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Lo incalculable

Algo tan extraordinario como hermoso de esta Crisis es su personalidad incalculable. La crisis parece gigantesca pero sin cálculo posible. Su incalculabilidad forma parte de su identidad. No posee medida, no se puede calibrar ni presumir su devenir. Desmesurada en todos los sentidos. Sin cifras seguras hacia adelante o hacia atrás, sin límite a su profundidad ni extensión, ni ponderación del peso propio de su duración, su volumen o su densidad material. La magnitud de esta formidable monstruosidad alcanza un grado que desdice su graduación y en consecuencia su calificación aproximada. Se trata por tanto de una crisis tan difícil de calificar que la socorrida nominación de "financiera" apenas alude a un inicial componente del problema cuya complejidad ha estallado precisamente de su naturaleza perversa y elusiva a la estimación cabal.
 
Se trata en consecuencia de una crisis delirante que pertenece al interminable universo de la fantasía y escapa a la razón, la certidumbre y el control.
¿Control? El supremo interés de las autoridades ha sido comprobar si las muchas medidas anticrisis producían algún efecto que indicara un principio de control. Medidas de diferente especie para restablecer el orden de un caos que atribuyéndole un vagoroso principio no se le augura ningún concreto final. La efectividad de las medidas indicaría la detección del mal o parte del mal y su intención correctora permitiría confiar en un límite del desafuero, algún linde con que aplicar una forma de cálculo y contra el pavor de la incalculabilidad.
 
La incalculabilidad o su pavor constituyen significativas cualidades del Mal. El Mal crea pánico en coherencia con su alma desmedida o acaso infinita. De este modo, el Mal no se sacia, engulle infinidad de víctimas y billones de euros, se extiende sin coto, alcanza con su destrucción la máxima devastación del conocimiento y su imaginaria aplicación. El Mal avanza sin fin o acaso, en algunas circunstancias, persigue una suerte de devastación óptima, un punto de gran calamidad en cuya cúspide se complace finalmente. Donde se halla ese lugar y su entorno es un arcano. Un espacio imprevisible, indescriptible e ignorado. Espacio aciago y semejante al que pertenece la actual crisis financiera de la que se ignora prácticamente todo y cuya potencia actúa como el mal puro.
 
El Mal sin paliativos. El Mal sin diferencia de regiones, clases y credos, animales, teatros o sexos. Todo se halla en crisis. O más aún: toda la realidad es igual a la crisis. Siendo la crisis un incalculable enigma, tal como correspondería a la fuerza genuina de lo mágico, la pérdida del sistema racional, el desplome de las referencias, los seguros, los bancos, la quema del capital. Y, a su vez, del trabajo, el comercio, el consumo, el crédito, la esperanza. La desacreditación total.

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31 de octubre de 2008
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Una mexicana con McCain I

Teresa García es mexicana. Vive en los Estados Unidos desde 1989, cuando, muy joven, salió de su ciudad (Cuautitlán Izcalli), cerca de la capital.

Llegó como turista a Nueva York, se quedó, consiguió trabajo y posee ahora la codiciada Tarjeta Verde, el permiso de trabajo. Vive con su hermana casada; su hermano se encuentra en California y sus padres están en México.

Teresa se encuentra ahora en los trámites finales para obtener la nacionalidad estadounidense.

Del año 2000 hasta la pasada semana fue empleada de la Asociación Tepeyac que provee ayuda y servicios a los inmigrantes hispanos recientes que viven en la región, mayoritariamente mexicanos.

Por lo pronto, estudia y en 2009 espera obtener el certificado de corredora bursátil.

Si yo pudiera votar, votaría por McCain. Aunque él tuviera sólo 20% de probabilidades de ganar, dice con mucho énfasis.

¿Por qué?, le pregunto, pues extraña encontrar una hispana de Nueva York, ciudad demócrata por excelencia, que, además, haya trabajado con inmigrantes pobres y que favorezca a McCain.

Lo que conozco de política es lo que yo vi, responde.

Y cuenta que junto a la Asociación Tepeyac estuvo muy activa con el tema de la legalización de los inmigrantes y promovía una amnistía general.

