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Ráfagas

Llevo entre 24 y 32 horas recibiendo ráfagas de imágenes o, mejor, ráfagas de situaciones, de escenarios. Son ráfagas inconexas, de duración mínima, que no soy capaz de fijar, que no permiten que mi cerebro las sitúe correctamente. Sin duda pertenecen a sucesos importantes de mi vida, aunque no sabría precisar si de la vida llamada real o de la vida perteneciente a los sueños o, incluso, al ámbito de la pura imaginación o del mero pensamiento. El fenómeno tiene el aspecto de ser un anticipo de ese carrusel, tantas veces descrito por los que han regresado de la muerte, que se produce en el tránsito, eso sí en un momento del mismo que nunca nadie precisa, un momento que pudiera situarse en las fases preagónicas, en las que quizá yo ya me encuentre, en una fase, eso sí, de carácter preliminar, o al menos es lo que asevera, convencido, mi versado confesor.

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21 de abril de 2022
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¿Cabe encontrar en las máquinas la clave de nuestra condición racional?

Al menos hasta nuestros días,  la convicción de la singularidad vertical de la  especie humana en relación a las demás especies animadas, más que resultado de un posicionamiento filosófico era algo tan compartido como inmediato. Los humanos nos distinguiríamos por la capacidad de efectuar razonamientos (logismoi) como expresión de nuestra facultad  de decir (legein), luego decidir, escoger entre diferentes alternativas; nos distinguiríamos en suma por nuestra  singular  inteligencia.

A fortiori esta jerarquía se extendía en relación a los vegetales, seres vivos pero considerados carentes de anima y aun con mayor razón a las cosas no vivas. De ahí lo interesante de que, tras innumerables debates comparativos con la inteligencia animal, la jerarquía parezca ser puesta en tela de juicio por el lado de la materia inerte, esa materia en sí misma no susceptible de acción de la que se forman máquinas. Pues desde luego la cuestión de si es posible que haya seres artificiales que piensen y aprendan del modo en que nosotros lo hacemos ha alcanzado mayor acuidad científica, y quizás también mayor relevancia filosófica, que la cuestión de determinar si hay especies animales homologables al ser humano, aunque obviamente sean mucho más próximos por nuestra matriz común en ese momento singular de la transformación de la energía que significó la vida.

 Entre los logros de la investigación  hay   algunos  que realmente dejan atónito. Ya he evocado la Evocaba la  previsión por  Alphafold2  del repliegue sobre sí mismos de los polipéptidos. Pero son muchos los ejemplos.  Así en “Nature Communications”,  el  30 de mayo de 2021, se daba cuenta de una máquina en la que se perfeccionaría grandemente un funcionamiento sináptico émulo del funcionamiento del cerebro humano. Según  Rafael Yuste, investigador de la Universidad de Columbia y colaborador del Donostia International Physics Center, un proyecto  como  Brain Initiative   permitirá hacer un mapa del estado de nuestro cerebro, no sólo de  lo que estamos percibiendo en acto, sino también de lo que estamos deseando o temiendo. Si tal es el caso no parece excesivo que el proyecto sea presentado como el equivalente en el campo de las neurociencias de lo que el proyecto genoma humano ha sido en el campo de la genética. En términos generales se habla hoy de  sensores susceptibles de   captar  la expresión neuronal de la voluntad de acción de un ser lingüístico, voluntad por ejemplo de trazar con la mano una palabra.

Sobre algunos de estos casos habrá que volver, pero quiero ahora señalar que pese a  estos logros en la intersección de diversos campos del conocimiento,  los científicos aceptan la perplejidad en la que siguen inmersos cuando se trata del cerebro humano,  empezando por su origen, es decir,  por las condiciones de posibilidad y necesidad de su aparición.  Por eso es de señalar que en relación a esas entidades que son las redes neuronales  artificiales  se conjeture que   serían  susceptibles de darnos la clave de la inteligencia humana, la clave concretamente de nuestra manera de aprender, nuestra manera de corregir errores, es decir, de reducir  la relación entre el monto total  de error  y el error concreto debido a una sobrevaloración o infravaloración de una información determinada, recibida por una neurona precisa.

Sin duda, para que el funcionamiento maquinal sea realmente para nosotros una clave del funcionamiento humano, sería útil tener un verdadero conocimiento del primero, es decir, convendría saber no sólo cómo funciona sino por qué funciona. Ahora bien, en ocasiones los propios especialistas reconocen que estamos verdes al respecto. Pero aun haciendo abstracción de esta deficiencia, una  objeción general es la de que aprender  es sólo una de las modalidades de activación de nuestra inteligencia Hay manifestaciones  de inteligencia en la que la dimensión de aprendizaje o bien es inexistente o es  secundaria.

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21 de abril de 2022

ZUMA PRESS

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Consolación

 

«Es difícil explicar la muerte a una sociedad que no quiere ni oír hablar del asunto»

 

No sabía yo que hubiera tal cosa como unas rabinas, encarnaciones femeninas del rabino judío de toda la vida. Al parecer (y esa debe de ser una peculiaridad única en todas las religiones del Libro) hay mujeres ejerciendo esa función desde hace tiempo en el ámbito religioso hebreo. Esta novedad es realmente curiosa y poco conocida, aunque lleva ya muchos años existiendo.

Recuerden ustedes que el Talmud es tajante en este punto: «El lugar de la mujer está en la cocina» (Yoma 66B) y seguramente eso explica por qué las madres judías eran tan excelentes cocineras. Sin embargo, hace unos veinte o treinta años, se ha ido imponiendo lo que Jon Juaristi me indica como «el movimiento reformista», una revolución iniciada por Hermann Cohen, kantiano de renombre, que tuvo gran arraigo en los Estados Unidos. Y ya se sabe que lo que decide el judaísmo americano acaba por imponerse en el mundo entero. Hoy día hay rabinas incluso en España.

Bien es verdad que estas mujeres dedicadas al estudio de la Tora (ese es el significado de «rabino») no ejercen funciones sacerdotales, pero es que no hay sacerdotes en la religión judía desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el siglo II de nuestra era. Las sinagogas no son templos, sino lugares de reunión.

