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Las dos Españas

Ahora podemos volver la vista a ese pasado, a nuestra guerra y posguerra, y abrir las fosas comunes que faltan por abrir y escribir la historia. La paralización cautelar de las exhumaciones de 19 fosas por parte del Fiscal interrumpe una labor que debería llevarse con toda normalidad. La sociedad ya ha demostrado sobrada y pacientemente que está preparada para saber. Lo que ha ocurrido no se debe ocultar, no es bueno para la salud mental de nuestro país.

Tampoco me parece que se deban ocultar, o no publicar, los nombres de los responsables o victimarios tal como sugiere Santiago Carrillo. Comprendo sus razones: a estas alturas a quienes podría perjudicar es a los hijos y nietos de quienes cometieron aquellas atrocidades. Pero también para este caso la sociedad puede estar preparada. Ahí tenemos, por ejemplo, a los nietos de Franco. Nadie se mete con ellos. De hecho, la nietísima es muy popular y querida por la gente, se pasea por los platós de televisión, interviene en programas millonarios, y no lo hace porque sobresalga en alguna parcela del arte o las ciencias sino precisamente por ser la nieta del dictador. Y así algunos más de esa prole. Después de esto creo que podremos resistir cualquier cosa. La gente es muy comprensiva. Ha llegado el momento de abrir el pasado y acabar con el fantasma de las dos Españas, que es algo que siempre les ha venido muy bien a quienes saben sacar tajada de cualquier situación.

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14 de noviembre de 2008
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Abismo y magnetismo / I

I. La peliaguda duda. 

¿Por qué a mí?, te has preguntado tantas veces, desde los años en que la respuesta se anunciaba por fuerza mística, pues sólo acaso los adultos habrían conseguido responderla, aunque no hubiese forma de confiarles la duda que, según tus temores, te incriminaba. ¿Cómo evitarlo, pues, si cada nueva calamidad te caía del cielo y ahí estabas, otra vez en problemas? Era como si una firme maldición te atara a esa cadena de eventos estrambóticos que al final señalaba tu destino con el dedo flamígero del azar indeseado. Inclusive llegaste a pensar que cada una de las calamidades sobre la Tierra tenían que sucederte precisamente a ti, que tanto les temías pero igual no podías detenerlas. Si en la escuela inventaban una nueva sanción, era seguro que llegado el momento te la aplicarían. No fallaba. O sería que tú eras el que fallabas, a decir de prefectos y profesores, quizá confabulados con el destino para darte lecciones nunca solicitadas y sin embargo, ay, indispensables.

     Con los años llegaste a una conclusión: si esas calamidades te perseguían por necesidad, ello era síntoma de una predestinación a la cual no debías volver la espalda. De hecho, durante los tortuosos años niños, habías aprendido de la fatalidad una larga cadena de mañas y recursos espontáneos que otros, menos versados en capotear adversidades variopintas, no imaginaban siquiera posibles. ¿Por qué a mí? ¿Por qué iba a ser, al fin, si habías elegido el juego de vivir contando historias, y a quien nada le ocurre nada podrá narrar? ¿Y si aquellas jodiendas infumables fueran en realidad una bendición que tú mismo imantabas, con esa hambre de caos que jamás controlaste, probablemente porque nunca quisiste? Sería por eso que más tarde los problemas dejaron de llegar, y empezaste a buscarlos por tu cuenta. ¿Y por qué no a mí?, fue la nueva pregunta, siempre que algún peligro asomaba las napias y ya te parecía apetecible como el rastro olfativo de una ninfa sin frenos.

     Empujar al azar hasta su orilla, de modo que los momios quedaran en tu contra y hubiera que remar en el sentido opuesto a la corriente: una vez que se cae en tal prurito, no es difícil hallar placer en él. Apostar contra uno, cerrarse las salidas, y enseguida lanzarse a buscar el milagro. Encontrar la manera de no caer al abismo a fuerza de moverse en sus orillas. Dejar que los problemas se agiganten, esperar a que todos te den por perdido y justo entonces regresar desesperadamente a consumar una proeza gloriosamente innecesaria. ¿Qué necesidad tienes?, preguntaban tus pocas amistades sensatas y no había manera de explicarles. Había que hacerlo, punto. Había que pasar por la gasolinera con la aguja apuntando a la reserva y darse el gusto de no cargar gasolina. Ver en la carretera la señal de peligro y acelerar, para ver si de veras es tan peligroso. Lanzar por gusto la moneda al aire cuando podías elegir el camino seguro, pero algo en él te hacía desconfiar. Asquearse ante el consejo del juicioso y correr buscar el atajo maldito, pues alguien muy adentro sospecha que es la única salida digna. Saber, de cualquier forma, que todavía en la última orilla queda la opción de dar el salto hacia la nada y regresar de ahí con el pellejo a salvo. Nada que no haga uno cuando cuenta una historia que parece falsa y hay que hacerla verdad, a cualquier precio...