Nos tocó tocar las puertas. En política, unas veces les ayudas a los políticos y otras, a veces, te ayudan. Fuimos a Washington a ver senadores, diputados, dice.

Recuerda que como no existen cabilderos para los inmigrantes, la presión política la realizan directamente los grupos de base y dependen de las acciones que lleven a cabo los activistas.

Ibamos en autobúses que nosotros mismos fletábamos hasta Washington, a que nos recibieran.

Viajaban a la ciudad hasta tres veces al año.

Viniendo de un país tan clasista como México, agrega, no esperábamos que nos recibiera un senador. Sólo un 30% de los políticos lo hacían.

McCain nos recibió y nos explicó que no era posible una amnistía, pero nos convenció de que si los inmigrantes ilegales habían pagado impuestos y no tenían expediente criminal entonces se les podía legalizar.

Siempre fue muy bueno. Nunca pensé que tuviera ganas de correr para presidente.

Explica, además, que, desde 1999, McCain ha tratado de pasar diferentes propuestas.

Y aclara que su voto a favor de McCain sería: no porque me cae bien, sino porque creo que ha sido consistente.

Cuenta que su experiencia con los políticos demócratas no ha sido alentadora. Por ejemplo, les tomó varios años convencer al diputado puertorriqueño José Serrano, del distrito del Bronx en Nueva York.

En 1999, nos dijo que mientras hubiera pobres en el Bronx, no estaría a favor de ninguna legalización. En 2003, lo convencimos.

Me sorprendió muchísimo que fueran más los republicanos los que favorecían la legalización. Quizá porque están con los intereses que quieren contratar, concluye.

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31 de octubre de 2008
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El día de hoy

Alejandro Gándara

Alfaguara

El día de hoy es el relato minucioso y extremadamente preciso de un día que comienza a las 7:20 de la mañana y termina a una hora imprecisa, aunque tardía, de esa misma jornada. /upload/fotos/blogs_entradas/el_dia_de_hoy_med.jpgPero no se trata de un día cualquiera, al menos no para Ángel Santiesteban, un hombre que de algún tiempo atrás viene provocando a los  acontecimientos para que hoy, precisamente hoy, no le quede más remedio que tomar una decisión trascendente [y sobre la que no pienso dar detalles porque, al menos en lo que al presente escrito se refiere, lo relevante es la necesidad de hacer y no la causa de dicha necesidad, que pertenece al terreno estrictamente novelístico].

El problema, o al menos uno de los problemas, es Goro, un adolescente muy movido y desorientado y que tiene a su vez sus propios problemas. Bien es verdad que en el fondo no le pasa nada que en mayor o menor medida no les pase a todos los adolescentes,  pero como es hijo suyo, Santiesteban se cree obligado a hacer algo a ese respecto. Hace algún tiempo que la madre encontró otro amor y se fue a probar suerte. Y él, el padre, es un jardinero sin trabajo que por aquellas cosas de la vida se ha encontrado sin comerlo ni beberlo teniendo a su cargo un hijo y un perro. Durante algún tiempo ha ido capeando la situación como ha podido hasta que, llegado un momento preciso (hoy), toma la decisión de darle a su vida, y de paso a la de todos, un buen golpe de timón.

Se trata, pues, de un relato aparentemente cotidiano acerca de una familia desestructurada pero como tantas. Lo verdaderamente distinto es el tratamiento que le da Alejandro Gándara, un escritor en plena posesión de los recursos narrativos y que, sin aspavientos ni alardes, sólo a base de rigor y buen hacer, obtiene un muy notable rendimiento a un material que en manos de otro escritor con menos garra e imaginación no resultaría especialmente prometedor.

