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KAPUSCINSKI ES INDIANA JONES

Por definición, la curiosidad no es la mejor consejera para la seguridad. Y en el periodismo, también por definición, eso se potencia. En los libros de Kapu, el riesgo está en cada página.

El libro "Un día más con vida" es literalmente eso. En el medio de esa guerra civil en Angola nada aseguraba el día siguiente, y varias veces solo un milagro podía hacer que el periodista amaneciera a la siguiente jornada.

Se podría hacer un catálogo de episodios donde estuvo al borde de la muerte, pero eso si, contados sin dramatismo, hasta con algo de humor.

En especial Ebano está abarrotado de situaciones que juegan con el límite, o están decididamente en el área en lo que lo más probable es no salir vivo. Cruzar una manada de búfalos es sólo una anécdota,  pero estar acostado al lado de una  cobra egipcia ya no. Estar rodeada de leonas, cambiando un  neumático en el parque Serengeti,  puede parecer una típica historia de cazador, pero hay que  salir para poder contarla.

Su inmersión en la sociedad consistió también conocer de adentro sus enfermedades, por ejemplo la malaria cerebral, que luego lo llevó a la tuberculosis.

Ese viaje interior le permitió describir esta imagen tremebunda: "Había pasado un mes de aquella existencia miserable y lacia cuando me desperté una noche porque sentí la almohada excesivamente húmeda. Encendí la la luz y me quedé de una pieza: la almohada estaba empapada en sangre. Corrí al cuarto de baño y me miré al espejo: tenía toda la cara manchada de sangre. En la boca notaba la presencia de una sustancia pegajosa que tenía un sabor salado. Me lavé pero no conseguí volver a conciliar el sueño" (p. 74).

El escape de Zanzíbar es también una película, al estilo de Indiana Jones. A la noche, en la oscuridad, se subieron con un grupo de periodistas a una lancha para cruzar el mar, que los sorprendió con un monzón que los devolvió, maltrechos, a la isla de donde estaban huyendo.

Los robos en su departamento de Lagos eran rutinarios y eso no parecía preocuparle, pero mi situación preferida es la del desierto. Allí Kapu se describe acostado durante largas horas bajo una camión descompuesto, administrando la poca agua que le queda junto a Salim, el chofer que sabía poco de motores. Estaban ya pensando seguramente en su muerte segura cuando aparecieron en la oscuridad "un par de ojos grandes y brillantes". Era otro camión que, de pura casualidad, pasaba por allí, donde el camino ya había sido borrado.

Ese par de ojos grandes y brillantes es lo que representa también Kapu para nosotros. Solo su curiosidad infinita pudo darnos semejante retrato de lo que está más allá del límite. A costa, por supuesto, de su seguridad.

FR

 

 

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10 de septiembre de 2008
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Tropa de élite

Un amigo, Daniel, me recomendó que no fuera a ver esta película brasileña porque era "fascista"; eso avivó mi curiosidad. Al terminar de verla, coincidí con Daniel, pero no verla hubiera significado aceptar la idea de que el arte tiene que ser políticamente correcto. No lo es, por suerte para nosotros.

Tropa de élite es la historia de un escuadrón de la policía de Río de Janeiro que se especializa en la lucha contra los delincuentes -ladrones, narcotraficantes- de las setecientas (!!) favelas de la ciudad. Parte de la película tiene que ver con el entrenamiento de esta "tropa de élite"; sus personajes tienen algo estereotipado -está el policía inteligente, el noble de gran corazón--, y hay una crítica fácil de los "hijitos de papá" de la clase alta y las ONGs, con su visión idealizada de las favelas, pero la ideología de Tropa de élite es lo perversamente fascinante: los policías ven el enfrentamiento con los delincuentes de la favela como una guerra de baja intensidad, en la que todos los recursos -la tortura, la delación- valen para ganar. En un contexto más global, la película nos hace preguntarnos si, en la "guerra contra el terror", Abu Ghraib y Guantánamo se justifican. Para mí, la respuesta es clara: por supuesto que no. Tropa de élite no tiene dudas: el fin justifica los medios.