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14 de noviembre de 2008
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Esa extraña reunión de Washington

Pongamos las cosas en claro. Esa reunión ni es lo que se dice ni puede salir de ella lo que se está contando. En primer lugar, no es el G 20. Parte de la idea del G 20 de ampliar los encuentros entre los mandatarios de los países más ricos a los principales países emergentes. Pero no es el G 20 porque este formato ha reunido hasta ahora sólo a los ministros de Economía y Finanzas. Tampoco es exactamente el G 20 porque la presidencia anual corre a cargo este año de Brasil, país que naturalmente estará representado pero que no es el convocante de la reunión como correspondería: los convocantes son Nicolas Sarkozy y George Bush, dos presidentes en precario, que hacen uso uno del otro para reforzarse mutuamente; el primero en sus últimos días en la Casa Blanca para dorar un poco es lamentable cuadro que deja a su sucesor, el segundo para hinchar y a ser posible prolongar su presidencia semestral de la Unión Europea. Ni siquiera es el G 20 por la lista de países que acuden: Holanda y España se han sumado al encuentro, con toda la lógica del mundo, y eso no hace más que mejorar el formato de la reunión, pero no pertenecen a este grupo en el que se integran las economías que fueron hace unos años de países en desarrollo.

Sigamos con los asistentes. Sabemos que Barack Obama no va a ir y ni siquiera desea convertirse en un interlocutor de los asistentes en paralelo a la reunión. Tampoco habrá una representación de su equipo en el encuentro. No hay dos presidentes de Estados Unidos a la vez, se ha cansado de repetir. El presidente electo estará en Chicago, donde vive y tiene su distrito senatorial. Pero una cosa será la reunión estricta, con su comunicado y sus fotos y otra muy distinta los contactos oficiosos en los pasillos y en los hoteles y restaurantes de Washington. Como todo el mundo da por hecho que las delegaciones extranjeras querrán entrevistarse con gente de Obama, habrá tres interlocutores para atender las peticiones, según ha contado The Washington Post.

Dos de los interlocutores han sido dispuestos por los consejeros de Obama. Se trata de la ex secretaria de Estado, Madeleine Albright, y del ex congresista Jim Leach, un ‘republicano de Obama', que le apoyó públicamente en la convención Demócrata en Denver. Y en un tercer caso, ha sido la propia Casa Blanca la organizadora del contacto: se trata del profesor de Georgetown y ex consejero de Clinton, Daniel Tarullo, que forma parte de los equipos de asesores de Obama y apareció en la foto de Chicago de la primera rueda de prensa después de la victoria. Tarullo está muy arriba en la lista para ocupar el cargo de máximo negociador comercial de Estados Unidos.

La confusión que reina en torno a la reunión no disminuye ni un ápice su importancia. La tiene el sólo hecho de que se aborde la crisis financiera en una cumbre a la que se convocan las grandes economías emergentes, y principalmente a China. Supone reconocer, de entrada, que se ha terminado la época en que Estados Unidos y Europa eran los únicos que discutían y tomaban decisiones cuando había que abordar situaciones difíciles. Cabe suponer, además, que se pondrá en marcha un debate a fondo, que desbordará a los gobiernos participantes, sobre cómo hay que organizar el nuevo orden económico y financiero internacional.

Está claro que sobra prosopopeya. No habrá reforma alguna del capitalismo, será un proceso lento y complejo, tardaremos en saber la orientación exacta del proceso. Exactamente el tiempo en que la nueva Administración Obama se instale y adopte posiciones claras: de momento el equipo del nuevo presidente prefiere no comprometerse ni atarse las manos. Y por eso se ha quedado en casa.