Una vez metidos en faena, no deja de ser sorprendente que un hombre inmerso en una situación límite preste tanta atención a las gentes y las cosas del barrio durante el ritual paseo matutino con el perro; que se dedique a recorrer todos los mercados y supermercados del barrio pese a que no va de compras; que se meta en querellas absurdas con unos u otros, desde un pordiosero profesional a la bruja de su  vecina, todo ello sin ni siquiera prestar al menos un poco de atención a su situación laboral, que vaya desastre también: debe dinero a la seguridad social y al casero, no ha pagado desde hace semanas a la profesora particular del crío, los del parking le andan persiguiendo para que pague y en el peor momento se gasta la práctica totalidad del dinero que le queda de por vida en comprar unos percebes carísimos. Y por si fuera poco, a los escasos posibles clientes que le salen casi contra su voluntad les da un trato entre arrogante y desganado que, lógicamente, no le reporta ningún empleo. Ni qué decir tiene que al amigo bien situado y dispuesto a prestarle dinero le dará el mismo trato entre arrogante y displicente que a sus no-clientes. Por todo lo cual no es de extrañar que termine la jornada sin un duro, hasta el extremo de que antes de irse a la cama en ayunas le dará de cenar al perro lo único comestible que hay en la casa, un bocadillo de calamares. Pero con su chorrito de ketchup, eso sí.

Lo que ocurre es que después de pasar casi 24 intensas horas con ese elegante diseñador de jardines ideales en paro, al  llegar la noche el lector ya tiene toda clase de pistas para sospechar que no se trata simplemente de un calamidad buscando desesperadamente que le caiga el rayo que acabe con él de una vez, ni que sea un tipo torpón e incapaz de entender las leyes del mundo o que se haya estado entranando toda la vida para que un buen día (por ejemplo hoy) la vida se las dé todas de golpe y en el mismo carrillo. Qué va.  Al contrario. Precisamente porque se sabe incapaz de enfrentarse a esa situación que él mismo ha provocado, y cuya solución ya no admite demora, el taimado jardinero ha llevado a cabo una sutil maniobra  -una auténtica obra de arte- destinada a que sean los acontecimientos, y no él, los verdaderos responsables del (inevitable) desenlace. Como en toda tragedia. No fue él. Fue el destino. Pero lo dicho: sin alardes ni despliegues trepidantes. Con el solo apoyo de una prosa de gran solidez y solvencia, el relato se desarrolla en una suerte de crescendo  armónico y sin fisuras camino de su lógico fin.

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31 de octubre de 2008
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Manifiesto por el retorno del rock progresivo

¿Por qué no? ¿Acaso la batea de novedades de pop-rock abunda en cosas dignas de ser escuchadas? Ese género de músicas es hoy tan endeble que las noticias más emocionantes del último tiempo pasaron por el retorno de AC/DC, Metallica y Guns'n Roses -que, dicho sea de paso, nunca descollaron por ser las bandas más innovadoras del planeta. /upload/fotos/blogs_entradas/juanes_posa_tras_la_entrega_de_los_premios_mtv_latinoamrica_2008_med.jpgLos premios MTV, y muy especialmente los latinos, tienen un aire inevitable a Back to the Future II, cuando Marty McFly comprende que las alteraciones que produjo en el continuum temporal resultaron en un presente que más que presente es una broma macabra. En serio: ¿Juanes? Por cada Café Tacuba surgen hoy cien Mirandas. Y el panorama no mejora cuando espiamos las otras bateas. ¿Cuántos gritos y gorgoritos más se pueden tolerar, cuando Britney, Cristina y Beyoncé no ceden un tranco y la competencia -desde las Pussycat Dolls hasta Leona Lewis- lanza un nuevo track cada dos semanas? ¿Cuántas bandas emo cortadas con la misma tijera, cuántos cantantes andróginos más? ¿Alguno de ustedes se siente en condiciones en digerir un nuevo videoclip hip-hopero con morocho parlanchín, mujeres pulposas, autos de lujo y poses de gangster? El reclamo es simple, muchachos: por favor por favor por favor, ¡con una idea más o menos original nos conformamos!

Lo bueno del rock progresivo era que, antes de sucumbir a la tentación de la autoindulgencia, significaba música que desafiaba a su público. Sin llegar al extremo de agredirlo o dejarlo perplejo, producía canciones e instrumentales y hasta obras conceptuales que se atrevían a plantearse la pregunta del comienzo: ¿por qué no? ¿Dónde está la inconvenciencia de saltar barreras, de poner a prueba mixturas extrañas (¿jazz rock? ¡Dios nos guarde!), de sorprender a los demás mediante el simple expediente de haberse sorprendido uno mismo a la hora de imaginar, de componer, de crear? Ya sé, alguno de ustedes está pensando: si no es rock progresivo, ¿cómo llamar a lo que hacen Radiohead, Mars Volta, los mismos Café Tacuba? Si hasta el pillín de Chris Martin llenó Viva la vida de pasajes que suenan a prog rock, cortesía del productor Brian Eno que, de manera inevitable, llegó al estudio con la etiqueta que ayudó a fundar en el orillo.