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10 de septiembre de 2008
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El aceite en la sentina

Aludía días atrás al auténtico contrapunto de la figura de Ahab que constituye Starbuck, el segundo de a bordo. Ya hacia el final del relato ambos hombres se reúnen en la cabina. Transcribo aquí lo esencial de su diálogo.

"- ...Lo que se consigue tras veinte mil millas de navegación, vale la pena conservarlo, capitán.

- Así es, así es; si efectivamente llegamos a conseguirlo

- Hablaba del aceite en la sentina, capitán.

- Y yo no hablaba en absoluto de tal cosa ¡Fuera! Deja que se desperdicie. Yo mismo estoy haciendo aguas. ¡Sí!, pérdidas tras pérdidas; no sólo hay en mí barriles agujereados, sino que esos barriles agujereados están en un barco que también lo está; y, hombre, esa es una situación mucho peor que la de nuestro barco el Pequod. Pero no pierdo tiempo en taponar la vía de agua; pues, ¿quién puede encontrarla bajo la carga de un casco abarrotado, o como esperar taponarla, caso de encontrarla, en la galerna aullante de esta vida? ¡Starbuck¡ No voy a izar los Burtons.

- ¿Qué dirán los propietarios, capitán?

- Deja que los propietarios en la playa de Nantucket se pongan a gritar más fuerte que los tifones. ¿Qué le importa a Ahab? ¿Propietarios, Propietarios? Siempre me estás sermoneando, Starbuck, invocando a esos tacaños de propietarios, como si fueran mi conciencia. Pero mira, el único propietario verdadero de algo es su jefe; y escucha, mi conciencia está en la quilla de este barco. ¡A cubierta¡"

No, los propietarios no son la conciencia de Ahab. Si Bulkington parecía responder a una insatisfacción en la infinitud, que le llevaba a entrever un enemigo en la costa, el hogar y la sucesión previsible de los días, para Ahab el peligro se vislumbra en la disposición de ese subordinado que recuerda severamente la necesidad de asunción de la ley; la necesidad de apartar a la nave de su objetivo crepuscular y devolverla a la persecución de ballenas sin nombre, cuyo aceite ha de ser destinado a alimentar los candiles de seres reconciliados en "el amor a su patria, a la naturaleza, a su familia".

Mas aun en su locura Ahab percibe con lucidez que tal reconciliación es ilusoria y que tales seres obedecen en última instancia a un Señor confundido con ese "dinero de los armadores", que Starbuck (internamente escindido, pues acabará pidiendo a los hombres que sigan a Ahab en su destino) se siente obligado a evoca ante su capitán.

Ahab, como Bulkington parece temer más a la mentira respecto a lo inevitable que a lo inevitable mismo, y como tal mentira parece empapar tantas veces lo que es cotidianeidad y mesura, sólo en lo desmesurado ve dignidad y destino abierto. Starbuck constituye realmente el contrapunto de Ahab, pero ni el uno ni el otro (un hombre presa del desvarío por un lado y un conservador pusilánime por otro) nos dirían realmente nada si no hicieran parte de la urdimbre que el relato constituye, si Ismael no hubiera estado allí "para contarlo".

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10 de septiembre de 2008
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'El Ebro'

/upload/fotos/blogs_entradas/el_ebro_med.jpgPedro Cases

Península

Barcelona, 2008.

Este es uno de esos libros que deberían ser de lectura obligada. Aunque bueno, tal vez exagero porque lo de la obligatoriedad quizá podría poner al autor en una posición embarazosa. En cualquier caso, merecería al menos una amplia difusión. Primero porque un tipo que decide recorrer a pie los cerca de mil kilómetros que hay entre el nacimiento y la desembocadura del Ebro se ha ganado el que le presten una cierta atención cuando pase a relatar lo que ha visto a lo largo de tan prolongado camino. Y segundo porque su lectura quizás contribuiría a mitigar esa odiosa mentalidad atrabiliaria y usurpadora que provocan los ríos, y que tanto perturba la convivencia social.

