Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

El único animal que necesita justificar sus actos

El ser humano es el único animal que necesita justificar sus actos, incluso cuando los que quieren imponer la ficción de su única verdad recurren a las armas para someter a los que están dispuestos a compartir otras verdades en paz. Siempre he creído que todas las vidas importan, en cualquier lugar del mundo, pero también que somos arbitrariamente selectivos a la hora de elegir qué muertes nos afligen. La guerra de los Balcanes primero y ahora la sangrienta invasión de Ucrania nos recuerdan que la historia de los europeos no ha dejado de beber de la sangre del crimen y la guerra, del mito de la violencia fundadora de identidades y de las formas simbólicas que todas las culturas han inventado para expiar el espanto del horror y sobrevivir como especie. Y mucho me temo que para Occidente y Rusia el chivo expiatorio es el pueblo de Ucrania.

Desconfío de la pureza de los políticos ucranianos, de los ciegos estrategas de Washington incapaces de abandonar su dinámica de la Guerra Fría y de sus procónsules bizantinos de Bruselas, aunque el problema del relato que culpa a Occidente de haber provocado en Ucrania al humillado león dormido es que estaba resentido pero no dormido y que Putin aceptaría una Ucrania neutral sólo en espera del momento propicio para colocar en Kiiv un gobierno vicario. Sus pasos se oían de Libia (maldita pifia de la OTAN en territorio afín a Moscú) a la Siria del déspota Bashar-el Asad, de Armenia y Grozny a Donetsk, de las mazmorras del FSB en Rusia al títere de Minsk. Soy de los que creen que, por muchos errores que se hayan cometido, el único responsable es la camarilla de sátrapas que gobierna Rusia, un país que nunca ha sido democrático, y que la idea de una casa común europea no fue más que el espejismo del vencido en los años 90, un delirio pasajero sin futuro. Y he recordado la dialéctica del deseo de reconocimiento del otro que planteó Hegel.

La sonámbula Europa había olvidado que es periferia, una provincia en la frontera de dos imperios heridos en declive, con un tercero al alza amenazante y con mil demonios devorando su propio jardín. Demonios interiores, no externos, ni euroasiáticos ni árabes. «Nichts ist wahr, Alles ist erbaut». «Nada es verdad, todo está construido», decía Nietzsche. En un diálogo imposible le podría haber corregido Voltaire: “Croyez-moi, mon ami, l’erreur aussi a son mérite”, que también aconsejaba “Il fait cultiver notre jardin”, esa frase tan mal interpretada por aquellos intelectuales, que la esgrimen como un mandato para justificar su retiro narcisista, cuando lo que Cándido dice a Pangloss es que aun sabiendo el error que somos, porque la rectitud no existe (¿acaso no está el eje sobre el que gira la Tierra torcido?), hemos de seguir levantando diques éticos, libres, igualitarios y justos, restaurando con la acción el significado de las palabras nobles que ahora mancillan tantos tartufos palabreros aspirantes a autócratas.

La memoria de los pueblos y sus gobernantes es corta y los encargados de decir lo que no se quiere oír han sido relegados a adornar las fotos de los premios institucionales y las llorosas páginas de sus necrológicas. Su lugar lo ocupan escritores vacuos, celebridades de la nada, cantantes beyoncés, periodistas a sueldo, funcionarios de la política o los sacerdotes de las tecnociencias, una rama de la astrología moderna, experta en brujulear predicciones.

El pensador alemán Sigfried Kracauer se desesperaba en los años 30 pensando qué podían hacer los intelectuales para oponerse al auge de los autoritarismos. Su crítica se centró en cinco grupos. La pregunta es si su lista sigue vigente hoy:

1.- Los intelectuales de guardia al servicio de quien les da de comer.
2.- Aquellos que son conscientes de la gravedad de la situación, pero cuyo escepticismo les lleva a creer que no podrán salir de ella y cloroformizan su conciencia crítica.
3. - Un tercer grupo son los que se debaten entre una necesidad de creer en el futuro y una nostalgia nerviosa, aislados en un gregarismo sectario.
4.- El cuarto grupo sería el de aquellos que, vanidosos, se enorgullecen de su permanente negatividad crítica y su soledad estéril.
5.- Y, por último, el objetivo central de sus puyas: los intelectuales que promovían una revolución conservadora.

Leer más
profile avatar
14 de marzo de 2022
Blogs de autor

Rótulo

Buscaba un documento, aquella pintoresca antología que firmó Leopoldo María Panero, en 1979, sobre poetas españoles no españoles, cuando apareció un folio, sin duda traspapelado, en el que yo proponía a la editorial Tusquets diversos títulos para una de mis obras. No recordaba la propuesta y, menos aún, la mayoría de los títulos. Así las cosas, de repente, hubo uno, que me dejó clavado en la silla, me entusiasmó, era más que genial, contenía la suficiente carga de imprecisión, de ambigüedad, para convencerme de que era material urgente y obligatoriamente recuperable. Lo desvelo ya, no mantengo el misterio por más tiempo; el título era, nada más y nada menos: HIENA Y OTROS.

Ahora aquí, con el título en la mano, me enfrento a una dificultosa tarea: acompañarlo con un texto. He vuelto a la adolescencia, casi a la niñez, a los albores de mi vida literaria, cuando con las frases, con los nombres, sin duda brillantes, que constantemente se me ocurrían, con ese exiguo bagaje, garabateaba rápido un poema; pero aquella facilidad terminó, el automatismo para redactar, para crear de la nada, quedó atrás, de hecho la existencia misma de ese folio, con títulos fruto de la duda, da la pista de que con la madurez, y no digamos con la senectud, se tiende a la seriedad, a la consistencia, a la rutina constructiva, y que después, en todo caso, sin ningún interés y prisa, se inicia la incómoda búsqueda del título mediante un proceso peliagudo, insano, casi doloroso.

