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I. Juan Gelman vestido de gala

Repasando recortes de periódicos en una carpeta me he encontrado con la foto de Juan Gelman en estricto traje de etiqueta inclinándose con gracia frente a una potestad desconocida, que no debe ser otra que la santa potestad de la poesía. Sereno y apenas sonriente, con ese supremo desdén que siempre ha tenido para títulos y honores y otras veleidades frente a las que suele estallar en risa si lo provocan demasiado, y qué hace, me dije, un cantor de tangos que ha pulsado la lira de la desgracia vestido con semejante elegancia como si fuera padrino de la boda de alguien, digamos un grande de España, pero un hombre así, tan acuchillado el rostro por la pena no se viste de gala si no son sus propia bodas con la lengua con la que ha vivido amancebado todo la vida en coloquio carnal, qué vida esa de disturbios domésticos, de papeles revueltos en el lecho nupcial y las sábanas siempre manchadas de tinta.

Le tomaron esa foto en los claustros de la Universidad de Alcalá el día en que recibió de manos del rey Juan Carlos el Premio Cervantes, primera vez que se inclina Juan Gelman ante alguien aunque sea tan ligeramente y con tanta gracia que no hay desperdicio, él que ha vivido erguido toda su vida y no hay nadie que pueda vanagloriarse de haberlo nunca doblegado, nadie ni nada, ni el terror, ni la insidia, ni el infortunio, erguido frente al peor dolor que no hay guitarra que se atreva con esa milonga, el hijo asesinado tirado al fondo del río de la Plata

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18 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Principios irresistibles

Hay comienzos de la literatura que hoy son clásicos entre los clásicos. Empezando por la mismísima génesis del asunto: ‘En el principio creó Dios el cielo y la tierra', dice aquel que es padre y madre de todos los libros. ‘En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor', arranca el Quijote. ‘Llámenme Ishmael', invita Melville en Moby Dick, estableciendo una complicidad inmediata entre autor y lector. ‘¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte...!', amenaza el mejor libro de Sarmiento. ‘Si resultaré o no el héroe de mi propia vida, o si esa dignidad le corresponderá a alguien más, estas páginas deberían demostrarlo', dice Dickens al comienzo de David Copperfield. (Un comienzo que ha sido recreado, con la intención de negarlo, por Salinger en The Catcher in the Rye.) No es el único de los comienzos de Dickens que merece el bronce. Mi favorito, sin ir más lejos, es el primer párrafo de Bleak House.

          Pero por supuesto, no hay que irse tan lejos para encontrar frases de esas que tornan imposible dejar la novela. Me gusta el comienzo de The World According to Garp, de John Irving: ‘La madre de Garp, Jenny Fields, fue arrestada en Boston en 1942 por herir a un hombre dentro del cine'. Simple e irresistible: uno muerde el anzuelo de inmediato, y sigue porque no tolera no saber qué fue lo que motivó tan peculiar acto de violencia.

          Pero entre los clásicos modernos, pocos comienzos más espectaculares que el de London Fields, de Martin Amis:

          ‘Esta es una historia verdadera pero no puedo creer que esté ocurriendo de verdad.

         Es la historia de un crimen, también. No puedo creer la suerte que tengo.

         Y una historia de amor (creo), entre todas las cosas extrañas, de manera tan tardía en el siglo, de manera tan tardía en el maldito día.

         Esta es la historia de un crimen. Todavía no ocurrió. Pero ocurrirá. (Más le vale.)'

          ¿Acaso hay muchos placeres mayores que el de abrir un libro y verse compelido a seguir hasta el final?



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18 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La justicia

No debe discutirse, ni incriminar ni siquiera argumentar en provecho propio cuando se está cansado, deprimido, decepcionado aún ligeramente achispado. La situación del cuerpo se corresponde mucho con el diagnóstico de la realidad y toda referencia a esta estampa enrarecida que vemos perjudicarnos o desdeñarnos, provoca juicios muy aberrados sobre la otra parte o sobre el mundo entero.

