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Coches (3)

Los manuales también recogerán el caso de los disidentes del coche, dicho de una manera. O bien de los parásitos de los coches de los demás, dicho de otra, porque vivimos atrapados en este invento sin salida posible. A estas gentes, entre las que me encuentro, el coche no les ha llegado a calar. Su estética les deja fríos, no distinguen las marcas ni los modelos, les falta la sensibilidad del futurista Marinetti, que decía que un coche de carreras tenía más belleza que la Victoria de Samotracia. Puede que el respeto que nos produce no nos deje valorarlo en todo su esplendor. Y nos aparte, nos excluya de algo común y corriente, lo que puede acarrear secuelas sicológicas.

Pongo mi caso. Pertenezco al pequeño club de los que nos sacamos el carné de conducir a los veinte años y hemos cogido el coche cuatro o cinco veces en toda nuestra vida, lo que no quiere decir que no me deje llevar por los coches de los demás. Sólo no me fío de mí. Desde entonces tengo una pesadilla recurrente. Voy conduciendo como puedo sin respetar direcciones prohibidas, ni cedas el paso y sin conocer bien el callejero, entonces me ocurre que no encuentro con el pie el freno ni el embrague y he de agacharme a mirar mientras conduzco, lo que me crea bastante angustia y me prometo no volver a coger el coche nunca más en mi vida.  

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26 de marzo de 2008
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Hacia un FBI ruso

Vladimir Putin, antiguo coronel de la KGB (rebautizada FSB, Buró Federal de Seguridad), rescató tras llegar al poder político en Rusia (primero como primer ministro en 1999, posteriormente como presidente de la Federación) este servicio secreto como modo de volver a controlar el país, frenar el caos y presionar sobre cualquiera que se le opusiera. Colocó algunos de sus amigos y colegas de estos servicios en el Gobierno y en grandes empresas como Rosneft o Gazprom.

Pero en el camino ha generado un monstruo. Algunas de estas maneras de actuar se vieron en el asesinato en Londres del ex agente Litvinenko y otros crímenes. Ahora que estás a punto de dejar la presidencia para convertirse en primer ministro parece, según apunta un análisis de Strategic Forecasting  querer reducir el poder del FSB sin dejar de controlarlo pues es clave para la lucha de poder que está en curso en el Kremlin. Probablemente desde sus nuevas funciones seguirá moviendo todos estos hilos. El nuevo presidente electo, Vladimir Medvédev, no viene de estos servicios, y esto, para Putin, parece una garantía de que no se inmiscuirá en este terreno turbio por definición.

Pero además vuelve a agitar el proyecto de crear un FBI ruso, un Servicio Federal de Investigación (FSI) que reuniría a todos las policías judiciales y otras. Le quitaría así parte del poder de actuar como le ha venido en gana al FSB (aunque sería sorprendente que lo haya hecho sin el conocimiento de Putin). El próximo primer ministro debería seguir al control de un aparato que se ha basado de forma nada escrupulosa en los servicios secretos para gobernar el país. Como indica el citado análisis, Putin se asegura así de que seguirá siendo el más poderoso ex agente del KGB.

 

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26 de marzo de 2008
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Feliz cumpleaños, David Lean

/upload/fotos/blogs_entradas/david_lean_med.jpgAyer marzo 25 David Lean hubiese cumplido 100 años. Lo recordé por casualidad al chusmear el New Yorker, que incluía un artículo de Anthony Lane sobre el director de algunas de las más grandes películas de la historia del cine: Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, El puente sobre el río Kwai. Citando la biografía de Kevin Brownlow, que me compré en la librería Ocho y Medio de Madrid, el crítico traía a colación estas palabras de Lean sobre su primera experiencia en un cine: "Yo consideraba esa luz como un niño piadoso reaccionaría ante un halo de luz en una catedral. Todavía pienso que se trata de una experiencia con algo de místico. Algo relacionado con cosas prohibidas y secretas". Aun en tiempo de pantallas tan electrónicas como pequeñas (Jon Stewart bromeó al respecto durante la entrega del Oscar, fingiendo ver Lawrence en la pantalla de su teléfono móvil), somos muchos los que todavía entendemos este éxtasis del rayo de luz en la sala oscura: se trata en efecto de un sentimiento místico, de comunión con lo sagrado y también con aquellos que nos acompañan en el viaje, conteniendo el aliento en ese útero que en esencia es el cine.