Leer más
profile avatar
14 de marzo de 2022
Blogs de autor

Una izquierda jurásica

 

Así como desde lejos es imposible apreciar los relieves de un paisaje, hay que adentrarse en los meandros de la izquierda latinoamericana para darse cuenta de que está lejos de representar un todo homogéneo. La variedad es extensa. Una izquierda que tomó en algún momento las armas y creyó en la revolución; una izquierda que nunca se desapegó del credo de la tercera internacional; la izquierda populista, que llegó al poder para quedarse; la izquierda nostálgica, la izquierda académica. La nueva izquierda.

Pero lo que un examen cercano mejor nos deja ver es la división entre izquierda autoritaria e izquierda democrática. Entre la que considera anatema todo lo que se oponga a la hegemonía de un solo partido o de un solo líder; y la que busca rescatarse a sí misma afirmando su fidelidad a la democracia sin apellidos que permite elegir libremente a los gobernantes, y se adhiere al respeto a las libertades públicas y a los derechos humanos. Ni democracia proletaria ni democracia burguesa. La democracia.

“Izquierda cobarde” llama Nicolás Maduro a esta izquierda que se atreve a desembarazarse de los ropajes del pasado que huelen a naftalina. Y la invasión de las tropas rusas a Ucrania ha servido para dejar patente esta diferencia fundamental, que desde las concepciones ideológicas del poder se extiende a los alineamientos geopolíticos.

La falla geológica que se abre en el paisaje entre izquierda autoritaria e izquierda democrática, la vemos mejor al comparar las declaraciones del caudillo boliviano Evo Morales con las del nuevo presidente de Chile Gabriel Boric.

 "Rusia ha optado por la guerra para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania, la violación de su soberanía y el uso ilegítimo de la fuerza. Nuestra solidaridad estará con las víctimas y nuestros humildes esfuerzos con la paz", escribe Boric en un tuit. En otro tuit, Morales escribe: “hacemos un llamado a una movilización internacional para frenar el expansionismo intervencionista de la OTAN y EE.UU. La humanidad clama por pacificación, la conflagración no es la solución. La hegemonía armamentista e imperialista pone en riesgo la paz mundial”.

El lenguaje de Evo Morales es una herencia de la guerra fría, cuando la izquierda latinoamericana creía su deber militante no apartarse del evangelio del Kremlin.  Es así que cuando en agosto de 1968 las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoeslovaquia para aplastar “la primavera de Praga”, Fidel Castro, que entonces representaba a toda la feligresía revolucionaria, respaldó la intervención apelando a los intereses supremos del socialismo mundial.

Sólo había un imperialismo, el de los Estados Unidos; la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia defendían la Paz Mundial. Evo Morales, medio siglo después, no se aparta de ese guion.

Por una suerte de artilugio ideológico, Putin encarna a ese mundo soviético de los manuales leninistas anterior a Gorbachov, aquel mismo de ancianos miembros del politburó, que protegidos con gruesos gabanes y sombreros de fieltro revistaban los desfiles militares desde arriba del mausoleo de Lenin, desfile que cerraban los cohetes cargados con ojivas nucleares, las mismas con las que Putin amenaza hoy al mundo sino le dejan consumar su conquista de Ucrania.

Putin, cuyo apoyo político se teje en una red de organizaciones ultranacionalistas y antisemitas, padrino de una mafia de oligarcas multimillonarios que se apropiaron de los despojos de la era soviética, y decidido a reconstituir la vieja Rusia de los zares, es para los nostálgicos de la vieja izquierda uno de los suyos, y por eso mismo justifican la invasión de Ucrania, o apartan la vista y se diluyen en declaraciones que no dicen nada.

Lula de Silva, sin señalar quién invadió a quién, ofreció un consejo conciliador tanto a Putin como a Zelenski: “gobernantes, bajen las armas, siéntense en la mesa de negociaciones y encuentren la salida del problema que los llevó a la guerra'”. Y nada más. Muy cerca, quién lo diría, de Bolsonaro, que en vísperas de la invasión voló a Moscú para tomarse la foto de ocasión con Putin y que al regresar a Brasil declaró: “no tomaremos partido, seguiremos siendo neutrales”.

Boric, al contrario, recuerda con sus palabras que, si la izquierda tiene algún fundamento, es el humanismo, y que las guerras de agresión son un crimen. Quien no puede quitarse las telarañas ideológicas de los ojos para ver los bombardeos sobre la población civil, los ataques aéreos contra hospitales y edificios de apartamentos, el éxodo de millones de seres humanos obligados a buscar refugio en los países vecinos huyendo de la destrucción y la muerte, demuestra su fidelidad a la izquierda jurásica, o se ha quedado perdido en los vericuetos del cinismo y la dualidad.

Nada más sublime, agreguemos, que estas opiniones de un científico social argentino de izquierda, publicadas en un diario de Buenos Aires: “las apariencias no siempre revelan la esencia de las cosas, y lo que a primera vista parece ser una cosa -una invasión- mirada desde otra perspectiva y teniendo en cuenta los datos del contexto puede ser algo completamente distinto”.

Igual que la famosa frase atribuida a un presidente mexicano de tiempos del PRI, pero que en realidad es de Mario Moreno, Cantinflas: “ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.

 

Leer más
profile avatar
14 de marzo de 2022
Blogs de autor

Evgueni Vodolazkin, un viaje mítico a los orígenes del alma rusa

 

Surgida como respuesta al cinismo post-soviético, la polémica 'Laurus' es a un tiempo relato de amor, 'bildungsroman' y tratado de filosofía medieval sobre el tiempo

Al este de la cuenca del Dniéper se puede trazar una línea que une los motivos y dilemas presentes en la cultura medieval, que allí duró casi siete siglos, con su literatura contemporánea, pasando por Leskov y Dostoievski. Este largo periodo, que arranca con la conversión de Kiev al cristianismo ortodoxo y va hasta la modernización emprendida por el zar Pedro el Grande, dejó un gran poso en el imaginario colectivo, cuyo aroma a incienso ni siquiera perdió después del rodillo soviético. Porque la Edad Media (eso que en Occidente entendemos por un periodo intermedio entre la cultura de la Antigua Roma y el Renacimiento), para Rusia marcó el inicio.

