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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El secreto de Pellegrini

La frase que me dice Manuel Pellegrini me deja mudo. Para algunos, la oración es el mejor resumen de su camino al éxito. Para otros, una clara señal de los malos días que está viviendo el ingeniero en Argentina. La frase, que resultará clave para entender esta historia, me la dice por teléfono desde su departamento de Barrio Norte, donde vive y pasa la mayor parte del tiempo solo. La frase es la siguiente: "En estos momentos no estoy hablando".

Cuando alguien te habla para decirte que en esos momentos no está hablando, puede sonar surrealista. Una voz grave y profunda te habla para decirte que no lo está haciendo. Es gracioso. Después de eso entiendes que en la jerga futbolera cuando alguien dice "no estoy hablando", quiere decir, con esas tres palabras, algo así como: "no estoy dando entrevistas porque ustedes, los periodistas, me tergiversan todo lo que digo y ahora mi cargo pende de un hilo y estoy en una crisis terrible que, hablando con algún medio, sólo se puede agravar". Así está viviendo el presente Manuel Pellegrini.

Ahora son las cinco de la tarde del jueves y voy arriba de un auto del diario Clarín de Buenos Aires. El que maneja es un chofer de bigote canoso y anteojos negros estilo CQC. A su lado va sentado Maximiliano Llorens, periodista deportivo de Clarín que lleva cinco años cubriendo River Plate. Vamos camino al predio de Ezeiza, en las afueras de la ciudad, donde suele entrenar el equipo millonario del fútbol argentino. En el trayecto pasamos por barrios marginales. Casi todos los niños que vagan cerca de la autopista llevan camisetas de Boca.

Pellegrini es un caballero. Es un señor. Eso no lo discute nadie¬ dice Llorens. El presidente del club apostó por él por su seriedad. Cuando Ramón Díaz era entrenador de River llegaba todas las semanas con una Mercedes Benz nueva. Hacía apuestas de 15 mil dólares en los programas de televisión. Siempre andaba vestido de Versace o marcas de ese tipo. Cuando salía campeón, "el pelado" Díaz compraba una camioneta 4x4 y la rifaba entre los jugadores. Aguilar, el presidente, quería cambiar ese perfil. Por eso llega Pellegrini a River. Viene a cambiar el estilo. Él es más sencillo. No se viste con ropa de modistos, pero siempre anda impecable. Y tiene un Renault Laguna, nada más.

 

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Para muchos argentinos, el gran legado cultural de la época de Menem fue la fastuosidad del mal gusto.  La avalancha de aquel nuevorriquismo de la década de los noventa también había llegado al señorial Club Atlético River Plate. El derrumbe del menemismo fue la ocasión para ordenar la casa. Manuel Pellegrini, un chileno serio, callado y muy profesional, parecía el interventor más indicado para darle seriedad a la institución. Su bajo perfil era el perfil ideal.

Durante el entrenamiento Manuel Pellegrini habla poco y grita a los jugadores reproches del tipo "Vamos, vamos, hay que meterla adentro, llevas cuatro mano a mano con el arquero" o "no te quedes atrás para recibirla, ya te lo dije varias veces". Nunca un insulto. Nada de garabatos. Eso llama la atención casi tanto como la manera compulsiva en que mira su reloj. Mira tanto su reloj que parece que quiere que el tiempo pase rápido, que se acabe rápido el entrenamiento. Y no sólo eso, que también se acabe rápido el campeonato, y que se acabe rápido este contrato que lo tiene recibiendo críticas e insultos todo el día.

A los veinte minutos exactos toca el pito para terminar de jugar. Ni un segundo más. Por eso siempre está mirando la hora, porque calcula hasta los segundos precisos de la práctica -dice un reportero de Fox Sport que viene todos los días a los entrenamientos.

Al término de la práctica Manuel Pellegrini camina solo, de un lado a otro de la cancha, tan solo como debe hacerlo en su departamento: sus tres hijos viven en Santiago y su mujer, Carmen Gloria Pucci, viene a visitarlo a Buenos Aires sólo algunos fines de semana. Piensa mucho, dicen algunos. Piensa demasiado, dicen otros. Todos los reporteros saben que ahora el ingeniero "no está hablando", pero todos también saben que aunque hable nunca dirá mucho. Hernán Castillo, el otro periodista de Clarín encargado de escribir de River, dice:

-Yo te puedo decir de memoria todo lo que va a hablar. Casi siempre dice lo mismo.

Hay otros que van más lejos, y aseguran que Pellegrini nunca en su vida ha hablado. Y le reprochan que sus frases son tan medidas como los cálculos que sacó durante ocho años para obtener su título de Ingeniero Civil en la Católica.

No deja de ser interesante ver al exitoso entrenador caminando en silencio por la cancha, vestido con pantalones cortos, con las medias abajo, con zapatos de fútbol y pasto en las rodillas. Su apariencia tiene todos los ingredientes para ser el cuerpo de un niño que acaba de volver, cansado, de jugar una partido con los amigos del barrio. Pero, sin embargo, es el cuerpo bien cuidado de alguien que el pasado 16 de septiembre cumplió cincuenta años y que dirige uno de los equipos grandes del fútbol sudamericano. Ésa es, de seguro, la gran gracia de Pellegrini. Estar, a esta edad, a esta altura de la vida, ganando un gran sueldo por estar vestido con pantalones y haciendo lo que le gusta. Lo que le ha gustado de siempre. Desde niño, cuando en su familia Pellegrini Ripamonti miraban con horror su obsesión por el fútbol. Pese a que nunca tuvo muchas condiciones, sus cálculos lo tienen aquí. En la cima. Algunos dicen que por pensar mucho. Otros, por hablar poco. Casi nada.