Todos los juicios humanos, ciertamente, se hallan inmersos en cierto grado de aberración. Basta con que los enuncie soberanamente el yo para que la objetividad gire hacia la arbitraria toxicidad del ego, pero un grado de parcialidad, algún sesgo subjetivo, puede aceptarse o darse por descontado. Lo malo viene a ser cuando las partes no se encuentran en el mismo estado de normalidad relativa y el peso de un factor determina en exceso el amor propio, la agresividad, el egoísmo y el estrago. En tales circunstancias desiguales lo mejor es no decir nada. No decir es medicina. El reposo de la palabra, la admisión de su más que probable error nos hace tan dignos como inteligentes y nada hay mejor para el entendimiento del otro que la inteligencia y el respeto. Sin ellos siquiera es posible la más elemental empatía ni, en consecuencia, el acuerdo de los juicios. Es decir, hasta donde se pueda, la justicia.



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18 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué hacer con los italianos?

Reconozco que la pregunta le podrá sonar algo ofensiva a un oído delicado. ¿Qué es esto? ¿Un simple particular interpelando a un pueblo entero, pediéndole cuentas por el uso de un voto que, para regocijo de una mayoría de derecha cada vez más insolente, acabó haciendo de Berlusconi amo y señor absoluto de Italia y de la conciencia de millones de italianos? Aunque, de verdad, quiero decirlo ya, el más ofendido sea yo. Sí, precisamente yo. Ofendido en mi amor por Italia, por la cultura italiana, por la historia italiana, ofendido, incluso, en mi pertinaz esperanza de que la pesadilla llegue al final y de que Italia puede retomar el exaltador espirito verdiano que fue, durante un tiempo, su mejor definición. Y que no me acusen de estar mezclando gratuitamente música y política, cualquier italiano culto y honrado sabe que tengo razón y porqué. Acaba de llegar la noticia de la demisión de Walter Veltroni. Bienvenida sea, su Partido Democrático comenzó como una caricatura de partido y acabó, sin palabra ni proyecto, como un convidado de piedra en la escena política. Las esperanzas que en él depositamos fueron defraudadas por su indefinición ideológica y por la fragilidad de su carácter personal. Veltroni es responsable, ciertamente no el único, pero en la coyuntura actual, el mayor, por el debilitamiento de una izquierda de que llegó a presentarse como salvador. Paz a su alma. Sin embargo no todo está perdido. Es lo que nos dicen el escritor Andrea Camilleri y el filósofo Paolo Flores d?Arcais en un artículo publicado recientemente en ?El País?. Hay un trabajo por hacer junto a los millones de italianos que ya han perdido la paciencia viendo a su país siendo arrastrado cada día que pasa al ridículo público. El pequeño partido de Antonio di Pietro, el ex magistrado de Manos Limpias, puede convertirse en el revulsivo que Italia necesita para llegar a una catarsis colectiva que despierte para la acción cívica a lo mejor de la sociedad italiana. Es la hora. Esperemos que lo sea.



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17 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Truman Capote y Lola