De ahí que la exploración del misterio del alma, la tensión entre la razón y la fe, entre la eternidad y lo efímero, o el significado del sufrimiento sobrevenido, tengan un papel tan destacado en sus letras, pero no solo: la filmografía de Tarkovski, por ejemplo, arranca con Andréi Rubliov, el relato de un iconista medieval. Evgueni Vodolazkin (Kiev, 1964), filólogo, experto en textos medievales y autor del superventas y laureado -nunca mejor dicho- Laurus (2013), afirma que lo principal para él no es la historia en sí, sino "la historia del alma", lo mismo que afirmó Svetlana Aleksiévich en su discurso de aceptación del Nobel. Vodolazkin, de hecho, subtituló esta obra que reseñamos como "novela ahistórica".

EL PODER DE LA PALABRA

Dividida en cuatro partes -Libros del conocimiento, de la renuncia, del camino y de la tranquilidad-, Laurus cuenta la evolución vital de Arsénij en la Rus del siglo XV azotada por la peste, "años en que había más casas que personas". La omnipresente muerte lo convierte a corta edad en huérfano y pasa al cuidado de Xristofor, el abuelo, un curandero de los tiempos en que la frontera entre chamanismo y medicina "era relativa" y, más que creer en pócimas, se creía en el poder sagrado de la palabra: "la voz rusa vrach, 'médico', viene de vráti 'hablar, conjurar'".

Muerto Xristofor, Arsénij, que tiene el don de predecir si un enfermo va a sobrevivir o no, toma su relevo. Una refugiada de la epidemia, Ustina, llama a su puerta un día y surge el amor, tan intenso como fugaz. Ella no sobrevivirá al parto del hijo de ambos, y el dolor y la culpa empujan a Arsénij a un viaje de redención, que lo llevará por Europa hasta Jerusalén, y luego de vuelta al punto de origen. Se trata, pues, del periplo de transformación del protagonista -de sanador a "loco por Cristo" (yuródivi), peregrino, monje y, finalmente, ermitaño- que se reflejará en sus sucesivos cambios de nombre, hasta llegar al Laurus del título, en su búsqueda del sentido de unidad de la experiencia humana. Novela de amor, bildungsroman, hagiografía y tratado de filosofía medieval sobre el tiempo, Laurus surgió como respuesta al cinismo postsoviético.

Pero ¿por qué ahistórica? O, mejor dicho, ¿cómo consigue Vodolazkin transmitir la textura de eternidad, o la sensación del protagonista de estar "separado del tiempo"? Mediante el lenguaje, de una manera que recuerda la idea subyacente en La historia de tu vida de Ted Chiang (titulada La llegada en la versión cinematográfica de Denis Villeneuve), en que el peculiar idioma de los heptópodos alienígenas altera la manera en que se percibe el tiempo.

EL FUTURO DESDE EL PASADO

Vodolazkin mezcla orgánicamente el eslavo litúrgico y de la época -volcado aquí con el castellano de La Celestina- con jerga soviética y ruso moderno en la descripción de un universo en el que el presente aparece preñado de visiones proféticas y augurios -al pasar por Oswiecim, lo que será un día Auschwitz, vaticinan el horror futuro, "la tragedia se siente ya ahora"-, y así, por ejemplo, al derretirse la nieve en abril, emergen anacrónicamente botellas de plástico, o la ciudad natal de Arsénij se llama por su nombre moderno, Belozersk, y no por el de entonces, Beloózero.

Este virtuosismo queda perfectamente trabado con el encofrado de su construcción, cuyo diseño culmina al final. La estructura de la vida no es circular, viene a decirnos, sino en espiral, como la del ADN: "la experimentación de algo nuevo, pero no desde cero. Con el recuerdo de lo vivido antes".

Laurus, tercer título traducido al español de este autor después de El aviador y Brisbane (Rubiños 2018 y 2021), es un pequeño milagro literario que, además, nos recuerda que vivimos limitados en la linealidad de las cronologías de las redes sociales y las fotografías que se suceden, al hacer scroll, como un sucedáneo de eternidad.

Leer más
profile avatar
9 de marzo de 2022

Friedrich Hölderlin.

Blogs de autor

El don

 

Son tan malos tiempos para la poesía que lo urgente ha de ser mencionar lo que de ella va quedando. Por eso hoy escribo sólo para quienes sean capaces de interesarse por un trabajo de 640 páginas dedicado a un solo poema

Son tan malos tiempos para la poesía que lo urgente ha de ser mencionar lo que de ella va quedando. Por eso hoy escribo sólo para quienes sean capaces de interesarse por un trabajo de 640 páginas dedicado a un solo poema. Bien es verdad que se trata de uno de los más insignes de la poética europea y nos ha llegado en dos versiones porque a su autor se le quemó el cerebro mientras lo iba acabando.