 

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Al terminar el entrenamiento y mientras los periodistas se lanzan sobre Marcelo Salas y Marcelo "el muñeco" Gallardo, dos estrellas que dan noticia y que salen juntos del camarín, Pellegrini aprovecha la situación para evitar el acoso de la prensa. Bien pensado, como siempre, se escabulle sin que se note. Antes de que se suba a su Renault me acerco y, sin pregunta de por medio, me dice "disculpa, pero ahora no. Mañana hablo", y otra vez me la hace. Otra vez me habla, pero ahora para decirme que mañana habla.

Y mañana es hoy. Y hoy ya es viernes. Y esta vez el entrenamiento es en el estadio de River, en el barrio de Núñez, una buena zona residencial donde no hay villas miserias, así que ahora son muchos menos los niños con camisetas de Boca y, en cambio, hay muchos que andan en buenas bicicletas con la franja roja en el pecho y el nombre de Salas en la espalda.

 

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El domingo es el partido contra Chacaritas, el equipo que preside el senador Luis Barrionuevo, un nefasto caudillo peronista que en medio del colapso financiero del país dijo (y en serio) que "para solucionar los problemas económicos de la Argentina tenemos que dejar de robar dos años".

El fútbol y la política siempre han ido demasiado de la mano en Argentina. Cuando se le ha preguntado a Pellegrini por la situación sociopolítica de Argentina, ha dicho telegráficamente: "Este es un país muy grande, que estoy seguro saldrá adelante en el corto plazo".

A un costado de la cancha está Jorge Ghiso, un ex futbolista que tuvo su paso por Chile jugando por la U y que ahora trabaja en River.

 

-¿Cómo ha visto a Manuel?

-Bien, Manuel está siempre igual. Lo conozco hace 28 años, y no cambió. Manuel tiene la virtud de mantenerse siempre igual.

-Pero eso es un defecto, no una virtud.

-Y, bueno, no es demostrativo. Puede ser. Hay personas que son así, y hay otras que no son así. Yo no soy así, y no lo voy a hacer nunca. Pero no quiere decir que una cosa sea buena o mala. Las virtudes de Manuel son enormes.

-¿Cuáles?

-Manuel es un tipo muy centrado, muy inteligente. Sabe a dónde va. Y creo que tiene sus pensamientos claros. Yo siempre le dije: vos te encerrás en tu casa y pensás, y seguro vas a encontrar la forma de salir. Y ésas son las cosas que lo llevaron a dirigir en Argentina, y a dirigir en primera y en una institución como ésta.

 

Pero no todo lo que toca Manuel Pellegrini se transforma en algo que repite Manuel-es-un-tipo-serio-y-profesional. Pasó con Ángel Comizzo, un histórico arquero de River Plate que se fue del equipo por líos con el ingeniero.

Pellegrini nunca dice las cosas de frente y uno nunca sabe realmente lo que piensa- declara a los cuatro puntos cardinales el actual golero del modesto Club Atlético Rafaela-. Te dice cosas que después no cumple. Le faltan pantalones, y la manera de armar sus equipos no me gusta. Me gusta el fútbol ofensivo. Él no quiere ganar, nunca va hacia delante. No habla de frente.

La crisis sin retorno de Pellegrini en River Plate se agudizó el 9 de noviembre pasado, tras perder con Boca Juniors de local. El resultado fue 0 a 2, y el juego de los millonarios estuvo muy cerquita del fiasco. Casi nadie recuerda otro clásico donde la hinchada de River pifiara a su propio equipo delante de la barra de Boca.

-Fue una tarde para olvidar, como es para olvidar a este técnico. Estamos muy lejos de los punteros y aunque ganemos la Sudamericana, se tiene que ir. Que se vaya a Chile, con la Bolocco, y no vuelva más ¬dice Manuel Bermúdez, un socio de River que lleva 25 años yendo a la cancha.

El escritor argentino Martín Caparrós es un reconocido hincha de Boca Juniors y recuerda el partido con el sabor dulce de ganar en el Monumental de River. Pero Caparrós, famoso también por sus análisis de la realidad argentina, se agarra su bigote largo y rememora algo que le llamó la atención aquella tarde.

-Lo de Pellegrini fue increíble. River había perdido con Boca, en su estadio, dos a cero, con toda la gente en contra. Afuera estaban los hinchas pidiendo que se fuera, estaba con todos los periodistas encima, y Pellegrini dijo que había que tener tranquilidad y que todavía van a venir más derrotas. ¡Nunca vi a alguien decir eso! Era como "Sangre, sudor y lágrimas", pero Churchill por último hacía la arenga como un sacrificio por futuras victorias. Pellegrini nada. Sólo dijo que vendrían nuevas derrotas.

 

Según un periodista de Olé, en la lógica del entrenador funciona perfecto esto de reconocer futuras derrotas. "Porque él nunca pierde; entonces si llega a quedar eliminado de todo va a decir, yo lo dije. Si te fijás, y revisás sus declaraciones, él siempre tiene todo pensado para no perder. No tiene autocrítica".

Y Pellegrini habla. Pero dice poco. Su voz es gastada y su tono monocorde. Las frases que suelta son: "Parece que lo de River es todo un desastre, y no es tan así". "Si no gano la Sudamericana, creo que voy a renunciar". "La prioridad de todo es jugar bien". "Estoy tranquilo, con la tranquilidad de un trabajo serio". Cuando uno lo escucha, fácilmente se lo puede imaginar caminando por su departamento y pensando por semanas cada respuesta. Jamás un exabrupto. Nunca una declaración polémica.