Un ejemplo expresivo de esa mentalidad a la que me refiero es la imagen de la virgen del Pilar que alguien ha tenido la ocurrencia de colocar, con su columna y todo, en el nacedero del río en Fontibre. Porque el Ebro, por si alguien tenía alguna duda, es aragonés, y qué mejor forma de afirmar su aragonesidad que plantar una imagen del Pilar en plena provincia de Santander. Que las restantes comunidades vertebradas en mayor o menor medida por el Ebro (esto es, además de Aragón, Cantabria,  La Rioja, Navarra y Cataluña)  manifiesten un similar sentimiento de propiedad, o que incluso hayamos asistido a intentos más o menos encubiertos o explícitos de nacionalizar los respectivos tramos del río son otra prueba más de esa mentalidad acaparadora e insolidaria que tan conveniente sería erradicar.  Cabe decir a este respecto que la editorial, Península, ha elegido como portada del libro una fotografía del Ebro discurriendo mansamente a los pies del Templo del Pilar. Pero tampoco es cuestión de cargar sacar conclusiones extemporáneas. A lo mejor el editor sólo deseaba rendir un pequeño homenaje al autor, Pedro Cases, que es de Zaragoza aunque radicado en Madrid.

Uno de los muchos efectos que la lectura de este libro podría tener en los lectores demasiado apegados a su terruño es la pérdida de algunos de sus tópicos más arraigados. El Ebro es uno y es múltiple. Unas veces ha sido él quien ha tallado el paisaje y otras muchas ha sido el paisaje quien lo ha conformado a él. A veces se muestra joven e impetuoso y a veces cansino y avejentado. En determinados puntos es una auténtica bendición y una fuente inagotable de riqueza, pero unos pocos kilómetros más abajo quizá puedan verse todavía los destrozos que provocó la última vez que se salió de madre. Las profundas gargantas que se han visto obligado a tallar para salir del laberíntico sistema Cantábrico contrastan casi dolorosamente con los gigantescos meandros que dibuja al atravesar la parte baja de Los Monegros, una zona tan llana que ha propiciado la creación de inmensos pantanos en los que el agua languidece mortecina entre pedruscos y secarrales. Pero por encima de todo, y dentro de su fantástica variedad, el Ebro es una entidad única y vertebradota, y que ha ejercido y ejerce todavía una influencia decisiva en la economía y la configuración social y política de las poblaciones esparcidas en los 85.362 km2 que ocupa actualmente su cuenca hidrográfica. Tratar de imponer  cualquier particularismo local sobre tan avasalladora totalidad es, además de cerril, claramente injustificable.

Pero se impone una aclaración: en modo alguno quisiera transmitir la  sensación de que el autor haya escrito su libro enfebrecido por la necesidad de emprender una cruzada contra las ideas atrabiliarias, o que avance de región en región decapitando tópicos y disparates a mandobles como si fuera un Cid justiciero. Nada más lejos de su intención. Él va a lo suyo, que es sobrevivir a las acechanzas del camino, asegurarse un techo para la noche y tratar de culminar los veinte kilómetros diarios que se ha impuesto como jornada, procurando de paso no perderse los valores paisajísticos, históricos o artísticos que van saliéndole al paso. Lo que ocurre es que acompañar a alguien que está atravesando a pie tantísimo paisajes y poblaciones da tiempo de sobra para pensar y desarrollar muchas de las  ideas y noticias reseñadas por el autor en su papel de testigo ocasional.