En tiempos tan devotos del artificio de cierto realismo -la estética del reality, de las imágenes ‘verdaderas' captadas por las cámaras de los teléfonos que ahora abundan en los noticieros-, la grandeza de Lean es casi un artefacto de otro mundo. Pero aunque muchos pasaron por alto la fecha (el MOMA de New York dedicó una retrospectiva a Rex Harrison por los 100 años de su nacimiento, pero olvidó al hombre que lo dirigió en Blithe Spirit), imagino que somos unos cuantos los que, encerrados en las catacumbas de nuestro propio, privado culto, dedicamos ayer un rezo silencioso a la memoria del maestro -de la única manera posible: reviendo sus imágenes.

/upload/fotos/blogs_entradas/davelean1_med.jpgLane recuerda que la célebre elipsis entre el fósforo y el desierto que es uno de los puntos más altos de Lawrence le cambió la vida a muchos, entre ellos a Steven Spielberg. ‘Lawrence, atascado en El Cairo a mitad de la Primera Guerra y consciente de la existencia de un lugar, no muy distante, en el que destino de varias naciones y el suyo propio llegará a fruición, levanta un fósforo encendido y lo sopla. Cortamos, sin más intermedio, al desierto en pleno amanecer, la lenta explosión de oro rojo en el filo del horizonte: Dios encendiendo el primer fósforo del día'. Con este uso tan simple como conmovedor del arte del montaje, David Lean inspiró a muchos que, desde entonces, al igual que aquel inglés perdido en un desierto del alma, seguimos preguntándonos a diario quiénes somos.

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26 de marzo de 2008
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Tenderly

Corren tiempos tiernitos, por lo visto. El Comandante en Jefe del Ejército Más Poderoso del Mundo digiere la noticia sobre sus cuatro mil soldados muertos en Irak abrazado a un conejo de peluche. Algo que pocos niños hacen después de cierta edad, menos aún en público o delante de un fotógrafo. Ya con nueve o diez años, una publicidad como esa habría hecho pedazos mi de por sí mermada reputación escolar. Me imagino llegando a clases abrazado a mi conejito de peluche... y saliendo más tarde con los huevos de pascua machacados. Pero eso no le pasa al Presidente Bush, que a falta de un discurso propiamente guerrero lanza contra sus duros enemigos -el eje del mal, ha dicho- un dardo al corazón: Soy tierno.

     Saddam Hussein solía disparar kaláshnikovs a medio balcón. Sus hijitos se divertían ametrallando parvadas enteras de patos. Y así les fue, claro. El mensaje es que de ahora en adelante los niños bravucones no podrán ya abusar de los niños tiernos, y todavía menos de los niños mejor armados que ellos. Que es el caso del hombre del conejito. Cuatro mil muertos y diez mil mutilados o incapacitados son números a la medida del mensaje. O en fin, a la medida del conejo, cuya cabeza es varias veces más voluminosa, y quién sabe si no también más entendida, que la del niño del pelo entrecano. Es tiempo de llorar y patalear, y eventualmente destripar al maldito conejo. Toma, animal imbécil, para que veas quién manda en esta casa. Armar una revuelta planetaria porque no me gustaron los ojos del conejo y además yo quería el del aparador.

     Todos hemos querido abofetear un día a un niño así. Toma, escuincle culero, y si me acusas te saco los ojos. Lecciones provechosas, por supuesto, que sin embargo muchos no hemos sido lo bastante generosos para brindar a tiempo. El mundo, con razón, se escandaliza por los niños maltratados, pero no existe quien alce la voz contra esos bravucones de resortera y chantajistas de conejito que desde muy pequeños se enseñan a manipular arteramente al mundo. ¿Qué iraquí con un mínimo sentido del decoro no habría querido reventarle los belfos a los niños Hussein, que ya entonces vivían acostumbrados a presenciar torturas y ejecuciones?

     -¿No va a querer su cena, niño Jogito?

     -Cállate ya el hocico, criada infeliz, por tu culpa llevo cuatro mil muertos.