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14 de noviembre de 2008
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Clase XXV. El relato hiper breve I

Vamos a hacer un breve (y nunca mejor dicho) paréntesis en nuestras clases acerca de los discursos o estilos narrativos. Antes de abordar el discurso libre directo -que es el que nos falta- propondremos un tema que nos resulta muy sugerente: el micro cuento, microrrelato o, en palabras de uno de los cultores más exquisitos del género, Juan Aparicio, "relato cuántico". Es interesante esta acepción pues, como saben, de una partícula cuántica sólo se pueden preguntar dos cosas mutuamente excluyentes: cuál es su trayectoria o dónde está. Algo similar ocurre con el micro cuento o el cuento cuántico, pues su rotundidad obedece a una máxima economía que hace imposible preguntarse muchas cosas sobre él so riesgo de que las respuestas lo anulen.

Se le llame como se le llame, el caso es que la esencia del relato hiper breve, su fugacidad, su paso raudo por nuestra lectura es casi como la sombra de un pájaro en pleno vuelo. No es un género reciente y además tiene cultores brillantes, entre ellos el propio Hemingway cuyo brevísimo relato resulta estremecedor y dice así: «For Sale: Baby shoes, never worn.» (más o menos: «En venta: zapatos de bebé, nunca usados.» Y también claro, nuestro paradigmático Augusto Monterroso y su dinosaurio. ¿Qué es pues el relato hiper breve? Es la absoluta condensación de una historia, su puro núcleo, y funciona igual que un organismo más complejo pues tiene personajes, trama, una dirección...pero sobre todo, aunque no siempre, una elipsis. Es decir que en esos casos el centro del micro relato es vacío, sólo sugerido, nada más que alusión -e ilusión- como en el caso del cuento de Hemingway o en el del propio Monterroso, que no trascribo aquí porque me da pereza teclear tanto. Un micro cuento es a veces una semilla, pues bastan unas pocas frases para que el lector adivine qué germinará al terminar de leerlo. A veces su núcleo es también su resolución, como una sorpresiva escena final que termina por reacomodar toda la lectura previa.

La propuesta de la semana:

En esta ocasión no vamos a escribir un relato hiper breve, pero sí algo que se le parece: un epitafio. El epitafio es, en cierto sentido, un relato hiper breve que pretende condensar en dos o tres líneas toda una vida, de manera que qué mejor que intentarlo como si fuera un cuento. Les damos tres opciones para que elijan la que deseen: (1) el epitafio propio, (2) el epitafio de un amigo...o (3) el epitafio de un enemigo: apenas dos o tres líneas. Quizá tan sólo una frase. Y debido a la brevedad del ejercicio, les invitamos a que lo cuelguen directamente aquí en la página, no lo envíen al correo: vamos a hacer de esta sección de comentarios un hermoso camposanto lleno de ingenio. Y ahora sí, queremos que además de colgarlo, nos digan cuál les gusta más. Los esperamos. 

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14 de noviembre de 2008
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Galería de espectros: Durero mayestático

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el espectro de Durero.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres acaso al retrato fechado en 1500 que está en el museo de Munich?
R.A.: Sí, el autorretrato que se hizo Durero que creo que resulta en el autorretrato más audaz que se había hecho hasta el momento en toda la historia de la pintura europea. En él Durero se autorretrata como si fuera Cristo mayestático; es decir, frente a las tendencias de otros pintores, de manera suprema Miguel Ángel o Caravaggio, que tienden a representarse como víctimas de sacrificio, aquí Durero quiso hacer una especie de reafirmación central de su figura, y de la figura del nuevo artista renacentista, y para ello no se le ocurrió un procedimiento más impactante que tomar el modelo del propio Cristo mayestático y en cierto modo enmascararse con ese modelo. Ahí, de alguna manera, se inauguraban dos grandes líneas de inspiraciones para los autorretratos de la pintura europea: una en el que el pintor se ha visto como Cristo crucificado, y otra en la cual se ha visto como Cristo en majestad. El primero que lo hizo con tanto descaro pero al mismo tiempo con tanta autoafirmación del talante del artista fue Durero en ese magnífico autorretrato que sin embargo tiene algo que choca con la prudencia con que sus contemporáneos se reflejaban en la pintura

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14 de noviembre de 2008
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Guerra a los graffiti

Si a Sarkozy no le gustan los muñecos atravesados de alfileres, menos si se trata de su propia efigie, a Berlusconi no le gustan los graffiti en las paredes, porque alega que lo hacen sentir como si estuviera en África, y no en Europa.  Todos aquellos sorprendidos en el acto de pintar con spry una pared serán detenidos en el acto, y castigados con prisión, o con severas multas que pueden llegar a los 30 mil euros si se trata de monumentos públicos los que sufren la mano de los anónimos artistas callejeros.