Al mismo tiempo, y de paso que se combaten usurpaciones fluviales sin ninguna base plausible,  también se ven confirmadas algunas ideas generalizadas pero refrendadas por la realidad. Así, por ejemplo, sería dejar atrás Miranda de Ebro y adentrarse en la Rioja resiguiendo los grandes meandros que por allí traza el Ebro y no hablar de las viñas y el vino que caracterizan ese paisaje riojano tan alabado por su buen gobierno. O, llegados a Tudela, cómo no empantanarse con esa obra magna de la Ilustración que es el Canal Imperial de Aragón, con la majestuosa presa para la toma de agua, la casa de compuertas y el reformado palacio de Carlos V. O cómo no rendir tributo al propio canal, obra de Ramón de Pignatelli y único vestigio que resta de la ambiciosa iniciativa de Santos Ochandátegui, el arquitecto vizcaíno afincado en Navarra y que pretendía unir el Cantábrico con el Mediterráneo enlazando el Ebro con los cauces de los ríos Aragón, Arga, Araquil y Araxes, al que se accedería gracias a un gigantesco túnel que permitiría llegar a Lasarte-Oria, ya en  el País Vasco. Casi da pena cuando el autor pierde de vista a tan disparatado vestigio y lo deja avanzando  por las tierras que el propio canal fertiliza hasta adentrarse en Zaragoza, donde devolverá las aguas al gran río.

Y podrá parecer que no, pues para entonces llevamos leídas más de trescientas páginas, pero desde la capital de Aragón todavía queda un largo trecho hasta la desembocadura, sobre todo para alguien que va  a pie. Y si tanto insisto en esa forma de desplazamiento es porque de ella se desprende el verdadero carácter del libro. La dificultad del camino, el cansancio, la soledad o los achaques físicos del caminante están siempre presentes, y en muchas ocasiones son tan impositivos que borran todo lo demás. Y quienes acostumbren a hacer a pie largos desplazamientos (tipo Camino de Santiago y demás) habrán vivido sin duda muchas veces ese momento en que uno cambiaría gustoso la historia, la cultura, el arte y la visión del ave o el paisaje más bello por un simple bocadillo, o por la posibilidad de sentarse a fumar un cigarrillo a la sombra y con los pies sumergidos en el agua.

Pero la poderosa presencia del río es un continuo, es el curso que impulsa el caudal de sentimientos y percepciones y estados de ánimo que constituyen todo viaje. En su día, al autor no le fue fácil descender desde Peñalabra hasta el Delta. Y tampoco al lector le resultará sencillo seguir tan laboriosa aventura desde su cómoda atalaya. Y, sin embargo, una vez avistado el mar, el autor y el lector dan por finalizado el empeño con la seguridad de haber culminado una gesta notable, en el curso de la cual tienen asimismo la seguridad de haber crecido en edad y sabiduría.  

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10 de septiembre de 2008
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Remesas

A pesar de ser un tema aburrido, la prensa publicó varios artículos sobre la posibilidad de "bancarizar" las remesas mandadas desde Estados Unidos a América Central. Este tema, que parece lo más aburrido del mundo, fue tratado por Manuel Orozco, un especialista en remesas del diálogo Interamericano, dentro de un foro en Montelimar (Nicaragua). Sólo el 30% de las remesas que salen de EE. UU. entran en un depósito bancario. Lo que tiene como consecuencia obvia la debilidad del sector bancario en el momento de entregar préstamos en estos países.

El tema es apasionante, pues estos países corresponden a la vieja definición de los indígenas en los Andes: están y no están. Estos países figuran en el mapamundi, participan en las organizaciones internacionales pero tiene una actividad y una dinámica demográfica que les lleva hasta afuera. Al tener el PDF de la presentación de Orozco uno ve datos escalofriantes. Como, por ejemplo, lo que representa la suma de las remesas, de las exportaciones, de la actividad de las maquiladoras, de la ayuda externa y por fin del negocio del turismo en el producto interno bruto.  Estos recursos, que dependen de manera directa de decisiones o actividades fuera del país,  son el 40% del producto del Salvador, el 45% del de Costa Rica, el 58% del de Honduras y el 72% del de Nicaragua.

No se trata de la viajada tesis de los "términos desiguales del intercambio", con un precio demasiado alto de las exportaciones con relación al precio de las importaciones. Es un caso distinto: países cuyo centro de decisión principal, a través de turistas, ONG, operadores de maquinadores, compradores de bienes y suministradores de ayuda, no "está" dentro del territorio.

No hay que olvidar que sobre este tema fundamental hay un excelente sitio.