     Recuerdo que a partir de los ocho, nueve años, los muñecos de peluche servían para dos cosas: pretender inocencia y desahogar la mala conciencia. Míralo, pobrecito, ¿no te da ternura? Y uno fingía que no escuchaba nada, se aplicaba a adueñarse del papel de estrella frente a un público pleno de gratitud. ¿Quién va a creer que un angelito así pudo haber insultado a la recamarera? ¿No es cierto que la forma en que se abraza al conejito es prueba contundente de su naturaleza angelical? Y adentro de Jogito suenan tambores y clarines victoriosos porque mamá va a terminar echando a esa chismosa a la calle y ni ella misma supo ni mamá va a enterarse que me oriné en su sopa, ja-ja-ja.

     Un niño acostumbrado a vencer en secreto a los adultos es poco menos -a veces poco más- que un Godzilla en potencia. Tal como los políticos manipuladores se valen, de los nazis para acá, de un chamaco para tomarse la foto, los niños consentidos hacen desfachatado uso de la ternura para manipular a sus mayores más maleables. No me consta, por cierto, que la fotografía de George W. Bush abrazando al conejo sea un estricto acto de cinismo, pero prefiero eso a pensar que es sincero, perspectiva esta última que ya de entrada me revuelve el estómago. Todos hemos temido vomitar algún día sobre un niño así.

     You took my lips, you took my love... so tenderly, cantaba Sarah Vaughan desde un piso distinto de la ternura. Ay, la ternura. Podría uno hacer niños a lomos de esa música. Y hasta maleducarlos, no faltaba más.

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25 de marzo de 2008
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Carreteras secundarias

Ayer, para evitar las caravanas habituales, los atascos anunciados de regreso a la ciudad, nos desviamos por carreteras secundarias. De vez en cuando lo hago. Por placer y porque  tengo un refugio en medio de la nada. Un refugio rodeado de carreteras secundarias, terciarias y de mestas. Mantengo mis furtivos encuentros con un mundo que no parece el nuestro. Ciertamente que el exotismo desapareció hace años. Más o menos con la llegada de los transistores, la coca-cola y la televisión, pero todavía hay lugares cercanos en donde el tiempo está detenido. No estoy seguro de si es bueno o lo contrario. Al menos es otro tiempo.

Crucé por pueblos de la meseta castellana, por "tierra de campos", de palomares abandonados, de perdices despistadas, de liebres y de milanos. Crucé por siluetas de campanarios, castillos, iglesias, casas de adobe, ermitas, pobres cementerios, rebaños y caminos de tierra.

Crucé por la España profunda. Muy poco conocida por muchos de los que visitan los moteles de la ruta 66. Apunté pueblos que ignoraba, prometí visitas tranquilas y me sorprendí una vez más con el paisaje desnudo. Gocé con el olor de los pinares, con las siluetas que se convertían en misteriosas al cruzarlas de noche. Me tropecé con los nuevos molinos,  nocturnales y alumbrados como un batallón de naves extraterrestres. Paramos en un bar de un pueblo silencioso y desconfiado. El mismo pueblo por dónde una vez pasó san Juan de la Cruz. El mismo que conoció los felices veranos- y otras estaciones- de uno de nuestros más queridos poetas. El pueblo, Nava de la Asunción, dónde están repartidas en el aire las cenizas de Jaime Gil de Biedma. Volvimos a algunos de sus versos. A la ribera de los alisos.

"Los pinos son más viejos. Sendero abajo, sucias de arena y rozadoras/ igual que mis rodillas cuando niño, / asoman las raíces. / Y allá en el fondo del río entre los álamos/ completa como siempre este paisaje/ que yo quiero en el mundo, / mientras me devuelve su recuerdo/ entre los más primeros de mi vida. / Un pequeño rincón en el mapa de España/ que se me de memoria, porque fue mi reino..."

Y de esa ribera, por no sabemos qué asociación, nos fuimos a las orillas de Sirtes. Nos acordamos de Julien Gracg y de un libro último que aún no habíamos leído. Se llama "A lo largo del camino". Un libro lleno de carreteras secundarias y de esa España que acabo de cruzar. Feliz azar, mañana les contaré.