Todo lo anterior viene como preámbulo a un documento que me ha parecido digno de atención, se titula Vivir con nuestros muertos (Asteroide) y su autora es Delphine Horvilleur, una rabina que ha ejercido en el mundo entero. Esta interesante mujer francesa de unos cincuenta años se ha especializado en acompañar a los deudos en su dolor. Es decir, que las familias, parientes, amigos o amantes la llaman cuando han perdido a una persona muy querida y le piden que las acompañe en el duelo. Ella les da consuelo gracias a su sabiduría y a una inteligencia evidente en el libro. Junto a ellos recita el kadish, elemento esencial de la liturgia fúnebre judía.

Esto me parece muy curioso porque en la religión judía no hay vida después de la muerte. Ni infierno, ni cielo, ni nada parecido. Hay un viejísimo lugar, la Gehena (Gehinom en hebreo), que a veces se ha pensado como lugar de castigo para los malos, pero sólo creen en ella unas pocas sectas ultraortodoxas. En cuanto al Sheol, lugar a donde van los muertos, no tiene ninguna función de castigo o premio, así que el consuelo se hace difícil. No se puede prometer una vida eterna o por lo menos una segunda vida, pero tampoco un castigo para los malvados.

Delphine explica un buen número de casos en los que ha intervenido, entre ellos el de la matanza de la revista satírica Charlie Hebdo donde fue asesinada una amiga suya, y son todos ellos casos muy distintos e instructivos. Digo «instructivos» porque muchas veces he opinado sobre las dificultades actuales para explicar la muerte a una sociedad que no quiere ni oír hablar del asunto. Lo entiendo y me parece bien dedicarse a las series de la tele y al fútbol, pero quienes tenemos hijos pequeños no podemos derivarlos a esos lugares de entretenimiento desesperado. Algo hay que decirles, porque lo preguntan. Delphine tiene el mismo problema y lo sortea como puede.

En el momento final del relato la rabina acude al cementerio judío de Westhoffen, en Alsacia Lorena, donde se ha producido una profanación. Un grupo de bárbaros neonazis ha destruido tumbas y pintado cruces gamadas. Con este motivo reflexiona Delphine sobre la historia de Caín y Abel, el primer asesinato de la humanidad. Pero lo más emocionante es que descubre, entre las tumbas, la de un viejo pariente al que había olvidado, el tío Edgar, y se ve en la difícil y emocionante situación de consolarse a sí misma.

Un libro francamente útil.

 

Este texto fue publicado el 9 de abril de 2022 en The Objective

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20 de abril de 2022

Foto: Dani Duch

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El mundo que cabe en una vida

 

La representación infinita del mundo se rompe ante la amenaza a los ecosistemas que nos daban cobijo. Se ha detenido la conquista de un mundo nuevo porque la sensación postapocalíptica nos instiga a conservar el que todavía sentimos como propio. Afectados por las heladas de abril, los árboles han interrumpido su floración y el asombro deviene lugar común, un subterfugio ante la confusión extrema: “El mundo ha enloquecido”, decimos. En invierno tomábamos el sol conjurando la sexta ola del virus, y recuperamos los guantes polares en esta primavera teñida con la sangre de millares de hombres caídos sobre la nieve de Ucrania, algunos imberbes.

El mundo de ayer, urdido por prósperos hombres blancos, no nos sirve. Todos los fundamentos que lo dotaban de solidez y estabilidad se revelan insuficientes, excluyentes, violentos. Según algunos pensadores, hemos entrado de lleno en el posfundacionalismo que ya anunció Oliver Marchart en el 2007, y que establecía la diferencia entre la política y lo político. Porque, hoy, como asegura la profesora Laura Llevadot, a la cabeza de los filósofos de la Universitat de Barcelona que cuestionan y critican el orden establecido, “lo que politiza es que dentro de este pretendido orden no hay ningún fundamento inmovilista. Y para ello es necesario atravesar un vacío”. Hemos de aprender a vivir sin tener nada en común, asumiendo la falta de fundamentos o, a lo sumo, su carácter contingente, abierto y revisable. Cualquier noble causa emancipadora se vuelve sospechosa si apela a una totalidad de lo humano exento de diferencias, por ello los activismos se han multiplicado aunque en demasiadas ocasiones el propio turbocapitalismo los favorezca. Nuestro cuerpo es un terreno político, como lo es una etiqueta made in Spain en lugar de made in Bangladesh, cerrar el grifo a mitad de la ducha o evitar los plásticos. Son actos individuales con los que nos posicionamos políticamente, lejos de la política clásica, pero también son una forma de simplificar la complejidad del mundo.

“Rompemos el mundo para entenderlo”, afirma Anna Caballé en el adictivo ensayo que le ha valido el premio Jovellanos, El saber biográfico (Nobel), que profundiza en cómo se reconstruye una vida a través de la escritura. Respecto a la contemporaneidad yuxtapuesta, Caballé la considera “una realidad tan abrumadora que no le da otra posibilidad al ser humano más que huir de ella para huir de lo intolerable que resulta pensarlo. De modo que lo que hacemos es romper la complejidad del mundo adaptándola a nuestras limitaciones cognitivas”. Nos explicamos –desde las especies hasta las emociones– clasificando para sentirnos cómodos. La autora confiesa que ella lo hace para recomponer historias de vidas y el mundo que ha cabido en ellas. Sumando­ todas las dimensiones del individuo –aunque vividas en casillas independientes– se establece su relato diacrónico y solo un trabajo a fondo permitirá entender el doble forro de una vida.

Todos los habitantes del globo a lo largo de la historia pensaron que su mundo enloquecía cuando escapaba a su comprensión, y por tanto se dedicaron a pensarlo, o a entretenerse. Hoy ya no padecemos histeria y neurosis como en el siglo XIX, aunque nos mata el azúcar y sufrimos de estrés, ansiedad, depresión. Y a pesar de la progresiva infantilización que nos atonta, en nuestro fuero interno sabemos que ha sido necesaria una pandemia para tomar conciencia de la vulnerabilidad humana. Porque entendíamos fatalmente la vida como un juego entre fuertes y débiles.

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19 de abril de 2022

Sílvia Poch /Teatre Lliure

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La guerra en cirílico

La guerra y la tiranía son un polvo radiactivo que por décadas lo contamina todo: el aire que se respira, la lengua que se habla o se traduce, el suelo que se pisa. Quizás no te interese la guerra, pero tú sí a ella, dijo un experto en la materia. Antes un escritor británico lo había formulado así: “No tengo las armas nucleares en mi punto de mira; lamentablemente, ellas a mí sí”. Gracias a que no cancelaron a Dostoyevski, acudí al Teatre Lliure a ver la adaptación de Crim i càstig. Sobre el escenario, al inicio de la función, se cuenta el sueño de Raskólnikov sobre el impacto de la violencia gratuita en la mente de un niño cuando presencia la tortura consentida de un caballo, un recuerdo infantil del novelista que lo perseguiría hasta Los hermanos Karamázov. Es esta la normalidad bélica.

