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Novelas políticas

Cada sábado, hay dos lecturas importadas desde Londres que son imprescindibles para mí: el suplemento Review de The Guardian que es de hecho un suplemento dedicado a la literatura; y el Financial Times, que tiene una reseñas excelentes como la que aparece en la última, The Spin in the tale. Es imposible traducir este título, pues sí sabemos que tale quiere decir cuento, pero  a lo que se llama spin en la política inglesa no es "torbellino" o "trompo" sino "trampa", una manera de engañar a la opinión pública, de cometer un abuso de comunicación sin salir del juego clásico de la política. El artículo es apasionante: al explicar cómo el gobierno de Margaret Thatcher provocó la aparición de una serie de novelas que pretendían describir la sociedad inglesa bajo el mando de la dama de hierro su autor, Adrian Turpin, no reconoce el mismo mérito a Tony Blair.

Se define muy bien, en este artículo, el trabajo de los novelistas que se meten en este camino: "su trabajo no consiste en decirnos algo sobre la gente en el poder, más bien de mostrarnos cómo ideas políticas, aunque parecen abstractas e impersonales, entran en el tejido de la vida diaria, infiltrándose en los hogares, lugares de trabajo y hasta en nuestras relaciones personales." Es lo que hacía Balzac en Francia y su obra sigue siendo lo mejor que se puede leer para entender a un amplio período del siglo XIX. El primer ministro Tony Blair, al abusar del spin, es decir, de una comunicación tan hábil que se sabía de la existencia del cambio sin ser capaz de entenderlo por completo, quitó mucho terreno a los novelistas.

No voy a citar el detalle del análisis de novelas inglesas que me quedan por leer (South of the River de Blake Morrison parece muy prometedora con su presencia obsesiva de los zorros, pues Blair prohíbe cazar con una jauría de perros a los zorros que entran en las ciudades) pero creo que Turpin pide algo obvio: sólo se entiende una vida política si se tiene su traducción literaria. Es una reflexión ineludible al cerrar la ambiciosa novela de Edmundo Paz Soldán, Palacio Quemado (Alfaguara). ¿De qué se trata? De Bolivia. De una Bolivia de verdad, es decir, la Bolivia de las "dos Bolivias", de los cuatro idiomas (español, quechua, aymara y guaraní), con su "guerra de la razas"; un país donde "los hombres de poncho no llegan al palacio".

El Palacio Quemado es el palacio presidencial en La Paz. El narrador se presenta como una persona apartada del poder (no lleva un cargo concreto) pero vive dentro del palacio y del posible spin: tiene como tarea escribir los discursos del presidente. Aparte de unas evocaciones del pasado (con una buena evocación de Barrientos), existen tres figuras clave para personalizar a la política: Fernando Canedo de la Tapia, presidente, blanco, es un veterano del poder (ya fue presidente en el pasado) y ahora un claro caso de "quiero pero no puedo"; Mendoza, el vice-presidente, es un hombre culto pero que lleva la cultura occidental en su cabeza; el Coyote es un ministro duro, desleal, quitando terreno a los blandos que no usan la fuerza del estado. Por fin hay el líder de la oposición, Remigio Jiménez, que se apoya en la influencia de los cocaleros.

/upload/fotos/blogs_entradas/palacio_quemado_med.jpgLo bueno que tiene la novela es su voluntad de no retratar de manera directa a actores reales de la vida política. Lo bueno y lo malo, quizás, es de no apartarse del retrato de la política como laberinto de retórica, envidia, retórica e impotencia. "La oposición a la ofensiva, el gobierno paralizado, ambos incapaces de ofrecer respuestas o alternativas concretas que fueran más allá del rechazo a ultranza o la defensa tímida del modelo neoliberal" es una descripción fiel de la política en muchos países de América Latina y la novela se parece mucho a esto. Tal como lo leí en el blog de Garzón Vallejo hay algo extraño en este libro: se lee de un tirón hasta el final, no se puede eludir una página y tampoco convence, deja la sensación de que no se logró todo. Una hipótesis: es un síntoma de un éxito pues la política es así, es el cuento de nunca terminar aunque seguimos escuchándolo.