Pero yo pretendo ir más allá. Dado el aburrimiento lindante con lo comatoso de la escena musical actual (¿otra vez Britney semidesnuda? ¿otra banda con cantante de ojos delineados? ¿otro morocho jugando a ser Tony Montana?), lo que sugiero no es tanto agrandar el nicho de lo que hoy se llama alt rock o rock alternativo -Radioheadlandia- como asaltar los depósitos más olvidados, por desacreditados, de lo que alguna vez se llamó prog rock. Por ejemplo (aquí va, no se asusten): ¿para cuándo la vuelta del rock sinfónico? 

                                                                      (Continuará.)

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31 de octubre de 2008
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Galería de espectros: Salieri

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he vislumbrado el espectro del injustamente tratado Salieri.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al personaje de la película Amadeus de Milos Forman?

R.A.: Me refiero a un personaje que ha hecho famosa a esa película, pero también me refiero a un personaje que desde muy pronto sufre una extraña deriva en la literatura europea. Ya muy tempranamente un escritor tan importante como Pushkin se hace eco en una leyenda, en una obra que se llama Mozart y Salir, que empezó a circular por Europa según la cual Salieri había envenenado a Mozart por envidia, leyenda que a veces iba acompañada por la sub-leyenda de que era el propio Salieri quien había encargado el Réquiem a Mozart porque quería apoderarse de su música. Esto es lo que recoge Forman en su película; pero a mí  Salieri, como reconocerá cualquier melómano que le guste la música de finales del XVIII y comienzos del XIX, me parece un músico notable, a años luz de la genialidad de Mozart, pero aún así notable. Me llama la atención en la película- y creo que es lo que está mejor tratado- esa especie de juego de dependencias que se crea entre el genio supuestamente dotado por la gracia -en el sentido que Schiller hablaba de la gracia, que es una especie de creatividad inocente- y por otro lado el hombre que sin tener ese talento, sin tener esa gracia a través de su esfuerzo, trabajo e intrigas de sus energías, intenta equipararse al genio. El juego entre esas dos personalidades ya Pushkin lo recoge muy bien, y también Forman en la película. Ahí nos encontramos esa interpretación de Salieri que mira a la criatura envidiada, pero la mira casi como una mirada fraternal, una mirada en la cual quisiera absorber los jugos creadores que se le escapan. Creo que hay algo no en el Salieri histórico sino en el recreado tanto por Pushkin como Forman de entrañable: es el hombre que a pesar de que llega a hacer todo su esfuerzo nunca llegará a rozar la suela de los zapatos de Mozart. Es un auténtico drama de la creatividad pero en cierto modo merece un respeto. Naturalmente esos personajes como Salieri acaban de alcanzar el respeto supremo si tienen la capacidad de autodestruirse en lugar de intrigar para ser el músico de corte, que es lo que él fue. Salieri hubiera podido llegar a la grandeza si se hubiera autodestruido; no llegó porque a pesar de todo fue un músico cortesano.

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31 de octubre de 2008
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III. La tormenta perfecta

Otro profeta, que se queja de no haber sido escuchado a tiempo en sus advertencias de que se venía encima del mundo una tormenta perfecta, es Jeremy Rifkin, profesor de la escuela de negocios de Warthon, la más prestigiosa en su género, parte de la Universidad de Pensilvania. Tres tormentas coinciden ahora, según sus conclusiones: la financiera, la ecológica y la energética, lo que hace en su suma la tormenta perfecta. La madre de todas las tormentas.

