Lluís Bassets
También la crisis le ha dado al relato en todo el rostro. Desde que empezaron a quebrar bancos por las hipotecas subprime, hace ya de eso tres años, hemos dado por muerto al capitalismo, ha regresado Keynes, hemos olido la apoteosis de la socialdemocracia pero la hemos visto hundirse electoralmente, de nuevo hemos saludado a Hayek y al final ya no sabemos a qué atenernos. El único relato que cuadra aquí sirve para asustar a los niños y es el de Caperucita Roja y el Lobo de los mercados. En tiempos tan revueltos y dados al populismo como éstos puede colar y cuela, pero sirve de bien poco para quienes desean obtener explicaciones públicas un poco más serias y consistentes.
Urge pues dotar de relato a esta crisis. Y esta urgencia es más pesada todavía para quienes se han visto obligados a dar un giro de 180 grados, o un viraje en forma de U como se dice en inglés, como le ha ocurrido a Zapatero. Ayer se lo dijo con todas las letras José Luis de Zárraga, a quien se le conoce como el gurú demoscópico o sociólogo de cabecera del presidente del Gobierno. ?Zapatero anunció las duras medidas de su plan de ajuste del gasto público sin explicación alguna; enmudecido para su electorado, vino a la tribuna del Congreso a decir: ?Esto es lo que hay??.
El problema del Gobierno socialista no surge de la dureza de la crisis; tampoco de su obstinada ceguera ante su llegada; de su negacionismo no menos obstinado cuando se la ha encontrado en la despensa royendo las provisiones; ni de su creencia supersticiosa en la repetición de oraciones optimistas para conjurarla. Todas estas actitudes reprobables serían pecados veniales si no estuvieran acompañadas de un pecado mortal de necesidad como es dejar sin explicación alguna a tantos cambios de humor y a tantas decisiones contradictorias y a veces diametralmente opuestas y capaces de neutralizarse unas a otras.
Ahora, al parecer, Zapatero ha empezado a hacer lo que debe hacer según los mercados y según gran número de expertos e instituciones internacionales. Pero no terminará de completar su caída del caballo mientras sea incapaz de encontrar una explicación coherente a tanto cambio y viraje, que le convenza a él mismo, pueda convencer luego a sus compañeros de partido y de Gobierno y sirva luego para convencer a sus conciudadanos. Con esto no tendrá garantía alguna de resolver el problema que le plantea Zárraga: ?Si el único discurso que escuchan es el lúgubre de la economía, los votantes se quedarán en casa?. Inventando incluso un relato convincente no está claro a estas alturas que sirva para recuperarse en cuanto a expectativas electorales.
Pero hay más razones a favor del relato. Una política económica sin relato es una política económica con escasa credibilidad. No basta con mostrar las tijeras y demostrar su habilidad para utilizarlas, sino que hace falta además acompañar todo esto de una gran convicción y de una mayor capacidad para transmitirla. Sin ellas el lobo de los mercados seguirá asaltando a las caperucitas del cuento. También en esto ha sido aleccionado Zapatero por su consejero: ?Cuanto peor es la coyuntura económica, más indispensable es la política?.
(Enlace con el artículo de José Luis de Zárraga ?Zapatero en la encrucijada?, publicado ayer en Público)