Pellegrini tiene un sitio web, www.manuelpellegrini.com, donde uno puede ver la manera en que él se vende. Y lo hace, ante todo, como un profesional. Eso es lo que también le compró Cuprum, la AFP que lo auspicia (como pocos técnicos a nivel sudamericano) con un millonario contrato personal. En su página, Pellegrini invita a los hinchas de River a que vean sus estadísticas y les pide que escriban comentarios en el foro. Entrar al foro de la web, hoy en día, es entrar a leer todo tipo de insultos y donde se pueden rescatar muy pocas frases sin garabatos, como "chileno, no podés ser el técnico de River, amargo sos un técnico frío, andáte...". Pero Manuel sigue su camino. Imperturbable. "Siempre sabe dónde va", como dijo Ghiso. El ingeniero de la Católica, el padre ejemplar, el hijo modelo, el de buena familia y mejor pinta, el delfín de Fernando Riera, el técnico profesional, el caballero, el de perfil bajo, tiene su propia receta. Su estilo.

Mientras escribo esto, Pellegrini todavía no se juega el paso a la final de la copa. Cuando salga publicado el artículo ya sabremos si el ingeniero sigue un poco más en River o se va del cuadro millonario de Argentina. Por ahora, mientras lo miro, ninguno de los dos sabemos el resultado. Quizás, tampoco importe demasiado.

 

 

 

Publicado en Revista Sábado de El Mercurio, 5 diciembre 2003.

 



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12 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Río, entre la "pacificación" y la violencia

Vicky, una estudiante cruceña del doctorado que vive en el barrio de Copacabana en Río de Janeiro, estaba en su departamento la noche del pasado 22 de abril cuando escuchó disparos y gritos. Valeria, su compañera de cuarto, la llamó para decirle que había un enfrentamiento entre la policía y pobladores de la favela Pavão-Pavãocinho (la más cercana a donde ellas viven), y que los accesos principales al barrio -el túnel, la avenida Nossa Senhora de Copacabana- estaban cortados. Valeria le sugirió que saliera del departamento y se fuera bordeando la playa a encontrarse con ella en Ipanema. Así lo hizo. Vicky y Valeria se quedaron allá hasta un poco después de la medianoche, cuando la policía abrió los accesos.

El enfrentamiento entre la policía y los pobladores de la favela se debía a la muerte del bailarín Douglas Rafael Pereira la noche anterior, en circunstancias confusas. Hay versiones que indican que la policía habría confundido a Douglas con un narcotraficante y, al dispararle, provocado la caída que le ocasionó la muerte. Para la gente que vive en Pavão-Pavãozinho, la policía militar es la culpable. La favela está "pacificada", un eufemismo que indica que la policía militar ha limpiado de narcotraficantes el lugar y se puede circular sin problemas; a cambio, hay UPPs (Unidades de Pacificación Policial) en la favela. Se trata de una relación tensa y desamorada: la favela no quiere a la policía, y la policía desdeña a la gente de la favela.

A un mes del mundial, la tenue paz alcanzada por Río amenaza con quebrarse. En los primeros tres meses de este año ha habido cerca de 1500 homicidios en la ciudad (el año pasado, en la misma época, hubo 1150), y los policías tienen el gatillo más fácil que nunca: ya han matado a 153 personas este año (96 el año pasado). Muchas de esas personas eran inocentes como Douglas, que en el momento de los disparos se encontraban en el lugar equivocado. Las favelas ya no están dispuestas a tolerar los abusos: este año, en Rocinha, hubo ocho autobuses quemados cuando la policía mató a un inocente; también hubo disturbios en Maré -que no está "pacificada"- después de dos muertes.

Las embajadas de Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Argentina han emitido comunicados para alertar a sus ciudadanos de los riesgos de Río de Janeiro durante la Copa. Preocupado por esas repercusiones, el Gobernador del estado ordenó la semana pasada sacar a toda la policía a las calles, y ha contratado 2000 efectivos más.

Quizás uno de los problemas de la violencia en Río, el de las favelas, se deba a que, como dice el analista Frei Betto en el periódico O Dia, su "pacificación" nunca estuvo acompañada de un proyecto educativo, cultural y de mejoramiento de la infraestructura. Las favelas siguieron siendo pobres, un lugar tentador para los narcotraficantes y para que la violencia rebrote en cualquier momento; también continuaron siendo discriminadas, tanto en el trato policial como en el imaginario de la ciudad (alguien me dijo que yo podía ser fanático de cualquier equipo excepto del Flamengo, porque eso significaría ser un "favelado").

Valeria y Vicky, las amigas cruceñas que viven en Copacabana, dicen que el barrio es tranquilo y que el último año solo ha habido disturbios dos veces. Lo más probable es que Río tenga un mundial tranquilo y triunfe su espíritu acogedor y amable. Lo complicado será acometer cambios estructurales que permitan que la ciudad rompa de una vez por todas con sus ciclos de violencia y la "pacificación" sea verdadera. 

 

(El Deber, 11 de mayo 2014)

 



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11 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Marx, superventas

"Un fantasma recorre el mundo. El fantasma de la desigualdad. Todas las fuerzas del Viejo Orden Global se han unido en santa cruzada para negar la existencia de ese fantasma: los economistas neoliberales (y muchos liberales), sus poderosos aliados políticos, Wall Street y la City, los republicanos y los conservadores." La paráfrasis apenas resulta frívola: en unas cuantas semanas la edición inglesa de El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty (en francés en 2013) se ha convertido en uno de los libros más vendidos del año y en el centro de un brioso debate en el que el economista francés ha sido acusado de ser un "nuevo Marx". Que en una entrevista reciente éste haya confesado no haber leído El capital no ha desanimado a sus adversarios.