Me refiero, claro está, a Pan y vino (Brod und wein) del más grande de todos los líricos, Hölderlin. Firma la traducción, el comentario verso a verso y el ensayo Félix Duque, uno de los últimos filósofos vivos que nos quedan (Abada). El asunto del poema es sencillo: el autor comienza considerando el mundo real, con su comercio y su descanso, sus calles y carruajes, para luego recordar el tiempo en que los dioses compartían la vida de los mortales. En el momento final muestra su esperanza de que una última divinidad, síntesis paradójica de Dioniso y Cristo, vuelva con nosotros. Lo escribió en 1801, cuando Napoleón destruía las monarquías europeas e instalaba en su lugar repúblicas pacíficas que Hölderlin veía como propicias para un futuro luminoso. La segunda versión data de 1802-1803 y para entonces Napoleón había mostrado ya la garra tiránica que iba a ganarle una corona imperial. Hölderlin, claramente trastornado por un viaje (a pie) que le permitió conocer el horror en las calles de París, regresó a su hogar para ser encerrado el resto de su vida, más de 30 años, en una buhardilla junto al Neckar. La segunda versión quedó rota, como su vida, por el eclipse de la esperanza. El último don, el pan y el vino, ya no eran divinos.

Este formidable doble poema bien merece que un filósofo le dedique 700 páginas, pero debe advertirse al audaz lector que su lección requiere entrega, conocimiento, pasión, entereza, y pan y vino.

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2022
Blogs de autor

Ucrania: preguntas sin respuesta

Hay guerra, guerra en las ciudades de Ucrania que los rusos llaman “operación militar especial”. Y un aluvión informativo. Programas de tertulia que duran horas. Análisis de generales que nunca antes habían tenido ventanas de oportunidad en la televisión. Infografías y mapas a docenas en los medios escritos. Eslavos que huyen, eslavos que vienen y se van… Una conflagración de apenas dos semanas que deja muchas más dudas que certezas. Las siguientes son las propias de un servidor:

1 Lo que ahora se llama “el relato”, lo van ganando los ucranianos (o se dice ucranios, aunque ucranios suena a ciencia-ficción, y ucraniano es más de Tintín). Putin y Lavrov por el lado ruso, nunca sonríen. La horterada de mesa neozarista que utiliza el presidente Putin tampoco le ayuda a mejorar el mensaje y hacer creíble que los malos son ucranianos.

2 Volodímir Zelenski resulta de película. Un cómico que alcanzó la fama con la serie de televisión Servidor del pueblo interpretando a un presidente. La ficción se hizo realidad. Arrasó en las elecciones y ahora se comporta como un héroe teatralizado en las redes sociales. A pesar de la situación dramática, Zelenski parece siempre optimista, transmite serenidad y hasta entusiasmo. Es como si en España ganara las elecciones Javier Cámara tras el éxito de su serie Vota a Juan.

3 Las grandes guerras recientes empezaron por incidentes menores que desembocaron en conflictos mundiales, como el magnicidio de Sarajevo o la invasión de Polonia. Las alianzas poseen efecto dominó. Cuidado con las alianzas, protegen pero también señalizan peligros.

4 La historia lo puede justificar todo. A Putin (como a Stalin) le encanta la historia, y se remonta al siglo X para reivindicar el carácter ruso de Ucrania. A Musolini le dio por el Imperio Romano, a Hitler por las mitologías de Wagner y a Franco por los Reyes Católicos, la pérdida de las colonias y los almogávares. La historia no es la verdad, lo es todo, la mirada multifocal sobre el pasado. Puro relativismo.

5 Ucranianos y rusos se entrelazan en Ucrania como si fueran siameses. Y aunque nunca Ucrania había tenido su propio Estado –si exceptuamos la Rus de Kyiv–, desde el romanticismo se añoraba poseerlo. Como en Cataluña. Nikolái Gógol situaba esa esencia patriótica entre los cosacos zapórogos de Taras Bulba, luchando en las estepas contra la dominación polaca. Los catalanes construyeron como héroe de la resistencia al conseller austracista Rafael Casanova.

6 Hace dos años volé con Aeroflot a Moscú. Me llamó poderosamente la atención que las azafatas seguían vestidas con las chaquetas que llevaban bordadas la hoz y el martillo. En el Kremlin siguen la momia de Lenin y la tumba de Stalin. Rusia no se ha olvidado de la Unión Soviética y, en paralelo, ha recuperado oficialmente la religión ortodoxa de San Basilio. Todos los hoteles occidentales más lujosos del mundo abrieron sus franquicias en torno a la ciudadela de las murallas rojas, visitada por ríos de turistas.

7 También se regodea el pasado zarista. La exposición más visitada de los últimos años en Moscú estaba dedicada a la pintura historicista del periodo Romanov: cuadros de más de ocho metros con escenas de batallas, de felices trabajos campestres o de la vida cotidiana de los zares y las zarinas.

8 Sabemos poco en Occidente de la Europa eslava, la que Rusia considera su gran familia, a la que debe “proteger”. El Intermares y también la Serbia de los Balcanes. Se le va la mano. Tanto que la sovietización de Polonia, Hungría, Chequia y todos los demás países del Telón de Acero provocó un profundo sentimiento antiruso. Ucrania está en la frontera de la frontera, la insoportable levedad del ser.

9 Más allá de los componentes ideológicos, las conflictos parecen motivados por disputas profundas de carácter antropológico. El nacionalismo airea esos caracteres y las viejas controversias. El nacionalismo resulta la añoranza de un pasado imaginado. Si no cuenta con Estado propio se vuelve melancólico; si lo tiene, se convierte en carcelero de sus minorías, de sus diferentes.

10 Solo nos acordamos del antisemitismo alemán o de los acarreos stalinistas de poblaciones enteras, pero ya en la Primera Guerra Mundial se produjeron liquidaciones en masa de sociedades multiétnicas. Hasta los años 20 prosiguieron las matanzas de armenios, la hecatombe de Esmirna, las expulsiones en Salónica… Se han olvidado pero siguen estigmatizando a Europa.

11 La desinformación sobre la guerra ucraniana va en aumento. Hay que coger con pinzas las declaraciones y análisis que circulan por todos los medios. No sabemos realmente cómo va la guerra. Cuántas armas y soldados le quedan a Ucrania. Cuántos muertos hay entre los soldados rusos. ¿Quién escribe más renglones del guion: el Pentágono o el Kremlin?

