente el más exacto de ‘El negro'). Sin embargo, mientras la veía, y sin que el film de Polanski sea en nada deudor de Tarantino, mi cabeza estableció una conexión tan irresistible como perversa entre ambos. Al final de este artículo digo el porqué.

     El mecanismo narrativo de ‘The Ghost Writer' está entre los más perfectos que he visto en una pantalla. El montaje es veloz, nunca sobresaltado, la topografía hermosa y llena de relieves memorables, la ansiedad del espectador se crea legítimamente, con oquedades pero sin engaños (al contrario del método de Scorsese en ‘Shutter Island'), y los actores responden físicamente a sus enigmas interiores, siendo mi preferida de todo el ‘cast' Olivia Williams, tan extraordinaria aquí haciendo de esposa del ‘ex-premier' caído en desgracia como lo era recientemente en el papel de Miss Stubbs, la profesora reprimida de ‘An Education'.

      Ser cinéfilo no quiere decir ser magnánimo, y me tengo por un impaciente que va al cine con gran frecuencia y se sale de las películas también a menudo, con la misma libertad del lector al abandonar en su casa el libro que no tira de él. Antes de salirme suelo mirar varias veces el reloj, un gesto tal vez atávico que asocio al ‘tedium vitae'. No miré el reloj en ningún momento durante la proyección (de madrugada, además, en el Cine Princesa de Madrid) de ‘The Ghost Writer', pero en los últimos cuarenta y cinco minutos de su trepidante narración asomó en mi mente Tarantino y ya no se fue de ella hasta el final. ¿Por qué Tarantino en esta película de Polanski donde no hay apenas humor ni violencia explícita?

     ‘The Ghost Writer' es un relato fílmico a la altura -que es mucha- del mejor Polanski, el de ‘Frenético', ‘Lunas de hiel' (tan incomprendida) o ‘El pianista'. El cineasta nunca nos decepciona. Sólo lo hace, en esos cuarenta y cinco minutos finales en que yo le fui infiel con Tarantino, Robert Harris, coguionista del film y autor de la novela en la que está basado: un ‘thriller' político sin sustancia, sin densidad, sin mordiente, y en el que la resolución no pasa de ser el parto del monte narrativo tan elevado y sofisticado que antes ha ido escalando Polanski. No contaré nada de la puerilidad en que desemboca la trama, ni de las numerosas inconsistencias, alguna clamorosa, como la de la llegada inmediata a un remoto lugar costero de los Estados Unidos del ministro de Asuntos Exteriores británico, convocado en una llamada de móvil por el acosado escritor a sueldo.

     Robert Harris, un escritor absurdamente sobrevalorado, nos confiesa su filiación ‘hitchcockiana'. Hay hijos que no se merecen a sus padres, ajenos en la tumba a tamaña desconsideración. Del mundo de Alfred Hitchcock le atrae a Harris la figura del hombre corriente metido en un universo extraño, y esa parte de su historia funciona muy bien; pero añade Harris en sus declaraciones: "todas mis novelas, en cierto modo, examinan el poder. Me interesa en especial el fenómeno del líder que pierde su influencia. Traté de alejarme de la imagen de Tony Blair cuando me puse a escribir, e inventé una figura política universal". No sintiendo yo ninguna simpatía por Blair, el pobre se merece algo mejor que la simplificación sufrida en el desenlace de la película, por no hablar de la que castiga al hasta entonces más inquietante personaje de ‘The Ghost Writer', el de su mujer Ruth. Aunque la secuencia final del accidente fuera de campo y el vuelo de las hojas es bellísima, para haberle dado grandiosamente la vuelta al trillado ‘mensaje' político de ‘The Ghost Writer' habría que haber tenido la desfachatez, la falta de sentido de la medida, el humor ‘fou' que Quentin Tarantino exhibe en esa otra fábula histórica con esperpento que es su magistral ‘Malditos bastardos'. Claro que el director norteamericano se escribió su propio guión, sin la ayuda del mercenario de turno.

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7 de junio de 2010
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Cuando cruzábamos fronteras

Los estudios de la televisión catalana caen en las afueras, pero el terreno es amable y los céspedes, cosa rara, están cuidados. Hacía siglos que no pisaba un estudio porque suele ser un trago amargo, pero en esta ocasión el piloto del programa, Emili Manzano, era un buen amigo y con su equipo da gusto hablar, incluso bajo los focos.

