Vicente Verdú
"La actualidad no se encuentra después sino antes", escribe Gaston Leroux. ¿Qué significa esto? ¿Significa esto algo? La respuesta debe aludir necesariamente al orden de la significación y para ello será indispensable la recurrencia a un código. Sin embargo, toda información actual, sensacionalista, impactante, es irrecurrente o posee la indefectible naturaleza de lo insólito.
Toda información resulta ser menos estadística que profética o, mejor, apocalíptica. Obtiene su mayor potencia del caos que crea o, como insiste a Paul Virilio, "del peor de los mundos posibles". Los mejores reportajes, falsos montajes publicados tanto en provincias como en las páginas de The New York Times, el uso de lo falso y lo falsificado, la sustitución de lo real por lo efectista, del efecto por el espectáculo o del entretenimiento por la suma de efectos especiales, crean una tensión hacia el mundo explosivo del prodigio. Nada racional vale la pena. La pena o el gozo auténticos provienen de lo irracional, de la especulación, la burbuja financiera, la ruina de la consecuencia como expresión libre del bien y el mal oscuros. Lepra de la cadena lógica, enfermedad de la desmesura, triunfo de la muerte súbita y apilada, de la fortuna instantánea e incalculable, de la soterrada Tercera Guerra Mundial.
"Vivir -dice Ciorán- es verse ciego respecto a las propias dimensiones." No ver el límite o los límites, abismarse en las llanas superficies de las pantallas, patinar sobre la anticipada actualidad que relumbra antes de que la historia la alumbrara. Slow news, no news!, se clama en los periódicos.