Truman Capote en el Plaza. Fuente: tsupen.blogspet De manera equívoca, algunos lectores podrían creer que el volumen Los perros ladran (publicado por Anagrama en 1999 y reeditado en el 2006) que reúne dos libros menores de Truman Capote (Color local y Se oyen las musas), además de una autoentrevista, tienen interés solo para especialistas y fanáticos. Creo que el libro es estupendo para todo aquel que quiera acercarse a la obra y la personalidad de Truman Capote, tan manipulado (queriendo o sin querer) por las bio-pics de hace unos años. Las anécdotas de sus viajes, por más atractivas o impresionantes que sean, quedan relegadas ante el poder del preciso observador ("El tren se movpia tan lentamente que las mariposas entraban y salían por la ventana") y el gran contador de historias, el fabulador. Es obvio que exagera, que maquilla la realidad, pero eso no es malo, al contrario, es algo que debemos agradecer. Color local comenta sus diversos viajes y sus estancias más o menos prolongadas en Europa, África y EEUU. Se oyen las musas, su primera obra de "no ficción" al parecer, es un largo relato de un viaje de 1956 por la Rusia comunista siguiendo al grupo teatral americano Everyman Opera que representaba la comedia musical Porgy and Bess en plena guerra fría. La auto-entrevista es sumamente divertida, aunque ligera. Una entrevista condescendiente consigo mismo. Pudo ser más devastadora.Pero de todo el conjunto titulado Los perros ladrán (debido a un proverbio árabe que le regaló André Gide como conjura contra las malas críticas: "Los perros ladran, pero la caravana avanza"), lo que más me llamó la atención de lejos es el relato titulado "Lola". Ahí cuenta la historia de un cuervo hembra que le regalaron en Italia. Al principio detestaba al animal, pero luego fue encariñándose con él. Lola nunca se consideró pájaro, se creía perro como el bulldog inglés y el terrier irlandés que tambié criaba. Se hizo parte de la familia y al fin, por su culpa, el escritor tuvo que mudarse de su enorme casa en un lugar aislado de Sicilia pues su criada acusó a Lola de ser de malagüero y a él, por tanto, de echar el mal de ojo. Una maldición imposible de rebatir. Se mudó a un pequeño ático en Via Margutta, en Roma, donde Lola se apropió del balcón. El final de Lola es triste. Pero fuera de que ese relato sea el más redondo, el imprescindible, del volumen, lo que dice Truman Capote sobre éste en el Prefacio que acompaña la edición es absolutamente genial: le da una vuelta de tuerca, lo convierte en un ars poetica:"(...) Lola tiene una curiosa historia. Fue escrito para exorcisar el fantasma de una amiga perdida, y posteriormente lo compró una revista americana, que no lo publicó porque el director de la revista decidió que lo encontraba horrendo: dijo que no sabía de qué se trataba y que, además, lo encontraba negro y siniestro. Yo disiento, aunque comprendo a qué se refiere; instintivamente debió de penetrar la máscara sentimental de este relato verídico y comprender, sin reconocerlo del todo, de qué trataba en realidad: de los peligros y la perdición que supone no percibir y aceptar los límites de nuestra supesta identidad, las clasificaciones que nos imponen los demás: un pájaro que cree ser un perro, Van Gogh insistiendo que es un artista, Emily Dickinson en que es poeta. Pero sin esos juicios erróneos y esas conviccones los mares dormirían, y nadie hollaría las nieves eternas".Amén.



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17 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La más vieja herejía del mundo

 

Cuando los danzantes pasean sus cuerpos bronceados por la blanca arena de Copacabana, o se tienden a dormir inmunes a la radiación solar, comprendo que debo tener cuidado con esta metáfora. Me dispongo a contemplar el país con un juego de miradas prestadas pero antes de empezar ya anoto en qué consiste la sensación. En ningún otro lugar me parecerá tan impetuosa la fertilidad que cerca a la metrópoli. Ya sea en las raíces trepadoras que debes podar día y noche o en el termitero de favelas que se encaraman a tu alrededor, la ciega y hambrienta Naturaleza hace acto de presencia. ¿Recuerdas ahora a Dylan Thomas? La fuerza que por el verde tallo impulsa la flor...

¿Será el Carnaval con su laboriosa faena el que seduce tu imaginación? La grotesca Misa del Asno desata el fervor dionisiaco. No es una broma lo que se quiere festejar. El turista, siempre accidental, sobre todo cuando cree tener un pensamiento profundo, quiere disfrazarse y bailar. Ya sabes, una corona de plumas, un pantalón de lentejuelas ajustado... Aunque en realidad, lo peor, como tantas veces, es que tampoco ahora saca provecho a su oportunidad: no entiende a qué ha sido invitado. Carnaval es la encrucijada elegida para quitarse el disfraz. No para hacer el ridículo con el petulante colorido que ofrecen las agencias de viaje. Contrariamente a lo que suele creerse, lo que hacen los brasileiros cuando llega el Carnaval, y de ahí la alegría con que esperan estas fechas heréticas, es quitarse el disfraz. Te das cuenta por la ligereza urgente de las conversaciones. Se acerca el día de la gran hoguera, cuando arderá en un solo destello el cansado flujo de los días pasados en balde. ¿Quién querría disfrazarse en tan magna ocasión?