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28 de abril de 2008
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Urueña – Villa del libro

No conocía Urueña hasta que no he sido invitada a los encuentros sobre relato celebrado allí el 18, 19 y 20 de abril. Ni siquiera había oído hablar de este pueblo y ahora sé dónde está, cómo es y, lo mejor de todo, me gustaría volver. Está a 55 kilómetros de Valladolid y es pequeño, empedrado, medieval, rodeado por una muralla bastante conservada, con un castillo que le da un tono de cuento muy apropiado, y varios monumentos más. La gran idea ha sido convertirla en libro, que el reclamo turístico sea un tipo de cultura dinámica, que haga participar al visitante, que lo implique, que no sea un lugar más de donde salir con el estómago lleno, sino también con la cabeza o por lo menos con un libro que llevarse a casa. Ha sido una buena idea darle a este lugar un sentido más allá de sí mismo. El éxito -si nos fijamos en lo ocurrido en el pueblo galés Hay-On-Way, donde nació el famoso Hay Festival- parece posible. Y es que con el tratamiento adecuado la cultura siempre ha sido un reclamo, que nos hace pensar que no salimos de casa a lo loco sino con un destino que nos va a devolver en mejores condiciones.

No puedo decir más, estuve lo justo para leer un relato, escuchar otros, comer bien y visitar las librerías llenas de lectores que ya tienen un lugar propio donde encontrarse en su salsa.

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28 de abril de 2008
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Malos pensamientos

/upload/fotos/blogs_entradas/pensamiento12_med.jpgEl pensamiento que de tanto nos sirve, con frecuencia se excede en su generosa solicitud. Muchos de los males que nos aquejan y se afincan en nosotros obedecen a la excesiva manía persecutoria del pensamiento que, tomando un asunto entre sus fauces, no deja el bocado amargo que acabará entristeciéndonos. En estos casos se desearía que el pensamiento actuara con menos empeño o eficiencia y transmigara a zonas donde no hay nada que apresar. La relajación se relaciona con este viaje hacia la ausencia de pensamiento o con un pensamiento tan diluido en su composición que ninguna materia interior sería un tropiezo. Pensamiento líquido y evaporado hasta el punto en que no fuera posible la suspensión de ninguna dureza. Pensamiento, en fin, en estado puro, libre de elementos cortantes y pesados que, en su interacción, convierten de hecho la cabeza en un artefacto de y hasta en un odioso aparato que pensando nos duele.

Contra el mal de pensamiento el olvido absoluto. Pero ¿cómo producir olvido? ¿Cómo librarse del pensamiento? Cualquier ejercicio hacia ese fin se enreda con la complejidad del pensamiento y accidentalmente lo activa, con lo que de nuevo, como siguiendo una orden tajante y su carril tenaz, nos conduce irremediablemente a la sede del martirio.

Cerramos los ojos, los oídos, la boca y todavía el pensamiento sigue iluminado y en infatigable actividad. "Piensa en otra cosa", se nos dice, para aliviar el mal pensamiento y en la otra cosa, mágicamente, aparecen inesperados pasadizos que nos conducen de nuevo a la estancia central. El espacio donde se encuentra aquel pensamiento fulgente que lejos de disiparse en su dilatación, se comporta como una acerada inundación donde naufragamos todo el día, otro día, hasta que la misma fatiga temporal mineraliza la obsesión y la descarga en el almacén común, desordenado, como una antigua y oxidada materia prima.

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28 de abril de 2008
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Contra Franco no vivíamos mejor

No tenía razón el poeta Manolo Vázquez Montalbán con aquella feliz frase de nostalgias juveniles. No era verdad que contra Franco viviéramos mejor. Navegar y vivir eran necesarios, y no era el mejor tiempo, ni el mejor país en aquellos años que nos tocó soportar el franquismo. El otro día, día de los libros tomando las calles, día en que Gelman nos recordó la necesidad de escarbar en nuestra memoria, ese día se me apareció la miseria moral y personal de aquel manipulador llamado Franco. La culpa la tuvo el historiador Paul Preston, buen gustador de la buena vida, y los buenos vinos, de la España de después de Franco. Le pudimos saludar en una Barcelona tomada por la sombra de Ruiz Zafón. Era de los resistentes, miembro de una brigada que lucha para que sus libros sean visibles, a pesar del imperio zafónico. Hay otros libros.