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10 de septiembre de 2008
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Toros y tenis

Un emblema de los tiempos que vivimos en cuanto a toros se refiere, y a nuestra piel de toro en particular, podría ser la iniciativa que han tenido los responsables del asunto de habilitar la plaza de Las Ventas de Madrid como pista de tenis para celebrar  la semifinal de la Copa Davis entre España y Estados Unidos.

No es una crítica ni mucho menos, simplemente será curioso ver las gradas cubiertas por otro tipo de público, y en lugar de oír "Olé", oír (Noooo). Y en lugar de la profunda respiración del animal, escuchar ese característico quejido que algunos tenistas sueltan con el raquetazo, para darse fuerza seguramente. Y de paso el mundo tendrá la oportunidad de contemplar cómo es una plaza de toros. Puede quedar muy auténtico y muy nuestro, porque aunque a mí los toros me aburran y no sean lo mío, tenemos cantidad de tópicos que habría que rentabilizar más, exportarlos. Hay que pasar de rehuir el tópico a sacarle partido. ¿O no?

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10 de septiembre de 2008
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XVII. Información y carnaval. Información y espectáculo

Rafael Argullol: Bienvenido de regreso a Barcelona, Delfín.

Delfín Agudelo: Muchas gracias, Rafael.

R.A.: Has tenido la fortuna de estar en Bogotá, y no habrás seguido las informaciones o el mundo de las noticias que ha habido este agosto en España y Europa, y por tanto quizás has logrado evitarte más agudamente el instinto carnavalesco que adquiere el mundo de la información en verano.

D.A.: Por lo visto nuestra pasada conversación no diferirá mucho de ésta que estamos a punto de tener: cuéntame del instinto carnavalesco de la información veraniega.

R.A.: Una de las características más grotescas, más carnavalescas de nuestra época, es el propio mundo de la información. Fíjate que en toda Europa, e imagino que en Latinoamérica, cada vez se ha ido confundiendo más información y espectáculo. Recuerdo en mi infancia y en mis primeros contactos con lo que eran los noticieros y telediarios en la televisión, en que las noticias eran expresadas de una manera muy austera. Había una clara separación de lo que era el noticiero y el resto de la programación, sobre todo de la publicidad. En nuestro mundo sucede que siempre se ha tendido a la confusión. No solamente las noticias se plantean a través de un gran marco espectacular, sino que todas las televisiones recurren a la inclusión de la publicidad en medio de las noticias, de modo que a veces uno puede encontrarse con obscenidades como noticias por muertes y asesinatos, masacres a las que tan acostumbrados estamos, que sin transición se conectan con noticias dedicadas a los detergentes, o a las cremas de adelgazamiento. Se pasa de un tema al otro sin ninguna transición y el espectador queda teniendo en la retina, juntos, los temas dramáticos con temas completamente superficiales. También tenemos esta especie de monstruosidad del decorado y de la ornamentación, como por ejemplo maravilloso las convenciones electorales americanas. La propia del demócrata Barack Obama, que montó una especie de templo griego dentro de un estadio de fútbol americano, con sus columnas, frisos, etc., y allí se hizo la presentación y convención en gran público. Es decir, tenemos la mezcla de todos los elementos de la información y del espectáculo, y eso se agudiza todavía más en verano porque muchas veces no solo la televisión sino que los diarios tienen que llenar las páginas como sea, publicando así noticias supuestamente espectaculares.

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10 de septiembre de 2008
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Flor de Lotto / XXVI

XXVI. Dos ya son multitud.

En ciertas circunstancias, a una momia le es más sencillo pasar inadvertida que a un barbudo. Luego de seis intentos de afeitarse con un bisturí roto, el fugitivo Camilo Peñuelas ha acabado por aceptar cubrirse el rostro entero con una venda. Segismundo lo mira y comprueba que incluso con la barba bien tapada el colombiano guarda un parecido asombroso con el antiguo autócrata. ¿Debería creer la historia que sin muchos matices Camilo le contó, digna de una novela de espionaje fantástico? A juzgar por sus ojos desorbitados y las manos temblonas, debe concluir que el pobre viejo tiene tanto miedo como él. ¿Es tan viejo, a todo esto? No, pero lo parece. Su semblante es la medioviva imagen de ese Fidel enfermo que tantas veces apareció en la prensa junto a Hugo Chávez Frías. Ambos, diría Camilo, de pipí cogido.