Berlusconi, que tiene sus propios cánones sobre el arte, mide los graffiti con la misma vara que mide a la camorra, y a los tachos de basura que se acumulan por cientos en las calles de Nápoles y otras ciudades italianas; un asunto de recoger la basura y borrar los muros para convertir el paisaje en un atractivo estético para los turistas, porque las medidas contra los  graffiti están destinadas a mejorar la imagen de Italia en el extranjero, según las palabras del primer ministro. Algo quizás un poco más fácil que acabar con la camorra.

Una extraña creencia esa de Berlusconi,  de que los graffiti hacen recordar a África. Hasta ahora hubiéramos pensado en los niños famélicos acosados por las moscas mientras agonizan, y que parecen ancianos, más que en las paredes llenas de graffiti.  

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14 de noviembre de 2008
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Un hombre de palabra(s)

Hay dos cuestiones que no se apartan de mi mente desde el extraordinario triunfo de Barack Obama. En primer lugar las imágenes de Grant Park, en Chicago, durante el discurso de victoria: la convivencia de viejos y jóvenes, blancos, negros, latinos y orientales, de todas las extracciones sociales, unidos por la misma emoción, la misma sensación de estar formando parte de la historia viva y el mismo sentido de la esperanza. (Maureen Dowd contó en un artículo del New York Times que no paraba de ver gente blanca acercándose a gente negra y preguntándole cómo se sentía, para que tanto unos como otros confesasen al fin haber llorado como bebés el martes por la noche.) Me recuerda la emoción que siento cada vez que subo a los techos de la Ciudad Vieja, en Jerusalén. Al ver la yeshiva -la escuela religiosa judía-, la mezquita y la iglesia en el fondo, todo en un plano, coexistiendo en la paz de la misma mirada, uno se atreve a pensar en lo imposible y se pregunta: ¿por qué no?

La segunda cuestión fue el discurso de Obama, concebido sin duda alguna como un faro a brillar por muchos años desde los libros de historia. Más allá de los conceptos en sí mismos, disfruté sobremanera del lenguaje, propio de un escritor de gran calibre. ‘Un crítico teatral se quejó una vez de manera memorable, diciendo que aquella no había sido una buena noche para el idioma inglés', escribió el celebrado ensayista James Wood en el New Yorker. ‘Entre otros triunfos, el martes por la noche (día de la elección) fue un muy buen día para el idioma inglés'. Wood no sólo distingue un tema central del discurso (‘la perfección de la Unión', así con mayúscula), sino que liga el texto con sus dos antecedentes más claros. El primero es el Abraham Lincoln de los dos Discursos Inaugurales, de quien tomó no sólo intenciones -por ejemplo la de ‘vendar las heridas de la nación'- sino también citas directas (‘No somos enemigos, sino amigos'). ‘Lo que sugirió está claro -escribió Wood-: que los ocho años pasados han sido una suerte de guerra civil'. El otro conjurado, como era lógico y deseable, fue Martin Luther King Jr. Según Wood, Obama tomó una célebre frase de King Jr: ‘El arco de la moral universal es largo, pero se inclina hacia la justicia', transformándola en la promesa de que más temprano que tarde pondremos nuestras manos ‘sobre el arco de la historia para inclinarlo una vez más hacia la esperanza de un día mejor'.

Durante toda la campaña pesó sobre Obama la acusación de ser ‘un hombre de palabras', como si las palabras careciesen de valor, como si ya hubiesen perdido su valor definitorio -como si ya no comprometiesen a aquel que las pronuncia. Entre el presidente saliente, conocido torturador del lenguaje inglés, de los prisioneros extranjeros y de los derechos individuales, y el presidente entrante y su compulsión a la mot juste, ¿quién puede creer que el martes 4 de noviembre no ha sido un buen día para el mundo entero? 

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14 de noviembre de 2008
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En contra de la lógica “fordista”

En la lógica contemporánea de los medios impera sin dudas el ritmo comercial que pudiera llegar a tener una desesperada fábrica de galletitas o zapatillas. Los productos noticiosos deben rellenar casi intermitentemente las tapas de los diarios, los titulares televisivos y los informativos radiales. Ante esa vorágine informativa, periodistas que se atreven a más, como Kapu, nos invitan a hacer una pausa y a observar con mayor detenimiento el mundo que nos rodea.