La crisis crediticia, según sus palabras, tiene la naturaleza de un tsunami engendrado en las profundidades marinas, y que trae en el movimiento violento de sus aguas efectos devastadores. Los ahorros se han evaporado en Estados Unidos, donde se gasta ahora más de lo que se produce, y al mismo tiempo, la deuda del gobierno, que hace un cuarto de siglo equivalía al 20% del PIB, suma ahora el 120% del mismo PIB. La deuda acumulada por los bancos comerciales, que es de trillones de dólares, es una herida que no se puede tapar con una apósito de apenas 700.000 millones. Dtener la hemorragia con un dedo.

Para Rifkin, el llamado sueño americano ha pasado a mejor vida, por exceso de riesgos, autoindulgencia, ingenuidad, y avaricia. La vieja avaricia.

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31 de octubre de 2008
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Obama, becario de Zapatero

 

Más humor para alivianar los últimos, tensos días de esta larga campaña presidencial. Esta vez, cortesía de The Onion, que solía ser una revista satírica y gracias a la red es también ahora televisión en la mejor tradición de los programas de Jon Stewart y Stephen Colbert en Comedy Central.

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30 de octubre de 2008
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Delitos y faltas

Siento cambiar de música, me divertían esas canciones tan horteramente nuestras, al menos de algunos como yo. Si Nietszche era un admirador de la zarzuela, al menos de "La Gran Vía", yo puedo ser un fan de las canciones de Leonardo Favio. La verdad es que algún día tengo que hacer confesión de mis malos gustos. /upload/fotos/blogs_entradas/leonardo_favio_1_med.jpgPensándolo bien, ¿a quién le importa lo que yo digo?, ¿a quién le importa lo que yo hago?... Bueno, seamos serios, al menos disimulemos un poco. No es fácil estando en Valencia, sin duda la capital de España del kitsch. No solo en música -absolutamente imbatible desde sus bandas, pasodobles, moros, cristianos, tórtolas, conchas piqueres, brunos lomas, festivales de Benidorm, raimones, ninos bravos y todos esos seguidores desde el pop a los coñazos de chimos bayos y los del ruido de discotecas pastilleras. Valencia es la gran madre, la gran matrona capaz de criar a sus pechos toda clase de músicas. Me gusta Valencia.
 
Un poco antes de llegar a mi hotel -en plena plaza del Ayuntamiento, cerca del lugar de trabajo de esa política tan insólita, tan callejera y tan tapada, tan peculiar y tan lejos de mis votos, como es la simpática alcaldesa Rita Barberá- me tropecé con bastantes policías y frente a ellos un grupo mínimo, no llegarían a cuatro decenas, de jóvenes que muy serios, muy formales y muy rodeados, que gritaban unos, más o menos, acompasados cánticos de protesta, apoyados por una pancarta que les recordaba la letra: "En Valencia també cremen la Monarquía". No entendía nada. Me hizo gracia que aquel grupo tan pequeño, aquellos formales rebeldes, fueran tan lanzados incendiarios, tan voluntaristas, tan optimistas que pensaran terminar con la monarquía. No me parecía la forma más educada, incluso no me parecía nada bien pero entendí que quemar a la monarquía era una metáfora. Y eso de quemar es tan valenciano que me pareció muy fallera la propuesta, aunque bastante excéntrica.
 
Llegué al hotel y comprendí todo, se acaba de celebrar el juicio contra unos jóvenes separatistas catalanes que habían quemado la foto de los Reyes. Había olvidado aquél inocente acto de quema simbólica de la institución en una foto. Y mucho más había olvidado que algún juez les había condenado, o al menos lo había intentado. Hoy, recurrida la sentencia, se había considerado aquello como una falta. No como un delito. Por lo tanto, aquellos "faltones" estaban en la calle, quizá con una multa, pero como mucha más publicidad de la que hubieran soñado.
 
¿En Valencia se podría condenar por quemar algún político en sus Fallas? ¿Están prohibidas las quemas falleras de la familia real? ¿Y estará prohibido quemar al Papa? ¿Y quemar a Giordano Bruno? ¿Y a Ramón LLull?
 
No sé qué me pasa, llego a Valencia y tengo unas indisimuladas ganas de quemar a unos cuántos, que no sé yo. Me callo. No quiero llegar al delito. Me conformo con las faltas.