Preston vuelve por donde solía, corta otro traje perfecto para que recordemos las mezquindades de aquel tipo pequeño, obsesivo y falso patriota. Un mal español. Ambicioso de poder y de dinero. Fantoche que se creyó emperador. Dejó el país en la ruina, y en su ambición, en sus sueños de grandeza, se imaginaba gobernando un nuevo imperio. Ya lo decía su aliado Sanjurjo -¡otra joya histórica!-, que "Franquito es un cuquito que va a lo suyito".

Leyendo a Preston volvemos a pensar en la suerte, la mala suerte. España no tuvo suerte, no vio que el peligro tenía el rostro de un africanista que no sabía si ser el Cid o Felipe II. Lo malo es que consiguió ser Franco.

Su hermano Ramón, héroe de la aviación, republicano y masón, nada franquista y tan anticlerical que, ante los incendios anarquistas de algunas iglesias, dijo: "Contemplo con gozo aquellas llamas magníficas como la expresión de un pueblo que quiere liberarse del oscurantismo liberal". Con los Franco no había término medio. O te fusilaban por masón, por no ir a misa o por ser infiel en el matrimonio. O te quemaban si llevabas sotana. No son las únicas declaraciones del hermano Ramón que debieron alertar al manipulador enmascarado en salvador de patrias. Cuando llegó la República, un africanista, Guarner, le preguntó a Ramón por lo que pensaba Francisco del nuevo régimen: "Mira, Guarner: Paco, por ambición sería capaz de asesinar a nuestra madre, y por presunción mataría a nuestro padre".

Con mi antifranquismo renovado, me acerco hasta Boadas, brindo con Quim Monzó por habernos salvado de aquella plaga de cretinos que creyeron que Franco era justo y necesario. Lo imagino como un personaje de Monzó: ese señor tan serio que en el geriátrico se pinta las uñas, se pone tacones y da color a sus labios. ¿Qué hubiera pasado si Franco hubiera sacado su máscara femenina? Franco ese hombre, ese gay.

Artículo publicado en: El País, 27 de abril de 2008.

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28 de abril de 2008
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Justo, equitativo y saludable

Pero, ¿en verdad alguien cree que el remedio a la hecatombe de la justicia española reside en averiguar si hay más jueces rojos que azules o más verdes que dorados? ¿O si en el Constitucional hay unos gallegos y debemos compensarlo con más mallorquines? ¿O que el Supremo no cree en el sacramento del bautismo porque hay mayoría de chiítas? ¿De verdad alguien ajeno a esa pelea tabernaria se lo cree?

Que la justicia en España sea una opresión intolerable (o sólo tolerada por una población usada a la arrogancia del señorito, al ultraje del latifundista, la prepotencia del nuevo rico, la vesania de los sicarios) no resulta del reparto de poltronas bien pagadas. Para cualquier ciudadano razonable, la reforma de la justicia no debería consistir en una nueva partición de la raspa, sino en la voluntad de resucitar un sistema judicial extinto.

Los jueces españoles son tan buenos y tan malos como los dentistas o los taxistas, si acaso hay taxistas malos, cosa que dudo. Pero trabajan en condiciones que estarían perseguidas por la ley en una empresa privada. Mientras no se inyecten millones de euros para informatizar el sistema, mientras no se creen mil nuevas plazas de juez, mientras se les pague una miseria, no habrá justicia en España.

¿Por qué entonces tanto escándalo sobre quién ocupa el trono y quién el taburete? Pues porque no hay voluntad real en ningún partido político (y ese es uno de los peores cinismos de la izquierda) de que haya justicia en España. Es lógico, los ricos no pasan por los juzgados. O sólo unos pocos y por poco tiempo. O para ser absueltos. Sólo los miserables llenan los pasillos hacinados como ovejas: los que no pueden pagar abogados rufianescos, los que sólo han robado mil euros y no mil millones, los que no tienen papeles pero tampoco cuentas en Liechtenstein.

¿Demagógico? Pregunten a los jueces que todos los días han de vivir con la vergüenza de su inoperancia. No hablen con sus representantes, son artefactos de partido. Hablen con los jueces, ellos nos juzgan. Y están tan hartos como nosotros.

Publicado en: El Periódico, 26 de abril de 2008.

