Vicente Molina Foix
Mientras la Rusia de Putin sueña con el imperio, el dictador elegido en las urnas se prodiga, en ridículos ‘selfies’ heroicos, cantando himnos bélicos, pasando revista a su marinería o cabalgando por la estepa con el torso al desnudo y los pectorales trabajados de quien hizo en su día rudos ejercicios de policía. Alguna de esas imágenes, y en especial la del jinete despechugado, tienen un rancio aroma de fantasía homoerótica, pero para disipar las dudas sobre su virilidad, Putin aprovecha cualquier ocasión para hostigar y humillar a los homosexuales de su país y del resto del mundo que, nos tememos, querría hacer suyo si le dejaran. Cito algo que el poeta ruso Dmitry Kuzmin ha escrito recientemente, denunciando una "situación en la que Rusia se desliza cada vez más y más hacia su propio y oscuro pasado, [y] en la que es evidente que para Putin, como para Hitler, la persecución de las minorías dentro del país y la agresión militar a otro país vecino sólo están separadas por un paso".
La cita proviene del prólogo de un fascinante libro con el que inicia su labor Dos Bigotes, una nueva editorial pequeña e independiente (los adjetivos parecen ya ir intrínsecamente juntos en nuestro panorama), y que lleva por título ‘El armario de acero. Amores clandestinos en la Rusia actual’. No es una obra de agitación ni un panfleto, sino una amplia antología de textos literarios en la que autores en su mayoría jóvenes y muchos de ellos residentes en Rusia exploran sin disimulos no sólo su condición sexual sino la libre inspiración de la que surgen novelas, poemas o cuentos que en nada se distinguen de los que hoy escriben sus contemporáneos europeos o americanos. Sólo les distingue, por desgracia, el riesgo de ser golpeados, asesinados o encarcelados por la libertad de expresión que sus palabras manifiestan.
Traducido por Pedro Javier Ruiz Zamora, el libro, como toda obra antológica, contiene un material diverso, mixto (hay abundancia de poetas, y se agradece) y rico, en el que cada lector podrá encontrar sus preferencias. Las mías van hacia Slava Mogutin, Maksim Zhelyaskov, Margarita Meklina y, con veintitrés años el más joven de los seleccionados, Sergei Finogin, nombres que me eran hasta ahora desconocidos y me gustaría conocer más en profundidad. Confiemos, de nuevo, en las pequeñas editoriales que tanto animan nuestra no siempre suculenta dieta literaria.
‘Improvisación sobre un tema de Bunin’ es el título del ocurrente relato de Zhelyaskov, y ‘La muerte de Misha Beautiful’ el de la mejor pieza de Mogutin, un autor ahora residente en Nueva York y del que se incluyen también dos interesantísimos poemas. Pero su evocación, entre la estampa nostálgica y el apunte biográfico, de ese personaje real del ‘underground’ moscovita, Misha Beautiful, es memorable por su fuerza narrativa y el perfil tan sugestivo del trágico muchacho. No se puede olvidar en este recuento al prologuista Kuzmin. Su poema en prosa ‘Linor’ es, a mi juicio, de lo mejor que hay en ‘El armario de acero’, y también él cierra el volumen con un epílogo lleno de interés, tanto por lo que revela de la "histeria antigay" resurgida en su país como por lo que reflexiona sobre su propia trayectoria literaria y personal, centrada esta última en la deliciosa reacción de su madre cuando el hijo publicó su primer libro.