            ¿Por qué un libro especializado, de 577 páginas, se ha convertido en un best seller y ha desatado reacciones tan viscerales? Más que proponer una tesis radicalmente novedosa, Piketty ha confirmado, con un alud de datos que hasta sus más fieros detractores se han detenido a encomiar, algo que los más diversos críticos de las políticas económicas de los últimos treinta años habían denunciado a partir de la pura intuición: que el mundo se está transformando en un lugar cada vez más desigual. De allí la peligrosidad de su tesis y el pánico que ha desatado entre los conservadores, como ha apuntado Paul Krugman. Que el propio economista francés se atreva a decir en el prólogo que abandonó la academia norteamericana por la desconexión de sus economistas con la realidad no ha ayudado a mejorar su imagen entre ellos.

            Prosiguiendo el enfoque estadístico del Premio Nobel de origen ruso Simon Kuznetz, quien logró reunir toda la información disponible en Estados Unidos sobre distribución del ingreso ente 1913 y 1948, Piketty y sus colegas analizaron archivos disponibles en varios países para trazar una rigurosa historia del crecimiento económico en el siglo XX. Su conclusión parece clara: mientras que, en efecto, la desigualdad se redujo en el periodo que va de 1913 a 1948, como consecuencia de las dos guerras mundiales, y en las Trente Glorieuses (entre 1945 y 1975) este tendencia comenzó a desbaratarse, a principios del siglo XXI la concentración del ingreso ha alcanzado -si no es que ha superado- los niveles de la segunda década del siglo anterior.

            Según Piketty, la razón del aumento de la desigualdad radica en el aumento de la tasa de rentabilidad de capital frente a la tasa de crecimiento económico. Hasta ahora, en el modelo liberal clásico -vuelto un dogma por los neoliberales-, el mero crecimiento económico bastaría para que sus beneficios alcanzasen a toda la población, incluidos los sectores más depauperados. El argumento central de El capital en el siglo XXI es que esto no ha sido así: si se mantiene esta divergencia, son sólo los sectores más prósperos -el 1% de la población- quienes lucran sin medida.

            "La historia de la distribución de la riqueza siempre ha sido profundamente política", escribe Piketty. Y añade: "El resurgimiento de la desigualdad después de 1980 se debe en buena medida a los cambios políticos de las décadas pasadas, especialmente en lo que respecta a los impuestos y las finanzas." En otras palabras: fueron las medidas impuestas por los artífices de la revolución neoconservadora (o neoliberal), acaudillados por Reagan y Tatcher, los responsables del fenómeno. Y no sólo eso: mientras que las fuerzas sociales que promueven la "convergencia", es decir, la reducción de la desigualdad, son débiles, aquellos a favor de la "divergencia" mantienen posiciones de privilegio.

            La segunda y tercera partes de libro de Piketty han sido las más polémicas. En ellas no se limita a analizar la distribución de la riqueza, sino a predecir cuál será en las siguientes décadas y a ofrecer políticas públicas capaces de reducir la desigualdad. Para sus detractores, Piketty ofrece soluciones ideológicas, pues según ellos resulta imposible saber si la tendencia a un aumento de la desigualdad se mantendrá. Pero, si somos claros, nada indica que no vaya a ocurrir así: tras la Gran Recesión iniciada en 2007-2008, nada se ha hecho para evitarlo. La idea principal de Piketty, que tanto escandaliza a sus enemigos, es la instauración de un impuesto progresivo sobre el capital a nivel global. Un reto gigantesco pero, a sus ojos, indispensable -y posible. La única arma con la cual hacer frente a ese ominoso fantasma que hoy, fuera de duda, recorre el mundo.

 

Twitter: @jvolpi



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11 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Plegaria a San Schuman

La posguerra exigía dos capítulos en la construcción europea. Eran los años salvajes, en que Europa entera era un territorio feroz sin ley ni orden, como ha explicado Keith Lowe en su Continente Salvaje. Washington y Londres habían trenzado ya desde la guerra el capítulo de la seguridad del que saldría la OTAN. Robert Schuman, ministro de Exteriores de Francia, y Konrad Adenauer, canciller de Alemania, trenzaron los del capítulo económico, que empezó con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y ahora es la Unión Europea. De la llamada Declaración Schuman el 9 de mayo de 1950 salió el Día de Europa, conocido en Bruselas como San Schuman, que en esta ocasión ha coincidido felizmente con el arranque de la campaña electoral. No es la única coincidencia. La idea de unir a Francia y Alemania --a partir de los dos ingredientes bélicos como eran entonces el carbón y el acero y de forma definitiva para evitar el hábito de la guerra entre hermanos contraído a lo largo del siglo XIX y repetido hasta dos veces más en el XX-- no podía gustar en dos capitales, una amiga, Londres, y otra adversaria, después de haber sido aliada, Moscú. Aunque los británicos estén todavía dentro, les sucede como a los rusos: prefieren un continente dividido a someterse a una superpotencia surgida de pronto en el vecindario. Algo que recuerda lo que sucede ahora mismo, de forma más visible en nuestro límite oriental porque allí adopta los viejos e inquietantes hábitos del nacionalismo étnico y de la acción armada, a semejanza de los que empezaron a arruinar a Europa en 1914, justo ahora hace 100 años. Nosotros nos decimos que estamos ante las elecciones más trascendentes de la historia de Europa. Que por fin los europeos podremos decidir quién queremos que presida la Comisión, la institución que más se parece a un gobierno de Europa. Que por primera vez, tendremos elecciones verdaderamente competitivas, en las que los candidatos debaten entre ellos y ofrecen sus programas, identificables con un rostro y un partido. Es muy fácil ilusionarse con la idea de la trascendencia de nuestros actos, pero más difícil que nuestros actos y decisiones presentes terminen teniendo esa trascendencia histórica que pretendemos. La abstención electoral creciente, el voto de protesta contra los grandes partidos, la rebelión contra el estatus quo e incluso contra la propia idea de Europa, la inercia de los jefes de Estado y de Gobierno acostumbrados a prescindir del resultado de las urnas, y tantas otras cosas pugnan por convertir en anodinas estas elecciones. Las dicotomías en juego entre izquierda o derecha, Europa federal o Europa intergubernamental, Europa de los Estados o Europa de los pueblos, fácilmente pueden quedar disueltas en la Europa de siempre, con una Comisión devaluada, un Parlamento ruidoso pero ineficaz y un Consejo Europeo que acumula todos los poderes y, a la vez, todas las impotencias. Y mientras tanto, quien tiene la iniciativa en Europa es Vladimir Putin. Que San Schuman nos pille confesados.