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28 de abril de 2008
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Un caso de entereza (2)

No basta obviamente con erigir la no subordinación de la dignidad a la vida en regla. Se trata de que tal exigencia determine el comportamiento efectivo, se trata de que configure un sujeto ético. Y de la posibilidad de tal ética Enrique Granados es quizás una prueba. No se trata por supuesto de poner la vida en juego ante el pretexto más fútil, lo cual más que muestra de comportamiento ético lo sería de comportamiento estúpido (o chulesco, que a menudo viene a ser lo mismo). Pero sí se trata de no pegarse a la capa de la vida, como un gusano, si la fortuna, el "fugitivo momento", el kairos griego (en cuyo aprovechamiento ha podido llegar a verse el contenido auténtico de la felicidad) nos sitúa ante la posibilidad de mostrar nuestra esencial condición de seres libres.

Una vez más, contra la explícita condena por Kant de la elección de la muerte, defenderé precisamente el rigorismo kantiano como la única forma de elucidar si un comportamiento responde o no a exigencias de eticidad: atenerse a lo que se desprende del respeto a la condición de ser racional, aunque las consecuencias de tal actitud sean perjudiciales para un orden de cosas (así la subsistencia de la progenitura) que por otro lado pueda ser perfectamente legítimo.

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28 de abril de 2008
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Placeres del reino de Camelot

En Habanos en Camelot, William Styron sostiene algo que hoy muchos pondrán en duda: que los cigarros no son destructivos para la salud, como lo son los cigarrillos. Cáncer, enfisema, danos coronarios, arteriosclerosis. En los días de su cercanía con la Casa Blanca, el Camelot legendario de los Kennedy, Styron decidió pasarse a los habanos aristocráticos y abandonar los proletarios cigarrillos "sin convulsiones de dudas morales". Estaba decidiéndose por un vicio selecto, que según sus cuentas no tenia riesgos para sus pulmones ni para sus arterias, y dejando otro que desde entonces comenzaba a ser estigmatizado hasta su extinción casi total en Estados Unidos: el numero de fumadores se ha reducido en un 5% adicional en los últimos cinco años, hasta caer a un 17%.

América, como Styron llama a su propio país, es puritana hasta la médula. Y el puritanismo lleva a juzgar lo que es bueno o dañino para la salud en términos absolutos. Apartémonos de los cigarros y los cigarrillos, que es el tema de Styron en lo que hace a sus recuerdos de la era Kennedy; pero siempre el puritanismo opone la necesidad al placer, y los separa de manera radical.

La comida, el sexo, son necesidades de la especie porque hay que reproducirse y alimentarse; pretender obtener gusto de estas funciones, nos acerca a las llamas, porque entonces se trata ya del pecado que tiene su peor infierno en la gula y la lujuria.  

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28 de abril de 2008
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Galería de espectros: Casanova

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he evocado al de Casanova.

Delfín Agudelo: ¿En cuál de sus versiones?

R.A.: La verdad es que Casanova es un personaje por el que siempre he tenido una gran admiración literaria, desde que muy joven y casi por casualidad cayeron en mis manos los tomos de sus memorias escritas en francés y que por casualidad llegué a leer quizás en una edad en la que aún no estaba en condiciones de comprender de manera general lo que representaba su espíritu. Veía evidentemente su faceta de seductor que probablemente a los 17 u 18 años, cuando leí el libro, me causaba la principal atracción, pero entonces no estaba en condiciones de fijarme en el espíritu libre, en el ilustrado, en el gran viajero, en el gran mundano, en el sentido más rico de la palabra: el que quiere devorar al mundo. Esto hizo que el personaje de alguna manera me acompañara siempre. He ido siguiendo varias de las versiones que ha dado el arte recreando al personaje. Me acuerdo muy bien, por ejemplo en el cine, del Casanova de Fellini. También al ya muy viejo Casanova, en la película de Ettore Scola, La nuit de Varennes, que es un Casanova ya en los últimos años, crepuscular, y que emprende un viaje desde París a la frontera, que es un viaje paralelo al de huída -incluso en los mismos días-que intenta realizar Luis XVI ante la deriva que ha tomado la revolución francesa. Scola trenza de manera magistral los dos viajes, el del rey que va hacia la muerte y hacia el hundimiento del antiguo régimen, y el del gran mundano y seductor que ha llegado a su momento crepuscular, pero que a pesar de todo mantiene una dignidad incluso trasnochada que preserva determinadas costumbres y rituales que los tiempos revolucionarios están destruyendo, pero que a pesar de todo, en el mantenimiento de esta especie de genio y figura, basa en cierto modo esa supervivencia frágil y débil de ese último periodo. Y claro, no puedo olvidar en el intento de evocación a Marcelo Mastroianni quien realiza un papel espectacular, encarnando a ese viejo Casanova para el cual es válido aquello que dijo una vez Falstaff: el deseo que aún tiene va más allá de la capacidad de posesión.

