El pasado mes de junio, en un restaurante gallego en la calle Huertas en Madrid, conocí al fotógrafo peruano Erik Mólgora. Me contó del proyecto de un foto-blog: la idea era enviar a diversos escritores fotos seleccionadas de su archivo personal, y dejar que estos, inspirados por las fotos, escribieran un relato o poema de menos de 1000 palabras. Me entusiasmé, y acepté el desafío. Erik me envió dos fotos: una de una vaca, que no hizo más que hacerme pensar mucho en el libro de Juan Pablo Meneses, y otra de un paisaje espectacular --cielo, mar, precipicio--, que sí hizo que mi imaginación se disparara.
El blog de Erik se llama 54 semanas (un texto a la semana, más, supongo, dos bonus-track), y acaba de incluir mi relato "El acantilado", que comienza así:
A las cinco de la mañana el padre despertó al hijo y le dijo que había llegado la hora.
Que se vistiera, había que ir al acantilado. ¿Ves esa luz, ese azul tan de otro mundo? Con los ojos soñolientos y la voz entrecortada, el niño vio ese rostro barbado, esa mirada azul y penetrante, y le dijo que no quería ir. Había hablado con su madre la noche anterior, y ella le había dicho que no tenía que hacerle caso en todo a él; le había dicho incluso que si él no quería no tenía que quedarse con su padre los fines de semana. Además, él, de verdad, no creía en platillos voladores, en extraterrestres.
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54 semanas es un gran ejemplo de una colaboración estimulante entre el arte de la fotografía y el de la literatura, hecha posible esta vez gracias a la mediación del internet.

Ahora se publica el último de sus diarios -y el primero que se traduce al español- el que va desde el año 1984 hasta el momento final de su vida. De una vida que terminó con 89 años y por su propio deseo. Un diario de los años finales hasta el día de su suicidio. Impresionante y nada complaciente lectura, anotaciones inteligentes de un hombre que está terminando su vida, que, además, está queriendo terminarla. Se ha muerto su mujer de toda una vida, llegan las enfermedades, se siente solo y además le gusta la soledad. Sigue escribiendo con sinceridad y libertad lo que piensa cada día, hasta el día final.


La hiperdemocracia vivirá así cohabitando con lo que Attali llama el hiperconflicto y todo ello en un escenario denominado hiperimperio que pondrá fin a la incuestionada hegemonía norteamericana, desmantelará de paso los servicios públicos y los estados, las naciones. La hiperdemocracia, en fin se manifestará desde un poder policéntrico que se imita desde Brasil a la India, desde Los Ángeles a Sidney, desde Luxemburgo a Castilla-León.
Esta visión no me convence pero me encanta el diagnóstico de Piglia: "el cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que está oculto". La palabra "artificialmente" es, para mí, una clave: todo cuento tiene algo de una construcción artificial frente a una novela que finge ser la vida misma. No lo había entendido hasta leer las notas de Piglia.

El comportamiento de los ciudadanos norteamericanos que se identifican como judíos fue muy claro: un 77 por ciento votaron por Obama, tres puntos más que lo obtenido por Kerry en 2004 y sólo dos menos que Al Gore en 2000. Portavoces de la comunidad afro americana 



De algún modo la música que puebla Rachel volvió a mi cabeza -de un registro sonoro de las culturas orientales a otro decorativo-, y mis lagrimales reaccionaron en consecuencia. La cabeza nos tiende trampas tan bonitas, a veces...