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17 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Paquistán también existe

Publicidad de book tour de Mohsin Hamid, "a pakistani voice". Fuente: siliconeer Opacada por la emergente, arrasadora literatura de la India, la literatura paquistaní escrita en inglés siempre ha sido considerada la hermana menos talentosa, la Heinrich Mann de esa familia, digamos. Sin embargo, el éxito de The Reluctant Fundamentalist de Mohsin Hamid (que estuvo en la shortlist del Booker hace dos años), una novela que busqué infrutuosamente en España por cierto, ha hecho voltear un poco el reflector hacia la hermana menos afortunada. Claro, justo le tocó un momento en el que la literatura India está boyante, pero los paquistanís defienden su propio mini-boom en The Guardian:"Some of us have been writing for many years but suddenly we've had four or five novels coming out together and that's created a buzz," said Shamsie, whose latest work is an ambitious story that starts off in Second World War Japan and moves to post-9/11 Afghanistan. "Indian writing has been established for 25 years or more, since Midnight's Children (Salman Rushdie's book, published in 1981). Pakistani writing is very much in its infancy. "Pakistani writing is like the new young fast bowler on the scene but Indian writing is like the spinner who's been going for years and whose greatness is assumed."Desde luego, la política ocupa el tema central de esta literatura escrita, hasta el punto de que es casi inconcebible una novela sin este tema (Mohsin Hamid lo justifica así: "Great fiction comes from the tension that produces those dramatic political developments"). Además, las obras más exitosas han sido realizadas por jóvenes privilegiados, una pequeña élite que ha logrado educarse fuera del país:Readers have embraced the political nature of much of the new Pakistani fiction, looking perhaps for an explanation of the country's turmoil, which has accelerated after it sided with the West in the "war on terror". "If you've grown up in Pakistan, to sit down and write something that's not political is almost impossible," said Hanif, a former air force pilot. "I'm sure that the headlines make people curious about Pakistan but when they read these stories, I hope it's done on their own merit." The Pakistani writers causing most excitement tend to be young and from the country's upper class, having grown up in Pakistan in the 1980s. Mohsin Hamid said that, for Pakistan's small English-speaking elite who had been able to live an insulated lifestyle up to the 1980s, coming of age under the oppressive dictatorship of General Zia was a "dramatic wrenching change" that created a fertile ground for writers. "There's a desire now to dine on Pakistani writing cuisine. It's coming at the same time as some really amazing Pakistani writing," said Hamid, who lives in London. "Great fiction comes from the tension that produces those dramatic political developments. Pakistan has been going through really interesting times. As writers process that through their fiction, they're coming up with an art with a real urgency and personal need."En The Guardian aparece, además, una lista de libros al respecto para no perderse:Kamila Shamsie's epic novel Burnt Shadows tells the story of three families, spanning decades and continents. Stretching from the detonation of the nuclear bomb in Nagasaki in 1945 to Afghanistan in the wake of 9/11 via India and Pakistan, it's a sweeping narrative with a breath-taking climax. Shamsie was born in Pakistan and lives in London.Mohammed Hanif's darkly comic first novel A Case of Exploding Mangoes - shortlisted for the Guardian's first book award last year - takes as its starting point the plane crash in which Pakistan's military dictator General Zia ul Haq died on 17 August 1988, offering increasingly bizarre explanations for the event, from mechanical failure to a blind woman's curse.In Other Rooms, Other Wonders is a collection of linked short stories about an extended Pakistani landowning family in Lahore. Daniyal Mueenuddin, who practised law in New York before returning to Pakistan to manage the family farm, has created a revealing glimpse into the complexities of Pakistani class and culture.The Reluctant Fundamentalist by Mohsin Hamid sees Pakistani Princeton graduate Changez buttonhole an American stranger in a Lahore cafe to tell how his high-flying career and budding relationship in Manhattan started to crumble following the attacks on 9/11. The narrative shows how Changez really feels about the attacks. Hamid grew up in Lahore, attended Princeton like his protagonist, and lives in London.



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17 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La maleta de Heinrich Mann