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28 de abril de 2008
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El último espectador (9)

Piglia es un sobreviviente de la generación que fue blanco de los genocidas. Como tal está habituado a comunicar entre líneas, a narrar en código. En plena dictadura Respiración artificial se planteaba la posibilidad de narrar el horror, pero como remitía a Kafka no fue objeto de censura ni de represión. (Si los genocidas hubiesen conocido a Kafka, se habrían cuidado de bautizar a su gobierno como ‘el Proceso'.) Tratándose además de un estudioso de conspiradores como Borges y Arlt, la estratagema es para Piglia el más natural de los recursos. Piglia dice que Borges presume una cosa cuando pretende otra, elogiando a Mallea pero creando a partir de Lugones. Piglia dice que Los siete locos es la novela de Erdosain pero también la novela oculta del Astrólogo, cuyo proyecto consiste en "construir una ficción que actúe y produzca efectos en la realidad".

Borges instaura desde su relato Pierre Menard, autor del Quijote una estética del doblez, del mensaje cifrado dentro del texto, al estilo de La carta robada de Edgar Allan Poe. ¿Quién es Menard a simple vista -a simple lectura? Un escritor francés, autor de una obra francamente menor. Para que no queden dudas de su intrascendencia, el cuento incluye una lista completa de sus trabajos: sonetos, monografías y prefacios, muchos de los cuales admiten dos versiones. Hay un artículo que propone una variación al juego de ajedrez para terminar rechazándola. Hay una invectiva contra Paul Valéry que en realidad es "el reverso exacto de su verdadera opinión sobre Valéry". El hombre, se insinúa desde el vamos, tiene esta rara manía de decir una cosa cuando cree lo contrario.

Pero Menard también habría escrito una obra que el narrador define como "subterránea, interminablemente heroica, la impar". ¿Y en qué consistiría? En la escritura, idéntica palabra a palabra, de dos capítulos del Quijote y del fragmento de un tercero. Según el exégeta que escribe el texto con tono académico, aquellos que sostienen que Menard, hombre del siglo XX, dedicó su vida a escribir un Quijote contemporáneo, "calumnian su clara memoria". (Hasta el lenguaje está usado para despistar: si la memoria de Menard merece un adjetivo, sería el opuesto a clara. Menard es un enigma, vivió escribiendo cuadernos que se tomaba el trabajo de destruir.)

¿Quién sería Pierre Menard en realidad? El primer escritor de esta triste modernidad que habitamos. (El hecho de que Borges lo haya pensado francés es un detalle más en la construcción de la broma, como si hubiese intuido que causaría más estragos entre los porteños viniendo de París que de Bogotá o del DF.) Menard es un farsante, no por el hecho de haber fracasado en su intención de escribir una obra tan grande como el Quijote, sino porque pretende -y el narrador de Menard, declarado amigote suyo, sigue su juego - que ese fracaso es en realidad su triunfo.

¿Y qué sería, entonces, el relato Pierre Menard, autor del Quijote? El modelo en que se basaron todos los críticos desde 1941 para tratar de demostrar que el bodrio escrito por su amigo es una genialidad. Ah, ¡cuántos seudo-Menards leímos desde entonces! Lo único claro en el texto es que a Menard no hay que creerle nada. El narrador insiste en el punto, Menard tenía el "hábito resignado o irónico de propagar ideas que eran el estricto reverso de las preferidas por él".

¿Se puede creer en algo de lo que el relato dice? Están las referencias al trabajo infatigable al que Menard consagró su vida, desde el estudio del idioma español del siglo diecisiete a las miles de páginas que corregía para después desgarrar o quemar. Nadie escribe tanto para terminar legando a la posteridad dos capítulos y fracción idénticos a otros de Cervantes. Lo que Menard el relato esconde entre la ironía es el reconocimiento de la necesidad de escribir una obra heroica e impar. No es casualidad que el narrador pierda su flema cuando defiende a Menard de la calumnia. Aceptar que quiso escribir un Quijote contemporáneo -se cuenta que trató de ‘ser' Cervantes pero en vano, y que después pretendió "llegar al Quijote a través de las experiencias de Pierre Menard" con el mismo, nulo resultado- sería asumir que fracasó. Si en cambio se afirma que sólo aspiró a copiar -perdón, a ‘escribir'- dos capítulos y medio, se puede defender su obra como un triunfo.