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11 de mayo de 2014
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Glamour sin ?o?

Cuánto tiempo necesitará el ojo para acostumbrase a leer glamur sin sentir nostalgia de la o que se ha caído en la españolización de la palabra? Porque glamur no acaba de ser lo mismo que glamour, por mucho que se pretenda. Siempre me han gustado los arreglos castizos, ese deje umbraliano, a palabras importadas: desde restaurán y cruasán a dernieres. Acaso pronto leamos luc y cul en lugar de look y cool; y puede que nuevos palabros y onomatopeyas de uso común en las revistas femeninas (de girly a guau), por ejemplo, se clasifiquen como nuevas interjecciones. “Zapatero quería una chica joven y con glamur” ha confesado un resentido César Antonio Molina en su último canto de sirena sobre el papel de los maltratados intelectuales frente al poder. Cuando lo reemplazaron, se decía en Madrid que el exministro llevaba muy mal que su teléfono apenas sonara. La sensación de ser improductivo que tan bien me detalló hará un año Carme Chacón, al ocupar un discreto escaño tras haber bregado con militares de la vieja guardia, piratas somalíes y el avispero afgano. Han pasado cinco años del relevo de Molina, un asunto que a nadie le interesa hoy. Deberíamos felicitarnos de que los 44 tacos con los que llegó Ángeles González-Sinde al ministerio (más dos carreras, quince películas, varios cargos institucionales, etcétera) sean sinónimo de “mujer joven”. Y de que, como tantas ministras de ZP, haya dejado la política y ande embarcada en una premiada aventura literaria, sin abandonar el cine, y siga los avatares de esa expresión cultural que es la moda. En cuanto al glamur, aunque el ministro de cultura en la sombra, José María Lassalle, haya minimizado su importancia: “incluso sin glamur somos una de las potencias culturales”, declaró, España no será un país culturalmente exportable hasta que no logre un barniz de glamur sin parecer disfrazada para ir de boda. Vean sino el rédito que se le saca a la gala del MET neoyorquino cada año: Hollywood y Washington rendidos al descomunal motor de la belleza, al hipermoderno espectáculo de la alfombra roja que tanto deseo y negocio crea. La mismísima Michelle Obama elogió a su “buena amiga” Anna Wintour en la inauguración de una nueva ala del museo dedicada a la moda que lleva el nombre de la directora de Vogue. Su antecesora, Diana Vreeland, ahora interpretada por la gran Carme Elías, también ofició de árbitro del buen gusto en ese papel que, en EE.UU., Francia o Italia, conceden a las editoras de moda; el súmmum de la vacua frivolidad en nuestras orillas. Pero esa es otra historia. Si la elegancia es olvidar lo que uno lleva, el glamur consiste en alfombrarlo suavemente, con goce. No pudo ser Putin Al final, Aznar apareció en la foto. “El muerto viviente”, como le apodan algunos marianistas, reapareció en escena electoral a pesar de su enemistad encrespada con Rajoy. Porque tras la sucesión, éste no le dejó hacer de Putin ni él quiso hacer de Medvédev, y más después del 11-M. Pero Aznar no perdona ni olvida. En el reportaje de Jesús Rodríguez en El País Semanal, en varias líneas reveladoras, Aznar se reconocía a sí mismo como “un fino crítico artístico, un cultivado lector de poesía intimista y muy leído en historia”. Contaba haber logrado aprender inglés pasados los 50, fardaba de cuerpo de deportista de élite y de conferencias a 40.000 el bolo. A este paso, no me extrañaría que le pidiera clases a Martina Klein para aprender a sonreír. Al final, Aznar apareció en la foto. “El muerto viviente”, como le apodan algunos marianistas, reapareció en escena electoral a pesar de su enemistad encrespada con Rajoy. Porque tras la sucesión, éste no le dejó hacer de Putin ni él quiso hacer de Medvédev, y más después del 11-M. Pero Aznar no perdona ni olvida. En el reportaje de Jesús Rodríguez en El País Semanal, en varias líneas reveladoras, Aznar se reconocía a sí mismo como “un fino crítico artístico, un cultivado lector de poesía intimista y muy leído en historia”. Contaba haber logrado aprender inglés pasados los 50, fardaba de cuerpo de deportista de élite y de conferencias a 40.000 el bolo. A este paso, no me extrañaría que le pidiera clases a Martina Klein para aprender a sonreír. Enterrar el vestido Lewinsky convirtió la mancha en su traje en la llave forense que identificó el esperma de Clinton. Esas cosas feas nunca terminan bien. “Es hora de quemar la boina y enterrar el vestido azul”, ha declarado a Vanity Fair. La entrevista de Lewinsky no es sino la enésima constatación de que el pasado siempre acaba por volver. A Monica no le dan trabajo, asegura, porque está manchada con su historia. Nadie vería a una relaciones públicas o ejecutiva de cuentas, por ejemplo, sino a la mismísima Lewinsky, y probablemente después hicieran comentarios sobre su boca. ¿Qué empresario aguanta esto? Sólo la prensa y la política disponen de colchón para ella si hay titulares y la candidatura de Hillary sigue moviendo hilos. La feria de Marianne En mis años andaluces conocí un Sur que me subyugó con su arte, su aje y su poesía, y otro Sur que no aguantaba, con rebujito, bulla o folklore atronador. Me bastó con acercarme un día a las casetas para eludir su cita sine die, suficiente trago había sido quedarme atrapada toda una tarde de Semana Santa en medio de centenares de capuchas. Es asombroso cómo los sevillanos sacan la tradición de paseo, alzando los brazos y cimbreando la cintura todo el día. La Feria tiene ya, desde hace unos años, a su Marianne, esto es, la que mejor lleva el traje de flamenca, sin gafas de sol en el escote ni móvil en la manga. Ella es Lourdes Montes, amor de torero y lozanía de niña bien que se ha criado con sopas de picadillo y bofetadas de azahar. En Sevilla. (La Vanguardia)