     -Yo era un hombre bien sano, compadre, pero desde el secuestro no sé ni qué me hicieron esos mierdas que míreme nomás, parezco un moribundo -se lamentó Peñuelas, cuando aún no había resuelto enfundarse la venda, al tiempo que Andersón, ya cansado de hurgar por el website del Granma, rebuscaba en el Google algún mapa de la ciudad de México sin el cual, se temía, quedarían los dos fatalmente a merced del infortunio.

     ¿Los dos? ¿Sólo los dos? ¿Y por qué no los tres? Con la pistola que Peñuelas consiguió arrebatar a uno de sus guardianes, que yacía noqueado en el baño de su cuarto, podían darse el lujo de escaparse con todo y enfermera. ¿Una rehén a modo, para el camino? Hace ya un par de horas que Andersón se inclinó por un cambio de táctica. Son apenas las tres de la madrugada, calcula que aún el tiempo está de su lado. A Camilo no le parece buena idea, pero el socio no ceja. Si la chica se ha puesto de su lado, ¿es justo que la dejen atrás? A saber lo que la gente de Don Alex o los agentes de seguridad cubanos se atreverían a hacer con ella si llegan a enterarse de la verdad.

     Carolina Rodríguez Atristáin, nacida en la ciudad de México al comienzo de la segunda mitad de los años ochenta. 1.71, 59 kilos, cabello corto y extremidades largas, egresada de la carrera de Sociología, reclutada entre un grupo de simpatizantes de la revolución cubana por un hombre sin nombre que trabajaba entonces para un tal Morazán. Hizo algunos estudios de enfermería el año pasado, en Managua, de cara a una misión que, según le indicaron, la pondría a unos metros de distancia del Comandante. Es decir, de la Historia. Desde que conoció a Camilo Peñuelas y éste la hizo consciente del engaño, hierve en ella un despecho ilimitado, que sin embargo oculta bajo una falsa imagen de sumisión. Hasta el día de hoy, nunca nadie la ha visto exhalar una queja ni desobedecer una orden. Por supuesto, ninguno la imagina introduciendo un PSP conectado a internet al cuarto donde ¿duerme? Segismundo Andersón, teóricamente incomunicado.

     -Ella sabe lo que hace, mi hermano. Llevarla es mucho riesgo, no sobreviviríamos. Quién va a perder la pista de dos hombres y una mujer...

     -Ya te dije que viene con nosotros. Está de acuerdo, conoce bien la clínica y la ciudad. Sería una mexicana de nuestro lado.

     -¿Del nuestro o del de usted? ¿No le basta con tener la escalera de incendios a un ladito de la ventana del baño? No la joda, compadre, que nos van a agarrar -Peñuelas acaricia la .38, como quien piensa en ser más convincente.

     -La escalera va a dar directo al sótano. Ella nos va a esperar ahí, con una camioneta del hospital. Me lo explicó mientras tú te vendabas. Va a parecer que la secuestramos. ¿O prefieres que nos larguemos a pie?

     -Sepa usted una vaina, Andersón. No confío nadita en esa mujer con la que usted conspira a mis espaldas. Si los traicionó a ellos, nada le cuesta hacer lo mismo con nosotros.

     -Entonces yo tampoco puedo confiar en ti, por desagradecido. Óyete nada más, ya estás hablando de conspiraciones: cierro los ojos y miro a Fidel. ¿No fue ella quien te dijo que iban a escabecharnos, en el nombre del pueblo cubano? -Andersón no lo dice, pero encuentra que la noticia de su fuga con una mujer tendrá que aterrizar en los oídos de la Corleonetta. Él también, a su modo, tiene un despecho gordo aguardando revancha. Toda pena de amor, decía La Rochefoucauld, es de amor propio.