La lengua rusa, pervertida en los medios putinistas, es otra víctima de la actual guerra. Con las palabras se puede ensalzar la dolorosa memoria de un pueblo, como Ajmátova en sus versos, o hacer propaganda obscena, como ayer el canal Russia Today para informar de que se está “limpiando de nacionalistas Mariúpol”, donde miles siguen atrapados sin comida ni agua, con imágenes a vista aséptica de dron de edificios de viviendas destruidos.

Después del Euromaidán –y, ya antes, con la primavera árabe – en el Kremlin caló la idea de que se había alterado la composición clásica de la guerra: 20% propaganda, 80% violencia. Ya no iba solo de “guerra y paz”, sino también de “guerra en la paz”. Manifestaciones democráticas, acciones de opositores o iniciativas de oenegés pro derechos humanos pasaron a denominarse agresiones de “agentes extranjeros”. Las mutaciones de la lengua son como el canario centinela en la mina de carbón. Como tantos otros, el escritor Maxim Ósipov decidió abandonar su país cuando se prohibió el uso de la palabra guerra. Quizás las mejores obras rusas se escriban ahora en Tel Aviv, Ereván o Estambul.

En estos días se nos pide que diferenciemos entre rusos y Putin, entre cultura rusa y el Kremlin. El ejercicio requiere algo de esa habilidad que desplegamos al separar, con ayuda de la cáscara, una yema de la clara. El espíritu de los tiempos esculpe nuestros pensamientos y se ríe de nuestros sueños, dijo el polaco Adam Zagajewski, el mismo que se preguntó en un poema de 1985 qué habría sido de Rusia si Mandelstam hubiera redactado sus leyes, o si Stalin hubiera sido el personaje secundario de una epopeya georgiana olvidada. Es inaceptable la fobia a una nacionalidad, como lo es cancelar una cultura, si tal cosa es posible. Aprovechemos, sí, para mirarla mejor.

En Montjuïc resonaron de modo especial las palabras de Raskólnikov (Pol López) sobre individuos “extraordinarios” que se arrogan el derecho de cometer crímenes en pos de una idea, sea cual sea el coste de vidas, entendidas como meros “obstáculos” para su aplicación. Cobraron mayor significado los sueños febriles del protagonista que, al final, en una distópica pesadilla, ve una pandemia llegada de Oriente que polariza la sociedad y la aboca a su destrucción. Extasiados con el genio artístico ruso –justo ejemplo de resistencia, sacrificio y hondura– obviamos la pátina de su nacionalismo expansivo, y normalizamos incluso que se asimilaran como suyos frutos de creadores de naciones vecinas. Tras la muerte de Stalin, el filósofo exiliado Gueorgui Fedótov subrayó en un famoso artículo que la mentalidad imperial no obedece a los intereses de un Estado, sino al ansia de poder y al placer de dominar. Señaló el menosprecio por la lengua e historia de Ucrania, cuyo despertar asombró a la intelligentsia rusa; “en primer lugar, porque la amábamos y estábamos acostumbrados a considerar todo aquello como propio”. Reconocía además que se descuidaron los siglos que moldearon su nacionalidad y cultura de un modo distinto a la Gran Rusia: “Los ucranianos absorbieron muchos elementos de la cultura y tradición política polacas. Era más bien Moscovia, con su despotismo oriental, lo que les resultaba ajeno”.

Seguiremos leyendo con atención a los escritores rusófonos. Valoraremos más a los que supieron describirnos cicatrices y derivas: Grossman, Aleksiévich, Vladímov, Ulítskaia, Chukóvskaia… Y escuchemos y traduzcamos a las voces ucranianas, también aquí desoídas. Son las humanidades, desprestigiadas en los sistemas educativos, las que ayudarán a entender cómo se llegó a esta destrucción, a devolver la vida sobre los escombros, a levantar diques contra los embates totalitarios.

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18 de abril de 2022
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Gobernar en prosa: En el Chile de Boric ahora viene lo difícil

 

El inicio del gobierno de Gabriel Boric muestra las dificultades de vencer los tremendos desafíos de un país enfrentado a numerosas crisis. Algunas centenarias, otras que vienen de los remezones del estallido social de 2019 que llevaron al poder a su grupo de dirigentes estudiantiles de hace diez años. Se acabó la poesía de los días inmediatos al triunfo: ahora hay que gobernar en prosa.

No había pasado una semana desde este 11 de marzo en que se instaló el gobierno de izquierda, cuando ya apareció la primera crisis. Su ministra del Interior, la ex presidenta del Colegio Médico Izkia Siches, viajó el 15 de marzo, casi sin preparación y sin avisar a quienes debía, a lo más profundo del conflicto mapuche: la localidad de Temocuiciui, donde la última vez que entró la policía de investigación hubo muertos. Y la recibieron con tiros al aire y la quema de vehículos a pocos kilómetros.
El equipo de Siches (la mayoría también médicos) le armó una reunión en la zona más violenta de los ataques a las empresas forestales y la represión forestal, con el padre de Camilo Catrillanca, el joven comunero mapuche asesinado por un comando policial el 14 de noviembre de 2018. Pero para entrar en el territorio la negociación y el permiso no eran con Marcelo Catrillanca sino con los líderes de la zona. Incluso el mismo Catrillanca declaró después que el viaje había sido improvisado. Un periodista especializado en las interioridades del gobierno, con mucha experiencia en asuntos de seguridad, reveló para este artículo que la ministra había ido con tan poca conciencia de la complejidad y peligro de su primera misión que llevó a su bebé de diez meses.
Un baño de realidad para un gobierno de treintañeros que hace apenas una década estaban marchando en las calles, representando a la Federación de Estudiantes Universitarios en lucha contra el primer gobierno de Sebastián Piñera. Los principales ministerios ahora están en manos del grupo de jóvenes que marchaban con Gabiel Boric: Giorgio Jackson (Frente Amplio) y Camila Vallejo (Partido Comunista). Siches es de la misma generación.
El día de la toma de posesión hubo muchos gestos hermosos. Cantantes como Pedro Aznar y actores como Nona Fernández fueron invitados al evento. Las escritoras Isabel Allende y Gioconda Belli besaron al flamante mandatario. El presidente cerró su discurso en La Moneda con una paráfrasis de las últimas palabras de Salvador Allende, esas de que más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre (¡y la mujer, corrigió el feminista Boric!).
Ya había recitado poemas de Enrique Linh ante los empresarios, había recibido de regalo un muñeco de Pokemon de parte del gobierno de Japón en atención a su afición juvenil. En Argentina deleitó su afición a Los Redonditos de Ricota.

