Edmundo Paz Soldán
Llegué tarde a esta novela de Alan Warner, que cuenta la historia de una chica amoral en la Gran Bretaña de los años noventa y al hacerlo captura el hedonismo de ese fin de siglo. Warner no ha escrito nada más memorable, pero tampoco es fácil superar la creación de un personaje emblemático, capaz de representar a una generación despreocupada -la del Winterbottom de 24-Hour Party People— a la que los años terminarán pasándole la factura. ¿Novela, o la adaptación cinematográfca de Lynne Ramsay? La respuesta es fácil: la novela. La prosa de Warner tiene textura, narra sin intrusiones y permite que el lector llegue a sus propias conclusiones acerca de Morvern Callar, la chica de clase media baja que trabaja en un supermercado, le gusta pintarse las uñas con el color Dusky Cherry, y un día llega a su departamento para encontrarse con que su pareja, un promisorio novelista, acaba de suicidarse; el disparador narrativo tiene que ver, claro, con el qué hacer con el cadáver. El mérito de la película es que Ramsay no ha intentado ser fiel a la novela; lo suyo es más una interpretación que una adaptación. Ramsay se equivoca al mostrarnos una España facilista y pintoresca -parte de la novela transcurre en las islas españolas favoritas de los turistas europeos jóvenes en busca de raves y Ecstasy–, pero, por lo demás, logra crear su propia y convincente Morvern.