Empiezan a abundar los estudios serios que reflejan que los terroristas ni son locos ni son nihilistas. Robert Pape hizo un estudio muy serio sobre los motivos estratégicos de los terroristas suicidas en su libro Morir para ganar (que en España publicó Paidós en 2006). La periodista y economista Annette Schaeffer abunda en esta racionalidad desde la psicología en un artículo en la revista Mind en EE UU, que se recoge en el último número de su versión española Mente y Cerebro.
La conclusión de Schaeffer, tras consultar a diversos especialistas, es que la mayoría de los terroristas "no son enfermos mentales", sino que esencialmente evalúan racionalmente los costes y beneficios de sus acciones "y concluyen que el terrorismo es beneficioso" para sus fines. También que las dinámicas de grupo y el liderazgo carismático cuentan mucho a la ahora de enrolar a gente en actividades terroristas.
Es verdad que los nuevos terroristas religiosos (que echa raíces en el pasado) son más peligrosos porque buscan "la destrucción del mundo occidental en nombre de Dios" y en vez de "temer a la muerte", se acogen a la idea de martirio. Pero esto no significa que no sean racionales. Los terroristas suicidas están mentalmente sanos en muchos aspectos, como reflejan entrevistas llevadas en Gaza y en otros lugares. Un comité de expertos llegó a la conclusión en 2005 de que la psicopatología individual no era suficiente para explicar el terrorismo. Los terroristas se sitúan dentro de la teoría de la "elección racional", lejos del lavado de cerebro, del aislamiento social o de la desesperanza que a menudo se les atribuye. Aunque hay excepciones, por ejemplo, los suicidas palestinos entre los que predominan la falta de educación, el desempleo o la soltería.
Lo importante de estos estudios es que llevan a la necesidad de enfrentarse a y luchar contra esta lacra de otras maneras. Por ejemplo, a estudiar cómo se reclutan para facilitar acciones que permitan separarles del grupo terrorista en el que han entrado. Es decir, a luchar contra el terrorismo. Muchos de estos estudios son, lógicamente, patrocinados por Gobiernos, aunque luego no todos publiquen el resultado. Y para quien lo desee, Schaeffer brinda una página web de la Universidad de Maryland, patrocinada por el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security) que es una mina de artículos y libros sobre terrorismo.






Un desconocido para nosotros. Un desconocido para la mayoría. El último Premio Alfaguara es un escritor casi secreto para los lectores españoles. No porque no hubiera publicado, escrito, incluso editado, pero de sus obras nada sabíamos los lectores de este lado del "Territorio de la Mancha", creo que tampoco mucho los de otros lados... y sin embargo, Antonio Orlando Rodríguez, que así se llama el premiado, se ha pasado la vida escribiendo y publicando.¿Alguien dijo que fuera fácil? Si alguien lo dijo mintió.


cuarentas o cincuentas es la exaltación del teléfono. En las películas la gente no se enviaba cartas, sino que se telefoneaba, y de ahí la crudeza, la violencia y la brutalidad de las relaciones, y la intensidad pasional de las relaciones, porque muchas veces no había siquiera el tanteo previo. Nuestra época, curiosamente, le ha dado la vuelta a todo eso. La comunicación amorosa directa por teléfono ha disminuido muchísimo respecto a lo que era durante el siglo pasado, y hemos vuelto de nuevo a una forma de tanteo escrito, sea a través del email, o del sms, que no deja de recordar aquellos billetes y aquellos tickets que se enviaban los aspirantes a amantes o los amantes en épocas previas a la comunicación verbal. Te doy la razón, pero ha habido un paréntesis en la historia humana moderna y marcado precisamente por el cine en el que la comunicación era directamente telefónica. En el cine clásico predomina la comunicación telefónica, apenas se mandan cartas. Hacen estas llamadas que te introducen a toda la incertidumbre e inquietud que tiene el teléfono: ¿cómo me contestará?, ¿qué tono utilizará?, ¿me contestará? Además, el teléfono exigía que tú mismo fueras en tiempo real variando tu propia táctica en función de las respuestas que ibas recibiendo. Casi no podías pensar. En cambio con el sms, aunque aparenta un tiempo real, tienes unos segundos, minutos u horas para pensar e introducir un elemento que en cierto modo recuerda al antiguo mensaje y a la antigua carta.