¿Otro retiro?
Mientras este número está en preparación, el Congreso chileno está discutiendo un nuevo retiro del 10 por ciento de los fondos previsionales de los trabajadores. Durante la pandemia y en contra de lo que quería y rogaba Piñera, los legisladores, incluyendo a la oposición que ahora es gobierno, aprobó tres retiros. De las escasas bolsas de ahorro que tenían en las Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP (Chile fue el primer país que privatizó las jubilaciones en la región, y lo que cobran es una ínfima parte de los sueldos, que ya son bajos), la clase media y baja pasó las estrecheces de la pandemia comiéndose los propios ahorros.
Los diputados Boric, Jackson y Vallejo, junto con la izquierda entera, votaron a favor de los retiros. Piñera envió el tercer retiro al Tribunal Constitucional para que lo declarara ilegal, y los jueces no le dieron la razón.
Ahora Boric tiene que contar con fondos para sus planes sociales (subir las pensiones, subir el sueldo mínimo, inversiones en salud, educación, vivienda, transportes…) y su gabinete económico está en contra del cuarto retiro. Pero quiere seguir adelante con más retiros la izquierda que no está en su alianza, junto con parte de la derecha que ve en esta contradicción terreno para debilitar al nuevo gobierno y dejar al desnudo su cambio desde los principios al pragmatismo.
¿Cómo puede seguir sacando plata de los ahorros y bajar impuestos y al mismo tiempo tener capital para las inversiones? Su ministro de finanzas, el pragmático ex presidente del Banco Central Mario Marcel, le dice que aprobar más retiros es pan para hoy y hambre para mañana. Pero sus ex compañeros de bancada le retrucan que la gente tiene hambre hoy y que cuando estaban en la oposición ellos criticaban a Piñera por oponerse a lo mismo que ellos se oponen ahora.

Problemas en el sur, en el norte y en la capital
En el sur arrecian las tomas de terrenos, las quemas de maquinaria forestal y los cortes de ruta de los activistas mapuche. La represión militar y policial, el remedio de Piñera, no funcionó. Pero la estrategia del diálogo también tiene peligros. Debe aplicarse con mucha pericia y mano firme. En el norte, la invitación del ex presidente dada en la ciudad de Cúcuta en febrero de 2019 a los venezolanos (“vénganse a Chile, ¡tenemos trabajo para todos ustedes!”), provocó una avalancha migratoria, donde entraron también muchos otros, sobre todo colombianos. La frontera norte es enorme y poco vigilada. La población está angustiada. Algunos organizaron manifestaciones contra los inmigrantes y en imágenes que recorrieron el mundo, quemaron los enseres de los recién llegados, incluyendo carpas, abrigos y carritos de bebés.
Los jóvenes izquierdistas que ahora están en el gobierno se alzaron contra el discurso xenófobo y la propuesta de expulsión masiva del rival de Boric en la segunda vuelta, el ultraderechista José Antonio Kast. Esa no es la solución.
Pero sí hay un problema. ¿Y cuál es la solución?
Por ahora, el nuevo gobierno prorrogó el Estado de Excepción en el norte. Seguirá patrullando el ejército. En el sur decidieron levantarlo, y sacar a las Fuerzas Armadas. Pero todavía no se ve un plan en ninguno de los extremos de un país larguísimo cuyo Estado nunca fue capaz de abarcar los inmensos problemas de su inquietante geografía.
Y en las calles de Santiago… la transformación de los rebeldes en autoridades también tiene inmensas dificultades. Una de las más peliagudas se refiere a los insistentes pedidos del núcleo duro que llevó adelante las protestas desde el 18 de octubre de 2019. Miles de manifestantes se enfrentaron con carabineros y fueron heridos, algunos muertos, afectados en su visión, llevados a juicio… y hay un marasmo de situaciones legales dispares. Algunos tienen sentencia condenatoria, muchos están hace más de un año en prisión preventiva sin juicio, algunos están acusados o condenados de quemar o saquear negocios, oficinas públicas, iglesias, universidades, mobiliario público.
Yo mismo vi a jóvenes exaltados sacar a la Avenida Vicuña Mackenna, a media cuadra de Plaza Italia (llamada por la protesta Plaza Dignidad) muebles, bancos e incluso objetos en custodia en el Museo de Violeta Parra y quemarlos en medio de la avenida. Siento una mezcla de bronca, culpa e incomprensión por haber visto esto. Una parte de mí hubiera preferido no ver la destrucción vandálica, sin sentido, de algunos exaltados. Pensar que la violencia desmedida de los carabineros fue a columnas de manifestantes pacíficos. Pero si no todos fueron pacíficos, ¿qué hacer con ellos?
Los defensores de los “presos de la revuelta” cantan “Libertad, libertad, a los presos por luchar” cada viernes en la misma plaza, y durante días clamaban a las puertas de la Moneda Chica, el comando en el que Boric y su equipo armaban el nuevo gobierno desde las elecciones hasta la asunción.
¿Liberar a todos? Si lo hacen, buena parte de los moderados que votaron al actual gobierno van a pensar que ganó el caos, que está permitido el desorden, que se premia los destrozos e incluso los ataques físicos a comerciantes que defendían sus negocios. Si no lo hacen, el sector más radical de la protesta va a tildar al gobierno de traidor y vendido. Ya lo están haciendo.