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25 de marzo de 2008
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A no perderse

Al otro lado (Auf der anderen seite) es del género de películas que pasan pronto al lado oscuro del otro lado. Su guión ha recibido ya un puñado de premios, Cannes incluido, pero su visibilidad sigue siendo baja y, probablemente, se desvanecerá por completo en unas semanas sobre las pantallas en las grandes capitales y acaso no lucirá nunca en los cines de las ciudades pequeñas y medianas.

La actual distribución en manos de unas pocas productoras internacionales, las salas del centro comercial en poder de una sola marca cinematográfica conducen a que los filmes que no pertenecen a ese grupo no lleguen a ser exhibidos nunca ante la población local.

Es necesario estar en Madrid o en Barcelona, en Valencia o en Sevilla, para optar a una oferta más diversa, la que debiera tener a su disposición cualquiera. En este caso contrario, como ocurre como Al otro lado, su disfrute, su conmovedora historia, su inteligencia narrativa, quedará para unos cuantos privilegiados.

No se pierdan, de todos modos, si está a su alcance la película de Fatih Akin, un alemán de sólo 35 años, nacido en Berlín pero de fuerte raíces y antecedentes turcos.

El interés de la historia en cuanto historia a secas, el primor de los actores, la eficacia de la narración, la emoción y la sorpresa, la intriga y la fluidez, la delicadeza y el dolor, convierten la cinta en algo más que una buena ocasión para pasar el rato. Varios críticos españoles, como Carlos Boyero, han contribuido a ensalzar el interés de esta película pero, como una responsabilidad cultural, ciudadana, humana, cada espectador alumbrado por esta experiencia cometería un oscuro pecado si no propiciara a otros la luz incipiente para llegar hasta el interior de la sala y gozara de su "otro lado". En Madrid, en versión original, en los Verdi. (Otra película suya, Oso de Oro del Festival de Berlín 2004 fue Contra la pared (Gegen die wand), que veremos en vídeo esta misma tarde, antes de ponernos a cenar).

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25 de marzo de 2008
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Restos de un puerto de mar

Dona'm la mà, que anirem per la riba

ben a la vora del mar

bategant

Joan Salvat-Papasseit

 

/upload/fotos/blogs_entradas/colon1_med.jpg

Desde el muelle que cierra en paralelo la entrada de ese ramal del puerto puede vérseles erguidos sobre el puente de proa, o en la  popa disponiendo para el desembarque las cajas donde parece depositarse la pesca lograda,  pues en torno revolotea una bandada  de gaviotas que seguían la embarcación desde kilómetros antes de la entrada al puerto. Es la caída de la tarde y esos hombres han debido  estar faenando casi sin interrupción desde que se hicieron a la mar, punteando el alba.  En el muelle, donde todo está dispuesto para la descarga, destaca un reloj de cuatro caras sobre una armoniosa torreta de piedra y en torno a lo que parece ser la lonja  se despliegan barracones  irregulares  hechos de materiales diversos y antiguos, que confieren al conjunto el  aire y la estética de descoordinación que caracteriza a los aledaños industriales de los pueblos.

Es previsible que en el lugar haya una cantina y que, finalizada realmente la jornada, descargado y distribuido el pescado, esos hombres de los barcos encuentren en torno a unas cervezas un momento de distensión y fraternidad, encuentren ese descanso que -en las antípodas del ocio- es a la vez corolario y complemento de todo trabajo noble.

¿Evocación, en las líneas que preceden,  de un puerto septentrional en las riberas del Gran Sol, o de  ese puertecito del Mezzogiorno que selló para siempre la mirada conmovida del Visconti de La Terra trema? En absoluto. Estoy simplemente evocando una imagen que cualquier barcelonés pueda aun contemplar, al final de la intransitable Rambla, y si tiene la entereza suficiente  para atravesar (sin desviar la mirada de un brazo de agua  por todas partes cercenado) esa cristalización de  miseria consumista,  evasión  waltdisneyniana, espíritu de rapiña y alcahuete arquitectura  al servicio del conjunto, que ha corrompido literalmente lo que estaba destinado a ser un puerto de mar, nada más ni nada menos que un puerto de mar.

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25 de marzo de 2008
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La muerte en Facebook

Me enteré a través de un recado de Andrés Hoyos, el creador del grupo "El aforismo nuestro de todos los días" en el sitio de red social Facebook:

"Subject: Adiós muchachos, compañeros...

