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La hamaca

Por 7 de noviembre de 2008 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

 

   Ella y él estaban en su jeep en medio del puente. El tráfico se había detenido; los camiones delante de ellos esperaban la orden del agente del servicio de caminos para continuar su marcha. Él pensó que podían quedarse allí, suspendidos sobre el río, ni en un mundo ni en el otro, por un buen tiempo. Esos días, sentía que iba y venía sin preocupaciones, que sólo tenía tiempo y emoción.
    –No hay apuro, ¿no? -dijo.
    –Estos días, sólo tengo una dirección -respondió ella, que conducía–. La del viento, aquí en mi corazón.
    Sonrió, sabedora de que a él le gustaban las frases cursis. Él recordó esa hamaca, en el pueblo que habían dejado atrás. Leía tirado en la hamaca cuando ella se le acercó y se echó sobre él. La había invitado a que lo acompañara en ese viaje, pero, una vez en su jeep, lo había paralizado la timidez. Ella, por suerte, había hecho la primera movida.
    Los recuerdos iban y venían. Sólo le quedaban, a él, los que le daban sentimientos parecidos al movimiento de esa hamaca en el pueblo.
    –Estoy pensando en la hamaca -dijo.
    –Yo también -dijo ella–. No es como la del tobogán, esa vil metáfora de la vida y la muerte.
    –Ni como el subibaja, que siempre te deja a tu suerte. Y siempre baja.
    –Sí, mejor ir a la hamaca. Sin preocupación.
    –Tiempo y emoción.
    –Pura diversión.
    –En nuestro corazón.
    Él pensó que los dos eran cursis y eso era una cosa más que los unía. Era lindo, sacarse el chaleco antibala, dejar atrás ese tiempo en que debían cuidar todas sus frases, parecer siempre inteligentes, irónicos, escépticos, de vuelta de todo.
    El agente dio la orden de continuar la marcha. Los camiones comenzaron a moverse. Él se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla.
    –Vamos –dijo–, pelas ruas, pelas calles.
    –No te apures -dijo ella–. Ésa recién es la siguiente canción.
    Tenía razón. Había que disfrutar del momento, tratar de estirarlo hasta el infinito. Quedarse para siempre en ese puente, pensando en la hamaca.

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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