¿Gobernar para radicales y posibilistas?
Y es que Boric y sus caras nuevas vienen con un doble mandato que parece imposible de cumplir. Por un lado, las exigencias del estallido social: un radical cambio de rumbo en materia económica, social, política, cultural, un gobierno para el pueblo y contra los grandes empresarios que vienen ganando fortunas con Pinochet y con todos los gobiernos, de centroderecha y centroizquierda, que recibieron del dictador la mano tendida de la transición pacífica, a cambio de que cambie lo mínimo. Como dijo el primer presidente democrático, el democristiano Patricio Aylwin, una transición “en la medida de lo posible”.
La calle, al menos ese es el relato heroico del estallido social, pidió lo imposible, como un Mayo del 68 sudaca y millenial. Y lo imposible suele ser… imposible, a menos que se haga un gobierno más confrontativo que el de Allende.
Del otro lado, están los políticos del ala centroizquierda de estos 30 años de democracia. Los ex presidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet le dieron su apoyo sin condiciones a su antiguo crítico feroz Boric. Ante la amenaza de un candidato ultra como Kast, nostálgico de la dictadura, que quería solucionar el problema de la inmigración construyendo una zanja, que proponía militarizar a pleno la macrozona sur, eliminar el Ministerio de la Mujer, echar atrás los logros en materia de derechos sociales… la centroizquierda votó y apoyó a los jóvenes que querían expulsarlos del poder.
Y ahora gobiernan juntos, porque buena parte del gabinete viene del Partido Socialista y de esa Concertación contra la que se rebelaron los jóvenes del 18 de octubre.
Con estos moderados ganaron las elecciones. ¿Pueden ahora darles la espalda?
¡Qué bien que estábamos durante esa larga espera de casi tres meses que empezó el 19 de diciembre, en que Boric ganó la presidencia y en la misma esquina de la Alameda donde en 1970 Allende había dado su discurso de victoria, saltó vallas y abrazó a una multitud sudorosa mientras en los parlantes sonaba música de Víctor Jara, Los Prisioneros y el genial grupo de muñecos televisivos 31 Minutos!, podría decirse mirando las cosas en perspectiva.
Pero llegó el 11 de marzo y terminó la fiesta de la asunción y fue necesario empezar a gobernar.

Congreso en contra
En lo que para muchos analistas es la sabia e incomprensible picardía del votante chileno, al gobierno de Gabriel Boric le tocó una victoria alambrada de límites, peligros y derrotas.
El mismo día en que salió victorioso en la primera vuelta electoral y le tocó la fortuna de enfrentarse a la opción que más le convenía, el ultraderechista Kast (con lo que desde el centro hasta todos los que le tienen más miedo al fascismo que a la alianza de estos antiguos estudiantes con el comunismo), se eligió por otro lado un Congreso donde el bando de Boric está en franca minoría.
Sí, en las presidenciales los viejos partidos de la Concertación de centroizquierda y la coalición de Piñera Chile Vamos, de centro derecha, salieron en cuarto y quinto lugar. Fue sorprendente que además de los primeros dos lugares, que abrían el camino a la segunda vuelta, para Boric y Kast, los aspirantes de los partidos que habían gobernado por 30 años el país, desde el momento del regreso a la democracia en 1990, no salieron ni siquiera en el tercer puesto. Ese sitio le correspondió a Franco Parisi, un tecnócrata populista que no pudo pisar suelo chileno durante la campaña por sus deudas por impago de sus obligaciones económicas con sus hijos.
Pero en las legislativas ganaron por mayoría los viejos partidos. Los viejos diputados y senadores aliados de los poderes fácticos nacionales y regionales, los candidatos puestos a dedo por las maquinarias de los partidos que tienen casi cero credibilidad y apoyo en las encuestas de opinión.
El presidente ni siquiera consiguió ganar el voto legislativo en su propia ciudad de Punta Arenas, en el lejano sur. Y esas cámaras de Diputados y Senadores, donde el nuevo gobierno tendrá que negociar cada una de sus leyes, le harán rebajar más aún las expectativas de cambio brusco y los sueños de los maximalistas.
En la noche en que asumió el poder, Boric dijo a la multitud enfervorizada que se agolpaba fuera de La Moneda que iba a ir “lento” porque quería llegar “lejos”.
Tendrá que negociar mucho y con mucha mano izquierda para lograr algo en un poder legislativo adverso. Por eso puso en la Secretaría de Gobernación, su línea de contacto con el parlamento, a su mano derecha Giorgio Jackson, su ladero durante los 8 años en que ambos estuvieron dando batalla como diputados.

El gran peligro del referéndum
Y, a diferencia de cualquier otro presidente anterior y también de los que vendrán, su gobierno tendrá que lidiar con los avances de la Convención Constitucional.
Entre los 155 convencionales (hoy 154) elegidos en mayo de 2021 y que empezaron a reunirse el 4 de julio, la relación de fuerzas políticas no es ni como fue en la elección presidencial ni tampoco como en la mucho más conservadora elección de diputados y senadores.
La gran preponderancia de convencionales independientes, que no obedecen a los viejos pero tampoco a los nuevos partidos, algo que tanto gustaba cuando se empezaron a ver tantos líderes sociales, científicos, escritores, académicos, representantes de pueblos originales, figuras emblemáticas del estallido, periodistas, ahora que cada día sale la información de cómo se está escribiendo la nueva Carta Magna, las propuestas extremas, o contrastantes, y las disputas internas en la convención, están siendo un dolor de cabeza constante en un gobierno que se lo juega todo a que el texto constitucional que salga de esa olla de elementos tan variopintos gane en el referéndum de salida.
Sí, referéndum de salida, porque en la negociación entre las fuerzas políticas que permitieron una salida pacífica y legal al estallido, se decidió que debía votarse si el pueblo quería cambiar o no la constitución de 1980, hecha en plena dictadura (el “Sí” ganó por un 80 por ciento), después se eligieron los miembros de la Convención, y cuando esta termine su labor, por ahora fijada para el 4 de julio de este año, habrá un nuevo referéndum donde se votará “Sí” o “No” al flamante texto.
Un “No” sería un desastre para el gobierno que apuesta al cambio. Pero la derecha, que perdió abrumadoramente en la votación para convencionales, ya está haciendo campaña para el “No”, mientras que los que harán campaña para el “Sí” esperan con cortesía exquisita que esté redactado el texto para empezar su movilización.
Todos los días se discuten en los medios los avances de las distintas comisiones y las votaciones en plenario. ¿Se convertirá Chile en un estado plurinacional? ¿Se respetará la justicia indígena? ¿Hasta qué grado, en qué materias? ¿Se limitará el poder del presidente, que es más fuerte que en la mayoría de los países de la región? ¿Se eliminará el Senado? (¿Puede el gobierno apoyar esta eliminación si depende del apoyo de partidos que tienen más fuerza en la cámara alta que en la baja?)
¿Habrá control político a la justicia, a los planes educativos, a los medios de comunicación? ¿En qué medida se descentralizará un país tremendamente centralizado? ¿Garantizará la constitución el agua, la vivienda, la salud, la educación, el sueldo mínimo, los derechos sociales y reproductivos?
Se han presentado cientos de iniciativas populares para incluir artículos en la nueva constitución, que van desde la inviolabilidad del dinero en las cajas previsionales (para evitar la renacionalización de las pensiones) hasta los derechos de los animales y la libertad absoluta de los grupos religiosos. Muchos de estos aportes ciudadanos están en abierto conflicto con otros (los defensores de la fe contra los impulsores de la división total entre Iglesia y Estado, por ejemplo) o con la visión mayoritaria dentro de la convención, como por ejemplo lo relativo a la nacionalización de la minería. Los debates, lógicos en un órgano con miembros representativos de grupos tan variados, crean una sensación de lentitud, torpeza y desorden que los partidarios del rechazo están explotando desde el primer día.
El gobierno de Boric tiene que proteger, apañar y acompañar amorosamente el camino de la convención sin dar imagen de estarlo haciendo, porque se supone que es totalmente independiente y la administración de turno no debería inmiscuirse.