Heinrich Mann y Nelly. Fuente: usc.edu A pesar de haber escrito una novela (Professor Unrat) que, llevada al cine con Marlene Dietrich de protagonista, se ha convertido en un hito de la historia del siglo XX, El ángel azul, lo absolutamente incuestionable es que Heinrich Mann siempre estará a la sombra de su hermano Thomas. La relación entre los dos hermanos fue siempre conflictiva, no solo por el talento de uno que opacaba al otro sino por las infranqueables diferencias de carácter entre ambos. Una maleta con 107 cartas dirigidas a Heinrich Mann alimentan la mitología alrededor de los Mann:La familia de los escritores Thomas y Heinrich Mann es probablemente una de las más investigadas del siglo XX por razones que van desde el más puro interés literario hasta la más descarada curiosidad morbosa. Ahora, una maleta encontrada en Praga -con documentos inéditos de Heinrich Mann- agrega un nuevo capítulo a esa historia. La maleta, recuperada por el catedrático Peter Stein en una peripecia llena de casualidades, contenía 107 cartas del archivo de Heinrich Mann, además de otros papeles, que están ahora al cuidado del archivo de la Academia de las Artes de Berlín que presenta hoy el hallazgo. La correspondencia entre Heinrich Mann y el germanista francés Felix Bertaux, en la que ambos, en pleno auge del nacionalsocialismo, muestran todavía confianza en poderse oponer a la barbarie como intelectuales, es parte importante de la maleta de Praga. Otras misivas forman parte de una documentación más personal como aquellas de condolencia que recibe Heinrich Mann tras el suicido en el exilio estadounidense de su segunda mujer, Nelly Kröger.Además, la nota en ADN Cultura hace hincapié en las diferencias de carácter entre los dos hermanos escritores:Esa "pulsión tanática" de la familia, como la llamó Thomas Mann en uno de sus diarios tras el suicidio de su hijo Klaus, estaba sin duda relacionada con una compleja confrontación con la propia sexualidad. La tendencia homosexual de Thomas Mann -que ha quedado reflejada en muchas de sus obras entre las que se destaca "Muerte en Venecia"y el esfuerzo que éste hizo durante toda su vida por reprimirla ha sido tema de innumerables trabajos. La rigurosa disciplina que rigió siempre la vida de Thomas Mann, y la obsesión alimentada por su mujer Katia de llevar una vida ordenada y burguesa, eran también formas de mantener a raya sus propios demonios interiores. Esa disciplina era ajena a Heinrich Mann, un erotómano consumado que en su juventud fue cliente habitual de los burdeles de Lübeck y que en uno de sus cuentos se lamenta de que su madre no fuera capaz de ponerle los cuernos a su padre, y que dejó a la posteridad una serie de dibujos eróticos bastante explícitos, ocultados durante mucho tiempo por su pudorosa cuñada Katia. La tumultuosa vida erótica de Heinrich Mann fue lo que le llevó a los brazos de Nelly Kröger, una actriz de baja categoría que nunca llegó a ser plenamente aceptada por Thomas ni, mucho menos, por Katia Mann. En el exilio en California el rechazo familiar era especialmente sensible para Nelly Kröger. Ella y Heinrich Mann, cuyas obras estaban lejos de tener el éxito internacional de las de su hermano, dependían de la ayuda financiera del autor de "La montaña mágica", con lo que el desprecio a que era sometida dolía aún más. Katia Mann logró que la imagen que tuvo la posteridad de Nelly Kröger -que cayó en un alcoholismo crónico hasta llegar al suicidio durante el exilio- haya sido, durante mucho tiempo, la de una mujer vulgar y sin interés alguno. Recientemente, y las cartas de la maleta de Praga ayudan a entenderlo, esa imagen ha empezado a ser revisada. Así, por ejemplo, una carta del escritor Alfred Döblin, en la que lamenta la muerte de Nelly, la describe como una mujer abierta, fina y solidaria hasta el fin con otro destino (el de Heinrich Mann).



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17 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Roja fruta del árbol fascista, y 2

El meollo de una indagación así, al final, es la cuestión del poder personal, y quizás incluso la cuestión del poder, que siempre termina siendo personal. Y Chávez es, antes que nada, un militar golpista que quiere obtener el poder y luego retenerlo tanto como puede: la muestra, el referéndum ahora convocado con el objetivo de permitir la reelección indefinida. Sumada a la liquidación de la división de poderes y al control de los medios de comunicación da como resultado el horizonte de la presidencia vitalicia y de la dictadura. No es una cuestión de ideologías, sino de concentración de poder y de su perpetuación.