12 Para tener una idea aproximada del paupérrimo nivel del argumentario bélico conviene ver (está en Prime Amazon) una película de autoficción documental que se llama como la región en litigio, Donbass. Se presentó en Cannes durante el festival de 2019. La dirige Serguéi Loznitsa, quien vino a España para un ciclo en la Filmoteca. Es bielorruso de nacimiento, ucraniano de bachillerato y moscovita de formación como cineasta. Ahora vive en Lituania. Sabe de qué va ese territorio de frontera que se traza desde el Báltico al mar Negro y sirve de colchón entre Europa central y Rusia, el Intermares.

13 Rusia, y así aparece en la citada película y en los discursos de Putin, sigue obsesionada con la Segunda Guerra Mundial y los nazis. La Gran Guerra Patriótica que conmemoran con todos los honores a sus 26 millones de muertos. Pero aunque sea verdad que existen neonazis en el movimiento Maidán, ahora es el espíritu europeísta, liberal y democrático el que ha seducido al pueblo ucraniano.

14 Apostar por las conversaciones de paz y no por el envío de armamento recuerda el ridículo histórico de Neville Chamberlain y los acuerdos de Munich por los que se cedieron los Sudetes a Alemania. ¿Más diálogo? ¿Acaso se ha invitado a la UE para que participe, siquiera como observadora? Puede que no solo algunos rusos sientan añoranza de la URSS.

15 Esta puede ser la guerra de los drones. Artilugios voladores que miran y que disparan. También ruedan imágenes. En Siria vimos Alepo desde un dron, reducida a escombros. Antes únicamente "sentimos" esa visión en Varsovia, en la ficción de El Pianista de Polanski, y en algún documental sobre el bombardeo de Dresde. En Siria parecía real. La suerte de las grandes ciudades ucranianas será la de Alepo; si resisten, les susurran amenazantes Vladímir Putin y Serguéi Lavrov. Los turcos le han vendido drones a Ucrania. Putin tuvo su primer destino como agente del KGB en Dresde, cuando la RDA.

16 A raíz de las sanciones económicas a Rusia, produce sonrojo conocer la existencia de amplios circuitos mundiales para el blanqueo de dinero ilícito. A Suiza le han apretado las clavijas. Chipre y Lituania también han dicho que se salen de la lujuria por los billetes sin procedencia. Singapur y los Emiratos Árabes siguen lavando. Curiosamente, países con millonarios que han comprado equipos de fútbol europeos, el Valencia CF y el Manchester City.

17 No he visto más tiendas de lujo que en Moscú. El ruso era el mercado de mayor crecimiento entre las marcas más caras y exclusivas. Italia ha querido salvar ese negocio. La National Crime Agency del Reino Unido calculaba en 100.000 millones de libras anuales el flujo de dinero negro hacia la que llaman Londongrado.

18 “Quan entre Odessa i Moscou sonen els canons de bronze, l’arròs que hui està a nou, demà pujarà a onze”. El verso, casi un ripio, es de Bernat i Baldoví (1809-1864), autor de la parodia agropecuaria El virgo de Vicenteta. La guerra de Crimea data de los años 50 del siglo XIX.

19 Citada por el filósofo José Luis Villacañas; la tesis de Louis J. Halle, profesor del Graduate Institute of International Studies de Ginebra, años 60, en su libro, The Cold War as History: "Desde el comienzo en el siglo IX hasta el presente, el instinto primario de Rusia ha sido el miedo. El miedo, más que la ambición, es la principal razón para la organización y expansión de la sociedad rusa. El miedo, más que la ambición en sí misma, ha sido la gran fuerza impulsora. Los rusos, tal y como los conocemos hoy, han experimentado centurias de un miedo constante y mortal. Esta no ha sido una experiencia conciliadora. No ha sido una experiencia calculada para producir una sociedad ingenua, abierta, inocente y cándida".

20 La dualidad rusa, como la exhibía Tolstói. De la tristeza a la euforia, de Europa a Asia, entre la sencillez del mujik y la grandilocuencia palaciega, entre los excesos de la ebriedad y el ascetismo religioso. Llegó a decir Umbral en una de sus columnas Spleen, que en la melancolía de Pushkin ya se reflejaba el espíritu prerevolucionario. La musicalidad aterciopelada de sus poemas en ruso no tiene parangón con el sonido seco de los misiles, su antítesis. La ciclotimia rusa.

Leer más
profile avatar
7 de marzo de 2022
Blogs de autor

Estrategias

Exóticos maremotos, domésticas erupciones volcánicas, sospechosas pandemias, vecinales conflictos armados, suministran, a los medios, material de primera clase para encandilar a lectores, oyentes y televidentes. Datos numéricos abultados, tópicas respuestas de los damnificados, imágenes anunciadas como sensibles, constituyen el grueso de la información que, a fuer de repetitiva, amenaza con ser desatendida, pero, de repente, como quien no quiere la cosa, y sin tener la certeza de que vaya a ser refrendada, se deja caer una noticia sorprendente, casi inverosímil. Ahora, ayer mismo, a raíz de la invasión de Ucrania a cargo de las poco marciales huestes del infantil Vladímir Putin, nos enteramos de que, ese sangriento ejército, dispone de hornos crematorios móviles para la combustión y desaparición de los cadáveres de los suyos; es decir que esa amenaza, para la continuidad del dictador, sustentada en la llegada a la patria de camiones repletos de ataúdes, se mitiga grandemente si los envases son de tamaño reducido y, aún mejor incluso, si se olvidan algunas urnas, vaciadas por el ajetreo debido al mal estado del firme, perdida la ceniza al desparramarse por el suelo del vehículo o caída al arcén nevado tras un bache descomunal.