Un mundo incierto y en llamas
Y por último, en el terreno internacional tampoco le tocó una constelación fácil al flamante gobierno chileno. El país con el que tiene más cercanía, donde tradicionalmente viaja en primer lugar un nuevo presidente de Chile, la vecina Argentina, está en una crisis importante, con un gobierno dividido en su interior (¿con cuál Fernández le conviene aparecer más amistoso a Boric, con Alberto o con Cristina?). Y no se puede descartar que en las próximas elecciones venga un gobierno “de otro palo”.
El partido en el poder en Bolivia es cercano ideológicamente, pero a nivel de Estados sigue candente la crisis limítrofe y la salida al mar. Hubo gestos amistosos con el presidente Pedro Castillo de Perú, pero su posición no es firme en su país. Todos están en crisis política, y económicamente apenas levantando la cabeza de la pandemia y el encierro. Y más con la crisis energética y de alianzas en la guerra provocada por la invasión rusa a Ucrania. Y en Brasil, al menos hasta octubre… ¡está el ultraderechista Jair Bolsonaro!
En los últimos días ya no se ve tan seguido, tan sonriente ni tan poético al presidente más joven de la historia de Chile. Debe tomar decisiones de peso, que no podrán dejar a todos contentos. Va a tener que empezar a lidiar con errores, que a veces incluso podrán llegar a ser serios, de sus ministros, que son sus queridos amigos de la lucha universitaria. Deberá ceder para conseguir algo de sus rivales, sin los cuales no podrá gobernar tranquilo.

Al final, a modo de post scriptum: Boric acaba de cumplir 36 pero ya le estoy empezando a ver algunas canas, incipientes arrugas.
Ojalá sea fuerte y sabio y siempre honesto, y ojalá el pueblo chileno, que esperó tanto, sepa ser paciente y tolerante con él.
Ya siento nostalgia del lindo tiempo de la poesía, pero hoy las letras ya se están desparramando hacia la prosa, hacia los márgenes de la hoja tirante.

Este texto fue publicado en el número de Abril de 2022 de Le Monde Diplomatique (Uruguay)

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13 de abril de 2022
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La máquina defiende su condición de heredera

 Si, como avanzaba en la columna anterior, la máquina heredera se hallará ante el juez no está entonces excluido que el magistrado la interrogue directamente y que responda a sus preguntas con aparente buen juicio, evoque   los lazos que le unían al finado, lamente su ausencia, defienda su derecho a ser beneficiada por el testamento y manifieste su intención de invertir la herencia de forma provechosa, tanto para la sociedad como para ella misma.

Sin duda el abogado de la parte contraria protestaría, argumentando que estamos sólo en presencia de un ser  maquinal, carente de la posibilidad de tener sentimiento  respecto a lo que le conviene o no, y menos aun de lo que conviene a la sociedad.  Vendría en suma  a decir, que se había asistido a una mera ficción pues en realidad  la máquina ni siquiera  habla.

El juez  da  entonces la palabra al abogado de  Lulu, el cual  argumenta  que  es  visible  a  todos los presentes que   el heredero ha mostrado no sólo como   ser hablante sino como un hablante perfectamente razonable. Y añade  este argumento: si en lugar de haber sido  convocada presencialmente por el juez,  este  hubiera decidido que Lulu hablara a través de un teléfono, ¿alguien  que no estuviera al corriente podría  sospechar que se trata de una máquina?

El otro abogado argüiría que su colega estaba haciendo un uso improcedente de un viejo problema filosófico planteado por Alan Turing, pero que había que ser serio, que una cosa eran los debates especulativos y otra muy diferente los vínculos económicos y las leyes que han de regirlos.

El abogado de  Lulu protesta entonces  diciendo que  no ve razón para excluir del debate lo que podían decir los filósofos sobre si el interesado habla o no habla.  El juez  le  da la razón y pregunta  al abogado demandante si tiene  algo que añadir.

Este  arguye  que si de argumento filosófico se trata,  el más ajustado sigue siendo  es  del profesor John Searle que desde medio siglo  atrás viene  clamando que, pese a  las apariencias de lo contrario, en la llamada inteligencia artificial lo único que hay son lazos sintácticos  y que para hablar de lenguaje es imprescindible que haya semántica.

El abogado de Lulu contraataca, diciendo que las objeciones de Searle son aplicables a una modalidad de inteligencia artificial incapaz de dar explicación de los fenómenos, pero en absoluto a un ente como Lulu, que razona realmente en todos los sentidos de la palabra razón archivados por Kant

Picado el juez en su curiosidad,  pide a uno y otro letrado que se explayen al respecto y así es como el debate jurídico  sobre la herencia de un millonario americano deriva en una elucidación sobre el valor respectivo  de la tesis de John Searle conocida como The Chinese Room, frente a la conjetura de una inteligencia artificial fuerte apuntada por Alan Turing. Todo ello con trasfondo de la triple crítica kantiana.