Como temía, el paso por los sistemas de seguridad avivó la memoria de las fronteras de antaño, cuando cruzar a Francia era un albur. Ya podías ser Teresa de Calcuta, que si se te cruzaba un agente de aduanas mal dormido, lo pagabas. Como aquella vez (¡lo he contado tantas veces!) en que a Virginia se le ocurrió decir, «Bueno, llevo esto» a dos metros del primer control y esto era un pastillazo de resina marroquí de la mejor calidad. «Pero no os preocupéis porque tengo la documentación en regla, me la hicieron en Beirut» añadió. «¿Dónde?», exclamamos nosotros al unísono. Y entonces, con gesto de «hay que ver lo tontos que son los tíos», mostró un papelín un poco roto, escrito en árabe y con la foto medio despegada. Los nervios nos perdieron. De inmediato adivinaron que no éramos trigo limpio y el habitual índice fatigado nos ordenó aparcar. Nos preparamos para una sesión de masaje intelectual y corporal.

Por fortuna, al salir del coche me percaté de que habíamos aparcado sobre una alcantarilla de La Jonquera, tan holgada como las francesas. Le pedí con urgencia la pastilla a Virginia y me dio tiempo al bajar, apenas unos segundos, a colarla entre los barrotes de modo que entramos en comisaría muy aliviados, lo que desató nuestra euforia y aún resultamos más sospechosos.

Debo decir que razón, la había. Alberto, alias El Troyano, pertenecía al Partido Comunista. Fernando era Savater y la policía le tenía más ganas que a El Lute. En cuanto a Virginia, Dios me condene, ¿qué puedo decir de Virginia? Era más peligrosa que la Baader-Meinhoff, aunque, por fortuna, sin la conocida eficacia alemana.

Nos hicieron pasar uno a uno al despacho del comisario, tipo flemático y paciente, muy buena persona. Sin embargo, al comprobar que por nuestra estupidez era de todo punto imposible dejarnos marchar, se hartó (era sábado) y lo dejó todo en manos de un funcionario, hombre enjuto y con marcado acento de Girona. El interrogatorio se volvió tan insulso que nos aburrimos hasta nosotros. Supongo que estaban ganando tiempo mientras telefoneaban a Madrid para averiguar lo que allí tenían contra nosotros. De modo que el lance se alargó. Y eso fue lo malo. A la caída de la noche llegó el cambio de turno, entró un oficial de la guardia civil joven y vigoroso que se hizo con el mando al grito de «¿pero no hay aquí nadie con nerrrvio?». Daba gusto ver que por fin estábamos en manos de un profesional.

Nos desnudaron a los cuatro. Entramos sucesivamente en un cuarto cuyas losetas amarillas recordaré toda la vida, porque sobre ellas tuve las palmas de las manos durante horas. Era noviembre y no había calefacción. A Virginia, nos contaría luego, se la llevó una señora enorme y sentimental que la trató con dulzura porque, según dijo, tenía una sobrina emigrada en Ginebra y se quejaba mucho de la policía suiza de fronteras. «Aquellos sí que son malas bestias», le comentó familiarmente.

El guardia civil ordenó que volvieran a revisar las maletillas que llevábamos (eran breves porque iban preparadas para la subasta de Beaune que dura dos días), pero esta vez con nerrrvio. Como es lógico, no llevábamos nada, pero el guardia civil, después de hurgar en la maleta de Fernando, que era por quien tenía mayor aprecio, alzó la mano con gesto triunfal y agitando un libro gritó: «¿Eh? ¿Nadie lo había visto? ¡Pues aquí está! ¡Un panfleto de Klotroski!». Y dio un giro torero con el ensayo sobre Nietzsche de Pierre Klossowski a modo de montera. Nos quedamos paralizados ante la belleza de la escena y ni siquiera Fernando hizo un chiste.

Así pasamos la noche. Es de suponer que desde Madrid no llegaron órdenes muy rigurosas o quizá siendo sábado no había allí un retén ilustrado. Antes la vida era más llevadera. Nos devolvieron a España a pesar de nuestras protestas y lo celebramos como ricachos en el restaurante de Nestor Luján.

Todo ello me vino a la memoria cuando crucé la seguridad de la televisión catalana. Luego, avanzando por los pasillos, divisé una habitación con un cartel extraordinario. Decía: Distensió invitats. Fue como si me bañara una nube de felicidad. Solo en Catalunya se puede concebir una dicción tan de tía soltera, tan de beso húmedo. Me imaginé de inmediato en aquel cuarto, distendido como un lagarto, quizá pulido por una asistenta social de dulce acento mallorquín. Yo sabía que allí no podía pasarme nada malo.