/upload/fotos/blogs_entradas/ficciones_med.jpgAl reivindicar la genialidad de Menard, queriéndolo o no -yo creo que lo hizo adrede, Borges era un perverso-, el narrador convence a la gilada de imitarlo. Y la gilada lo sigue, lo ha seguido desde entonces en una carrera con destino en el fondo del abismo. Lo que queda flotando una vez disipada la polvareda es el mandato al que Menard consagró su vida, más allá del fracaso puntual: se trata de construir una obra interminablemente heroica, impar. ¿Deberíamos entender como casualidad que el cuento que sigue a Menard en el libro Ficciones sea Las ruinas circulares, donde alguien -otro Menard, acaso más exitoso- se dedica a soñar a un hombre "con integridad minuciosa", para "imponerlo a la realidad"? Ese es el proyecto último, en ambos relatos: crear una ficción tan perfecta que adquiera vida propia.

Estamos nuevamente en el territorio del Astrólogo. La única intención que debe animar al narrador, al hostigador profesional, al subversivo, es la de "construir una ficción que actúe y produzca efectos en la realidad".  

                                                      (Continuará.) 

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28 de abril de 2008
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Lengua de pobres y de poetas

Estoy en Galicia. Me gusta estar en Galicia. En su paisaje y entre su paisanaje. He comenzado la lectura de una novela de Rei Núñez sobre un pintor que me interesa mucho, Urbano Lugrís. Uno de esos olvidados durante casi toda su vida que ahora es rescatado por pintores, poetas y otros recuperadores de los restos de naufragios. En la España franquista muchas propuestas, muchas obras y muchas vidas naufragaron antes de tiempo. Me interesa la novela y me interesa el entorno en el que se desarrolla.

/upload/fotos/blogs_entradas/otraideadegalicia_med.jpgCon mi avidez lectora ojeo otro libro, este un ensayo, de otro escritor gallego. Miguel Anxo Murado. Es una reflexión sobre Galicia, un libro que quiere que después de haberlo leído tengamos una idea menos tópica de Galicia...

Me detengo en un capítulo: "Lengua de pobres y de poetas", como llamaba Cunqueiro al gallego. Si una lengua tiene asegurada esa conquista, la de los pobres y la de los poetas, nunca podrán con ella otras fuerzas, otras lenguas. Lo malo -como señala Murado- es que si las cosas vienen mal se quede "solo" en lengua del pueblo. Eso sucedió en los llamados "siglos oscuros" de la lengua, la abandonaron los poetas. La dejaron sola entre el pueblo, en los pueblos. Y crecieron las ciudades con otra lengua. Las comunicaciones mejoraron y llegó con fuerza la otra lengua frente a la propia.

Menos mal que llegó Rosalía de Castro y devolvió la lengua a los poetas. Hermosa lengua para poetas, para narradores, para el pueblo y para el cantor. Hermosa lengua para todos. Envidia de no poder hablar la lengua de los gallegos, no poder expresar las cosas con esa música.

Celso Emilio Ferreiro, poeta en gallego, poeta de nuestros tiempos "progres", poeta rescatado siempre, escribió: "Lengua proletaria de mi pueblo/ La hablo porque sí/ Porque me gusta/ Porque me da por ahí/ Y porque me da la gana" Una suerte poder hablar una lengua porque te da la gana. Envidia de los bilingües.

Y eso a pesar de que Murado dice que no son bilingües, que en el siglo XX al menos han sido "generaciones  diglósicas: han usado una lengua u otra según el contexto, a veces siguiendo una lógica un tanto extraña". La abuela y el padre del autor sólo se hablan castellano cuando hablan por teléfono. Como si el teléfono fuera un artilugio no gallego. Un exponente de lo que llega de fuera.

Hermosa lengua que resistió- como otras- la barbarie de un gallego que no amaba a su patria. En el franquismo llegaron a detener al suave gallego Andrés Do Barro  por cantar en gallego sus inocentes baladas.

Feliz vida eterna para ésta lengua de poetas y de pobres.

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25 de abril de 2008
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El Boomeran(g)
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