Leer más
profile avatar
6 de marzo de 2022
Blogs de autor

El espíritu de escalera

 

Somos los nostálgicos de esa comedia social que nos llevó a distinguir el cine de Nanni Moretti poniéndolo a la altura de los más grandes entre los italianos, de Bertolucci, cuando estaba vivo, o de Bellocchio; se trataba del cómico Moretti de las inolvidables La misa ha acabado y Caro diario, reaparecido después con gran brío en, por ejemplo, Habemus Papam. Pero hemos tenido que amoldarnos al otro Moretti, el serio, que va ganando terreno en su filmografía y ahora comparece con Tres pisos (Tre piani, 2021), una obra maestra. Estamos ante un drama vecinal, una categoría que suele ser ligera y esperpéntica (como en esas dos cumbres llamadas La comunidad de Alex de la Iglesia o Mejor…imposible de James L. Brooks) pero aquí resulta dominantemente dramática, no pocas veces patética, y emotiva hasta el llanto en alguna de sus escenas.

Aunque dura dos horas, Tre piani no pierde tiempo en presentaciones; el film arranca enfocando la fachada del edificio donde la acción va a trascurrir casi enteramente, pero enseguida aparece, dando tumbos a toda velocidad, un coche que arrolla a una viandante y le produce la muerte. Es el primer tiempo de la historia que se nos cuenta, una historia que avanza de quinquenio en quinquenio, dos veces, envejeciendo en esos diez años a los inquilinos. Andrea, un joven de poco cerebro, y que conducía ebrio, es el causante del trágico atropello, y con él y su borrachera criminal entramos en el piso más alto, donde vive con sus padres, Vittorio, un juez (interpretado sin chistes ni muecas por el propio Moretti) y Dora, una jueza, interpretada majestuosamente por la gran dama del cine italiano Margherita Buy. En el segundo piso un matrimonio joven con una hija protagonizan la parte soñada de los tres relatos entrelazados, gracias a la aparición sorprendente de una figura masculina familiar que no conviene explicitar. Finalmente, en el primero, sustentando la trama más angustiosa en una incógnita, la pareja de mediana edad formada por Sara y Lucio, obsesionado este por saber si su niña pequeña perdida ha sido simplemente acompañada en un paseo vespertino o asaltada sexualmente por el anciano vecino que estaba al cuidado de ella en la noche del suceso.

La película tiene su origen en una novela del israelí Eskhol Nevo, Three Floors Up, que fue un best seller en Italia; una de sus después coguionistas le aconsejó el libro a Moretti, que nunca antes había filmado adaptaciones literarias, y estando el cineasta en ese momento contrariado por no poder escribir satisfactoriamente un nuevo guión de comedia que sucediera a su anterior título, también dramático, Mia madre (2015), se decidió por el texto de Nevo. ¿Razones personales? En el venturoso año 2001 el cineasta presentó en Cannes La habitación del hijo, que, seguramente por ser seria y no cómica, ganó la Palma de Oro. En una entrevista que por entonces le hizo el crítico y estudioso francés Jean A. Gili con destino a un libro monográfico, Moretti explicó así el giro que había dado, con tanto éxito, en esa primera película suya centrada en un trauma dramático: “Por una parte, con el paso de los años, se comienza a pensar más en la muerte. Esto no tiene nada que ver con el cáncer que padecí, porque en aquel momento nunca tuve miedo de morir […] Lo que nos afecta es la muerte de otras personas […] ¿Cómo es la vida después de la muerte?”.

Hay varias muertes en Tres pisos, corporales y sentimentales, aunque Moretti ni las muestra ni las subraya; se trata de una película limpia en su drama, como si este cómico de nacimiento no quisiera, habiéndose privado de las carcajadas, invadir el terreno del pathos con las voces altas del dolor, que existe pero tarda en llegar, o trascurre fuera de campo, implícito y sugerido en el racconto fílmico. En francés hay una bella expresión, no siempre bien usada, “l´esprit de l´escalier”, la demora en el responder, en el ir y el venir, en el subir y el bajar, en el olvidar y en el recordar, en el juzgar y en el perdonar. Me atrevo a decir que una de las razones del constante logro de Tres pisos, también a concurso en Cannes 2021, es la sutil tardanza en resolver los enigmas y los daños sufridos por ese puñado de inquilinos romanos; el espíritu de escalera como forma de no apresurarse en las respuestas ni dar salida a las emociones, por no saber hacerlo, o no quererlo hacer.

Para templar el melodrama de la base argumental novelística, el director cuenta con un formidable ejército de estrategas de la contención, la Buy, ya citada, su antiguo conocido Riccardo Scamarcio (que hace del padre de la niña extraviada), o los nuevos, como, en el papel de Sara, Alba Rohrwacher, hermana y actriz habitual de Alice, una de las grandes figuras de la actual cinematografía italiana. Al frente de todos ellos, en un papel no muy extenso pero determinante, ahí está Nanni Moretti interpretando al padre judicial en su dilema bíblico: la integridad por encima de la humanidad, la justicia como vínculo más fuerte que la familia.

Moretti tiene un rostro anguloso y seco, la faz impasible de quien padece sin exponer su pena. Y de ahí que esa cara suya de trágico pese a sí mismo nos haga reír tanto, sin dar vergüenza, cuando le sale su innata gracia histriónica. La estamos esperando con ganas.

Leer más
profile avatar
4 de marzo de 2022
Blogs de autor

Deutsche Grammphon: el mítico sello amarillo busca nuevos públicos

La prestigiosa y otrora adusta casa de los genios de la música clásica Deutsche Grammophon, con 122 años de historia, presenta a sus jóvenes intérpretes en discotecas, los fotografía como ídolos pop y dedicó sus mayores esfuerzos de 2021 al concierto del compositor de Hollywood John Williams con la Filarmónica de Viena. ¿Le funcionará este camino hacia un público que le da la espalda a su arte?