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13 de abril de 2022

Rutger Hauer, como el replicante Roy Batty en 'Blade Runner'

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Última

 

Permitan que cite un proverbio francés en el original, y luego lo traduzco: Partir c’est mourir un peu, mourir c’est partir un peu trop. O sea que partir es morir un poco, pero morir es partir demasiado. Bueno, pues no muero, pero sí parto. Me han acompañado a lo largo de muchos años en este rincón humilde y cálido. Hemos conocido épocas buenas, malas y peores. No hemos llegado al extremo de haber visto cosas que nadie podría imaginar: “Naves de combate en llamas en el hombro de Orión, relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser, todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir”. Y no las hemos visto porque no somos Rutger Hauer, que es quien modificó el guion de Blade Runner y añadió este admirable colofón. ¡Ojalá fuéramos Rutger Hauer!, pero sólo somos un minúsculo habitante del planeta Tierra y por mucha importancia que nos demos los humanos cada uno en su casa (no tenemos nada más valioso que nuestra pobre persona), no superamos el valor de una lombriz que horada paciente un agujero en la tierra para depositar su huevo. Bien es verdad que William Blake, que los conocía bien, dijo de los gusanos algo imperecedero: “La lombriz bendice el arado que la parte”. Y así es. Cuando uno es un buen gusano, un gusano educado, un gusano del que sus hijos y nietos se sentirán orgullosos, no puede sino aplaudir el verso de Blake, quien, por otra parte, siempre me ha parecido un pelmazo.

Así que no es cosa de morir todavía, pero sí de partir, aunque no tanto como para dejarles a ustedes huérfanos cada martes de qué bobada se le habrá ocurrido al Azúa este. De modo que a partir del día 26, martes, me encontrarán en otro lugar del periódico que me vio nacer y quizás me verá morir. Espero encontrarles de nuevo dentro de unos días, ¡no se vayan demasiado!

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12 de abril de 2022
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El lesivo pensamiento incesante en Fernández Porta

Estoy entre las que quisieron negarse a creer o aceptar lo que estaba pasando. No era negacionismo, sino estupefacción y resistencia a aceptar las palabras que circulaban para describir lo que estaba sucediendo. También me resisto a leer algo de todo lo que se escribió entonces o sobre lo que pasaba entonces. Tal vez sea así porque yo sí suelo caer en ese reconocimiento o empatía (las famosas neuronas espejo) con lo que leo y que tanto parece rehuir Eloy Fernández Porta: «Contra las poéticas clásicas, que valoran la empatía con los personajes, siento que hay algo trivial y narcisista en identificarse con un ser de ficción: un doble error que conduce a malinterpretarse a uno mismo y a malentender las cuitas del protagonista». En este caso, no quería que nadie me impusiera una forma de interpretar la extraña primavera del 2020.

A pesar de todo lo dicho, y de mi tendencia a abusar de la empatía para que el reconocimiento me acerque al otro, no puedo afirmar que lo que me ha atado literalmente a Los brotes negros, publicado en la colección de Nuevos Cuadernos Anagrama, haya sido un ejemplo de identificación. Porque, precisamente, cada uno tenemos nuestros propios brotes negros, y aunque el organismo que los causa tenga una forma similar para todo el mundo, no la tiene esa energía que se manifiesta y nos desborda.

Durante la presentación de este libro en Barcelona, a cargo de Jordi Carrión, se dijo que esta es una narración beckettiana de un cuerpo que se ha vuelto síntoma. Un delirio. Una serie de embates que son pura energía que aspira a ser agujero negro, a dominar al sujeto hasta hacerle gritar con una fuerza desconocida, autolesionarse o postrarse en medio de una plaza de una gran ciudad hasta que, literalmente, le recoge una sintecho.

El libro está repleto de escenas de una gran crudeza en lo que es una exhibición casi obscena del dolor. La vergüenza de mostrar esa flaqueza fue otro de los temas tratados en la presentación, así como el avance de la escritura terapéutica al artefacto literario. La crudeza o el dolor desbordados a veces caben en frases simples: «Puede haber alguna forma de libertad que consiste en perder todas las facultades», la liberación que supone estar incapacitado para hacer nada; o «Dame una tregua, cabeza. Por favor». Especialmente conmovedor resulta la exhausta súplica de clemencia.

A Fernández Porta pertenecen la voz crítica y el discurso más brillantes de su generación. Eso no significa que sea el que más guste o el que más proyección ha tenido. Leyendo Los brotes negros es inevitable pensar que el precio que paga por ello es, tal vez, demasiado elevado. Varias de las frases lapidarias que sustentan el libro van en ese sentido. ¿Hasta qué punto determinados esfuerzos y sacrificios han valido la pena? En la generación a la que pertenece, ni el talento ni la brillantez han bastado para alejar la precariedad económica. Y ya no se trata, o no sólo, del mito de la bohemia. La constante crisis económica, provocada por estallidos de burbujas inmobiliarias (con la sombra perenne de la corrupción política) o por pandemias mundiales, o por transiciones incompletas, es otro de los marcos de significado de este rico aunque breve libro. ¿Cuál es la semilla de la que ha de salir el brote?

Sin tener que identificarse plenamente con el protagonista, las escenas de Los brotes negros –ensayo, novela, documento confesional– colocan al lector ante muchas preguntas. Al intentar enfrentarse a ellas, realmente se produce un movimiento que no necesariamente, por suerte, ha de ser un acompañamiento en su descenso abisal. Un performer, conferenciante y ensayista rutilante en horas bajas a quien confunden con un sintecho ante el prestigioso centro cultural donde solía dirigir congresos. ¿En qué sociedad puede ser esta escena una consecuencia del amor? ¿De verdad el amor podría evitarlo? ¿Qué se arrastra en cada pérdida?

Dos días después de la presentación del libro de Fernández Porta, en la misma ciudad, en un centro cultural cercano a la plaza donde se produjo uno de los peores brotes del autor, se inauguraba una exposición sobre el psiquiatra Francesc Tosquelles. De nuevo la salud mental y sus representaciones en un lugar bien visible. Fernández Porta tuiteó frases geniales del psiquiatra. La artista Mireia Sallarès, a partir de las investigaciones de Joana Masó, ha realizado un magnífico documental para ilustrar la trayectoria de Tosquelles. Allí, en relación con Lacan y entre otras muchas aportaciones interesantes, se habla sobre cómo asumimos la asignación social que se nos hace, es decir, cómo ocupamos el lugar que se nos asigna. ‘Camuflaje’ y ‘máscara’ son conceptos clave para comprender cómo se consigue tal ocupación.