     Ya entrado en sensatez, Peñuelas mete de regreso la pistola en la funda de almohada que transformó en mochila y se asoma por fin a la ventana rota del baño, constatando otra vez que es lo bastante amplia para dejar pasar su cuerpo entero. Ya no se escucha el ruido de coches circulando que hasta hace pocas horas llegaba de la calle; apenas el rumor de un aguacero que lo reconforta. Siempre es más fácil escapar cuando llueve, se dice mientras trepa por el lavabo, ayudado por un Segismundo exultante, pero ya la experiencia le dice que a esta gente no se le escapa nadie. Murmura entonces, sin que nadie lo escuche, que siempre es más bonito morir a media lluvia.

Mañana en FLOR DE LOTTO: XXVII. ¡Lotería!

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10 de septiembre de 2008
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Sobre la pareja

Hemos celebrado mucho el don de ciertas parejas que, estando a nuestro lado, nos entienden tan bien que intuyen nuestros pensamientos, anticipan  nuestras reacciones y previenen atinadamente nuestras respuestas. Estas parejas, en realidad, no existen. Se trata de psicólogos, médicos del alma y profesionales esotéricos, unidos a la mítica de la unidad (dos en la misma carne, en la misma sangre, en la vida y en la muerte...).

La pareja se ama y traba mejor,  brinda más y mayores gratificaciones sucesivas cuando la relación se construye a través de la conversación, la descodificación, el conocimiento detallado de las razones de la queja o del soprprendente bienestar que en ocasiones procuramos. De la expresividad de cada cual se obtiene  un saber que, como los grandes saberes, produce un jubiloso  beneficio al alma. Del buen saber del otro a través no por instinto sino por entendimiento se genera gradualmente una plataforma de comprensión y convivencia donde los malentendidos pueden ser desanudados con tanto entrenamiento que hasta se transforman menos en dolor que en entretenimiento. La base de una vigorosa relación se halla invariablemente en la ligazón de la confianza mutua. En ese ámbito de confiado es posible esperar sin impaciencia que la extrañeza de una acción se deshaga más tarde en un plus de entrañamiento.

Pero, además, interpretarse recíprocamente significa respetarse también en los papeles singulares. Contra la pretensión de disfrutar una relación donde la coincidencia neutralice el conflicto, se impone el aura de la interpretación del otro en cuya tarea emerge como un ser respetado y diferente. No opuesto sino distinto, no impropio sino propiamente dicho. La cuantiosa provisión de gozo que se niegan las parejas empeñadas en ver del mismo modo casi cualquier cosa y con la consecuencia de distanciarse por la comprobación de sus perspectivas inalienadas,  sólo es comparable a la triste ofuscación de los fanáticos que en su delirio por la verdad absoluta se conforman con un único y estricto perfil del mundo.

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10 de septiembre de 2008
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I. México lindo y herido

Después de asistir en Monterrey a la entrega de los premios de la Fundación Nuevo Periodismo que preside García Márquez, salgo de México bajo la impresión de que ha estallado una guerra que deja ya, sólo en lo que va de este año, más de tres mil muertos.

Es una guerra en la que se valen batallas campales entre el ejército y bandas de narcotraficantes, pasadas de cuenta a bala viva entre sicarios de las propias bandas en disputa por el control de los territorios de la droga, asesinatos de alcaldes, ediles municipales, jefes locales de policía, procuradores y fiscales, periodistas, y de por medio, secuestros de empresarios de todo tamaño, o de sus familiares, para cobrar rescates, esto último una industria a veces independiente, y otras ligada a los carteles de la droga, y aún a las propias estructuras de la policía, infiltrada, a su vez, por los carteles.

Una guerra de varias bandas, a varias bandas, en la que los ciudadanos se sienten atrapados, víctimas también de asaltos en sus hogares y en plena calle. Salir por la mañana al trabajo, o para divertirse los fines de semana, se convierte en una verdadera aventura. La calle da miedo. Y lo peor es la indefensión ante la propia autoridad policial que también secuestra, extorsiona y mata. 

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10 de septiembre de 2008
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