A comienzos de 2021, muchos aficionados a la música llamada clásica recibimos con sorpresa los insistentes mensajes por redes sociales del “concierto del año”: se trataba de la Filarmónica de Viena tocando bandas sonoras de las películas de John Williams. En vistosos clips de uno o dos minutos, el mismo compositor dirigía fragmentos de La guerra de las galaxias, Parque Jurásico, La lista de Schindler y E.T., entre otros. Entrado el año, las redes se volvieron a llenar con la presencia de Williams con la Filarmónica de Berlín. La web del sello discográfico incluía videos de Williams manifestando su alegría y el público aplaudiendo como niños con juguete nuevo.
Al mismo tiempo, artistas consagrados como Daniel Barenboim, Yo Yo Ma y Anne Sophie Mutter y otros valores emergentes como el pianista sueco Víkingur Ólaffson y la directora lituana Mirga Gražinytė-Tyla aparecen en portadas de discos como estrellas pop, en acantilados de tormenta, con vestidos vaporosos, o ante un fondo impresionista de luces borrosas; las presentaciones de novedades discográficas vienen con sus clips que relacionan fragmentos de música con ideas sobre la libertad, la pasión y los sueños juveniles.
En uno de estos álbumes debut, Nightscapes de la arpista alemana Magdalena Hoffmann en noviembre de 2021, la portada es un primer plano de la bellísima cara de la intérprete mirando un paisaje difuso, como una cortina de agua o de tul, en tonos desde el celeste lavado al morado intenso. Media cara se va difuminando en los tonos del fondo, mientras su mitad precisa se adentra con fiereza en la lejanía. El texto que acompaña el lanzamiento dice: “A la noche, todo se vuelve más íntimo, más sentido, con múltiples capas”, observa Hoffmann. “La oscuridad invita a mirar hacia adentro, mientras el alma despliega sus alas – y así también la imaginación”.
¿Qué está pasando en la otrora adusta marca de referencia de las obras clásicas?
Hubo una época en que la etiqueta amarilla con una sobria corona de tulipanes (que diseñó el consultor publicitario de Siemens Hans Domizlaff en 1900) era sinónimo de un espíritu elevado, en el firmamento de los grandes maestros.
El cantautor francés Vicent Delerm (un flaco sutil e irónico con guitarra, como un moderno Georges Brassens) tiene una canción de su disco Kensington Square de 2004 dedicado a una “chica Deutsche Grammophon”, que prefiere las interpretaciones del legendario director germano Wilhelm Furtwrangler a las canciones de Jean Pierre Mader (supongo que podría ser otro trovador pop, pero hace rimar Mader con Furtwrangler), y que te sorprende eligiendo el claustro medieval de Marmande antes que Disneyland (obvio, Delerm también consigue rimar Marmande con Disneyland).
La chica de la canción es fina, es lánguida, es inolvidable. Y los long plays de DG, con reproducciones de cuadros románticos en las tapas, se mezclan en el piso de los amantes bohemios con botellas de vino a medio tomar, ceniceros rebosantes y la exquisitez de los gustos compartidos.
Probablemente la unión de música de alto vuelo, diseño atractivo y negocio redondo ya estaba en la mente del fundador de la compañía, el alemán Emile Berliner (1851–1929), quien inventó el gramófono, creó la fábrica para industrializarlo y forjó el primer logo de su marca, el perro que mira dentro de la bocina mientras suena el disco. Es His Master’s Voice, La voz de su amo. Mientras, en Estados Unidos, Thomas Edison inventaba el fonógrafo. Pero el gramófono de Berliner resultó ser más fiel al sonido original, y más fácil de manejar.
La compañía empezó a contratar a los grandes nombres del canto y la interpretación, mientras desarrollaba tecnologías que llevaban el complejo sonido de una orquesta sinfónica al microsurco del disco de pasta, después al de 78, 45 y 33 1/3 revoluciones por minuto. En 1946, fue la primera compañía en desarrollar la grabación magnética.
Doce años más tarde, vino la revolución del disco estereofónico. Deutsche Grammophon lo celebró lanzando en stereo el poema sinfónico de Richard Strauss “Also sprach Zarathustra” dirigido por una de sus estrellas, Karl Böhm.
En la década siguiente, irrumpió en el firmamento de la marca su director emblema: Herbert von Karajan. Con su grabación de las nueve sinfonías de Beethoven en 1963, marcó un hito en las grabaciones “de referencia” y fue un tremendo éxito de ventas.
A lo largo de 40 años, Karajan grabó para DG 405 horas de música, con obras desde el barroco hasta el siglo XX. Su repertorio preferido, el período romántico, incluyó todas las grandes sinfonías y conciertos, muchas veces grabados con distintos solistas. Algunos de sus jóvenes protegidos, como la violinista Anne Sophie Mutter y el pianista Evgeni Kissin, siguen ligados al sello.
El maestro fue un fanático de la perfección artística y de los adelantos tecnológicos. En 1981, Karajan presentó en el Festival de Salzburgo el Disco Compacto junto al gerente de Sony Akio Morita. Su primer CD fue otra obra de Richard Strauss (su sonoridad rotunda y envolvente es ideal para probar los límites de la grabación): La sinfonía alpina, con su Orquesta Filarmónica de Berlín.
Pero las cosas están cambiando en DG. Lo anunció en un artículo de mayo de 2019 el crítico de música clásica de El País Pablo L. Rodríguez: “Deutsche Grammophon mira hacia el futuro con un ojo en el pasado. Lo demuestra la portada de este disco. Actualiza la habitual imagen del director de orquesta de mediana edad que representaba Herbert von Karajan. Y ahora, bajo el mítico sello amarillo de la corona de tulipanes de Hans Domizlaff vemos a una joven llamada Mirga Gražinytė-Tyla. La postura es similar: expresión concentrada, ojos cerrados y batuta apuntando al cielo. Esta lituana de 32 años parece destinada a cambiar la historia”.
En una entrevista en 2020 con la revista Grammophone, el director general de DG, el Dr. Clemens Trautmann enfatizaba que no veía ningún conflicto entre las decisiones y estándares artísticos y las necesidades comerciales.
“La mayoría de las veces, las apuestas más audaces y creativas en términos musicales son también las más lógicas en términos de marketing y ventas. Abren nuevas áreas de mercado”. Y puso el ejemplo del ciclo de Myrga Gražinytė-Tyla, quien no eligió el repertorio habitual sino dos sinfonías del casi desconocido compositor soviético Miroslav Weinberg. “Era muy osado, y fue un éxito de ventas, además de las excelentes críticas”.
Clemens Trautmann es en sí mismo un fascinante ejemplo del nuevo camino del sello amarillo. Se formó como clarinetista y luego se doctoró en derechos de propiedad y adquisiciones. Tras trabajar en la poderosa editorial Axel Springer y en el Instituto Max Planck, volvió a la música para dirigir DG. En la entrevista defiende el acercamiento a nuevos públicos con los Lounges Musicales, sesiones de prestigiosos artistas clásicos en sitios de jazz, rock y música electrónica. Pero su gran avance es la grabación de obras de compositores actuales como Thomas Adès, Max Reich, Philip Glass y John Adams. “¿Hay algo más excitante que escuchar una obra por primera vez, la música que se está componiendo ahora mismo? En un mundo saturado de streaming de las mismas obras, es genial tener esta música fresca”, dice Trautmann.
Los fanáticos del sello no dejaron de notar el cambio. Cuando salió Fragmentos en agosto de 2021, con su desafiante presentación (“¿Qué pasa cuando algunos de los más vanguardistas talentos de la escena musical electrónica son invitados a reimaginar las obras de los pioneros del pasado?”), el miembro del grupo de debate Talkclassical.com que se hace llamar Neo romanza opina: “Yo creo que DG tiene una crisis de identidad. Dios mío, con el maravilloso catálogo de viejas grabaciones que tenía antes de empezar a hacer este kitsch”. SanAntoine le contesta: “Ahí está el punto. Mientras sigan reimprimiendo sus viejos discos, cultivar nuevos mercados es un aspecto distinto de su plan de negocios. No tenemos la obligación de seguirlos en ese camino, pero sospecho que hay un público ahí que ellos buscan”. Y para cerrar la discusión, el moderador, Art Rock, informa: “Hace décadas que cruzaron el río, con las colaboraciones de la mezzosoprano Anne-Sofie von Otter y Elvis Costello, con Tori Amos cantando ciclos basados en temas clásicos, y con Sting tocando baladas de (el laudista del siglo XVII) John Dowland”.
Desde su nacimiento al comienzo del siglo pasado, Deutsche Grammophon se ha mantenido en un sorprendente y extraño balance, entre mantener las esencias y avanzar a lo nuevo. Ya hace medio siglo lanzó un sello plateado, Archiv, para innovar en ser puristas y tocar el barroco con instrumentos originales. Ahora busca alianzas con músicos afines de otras tradiciones, crossover con artistas populares y la presentación de sus estrellas como ídolos actuales. Afuera las corbatas y retratos serios, adentro las melenas al viento y los paisajes vaporosos. Bajo el liderazgo de un entusiasta músico-abogado, este puede ser el camino para que Mozart y Philip Glass se encuentren con la generación de Spotify.

