Víctor Gómez Pin
Decía que Rita Levi- Montalcini había sentado las bases de la tesis según la cual se podía ejercer investigación de punta por ejemplo a los 40 años. ¡No faltaba más¡, se objetará quizás, considerando que a esa edad una persona es hoy en día considerada joven. Y, sin embargo, no es por azar que mencionaba los 40 años. En 40 años, en efecto, el grupo de matemáticos franceses que respondía al seudónimo colectivo de Bourbaki fijaba el tiempo en la que la creatividad matemática habría alcanzado su límite (¡ello en los casos más optimistas!), razón por la cual aquellos que rozaban la edad ya podían sentirse expulsados del grupo.
Ni los miembros de Bourbaki eran genetistas, ni la genética había, en los años 50 (es decir, cuando el grupo se hallaba en su cenit) alcanzado ese crecimiento exponencial que siguió al descubrimiento del ADN. Los bourbakianos, sin embargo, generalizaban por inducción (cosa grave en un matemático). De la trivial constatación de que los individuos dan muestras de debilitamiento de la potencialidad intelectual a edad aún temprana… concluyen que el ser humano es rápidamente un ser intelectualmente débil. Razonamiento análogo al que supondría concluir que no hay heroicidad en el ser humano, a partir de la constatación de que los individuos que nos rodean están muy lejos de preferir la libertad a la vida, o de mantenerse fieles (cuando ello tiene un precio) a una palabra avanzada.
Cierto es que en la época de Bourbaki esta convicción tenía base en una vulgata científica que hasta muy recientemente no ha dejado de ser operativa. Se creía en efecto que el monto de células cerebrales, de las que se haya dotado el ser humano desde el nacimiento, va reduciéndose con el tiempo sin posibilidad de reposición, y ello por mucho que se constatara que en el resto del cuerpo sí se da un cierto grado de reposición de órganos.
En su libro de 2005, La paradoja de la sabiduría, el neuropsicólogo Elkhonon Goldberg señala que la tesis de la no renovación celular en el cerebro humano se mantuvo pese a los trabajos sobre animales realizados por investigadores como Fernando Nottebohm y Joseph Altmann. Se había demostrado, en efecto, que en determinadas circunstancias en las que el cerebro de ratas se mantenía activo se constataba una proliferación neuronal de hasta un 15 por ciento.
El escepticismo respecto a que algo análogo pudiera ocurrir en el ser humano revelaba, cuando menos, una suerte de pesimismo sobre nuestra naturaleza. Algo felizmente está cambiando al respecto: "Se ha podido demostrar, por ejemplo, la aparición de nuevas neuronas en el hipocampo de adultos humanos, un descubrimiento que se debe al científico sueco Peter Eriksson. Más aún, la proliferación de nuevas neuronas no se produce únicamente en los cerebros sanos, sino también en los de pacientes afectados por la enfermedad de Alzheimer"( E. Goldberg La paradoja de la sabiduría. Traducción de Joan Lluís Riera, Crítica: Barcelona, 2006, p. 279).