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10 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Desde las profundidades del futuro

Cuanto más globalizado, más fragmentado y ajeno es nuestro mundo. Hay noticias que consiguen conmovernos apenas se conocen sus primeros detalles y otras que tardan días o semanas en saltar el muro de la indiferencia. Este ha sido el caso del secuestro de más de 300 niñas en el norte de Nigeria por parte de un grupo de delincuentes que se identifican como islamistas y responden a un nombre que es lema bien expresivo de sus aviesas intenciones: Boko Haram, lo que significa en lengua hausa ?la educación occidental es pecado?. El secuestro fue el 14 de abril, pero el Gobierno de Abuja tardó 15 días en balbucear alguna respuesta, a pesar de las protestas de las familias y del escándalo internacional. La especialidad de los secuestradores es atacar iglesias cristianas y quemar escuelas, actividad a la que se dedican con creciente frenesí desde 2011 en castigo al pecado de occidentalización. En una sola noche de marzo de 2012, los fanáticos quemaron 123 escuelas y dejaron a 10.000 niños sin colegio. Su objetivo, similar al de Al Qaeda o al de los talibanes, es implantar un Estado islámico regido por la sharía, que en su opinión aconseja incluso el secuestro, esclavización y venta de mujeres. La pasividad y la arrogancia del presidente nigeriano, que responde al nombre de Goodluck Jonathan, y sobre todo de su esposa, Patience, han sembrado la indignación entre los familiares de las niñas. La reacción y la campaña en las redes sociales, con Michelle Obama en cabeza, arrancó desde los movimientos de protesta contra la pasividad del Gobierno, pero solo alcanzó la notoriedad internacional en las vísperas de la inauguración del Foro Económico Mundial en su versión africana, que se ha reunido esta pasada semana en la capital Abuja. En el momento en que se ha inaugurado el Davos africano, siempre bajo el simpático lema Comprometidos en mejorar el estado del mundo, han anunciado iniciativas para liberar a las secuestradas al menos cuatro grandes potencias como Estados Unidos, Reino Unido, Francia y, naturalmente China, uno de los mayores inversionistas en la región y en el país. Esa Nigeria superpoblada de 174 millones de habitantes, el 43% de ellos por debajo de los 14 años, superará a Estados Unidos en población a mitad de siglo XXI y es ya actualmente la mayor economía y el primer productor de petróleo de África. Combina así la doble condición de país a la vez emergente y subdesarrollado, con unos Gobernantes salidos de las urnas democráticas, pero inútiles, corruptos e incapaces de dar seguridad, educación y el mínimo de bienestar a sus crecientes poblaciones urbanas. Los repugnantes crímenes de Boko Haram parecen surgir de las nieblas medievales, pero a poco que afinemos la mirada veremos que llegan acompañados de inquietantes signos premonitorios acerca del futuro. 



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10 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gente delicada en buena hora

Como saben los aficionados, Ariel es un nombre archihebreo, tanto que la multitud de expertos que lo han visitado han evacuado otras tantas hipótesis sobre su significado, que van desde “león de Dios”, explicacion ingeniosa aunque disparatada, hasta “fogón del sacrificio”, nombre antiguo de Jerusalén, o nombre de persona o estirpe. Y en ésas estábamos, cuando la vieja marca de detergentes no ha tenido mejor idea que celebrar el mundial futbolero con un paquete especial de 88 dosis y un remedo de la camiseta de la selección alemana. Intolerable, claro. Primero que, según juran, ariel le suena a “arier” a todo alemán como es debido, lo cual le causa honda aflicción, aunque él no sabía nada. Luego, que 88, como nadie ignora, viene a ser HH, ¿por qué? a ver, ¿cuál es la octava letra del asnalfabeto ostrogodo? la H, ergo dos ochos será… HH ¿Helenio Herrera? ¡No! Heil Hitler, hombre de Dios! ¡Qué horror! ¡Y qué malicos se han puesto los tuiteros alemanes de buena voluntad! Se han escandalizado e indignado tanto que el fabricante ha mandado recoger todos los paquetes de detergentes racistas, innombrables, genocidas, holocáusticos y causantes de gran sufrimiento a la población de buena voluntad aunque nunca supo nada. Y lo peor es que, además, los paquetes tenían letras de colorines que, aquí recojan a la infancia y presérvenla del horrísono concepto, ¡hablaban de limpieza! Qué espanto, aunque nosotros no sabíamos nada. En fin, la vocera de la empresa fabricante ha pedido perdón y jurado por la puerta de Brandenburgo que ha sido un lapsus inexplicable, que serán buenos y que no harán holocaustos nunca más.