Fernández Porta en Los brotes negros, en varias ocasiones se retrata vestido como un pordiosero, sin el camuflaje necesario para ser reconocido como el pensador y ensayista que es. A veces la farmacopea es un buen camuflaje, o pretende serlo. Pero ha brotado alguna verdad en forma de puritito síntoma. Síntoma de qué. Síntoma con semilla en dónde. En una de las escenas que cierran el documental de Sallarès sobre Tosquelles, aparece el psiquiatra asegurando que el verdadero origen del surrealismo está en Catalunya, en los payeses de Catalunya, puesto que no hay nada más absurdo y misterioso que el hecho de enterrar una semilla en la tierra y esperar a que brote algo. También dice que, como psiquiatra, su único trabajo era ayudar a la gente a que vieran quiénes eran realmente, no lo que querían ni lo que creían ser: realmente arriesgado, el ejercicio de observar detalladamente lo que puede brotar.

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12 de abril de 2022
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Regreso a la oscuridad

Esta es una época en que muchos de los grandes dogmas del siglo veinte se apagaron para dejar paso a otros fragmentados y pequeños, pero dogmas al fin; desde las verdades alternativas, a los negacionismos, a las cancelaciones, todo atizado igual que las hogueras donde ardían los réprobos que se atrevían a alzar sus voces en contra de las verdades absolutas. Esas hogueras son hoy digitales, y en lugar de acercar un cerillo basta dar un clic.

Hace poco pasó por mi vista un meme muy aleccionador: la turba bíblica, armada de piedras, se dispone a lapidar a la mujer adúltera. Atrás, hay alguien que lo que tiene en la mano es un teléfono móvil “¿No vienes a apedrear a la mujer pecadora?” le pregunta uno de los ajusticiadores morales. “Prefiero trolear en redes sociales…así puedo tirar la piedra y esconder la mano”, responde.

Antes, las opiniones banales, las descalificaciones envenenadas, las mitologías cotidianas, las injurias, corrían como un río subterráneo. Hoy estallan en las redes pulsadas por manos anónimas, dirigidas no pocas veces desde las granjas de troles, donde se producen mentiras al estilo de Goebbels, e inducen a otros a sumarse a la corriente de las falsedades. Para saber cuántos de esos autos de fe digitales son salidos de esas fábricas de propaganda, capaces de provocar alzamientos callejeros, afianzar dictaduras y alterar resultados electorales, hay que leer el libro Esto no es propaganda, de Peter Pomerantsev.

Mi maestro Mariano Fiallos Gil, rector de la pequeña universidad donde estudié, nos prevenía en contra de los ardides de la mentira disfrazada de verdad absoluta. Y predicaba el estado de alerta para revisar lo aceptado como verdad, porque la insistencia en la certeza es ya la caída en el error, las semillas del dogma generando la mentira.

Toda verdad absoluta, solía decir, sobre todo si se convierte en un sistema de ideas capaz de generar poder, ha conspirado siempre contra la integridad del ser humano, única medida de todas las cosas. Las verdades inflexibles e insustituibles, son dañinas cualquiera que sea su ámbito. Y, peor, las verdades ideológicas, que llevan a los alineamientos ciegos.

Una filosofía de la libertad, que es la base de lo que él llamaba humanismo beligerante. El humanismo en acción, crítico y siempre renovado, no el de los libros apolillados de los claustros.

Saber que nada de lo que es humano nos es ajeno, como Terencio en El verdugo de sí mismo. Y, como Erasmo, que no hay humanismo sin tolerancia, y que son los intolerantes los que siempre acusan de herejes a quienes no piensan igual; así lo explica, entre risas sosegadas, en su Elogio de la Locura. Y como Voltaire, que encontraba en el dogma el peor enemigo de la condición humana.

La mutabilidad del pensamiento como herramienta de la mutabilidad del espíritu. El esplendor de la edad de la razón, que comienza con Giordano Bruno, quemado en la hoguera, y se extiende hasta Voltaire autoexiliado en Ferney.

 "Comprendo que la duda no es un estado muy agradable pero la seguridad es un estado ridículo", había dicho Voltaire cargando siempre de ironía sus frases. Dudo, luego existo. La premisa revivida de Montaigne: "¿Qué sé yo?" en contra de la petulancia de la otra, "¡qué no sabré yo!". Cuando se llega a ser dueño de la verdad absoluta, el mundo se detiene en la locura de las ausencias, como temía Erasmo.

Los temores sobre la verdad absoluta son hoy más modernos que nunca, cuando todas las preguntas de la filosofía regresan a buscar el verdadero sentido del humanismo, que es el ser humano, soterrado antes bajo el culto del estado, luego bajo el culto del mercado, y ahora bajo el culto de las polarizaciones, alentadas por la propaganda, la gran diosa de la nueva era.

Si los viejos dogmas han sido fragmentados, hay algunos de las antes que permanecen intactos, como fantasmas del viejo pasado.

Para los antiguos nostálgicos de la guerra fría, y del paraíso carcelario que fue la Unión Soviética, y que son capaces de heredad su pensamiento pétreo a otros más jóvenes,  las bombas que caen en Ucrania sobre las estaciones de trenes, los mercados, los hospitales, las filas del pan, las ejecuciones en frío de civiles, maniatados y vendados, por las tropas rusas en retirada, son fabricaciones de la propaganda occidental, o son culpa de la OTAN por no respetar las seguridades geopolíticas de Rusia, imperio de segunda, pero imperio al fin y al cabo; o habrá que justificar los crímenes de guerra, o callarse, para no hacerle el juego a los Estados Unidos.

Verdades alternativas, lejos del humanismo, que comienza por la compasión, que no puede discriminar. Si se despoja de ese supuesto ético a cualquiera idea de socialismo, la ideología se convierte en una herramienta del crimen, alineada con el pasado, o lo que queda de él, o lo que se busca revivir de él.

Putin como sucesor de Stalin, en un regreso a la rigidez axiomática que busca encontrar nostalgia en el totalitarismo, y se convierte en el molde de la intolerancia, que lleva a la deshumanización del pensamiento. Todo vuelve así hacia la oscuridad del dogma.

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11 de abril de 2022
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El Boomeran(g)
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