No, no es que los creadores de este grupo nos hayamos cansado, sino que cuando lleguemos a 1.200 amigos (casi no falta nada) nos quitan de una la posibilidad de escribirles a todos. Es raro, pero sucede que los dueños de Facebooks tienen ticks raros"...

/upload/fotos/blogs_entradas/el_malpensante_med.jpgAndrés Hoyos está detrás de la revista colombiana El Malpensante y al crear el grupo en Facebook tenía un proyecto estimulante, crear un flujo de aforismos:

"En medio de tanto fárrago y de tanta confusión, uno no sabría agradecerles lo suficiente a los aforistas, voluntarios e involuntarios, por su brevedad. En una oración, o a lo sumo en un par de párrafos, nos dicen algo que queda resonando en nosotros, algo que nos rebota por dentro más de una vez, como si fuera una canica alegre e inquieta que alguien nos hubiera metido por los ojos. Y, sí, hay aforistas involuntarios, incluso son la mayoría. Piénsese no más en Oscar Wilde, quien nunca se sentó a desgranar aforismos uno tras otro, sino que descargaba cada metrallazo en textos sueltos o en la simple conversación de todos los días. Citemos dos infalibles:

  • ‘Un gentleman inglés galopando detrás de un zorro: lo inefable en persecución de lo incomible.'
  • ‘El mundo era mi ostra, pero usé el tenedor equivocado.'

      En este grupo iremos incorporando tanto los aforismos voluntarios como los involuntarios, despacito pero con buena letra, con la idea quizá de algún día hacer con todo ello un libraco divertido. Ese libro no nos sacará de pobres, pero tal vez sí disminuirá en algo nuestra pobreza mental. Trataremos de proveer algún contexto, y eso pedimos a los amigos que se metan a mecaniquear aquí con nosotros.

      Una sugerencia: aporten cualquier cita citable que les llame mucho la atención para que los demás la pongamos a rebotar. Ojo, para que un aforismo lo sea, debe poderse leer más de una vez, incluso con frecuencia, sin que por eso pierda su filo."

      El éxito fue desproporcionado. El lunes por la tarde, el grupo tenía a 1262 miembros que habían acumulado a 752 aforismos (mucho más de uno por día) todavía accesibles. Pero Facebook no conoce el crecimiento exponencial. Al prohibir la comunicación interna a un grupo que incluye a más de 1200 miembros quita la posibilidad práctica de una convivencia. Muere el grupo como, en biología, mueren los organismos asfixiados por el exceso de su crecimiento. Se ahogan en los residuos de su propio metabolismo. Entre las últimas entregas, varias sobre la muerte que recuerdan lo que decía Paul Morand (todo se acaba bien, pues todo se acaba). Elegí a tres:

      "Casi todas las palabras leídas son palabras de un muerto." (Héctor Abad)

      "La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene." (Borges)

      "La muerte se paga viviendo." (Ungaretti)

      Prueba de lo último, Andrés Hoyos no se detiene; su último recado: El Malpensante lanza un nuevo grupo, llamado "20-20 ¡Regalías para las artes y las ciencias!". Invitamos a nuestros amigos a echarle un vistazo.

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      25 de marzo de 2008
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      Criaturas y creadores

