Andrés Ortega
Quizás la palabra que mejor defina lo que está ocurriendo en Cuba sea la de "dinamización", utilizada por el embajador español allí, Carlos Alonso Zaldívar que opina que se ha abierto una etapa de cambio. La isla ha entrado en una dinámica nueva, aunque formalmente poco haya cambiado. La elección de Raúl Castro a la presidencia viene a oficializar una situación que era de interinidad desde hace 18 meses. Naturalmente que sería todo muy diferente si Fidel hubiera fallecido. Pues la revolución no tiene sucesor.
Fidel -amplío lo escrito hace unos días- ha querido renunciar al apelativo de Comandante en Jefe que era un título honorífico que no entrañaba nada, ni mando, ni presupuesto. Solo recuerda que Fidel fue el primero de los Comandantes de la Revolución. Otros no son militares. Sus titulares son los guerrilleros que encabezaron las columnas del ejército rebelde y hoy se dedican a diversas cosas. El título no es transferible. Fidel se queda como "soldado de las ideas" y "compañero Fidel", y columnista de Granma, el diario oficial. Los castrólogos se preguntan qué significa, pues algo significa.
Realmente los que se empeñan en decir que los cubanos deben transitar a la democracia no parecen confiar en que los cubanos lo hagan por iniciativa propia. Aunque muchos cubanos de a pie hablen dentro del marco de "la revolución", el único tolerado hasta ahora, sí quieren libertades y democracia. Lo que no quieren es que se les diga lo que tienen que hacer.
Desde fuera, como dice Alonso Zaldívar, ‘ayudar a los cubanos a hacer lo que quieran y que sean ellos quienes lo decidan’. Y esto es lo que quizás no ha entendido bien EE UU, aunque la última declaración de Condoleezza Rice, sobre "la transición" en Cuba, apele a muchas cosas, entre otras el apoyo a la sociedad civil, pero sigue sin mencionar nada respecto al levantamiento del embargo y otras medidas restrictivas que han reforzado, más que debilitado, al régimen castrista. Los cubanos quieren muchas cosas, pero no caer en la (mala) suerte que, en general, ha aquejado al Caribe. Ellos no se comparan con España o Miami, sino con Haití o Dominicana.
Ya se ve que el régimen no sobrevivirá. No se trata ahora de ver qué tipo de transición habrá en la isla, sino de apuntar un problema que ya es grave, y que no mejora con los esbozos de cambio habidos: el de los negros y mulatos. De la forma en que se comporten depende en buena parte el futuro de una Cuba democrática, pero su futuro no pinta bien.
La Cuba castrista ha heredado el racismo anterior derivado de la esclavitud. No hay negros en puestos dirigentes de importancia del Gobierno o del partido, ni bajo el comunismo, ni bajo el anterior colonialismo ni en el largo periodo entre ambos. El racismo ha pervivido. No es un problema específicamente cubano. Incluso está mejor en Cuba que en otros países del Caribe donde el racismo es incluso mayor, y como siempre, no sólo entre blancos, negros y mulatos, sino entre los propios negros, según la intensidad de la oscuridad de su piel. Y como dice un buen conocedor de Cuba "estos revolucionarios de hoy día, hijos de gallegos, han excitado el resentimiento racial para incorporarlos a sus huestes".
En la Cuba castrista los negros se han educado, aunque menos que los blancos. De hecho, empezaron a hacerlo antes de Castro, y en tres generaciones se incorporaron a nuestras pautas occidentales. Pero, ¿qué pasará? La huída masiva de Cuba, fomentada en parte por Castro y que acabó frenando EE UU, fue, esencialmente, una emigración de blancos y si acaso mulatos. "De aquí no se han ido los cubanos, se han ido los gallegos", se ha dicho en Cuba. Con una doble consecuencia: Miami es un exilio esencialmente blanco-cubano (España también), y, en consecuencia, la proporción de negros en la isla ha crecido marcadamente.
Cuba, por ejemplo, tiene un enorme potencial de turismo. Pero el sector prefiere contratar a blancos, al menos los que tratan con los clientes, porque cree que estos lo prefieren. En el Comité Central del Partido Comunista hay pocos negros. ¡Qué caro estamos pagando las esclavitud!, allí y en otros lugares. No obstante los negros en tres generaciones se han incorporado a Cuba a la civilización occidental. Sea como sea, los negros y mulatos tendrán mucho que decir cuando se produzca el cambio verdadero. La futura democracia cubana deberá ser mucho más negra, o no será democracia.