Hay una clara intención del periodista polaco de ir en contra de dicha lógica, animándose a esquivar los lugares comunes del periodismo. En ese afán, Kapu construye sus relatos a partir de anécdotas, detalles, antecedentes, testimonios alternativos, y todo tipo de vivencias que envuelven a los lugares que recorre. Muy lejos están las cifras anónimas de muertos, los indicadores de pobreza, y las resonantes declaraciones.

En La Guerra del Fútbol, artículo en el que describe intensamente el conflicto armado entre El Salvador y Honduras en 1969, el autor irónicamente deja para a la última página el dato de las víctimas fatales que hubo. ¡Un pecado, dirían en varias redacciones! Sin embargo, el autor prefiere dedicarle la mayoría de sus líneas a una descripción viva de las sensaciones, los rostros desencajados, los comentarios y otros detalles que nos permiten palpitar con más profundidad lo que se vivió en aquel escenario.

Los personajes que entrevista son campesinos, soldados, ciudadanos comunes y corrientes. Gente que vive en carne propia la pobreza, las guerras, las hambrunas... Difícilmente haya grandes mandatarios, estadistas, o héroes mediáticos dentro de sus prosas.

"Fui al correo y le pedí al operador del Télex que me acompañara para una cerveza. Su nombre era José Málaga, estaba muy asustado... Telefoneaba mucho a su madre, que era de El Salvador y estaba encerrada en su casa, y le decía: `mamá, todo está bien, no han venido por mí, todavía estoy trabajando´".

Esta conversación sucedía en plena iniciación de las hostilidades, cuando los teléfonos de las autoridades se saturaban de periodistas intentando sacar alguna declaración, habiendo caído una bomba hace instantes, con aviones de guerra sobrevolando la ciudad, y en medio de una densa oscuridad. Ese era el panorama. ¡Y Kapu estaba compartiendo una cerveza con el operador del Télex!

Esta desenfrenada pasión por conversar con los lugareños, y hacer de ellos la fuente principal de sus relatos, es quizás una de las mayores virtudes de Kapu. De esa manera, el periodista construye crónicas democráticas, que además buscan desmitificar las realidades estereotipadas y simplificadas por quienes sólo se contentan con la foto del momento, para lograr comprenderlas en toda su dimensión.

Por esto Kapu es un periodista distinto. Un periodista que se distancia de quienes persiguen la lógica del "fordismo" para permitirse los que hoy ya pueden considerarse lujos: observar, recopilar, comprender, y recién entonces narrar.

Ignacio Sasiaiñ (alumno del Seminario)

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13 de noviembre de 2008
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Nihilismo… ¿o religión?

Motivado por la lectura de los periódicos vuelvo al tema económico y social del que me estaba ocupando antes de las reflexiones que preceden sobre el grado de resistencia que el espíritu humano puede ofrecer al tiempo de minerales y de bestias.

No amas el libre mercado... luego no amas la libertad: tal es la moraleja que parece desprenderse de muchos de los análisis de la crisis financiera actual, análisis en los que se nos pone en guardia contra la tentación de atribuir al propio sistema lo que sólo derivaría de la irresponsable actuación de gente aun más ciega que desaprensiva. /upload/fotos/blogs_entradas/nouriel_roubini_1_med.jpgAcabar con el mercado, vienen a decirnos supondría necesariamente la instauración de un régimen de control social y de penuria. Por consiguiente lo único que cabría moralmente hacer, es armarse de paciencia... y esperar que escampe. Mientras tanto el gurú de las finanzas Nouriel Roubini anuncia un panorama apocalíptico y predica como medicina el cierre durante un tiempo de los mercados, sobre todo en países de los llamados emergentes, y digo llamados porque obviamente, de ser cierto que están tan amenazados su emergencia sería ficticia. Este hombre, al parecer, previó hace dos años el actual colapso, de ahí el caso que se le hace y el respeto reverencial con el que se escuchan sus diagnósticos. Como lego en el asunto me formulo una pregunta: ¿era realmente evitable que los evocados ciegos y desaprensivos, pudieran operar como lo hicieron? O en otros términos: ¿está protegida la locomotora del libre mercado -por definición sin conductor- de la intromisión de viajeros que la hagan descarrilar?