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9 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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51. Las Romas de Ruiz Noguera

Ayer presenté en la Feria del Libro de Málaga el excelente poemario de Francisco Ruiz Noguera La gruta y la luz (Visor, 2014). Este poeta, a quien dediqué una de mis primeras introducciones críticas ("Cómo escribir Francisco Ruiz Noguera", en F. Ruiz Noguera, Memoria; Ayuntamiento de Málaga, 2004), me parece una de las voces más interesantes del panorama actual, con una obra dotada de extraña coherencia interna (habló el autor ayer en términos de "red" para explicar los ecos y ligazones de los temas entre unos libros y otros). Con resonancias gongorinas, platónicas y homéricas, esa "gruta" del título esconde, simbólicamente, al Polifemo del pasado, a un monstruo encarnado en un durmiente -la memoria- a la que el poeta duda si despertar o no (p. 25), para mantener la calma o dar, sin más, comienzo a "la tormenta" (p. 25. "La tormenta" se llama precisamente un poema de El oro de los sueños, otro poemario del autor, donde se nos dice que la borrasca del pasado es "un lienzo de Pollock / que avanza hacia nosotros"). Con una parte central espectacular, donde un flanêur a medias baudelaireano y a medias hijo de Aloysius Bertrand recorre la ciudad realizando una "écfrasis inversa" -convirtiendo en cuadros o imágenes lo que ve poéticamente-, La gruta y la luz es una sabia mezcla de tradición y originalidad, de prosa rítmica y verso, de negros y de albores, y contiene ese escepticismo distanciado marca de la casa Ruiz Noguera; un escepticismo construido a través de un lenguaje que, en cuanto deseo, persigue negarse a sí mismo en su explicitación. Un nihilismo amable, en la perfecta definición de Jesús Aguado.

 

Leyendo el libro días atrás, me topé con una de esas coincidencias monumentales que se dan de cuando en cuando en la creación literaria. En La gruta y la luz podemos encontrar un poema titulado "Roma". La primera de sus partes es ésta:

 

 

1

 

"Siete colinas para Roma

(Roma ajena)

 

I

Du Bellay

Recién llegado, que buscas Roma en Roma / y nada de Roma en Roma encuentras.

 

II

Quevedo

Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, / y en Roma misma a Roma no la hallas.

 

III

Goethe

Aunque eres un mundo, oh Roma, / sin amor, ni el mundo sería mundo, ni Roma sería Roma.

 

IV

Stendhal

Si la Roma del clero no hubiera sido construida a expensas de la Roma antigua, tendríamos muchos más monumentos de los romanos, pero la religión cristiana no habría hecho una alianza tan íntima con la belleza.

 

V

Leopardi

Y si Roma mi sangre / precisa por su bien, abre mis venas.

 

VI

Pound

Roma, que solo eres un monumento de Roma.

 

VII

Alberti

Dejé por ti todo lo que era mío. / Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, / tanto como dejé para tenerte."

 

Como puede verse, las siete colinas de la ciudad se transforman en siete lomas o cerros literarios, que reflejan la admiración y el hechizo que Roma suscita en el extraneus, en quien viene de fuera (no hay un solo romano en la selección de Ruiz Noguera, Leopardi nació en Recanati). La cuestión es que al leerlo me quedé estupefacto, pues tenía yo preparado para los lectores de este blog un poema escrito hace años, y que quizá he llegado a leer en público alguna vez, también titulado "Roma". En este caso tomé como modelo estructural el monte Testaccio de Roma, esa colina de la ciudad de origen artificial que, según los datos históricos, proviene de la acumulación ingente de veintiséis millones de testas o restos de vasijas y ánforas rotas, en su mayor parte utilizadas para traer aceite desde la Bética, es decir, desde mi zona de origen. Del mismo modo que el Testaccio, quise utilizar testas (testos, textos) antiguos como base para levantar un poema, constituido como una visión edafológica o estratigráfica de Roma, que persigue mantener en lo posible la rima consonante. Ayer se lo entregué, divertido, al autor, pero la cuestión inobjetable es que Ruiz Noguera ha publicado el suyo primero, con lo cual esto que viene a continuación queda sólo como mera curiosidad y testimonio de una increíble coincidencia:

 

 

ROMA

 

Todo esto que ves, oh peregrina, [Propercio, Pound]           

donde está la esplendorosa Roma, [Propercio]

antes del frigio Eneas fue colina,

ven caminante a Roma, [Alberti]                 

y pastizales.