"La sucesión es el momento de la verdad de un sistema político", escribía Simon Sebag Montefiori, el biógrafo de Stalin, en el International Herald Tribune de 12 de enero de 2009. La tesis de Sebag, gran especialista en el régimen soviético y en el imperio ruso, es que de los tres grandes imperios, dos no han resuelto todavía la cuestión de la sucesión en el poder. En China "es vergonzosamente previsible en su secretismo total". En Moscú es peor, pues "la inconsistencia y la falta de mecanismos de sucesión son una real amenaza al orden internacional". Chávez, siguiendo este hilo argumental, ha querido refundar su país, reinventarlo constitucionalmente y ahora no sabe qué hacer si no es irse sucediendo a sí mismo, a pesar de los fracasos que cosecha cada vez que intenta hacerlo siguiendo la regla de juego. No es capaz de plantearse su propia sucesión, ya no un relevo sometido a los azares electorales, sin imaginarse sucediéndose perpetuamente a sí mismo. Y alrededor de este problema se organiza el debate y las crisis políticas.

Este reportaje ideológico de Krause viene al pelo para el momento que vive Latinoamérica, donde el vacío político que ha producido la presidencia neocon de George Bush ha dado enormes márgenes de actuación precisamente a esta ‘izquierda' tan peculiar que lidera Hugo Chávez con su petróleo. No está claro que esto siga sucediendo a partir de ahora, con Barack Obama en la Casa Blanca (y con la caída del precio del petróleo). La llegada de un afro americano a la máxima magistratura norteamericana es el equivalente, salvando todas las distancias, a la entronización presidencial de dirigentes políticos indigenistas en varias republicas latinoamericanas. La diferencia es que Obama ha podido alcanzar la presidencia precisamente porque se ha desprendido del ‘nacionalismo' afro americano, equivalente del indigenismo, para la adopción de una actitud pos racial y de síntesis, que lo convierte en el presidente de todos los norteamericanos. Un presidente de estas características es sin embargo el que mejor y con mayor exigencia puede dirigirse a los presidentes indigenistas.

Las ideas de Obama respecto al papel internacional de su país, desarrolladas ampliamente en su libro ‘La audacia de esperar', son profundamente autocríticas, tanto respecto a la política gubernamental como a las ideas progresistas de los años 70 y 80: "No entiendo, por ejemplo, por qué los progresistas debían estar menos concernidos por la opresión detrás del Telón de Acero que por la brutalidad en Chile". Observa el error de contemplar todo "bajo la lente de la Guerra fría", algo que la izquierda latinoamericana y los españoles antifranquistas conocieron y sufrieron muy directamente. "Durante décadas toleramos e incluso ayudamos a ladrones como Mobutu, delincuentes como Noriega, en la medida en que se oponían al comunismo". A veces, se llegó más lejos, "como derribar líderes elegidos democráticamente como en Irán", asegura refiriéndose al golpe contra Mossadegh.

Su autocrítica alcanza al meollo de la cuestión que preocupa como mínimo a una parte del indigenismo: "El destino manifiesto (de Estados Unidos) significa la conquista sangrienta y violenta de las tribus americanas desplazadas de forma forzosa de sus tierras y del ejército mexicano defendiendo su territorio. Una conquista que como la esclavitud contradice los principios fundacionales de Estados Unidos y tiende a ser justificada en términos explícitamente racistas, una conquista que la mitología americana ha tenido siempre dificultad en absorber totalmente pero que otros países reconocen por lo que fue: un ejercicio de la fuerza bruta". Obama querrá, además, dialogar con Cuba, aligerar el bloqueo, y limar los aspectos de la política americana que mejor le funcionan a Chávez en su populismo antiyanqui.

Krauze utiliza munición de gran calibre intelectual para buena parte de sus digresiones. Jorge Luis Borges para el héroe de Carlyle y Octavio Paz para su reflexión sobre la democracia. Las citas de Paz son altamente significativas, porque enlazan directamente con el reto que significa Obama para Latinoamérica. Paz considera que EE UU ha sido el aliado de los enemigos de la democracia, una de las cuestiones, como se ha visto, que Obama quiere cambiar. El poeta y pensador mexicano, maestro además de Krauze, propugnó en 1989, con la caída del Muro de Berlín, "la reconciliación de las dos grandes tradiciones políticas de la modernidad, el liberalismo y el socialismo. Es el tema de nuestro tiempo".