Este reportaje fue publicado en la revista Cultura/s de La Vanguardia el 6 de febrero de 2022.

Leer más
profile avatar
3 de marzo de 2022

Jorge Franganillo / Wikimedia

Blogs de autor

El viento en Chernóbil

 

“La admiración de la tristeza”, así titula la premio Nobel Svetlana Alexiévich la tercera parte de su célebre libro Voces de Chernóbil, que abro de nuevo tras contemplar las imágenes de los soldados ucranianos pisando el suelo radiactivo de aquella tierra vetada para la vida humana, que se ha convertido en una reserva natural. Muchas casas permanecen abiertas en pueblos fantasma cuyas calles forman parte del bosque. Sus habitantes salieron corriendo cuando era ya demasiado tarde, con la piel a tiras o los pulmones reventados. Recuerdo bien un detalle: para no levantar sospechas de la peor catástrofe nuclear de la historia, el gobierno obligó a desfilar el Primero de Mayo a un grupo de niños en edad escolar mientras el viento, arremolinado de veneno, lamía sus mejillas. Ahora que el invasor ruso ha tomado la antigua central y domina su sarcófago, los soldados ucranianos deben defender su tierra, aunque esté contaminada. “De algo moriremos”, se decían.

El umbral del dolor de los rusos es más elevado que el del resto, afirmó Alexiévich, que tiene mucho de filósofa fatalista. La eterna contienda en aquella “región fronteriza” –significado literal de Ucrania– sigue centrándose en un imperialismo que busca, escapando al espíritu de los tiempos, el dominio de territorios estratégicos. ¿No decían que las guerras serían en adelante cibernéticas y diplomáticas, pura inteligencia? Y en el año del metaverso vuelven los tanques y los bombardeos, las familias refugiadas en el metro y un éxodo desamparado cuyo primer destino es la nada.

Los ojos de Putin parecen inyectados en una especie de inmor­talidad reactiva. Mira parapetado en unas enormes placas de hielo desde las que parece ver claro. Reactivar los reactores de Chernóbil –que no terminarán de desmantelarse hasta el 2064– también está en su mano. O ¿acaso no pretende que el mundo admire la tristeza que es capaz de derramar con tan solo mover las pupilas?

Leer más
profile avatar
3 de marzo de 2022
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.