Más allá de disquisiciones al respeto, lo cierto es que este asunto tiene connotaciones realmente sórdidas. Pues mientras hasta en los periódicos más conservadores de Estados Unidos se discuten de nuevo las tesis de Marx y sus obras al parecer vuelven a estar presentes en las librerías americanas, se infiltra la especie de que aquí no hay nada que hacer, de tal modo que al embrutecimiento que supone para los hombres reducir su potencialidad física y espiritual a ganarse el sustento, se añade el temor por perder incluso esta fuente. Así las cosas ¿caeremos en el nihilismo, o nos entregaremos a la religión?

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13 de noviembre de 2008
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Europeos y cine

Siempre que pueda me escaparé a Sevilla, ya que Sevilla no se escapa a mí. Aunque fue un viaje un tanto frustrado, por mis prisas y otros accidentes, algo pude ver más allá de la película de Giménez Rico. Y sobre todo, algo pude escuchar.

Me conmovieron las horas que un condenado a muerte pasó en esa ciudad. No tiene treinta años y no sabe qué será de su vida en los próximos meses, en las próximas semanas ni en el próximo minuto. Roberto Saviano, amenazado a muerte por la "camorra", defendiendo con valentía -y con humano miedo- su verdadera historia sobre un grupo de maleantes, un histórico grupo del terror europeo, eso que sucede en lugares tan hermosos, tan civilizados como Nápoles, Caserta, Sicilia. /upload/fotos/blogs_entradas/los_sopranos_med.jpgLa mafia no es un argumento para hacer buenas películas, no es el reciclaje americano para poder ver una de las mejores series de televisión, Los Soprano. La mafia son estos extorsionadores que con las armas, los secuestros y las muertes, mantienen a una sociedad acobardada y en silencio. Romper el silencio es tener que venir con guardias a Sevilla, comer con miedo, pasear rodeado, esconder tu hotel, ocultar tu vida. Cuando un escritor está amenazado todos estamos amenazados. Ojalá Saviano pueda pasear por Sevilla en algún encuentro con europeos civilizados y cinéfilos.

Otro italiano, no amenazado, sí envidiando, que pasó por Sevilla fue Franco Nero. No podía envidiar en mis años pos adolescentes a nadie más que a Franco Nero. Estaba en Toledo, con Buñuel, pero por si fuera poco, estaba ligando -al menos en la ficción- con la que me parecía entonces la mujer más hermosa y adorable del mundo, Catherine Deneuve. Aquella inolvidable "Tristana". Yo estaba muy enganchado a la Deneuve, coleccionaba sus fotos, las escondía en los libros de texto. Un querido profesor, Evaristo Correa Calderón, una vez me mandó al pasillo porque encontró en el libro de literatura la razón de mi despiste: una foto de la Deneuve. Años después me acerqué a ella, pude hablar un rato, estuvo amable sin llegar a encantadora pero nunca me atreví a declarar mis amores. Lo mío era un lugar común. También odie a Marcelo Mastroiani. Tengo una larga lista de odios. Otro que encontré en las fotos sevillanas sobre rodajes fue uno de los más odiados, Mel Ferrer. Eso por ser marido de Audrey Hepburn.

/upload/fotos/blogs_entradas/blow_up_med.jpgPero Franco Nero tuvo dobles, triples odios. Estaba cerca de Buñuel. Besaba a la Deneuve. Y, además, se acostaba con Vanesa Redgrave. Otro mito, un icono de los troskos y la mujer más deseada de Inglaterra cuando rodó Blow up. ¡Los italianos no paran de meterse entre las mujeres hermosas y nosotros!

Estuvo gracioso el abuelo Franco Nero en Sevilla. Recordó sus antecedentes andaluces, sus rodajes serios y los de spaghetti wester y sobre todo el encuentro con Buñuel. Naturalmente Buñuel nunca le llamó por su nombre. Se negó a pronunciar, si no era para insultarlo, eso de Franco. Era simplemente Nero.

También en Sevilla pude ver un documental que me interesa mucho, que me ilumina cosas sobre uno de los personajes más interesantes de nuestra cultura y nuestra tauromaquia. Un documental sobre Ignacio Sánchez Mejías.

Ahora, lejos de Sevilla y con nostalgias de sus cosas, su cine, sus gentes. De unas más que otras.

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13 de noviembre de 2008
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