      Rafael Argullol: Adán y Eva estaban en la misma condición del andrógino. De hecho, Adán y Eva forman una unidad andrógina primigenia antes de ser expulsados del paraíso.
      Delfín Agudelo: Pensando en variaciones o episodios de seres primigenios, se me viene a la cabeza Frankenstein. Me parece interesante traerlo a colación cuando se tiene en mente la situación de Adán y Eva, puesto que tiene el irredimible y trágico castigo de la soledad—no tiene ninguna religión a la cual acudir para solventar su estado y sabe que nunca tendrá una compañía amorosa. Así como Adán y Eva cuando caen tienen la noción epifánica del amor a sí mimos— la conciencia del ser—, Frankenstein desarrolla lo contrario, que es el rechazo a sí mismo, y es casi una mezcla, me atrevería a decir, entre Job y la pareja edénica, porque es el reclamo absoluto al Doctor Frankenstein del por qué lo ha creado, pregunta que surge con todas las connotaciones que la obra implica: la facultad del lenguaje, y sobre todo del lenguaje poético. No le pide la muerte, pero sí la explicación de su creación.
      Rafael Argullol: Es un poco las cajas de muñecas rusas en las que estamos colocados a lo largo de la modernidad, al menos desde le renacimiento: el hombre nostálgico, sintiendo la profunda escisión que ha significado la caída, quiere llegar de nuevo al paraíso. La pérdida del paraíso implica el intento de llegar de nuevo al paraíso. En la tradición religiosa, llegar de nuevo significa llegar a la nueva Jerusalén, o a la resurrección de la carne, al cuerpo glorioso, toda una serie de figuras escatológicas de la tradición cristina que vendrían a ser la resolución de la simetría paraíso-paraíso perdido-paraíso recobrado. Lo que ocurre es que llega un momento justo en el renacimiento, con la entrada en crisis del edificio espiritual cristiano en Europa, y el funcionamiento de las nuevas fuerzas liberadoras—el racionalismo y la iluminación—, que el tema de ese juego nostálgico del paraíso que lleva a la necesidad de recuperarlo se traslada del cielo a la tierra, de lo ultraterreno a lo terreno. Es cuando nace esa fuerza fundamental, demoníaca y llena de contradicciones del hombre moderno. Se intenta entonces realizar el paraíso en la tierra a través de las fuerzas de la técnica, del progreso y la técnica, de la revolución social, de diversos ámbito a través de los cuales el hombre aspirará a crear este nuevo paraíso. El caso Mary Shelley es evidente: sigue una idea que ya expuso el joven Goethe en el poema “Prometeus”, que inspiró mucho su obra —Frankenstein o el moderno Prometeo. El joven Goethe, que aún se movía en la órbita del sturm und drang, dice: “Ahora no te necesitamos, Dios. Ya tenemos la autonomía, la fuerza suficiente para crear absolutamente, o hundirnos en el intento”. Creo que en la novela de Shelley el Doctor Frankenstein es el producto de ese proceso. Crear una criatura perfecta, pero se cuela la imperfección del mal por medio. Entonces el resultado es híbrido, y esta criatura perfecta reproduce los mismo problemas que tiene la misma conciencia humana. Esta saga ha tenido varias continuaciones, y una de ellas, obvia, es Blade Runner. Se remonta a los replicantes que siguen el mismo proceso, a crear la criatura perfecta que entra en contradicción: empieza a pensar en términos de escisión, compañía, muerte, y quiere saber, el juego de espejos del hombre que también quería saber, el tema del Doctor Frankenstein y Prometeo.
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      25 de marzo de 2008
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      II. Un monstruo siempre bien comido

      La lección moral se repite a lo largo de la historia con sus mismos colores sombríos. Las cabezas desaparecen trituradas en las fauces del monstruo, o ruedan sobre el tablado del cadalso hasta caer en el canasto. Es una lección sabida, vieja de figurar en los catecismos puritanos, desde el tiempo de la llegada de los peregrinos en el Mayflower: haz lo que quieras, pero que nadie se de cuenta; peca con tu cuerpo, pero que nunca lo sepa la televisión. La versión mediática de la cueva de Platón: las figuras de la alcoba deben ser diferentes de las sombras que se proyectan afuera, donde sólo debe verse la familia unida y feliz.

      Es lo que ocurrió últimamente con la renuncia del gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, calificado de manera unánime por los medios de comunicación como un superhéroe desde cuando era Fiscal del estado, campeón en la lucha contra las mafias, los narcotraficantes, las redes ilegales de juego, la prostitución organizada, el Elliot Ness de los tiempos modernos, capaz de poner de rodillas a los gángsteres.

      Pero al gobernador le gustaban las citas clandestinas con prostitutas de lujo, y del trono de la santidad pasó a los abismos del pecado. Sindicado, procesado y sentenciado de manera sumaria, tuvo que comparecer dos veces delante del micrófono: una buscando sacar la cabeza de las fauces del monstruo, y conformar su apetito con un mea culpa, y la otra, ya rendido, para ofrecer la cabeza sin más remedio, y renunciar. Los sacerdotes que cuidan de que el monstruo esté siempre bien comido, no querían menos. 

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      25 de marzo de 2008
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      El Boomeran(g)
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