En efecto, fue el programa más agradable de mi vida. Si algún día Laporta pone fronteras en Fraga, pensé, seguro que habrá una habitación para la distensió invitats en donde reposarán los Fernandos y los Albertos del futuro. Me juego 10 euros. Escritor.

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7 de junio de 2010
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El ala oeste del socialismo catalán

El caso Pretoria sigue extendiendo su chapapote sociovergente sobre el municipalismo de donde saca su fuerza el PSC. El gobierno catalán perfora por primera vez el cinturón del impuesto sobre la renta para ceñir los michelines indeseables en tiempos de crisis. Zapatero encara la reforma laboral y probablemente la huelga general, lastrado por la idea cada vez más extendida de que la combustión sufrida hasta ahora ha cercenado definitivamente su carrera política. Las encuestas registran una caída en picado del socialismo en todos los niveles, local, autonómico y estatal. Tampoco van mejor las cosas en Europa: sólo hay socialismo gobernante y casi residual donde más duro pega la crisis.

En este ambiente tan poco apacible, los socialistas catalanes han tenido tiempo, ganas y energías para reunir este pasado viernes su think tank, la Fundació Rafael Campalans, y a la vista de las enormes dificultades del presente preguntarse por el futuro de la socialdemocracia, ya no en casa, sino en el conjunto de Europa. También estaban reunidos en las mismas horas, y a pocos kilómetros, los socios teóricamente del bando contrario, los sigilosos amigos del Club Bilderberg, que pudieron compartir con Zapatero y con Almunia, entre otros socialistas, las preocupaciones más inmediatas por el futuro del euro y de las economías europeas. Aunque los tiempos no están para bromas para la izquierda reformista europea, todavía se permite e incluso se aconseja un leve toque de humor en mitad de la tormenta. Lo proporciona el título de las jornadas, en inglés, que el director de la fundación, Albert Aixalá se encargó de explicar al empezar, por si a alguien se le había escapado. 'What?s next. Next left', ?¿Qué viene ahora? La próxima izquierda? es una frase inspirada en la muletilla más característica del presidente ficticio de los Estados Unidos, Josiah Bartlet, en la serie 'El ala oeste de la Casa Blanca'. El guiño funciona: alude por supuesto al proyecto en el que se inserta el encuentro del pasado viernes. Next Left es un plan de trabajo de la Fundación de Estudios Progresistas Europeos para renovar la socialdemocracia europea en el que participan think tanks de todos los países de la UE. Pero el suave humor de este 'What?s next?' refleja el talante un tanto escéptico y el carácter pragmático de los jóvenes cuadros ascendentes del socialismo catalán, más próximos a la cultura política norteamericana y al mundo digital que a la tradición del socialismo europeo en la que se formaron las anteriores generaciones. Esos jóvenes socialdemócratas en crisis quieren renovarlo todo para salir del pozo y volver a emerger, empezando por sus concepciones organizativas e incluso su idea de partido. Están muy preocupados por la incorporación de los veinteañeros a la política y fascinados por las nuevas formas de comunicación digital. Pero la enfermedad de la crisis y las amargas terapeúticas aplicadas les obligan a evitar las fantasías. ?No es un problema de comunicación?, repiten ahora sus comunicólogos. ?Sin ideas, valores y convicciones nada hay a comunicar?. Por eso quieren regresar a los valores fundamentales, la igualdad sobre todo, aunque no pueden dejar en manos de la derecha la bandera de la libertad, ni olvidarse de otros valores que reclaman las sociedades europeas como la identidad o la seguridad. Siguen citando una y otra vez el modelo escandinavo, pese a que ya no esté gobernado por los suyos, sobre todo por el prestigio de lo público y de las políticas de igualdad. No tienen duda de que no hay salida local o nacional, aunque los hechos de estos días señalen la dirección contraria: es europea y es federalista. A los jóvenes cuadros de las futuras alas oeste, si es que hay alas oeste en el futuro para la socialdemocracia, les dio un consejo sabio y prudente su actual jefe, el presidente José Montilla, en la clausura de la jornada: ?desterrar de la izquierda la arrogancia derivada de una falsa creencia sobre una supuesta superioridad moral?. El ejercicio de humildad empieza probablemente por no creerse eterno como la Iglesia Católica, ni creer que el futuro está ganado sin necesidad de pelearse. Para salvar a la socialdemocracia deberán empezar por imaginar un mundo sin socialdemocracia. No es un ejercicio difícil en las actuales circunstancias, que ya nos han conducido a pensar un mundo sin en muchos capítulos. Sin prensa y sin periodistas, por ejemplo.

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7 de junio de 2010
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