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Por 26 de febrero de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Todo son cartas de amor. El telefonazo del aspirante amante al objeto de su deseo también es una carta de amor verbal, pero brutal. Y un e-mail, o un sms, también, pero son distintos modos de comunicación, y van desde el signo escrito, así sea de manera lapidaria, hasta la Divina Comedia.
Delfín Agudelo: Esta variedad de modalidades de carta amorosa me llama la atención. Para mí, es impensable una carta de amor oral. Nunca había contemplado la posibilidad puesto que la escritura toma más tiempo, y usando tu metáfora, es un constante velamiento: se viste, así la escritura diga lo contrario. La voz implica necesariamente esa inmediatez que desnuda. Esa tinta seca en el papel también es un testigo del tiempo que ha transcurrido desde la escritura.
Rafael Argullol: Pero los usos amatorios precisamente variaron mucho los ritmos de la comunicación escrita y oral. Normalmente durante cientos de años la comunicación y el tanteo entre los amantes fue escrito a través de cartas, largas o cortas, de billetes, mensajes, intercambios, etc. Para eso se necesitaba un cierto alfabetismo. O sino se daba esa figura magnífica que he llegado a ver en algunas plazas mayores de ciudades de provincias latinoamericanas, en las que hay el escribidor de cartas para analfabetos, entre ellas, cartas de amor. Por esto, durante un largo periodo de tiempo ha sido habitual en la historia humana, al menos en la que conocemos. Pero de manera violenta la aparición del teléfono rompió esto, y nos sumió en una atmósfera de cine negro. En realidad, el cine negro de los cuarentas o cincuentas es la exaltación del teléfono. En las películas la gente no se enviaba cartas, sino que se telefoneaba, y de ahí la crudeza, la violencia y la brutalidad de las relaciones, y la intensidad pasional de las relaciones, porque muchas veces no había siquiera el tanteo previo. Nuestra época, curiosamente, le ha dado la vuelta a todo eso. La comunicación amorosa directa por teléfono ha disminuido muchísimo respecto a lo que era durante el siglo pasado, y hemos vuelto de nuevo a una forma de tanteo escrito, sea a través del email, o del sms, que no deja de recordar aquellos billetes y aquellos tickets que se enviaban los aspirantes a amantes o los amantes en épocas previas a la comunicación verbal. Te doy la razón, pero ha habido un paréntesis en la historia humana moderna y marcado precisamente por el cine en el que la comunicación era directamente telefónica. En el cine clásico predomina la comunicación telefónica, apenas se mandan cartas. Hacen estas llamadas que te introducen a toda la incertidumbre e inquietud que tiene el teléfono: ¿cómo me contestará?, ¿qué tono utilizará?, ¿me contestará? Además, el teléfono exigía que tú mismo fueras en tiempo real variando tu propia táctica en función de las respuestas que ibas recibiendo. Casi no podías pensar. En cambio con el sms, aunque aparenta un tiempo real, tienes unos segundos, minutos u horas para pensar e introducir un elemento que en cierto modo recuerda al antiguo mensaje y a la antigua carta.
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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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