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30 de octubre de 2008
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El capitalismo de verdad

Obviamente muy pocos creen lo que dicen los responsables políticos respecto a lo beneficioso para todos de la actual inyección monetaria. Todo el mundo tiene la certeza de que efectivamente algunos bancos se hundirán (con lo cual se habrá perdido el dinero tanto del estado como el de los que aun confiaban en ellos), pero que ello tendrá efectivamente como consecuencia la mayor salud de aquellos que sobrevivan, los cuales encabezarán un potente movimiento de expansión económica... hasta la nueva crisis. Asunto que retrotrae a la cuestión de fondo:

Más allá de la inmoralidad, la frivolidad, la imprevisión, o la mera estupidez de múltiples responsables políticos y económicos, el colapso actual del sistema financiero, ¿no viene a confirmar lo bien fundado de la tesis según la cual, en estado puro, el sistema económico capitalista es implanificable y en última instancia incontrolable? Una de dos: o dejamos que el mercado sea libre, y entonces sólo su interna dinámica cuenta, o le marcamos pautas de conducta, pero entonces ya no habrá auténtico libre mercado. Lo que no podemos es planificar desde fuera del dinero el movimiento del propio dinero. Y mientras el dinero sea libre seguirá su inclinación natural, crecerá y se multiplicará por los medios que sea necesario. Sólo un dato avanzado por el evocado Cardoso: al parecer los bancos de países como Brasil pueden llegar a prestar hasta doce veces el importe de su capital propio y reservas... pero tal cifra se incrementaría hasta cincuenta veces el capital propio en el caso de los bancos de Estados Unidos. ¿Cómo en esta vorágine evitar contradicciones de todo tipo, de las que algunos serán víctimas y que a otros reforzará? Cuando yo era estudiante, la tesis de la imposibilidad de que el mercado se auto-regule a fin de no alterar los equilibrios sociales, era más bien un tópico en bocas progresistas; entre otras cosas porque la existencia misma de un bloque socialista hacía imposible que en los países de mercado éste fuera realmente libre. Pero en cuanto el dinero cabalgó verdaderamente a sus anchas, se impuso la lógica implacable que hace de las diferencias sociales matriz de brutal confrontación. Y en esas estamos.

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30 de octubre de 2008
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Crisis y amor (2)

En el principio, mundo y yo, creándose mutuamente, forman un absoluto total tan inexorable como deshabitado. Porque tal como ha demostrado la física moderna y confirma el paradigma hologramático en toda la ciencia la percepción y lo percibido, lo percibido y la percepción son parte de un continuo que se comporta como una tinta desleída en el agua. En ese movimiento el yo se deshace o se liquida. Es precisa la asistencia de alguien más para que la dialéctica deje de ser un desleimiento y se convierta en más que una laguna o un espejo, un fluido o una débil aleación.

Efectivamente no hay preexistencia del espacio ni preexistencia del tiempo, no hay universo antes de nuestra contribución de manera que la concreta realidad del yo, el yo sólido, se encuentra necesariamente unido a la imagen del mundo que se realiza y brota simultáneamente ante la presencia del yo. De esta fórmula se deduce que la soledad se sienta como un veneno casi letal y en su constatación se pruebe el sabor del caos. Hace falta alguien más para que la escena persista, se mueva y no colapse.

De este modo, la falta de relación con los demás equivale a dejar de vivir. La muerte anida en el vacío de la desunión o se posa en la oquedad de una ausencia. El mundo sólo conmigo se borra sin figura ni destino.

Gracias al amor de otro, a la amistad con otro se tiende, en cambio, un lienzo que anula el caos, se crea como una red que protege del barranco y amanece también una medicina que invita a producir, crear y multiplicar los lazos. De todo este proceso hay incontables ejemplos en el arte, en los media, en la economía, en la ciencia, en las teorías de la física cuántica y en las investigaciones positivas de la neurobiología. Existimos en cuanto seres embolicados, insertados, enredados. La crisis es la rotura progresiva de la confianza amorosa, la paradójica liquidación de los cuerpos amantes por la escasez de liquidez. La desaparición del futuro por exceso de desconfianza. La morbosidad de la atmósfera por efecto del virus del miedo, la plaga de la quiebra, la quiebra o la morbilidad.

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30 de octubre de 2008
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El Boomeran(g)
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