La figura que Krauze opone a la de Chávez es la de Rómulo Betancourt (1908-1981), coincidiendo precisamente con su centenario. Betancourt, que ejerció la presidencia en dos coasiones (1945-48 y 1959-64) metió al ejército en cintura, fundó un partido "leninista pero no marxista" y se planteó la obtención de una ‘democracia decente'. Fue el primer político venezolano que pasó el poder al siguiente presidente electo. Su aparición en el teatro de sombras histórico de la mano de Krauze es una contrafigura de la revolución cubana y del Che, el emblema político que llevó a la muerte y al fracaso a millares de jóvenes latinoamericanos, en los mismos días en que la izquierda del subcontinente, según el ensayista, se avanzaba incluso a la europea en su esfuerzo autocrítico y en la capacidad de renovación que significó el eurocomunismo. La reflexión de Krauze está totalmente alejada de la ola de fondo neoconservadora, ahora ya en fase de resaca, y reivindica, muy al contrario, la herencia de mayo de 1968, la época de los movimientos estudiantiles que fueron "nuestras escuelas de libertad".

Leer, charlar, escribir. Esto es lo que hace el periodista tras colocar el foco de su mirada sobre el objeto de su atención. En este caso, después de sus dos viajes a Venezuela en momentos calientes de esta historia reciente. El calibre del resultado puede variar, pero el método es certero, antiguo y actual; ha servido en la gran época de la prensa impresa que ahora termina pero va a seguir sirviendo en la época en que nos adentramos. El periodismo seguirá existiendo aunque el medio de su expresión cambie. El libro de Enrique Krauze es un reportaje sobre la Venezuela de Hugo Chávez, una indagación sobre las ideas o reportaje ideológico, también historia del presente, por supuesto, o sencillamente periodismo del bueno, comprometido, del que necesitamos todos y del que necesita América Latina.



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17 de febrero de 2009
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Posar para el narrador

"Pues el artista sólo había escuchado a los demás cuando, por estúpidos o insensatos que pudieran ser, repetidores como loros de lo que dicen personas análogas en carácter a ellos mismos, precisamente por ello se habían convertido en pájaros profetas, en portavoces de una ley psicológica. El artista no se acuerda más que de lo general. Por tales entonaciones, por tales movimientos de fisonomía, ya hubieran sido contemplados en su más lejana infancia, la vida de los otros había quedado representada en él, y cuando más tarde viniera a escribir, compondría... como si estuviera anotado en el cuaderno de un anatomista, en este caso para expresar una ley de tipo psicológico... cada uno habiendo tenido su instante de pose.

Los seres más estúpidos por sus gestos, sus palabras, sus sentimientos involuntariamente expresados, ponen de relieve leyes que ellos mismos no perciben, pero que el artista sorprende en ellos. En razón de este tipo de observaciones, el vulgo cree que el escritor es malvado, pero lo cree equivocadamente, pues en algo ridículo el artista ve una hermosa generalidad, y no la imputa a la persona observada, como tampoco el cirujano la tendría en menor consideración por el hecho de hallarse afectada por una afección circulatoria corriente; así el artista se burla menos que nadie de estos aspectos ridículos. Sin embargo, desafortunadamente para él, librarse de la maldad no le impide librarse de la desgracia; tratándose de sus propias pasiones, aunque conozca igualmente las generalidades, le es menos fácil liberarse de los sufrimientos personales que provocan. Sin duda, cuando un insolente nos insulta, hubiéramos preferido que nos elogiara y, sobre todo, cuando una mujer que adoramos nos traiciona,¡qué no daríamos para que hubiera sido de otra forma¡ Pero el resentimiento por la injuria, los sufrimientos por el abandono, hubieran entonces sido las tierras que jamás hubiéramos conocido, y cuyo descubrimiento, por penoso que sea para el hombre, se convierte en algo precioso para el artista. Y así los desalmados y los ingratos, a pesar del artista y de ellos mismos, figuran en la obra. El panfletario asocia involuntariamente a su gloria a esos canallas que ha denunciado. Cabe reconocer en toda obra de arte a los que el artista más ha odiado, e incluso a aquellas que más ha amado. En realidad, en el momento mismo en que más le hacían sufrir no hacían otra cosa que posar para el escritor." (900-901)

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17 de febrero de 2009
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El Boomeran(g)
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