Muchos añadirán a tus anales [Propercio]

tus loas, cúpulas, ruinas; [Alberti]

decidme, piedras, algo. [Goethe]

Dínoslo, Roma, tú, tan memorable

En el poder que sólo competiste

con tu misma ruïna en lo admirable. [Bocángel]                                                                       

Solo el nombre de Roma en las murallas, [Pound] 

(hablad, altos palacios) [Goethe]       

esclavo siempre de los pavimentos, [Alberti]

y en Roma a Roma misma no la hallas [Quevedo]

que eres de Roma solo monumento. [Pound]    

Roma te acecha, Roma te procura, [Alberti]

Sólo el Tíber quedó, [Quevedo]

queda, de Roma, oh mundo inconsecuente; [Pound]

¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura

huyó lo que era firme y solamente

lo fugitivo permanece y dura. [Quevedo]   



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9 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dura Ucrania

¡Qué tozudos son los hechos! Cuanto más se tarda en reconocerlos, peor. Nada más tóxico que confundirlos con opiniones y deseos, sentimientos o razón moral. En Ucrania son claros y duros. El Gobierno es extremadamente débil e incapaz, su legitimidad de origen, discutible y discutida, y la legitimidad de ejercicio, nula. Primero se dejó arrebatar Crimea en un plisplás y después ha dejado extender la rebelión en una marcha cada vez más inexorable hacia la guerra civil y la división del país. El caos se traduce en deserciones e indisciplina en la policía e incluso en el Ejército, que no consiguen mantener el orden público ni evitar la ocupación de edificios oficiales. Las filas gubernamentales, incluido el Ejecutivo, se hallan trufadas por la extrema derecha e infiltradas por provocadores. La simetría entre las escuadras violentas y golpistas de uno y otro lado es cada vez más evidente e inquietante, con independencia de las etiquetas que utilizan para descalificarse unos a otros. Ucrania es lo más parecido a un Estado fallido que hay ahora mismo dentro de Europa, con el añadido de que se halla fuera del perímetro defensivo de la Alianza Atlántica y en una situación de desequilibrio abismal de fuerzas respecto a Rusia; en la práctica, un territorio abierto y a disposición de Moscú. En cualquier momento, Rusia puede zamparse las provincias secesionistas hasta dejar reducido el territorio bajo soberanía de Kiev a la porción congrua, sin que nadie vaya a mover ni una pestaña para impedirlo, fuera de una oleada más de sanciones de consecuencias tan poco efectivas en los hechos como exageradas en su presentación pública. En esta correlación de fuerzas tan adversa para Kiev, pesa la inhibición de la población de las regiones secesionistas, que no se decantan ni por los grupos rebeldes rusófilos ni por la revuelta proeuropea del Maidán. Nadie quiere en Europa morir por Ucrania. Nadie quiere ver a los soldados europeos arriesgando sus vidas por un país que a estas alturas no sabe ni siquiera si quiere existir. Ni tan solo los militares ucranios quisieron morir por Crimea cuando fue invadida desde dentro por soldados rusos enmascarados y sin insignias. Solo los fanáticos de ambos bandos, y los profesionales, que también los hay, sobre todo en el moscovita, están dispuestos a morir y sobre todo a matar por la causa que sea. Putin lo sabe muy bien, mejor que sus interlocutores europeos. La asimetría entre Bruselas y Moscú, incluso de cara a una negociación, es escalofriante: de un lado, un agente fragmentado y contradictorio, casi con tantas posiciones como Estados conforman la UE, sin claridad de objetivos ni apetito alguno de acción, que no cuenta con el poder duro (hard power) ni siquiera el de las herramientas más elementales que son la información y el espionaje; y enfrente, un autócrata arrogante y seguro, exjefe de la KGB, al mando de una fuerza militar centralizada y disciplinada y de unos excelentes servicios secretos, perfectamente preparados para acciones encubiertas, esmerados en la técnica de la provocación y cada vez más modernizados en la propaganda y el contraespionaje.



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8 de mayo de 2014
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Asuntos metafísicos 49: A ambos lados del horizonte: alcance eternamente diferido

Las razones para sostener  que una entidad  clásica, digamos, no pueda alcanzar  la velocidad de la luz  son múltiples.  En conformidad a  la relatividad restringida, la masa de una partícula se multiplica por una magnitud  que es mayor que  la unidad y proporcional a su velocidad.   Este incremento de masa hace que  la energía necesaria para acelerarla sea también proporcional a la velocidad,  y cuándo ésta  se aproxima a la de la luz la energía tiende al infinito. De ahí que un electrón pueda ser acelerado hasta alcanzar "casí" la velocidad de la luz, pero que la superación de este "casi" sea  una promesa eternamente diferida. Carente de masa, el electrón no presenta este inconveniente relativo a la energía, pero esta ventaja es superflua porque nada aceleró al electrón: nació, como decía,  a la velocidad de la luz.

Téngase además  en cuenta que la velocidad de la luz es un invariante para todo sistema en movimiento, así que para un observador instalado en el seno del electrón ( o si se acepta la metáfora, para la inteligencia observadora del mismo electrón) el fotón que se desplaza en su misma dirección y sentido lo hace a la misma velocidad que lo hace para nosotros. De ahí que,  como indica magníficamente Tim Maudlin, alcanzar la velocidad de la luz sea para el electrón lo que sería para nosotros alcanzar el horizonte.

Cabe señalar que el tachyón, de darse, se encontraría en una situación inversa a la de las partículas del mundo "subluminar".  Según su velocidad se incrementara su masa iría reduciéndose,  y por el contrario aumentaría  cuando se     acercara al límite que la luz marca, de tal manera que deberíamos disponer de energía infinita para hacerle traspasar la   barrera.  Así pues también para el tachyón alcanzar la velocidad de la luz equivaldría a fundirse con el propio horizonte.

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8 de mayo de 2014
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El Boomeran(g)
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