Jean-François Fogel
Existe en París un salón del libro de América Latina. No es mucha cosa pero tampoco es nada. Cobra fuerza y ahora alcanza una muy respetable cuarta edición. Se apoya en los recursos de la Maison de l’Amérique Latine, lugar de encuentro ineludible para todos los latinos y enamorados de América Latina de París. Al final si miramos el programa del evento que tiene lugar esta semana, vemos que abarca un poco de todo: libros, películas, tertulias radiofónicas, música, arte. Habrá el ineludible debate sobre el año 1968 y oportunidades de hablar de la relación entre sociedad y política. En definitiva, será un retrato del consumo de cultura de América Latina con una cierta ambición de calidad.
Lo interesante es que el evento se va a mantener en un área más cultural. A pesar de la polarización en América Latina en torno a la izquierda de Chávez, Correa y Morales, no hay ahora en Francia tanto entusiasmo por gritar a favor de las revoluciones de allá como en los años 60 o 70. Si miramos el programa, vemos en realidad dos éxitos, los dos éxitos recientes que tienen poco de política.
1. Un pequeño libro (160 páginas) publicado por la editorial Bartillat sobre la relación amorosa y amistosa entre dos escritores: Victoria Ocampo y Pierre Drieu La Rochelle. Drieu de Victoria Ocampo consiguió un premio (Bel Ami 2008) y sobre todo un reconocimiento obvio: no desaparece de las mesas de las librerías. Leer el libro es volver a lo que fue la relación literaria entre Francia y Argentina antes de la Segunda Guerra Mundial.
2. Seria obvio decir que no quedó nada de esta relación después de la fascinación de los franceses por José Luis Borges pero aparece ahora Alan Pauls. El escritor argentino es la estrella de este salón y por muchas razones lo veo cada día como un artista que va a potenciar su presencia. Va a ser un escritor con un estatus reconocido de escritor, lo que hace decir en Francia que tendrá derecho a opinar sobre todo. Es publicado por Christian Bourgois, el editor que "descubre" los talentos de fuera. Habla de Proust como un francés. Y después del salón, l’Ecole Normale Supérieure (escuela normal superior), en la calle Ulm, dedicará un día completo de estudio a su obra. Es el camino real hacia la fama entre los intelectuales. Algo peligroso, por supuesto, pues el almidón de la pequeña gloria se revela incómodo cuando uno quiere renovarse.