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No todo pólipo

"No todo pólipo se resigna a seguir siendo pólipo. Hay en la república de los pólipos alguna criatura inquieta que se dice que la perfección de esta vida vegetativa no es la vida. Sueña con otra dispar: alejarse y navegar en soledad, ver lo desconocido, el amplio mundo, recrear, exponiéndose al naufragio, algo que despunta en esa criatura y permanece oscuro para uno:
El alma".

( Jules Michelet, la Mer)

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29 de mayo de 2020
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La gran resaca

Han transcurrido ya más de sesenta días regados con alcohol sin culpa. Una bruma se instaló en las nucas confinadas que salían a tomar el vermut al balcón o agendaban citas virtuales para seguir abriendo cervezas y echando una rodaja de pepino al gin-tonic. Cuando algunos iban a reciclar, observaban la bolsa de botellas vacías con un gesto que basculaba de la autoafirmación a la vergüenza. Nunca se había disparado tanto el consumo de vino, cerveza, ginebra o whisky como en este robado mes de abril; qué hacer si no cuando se prolonga una existencia desprovista de sentido y las horas se ensucian las unas a las otras, sin color ni dueño. Beber contra el aburrimiento -del latín: ab ( sin), y horrere (asustarse)- fue desde siempre una religión que abre sus gigantescas puertas abiertas para traspasar la senda que va de la sobriedad a la ebriedad. Los lingotazos se asocian aún a rebeldía aunque sean parches de autodestrucción. Estos dos meses, los más bebedores han llegado a utilizar como excusa su hipotética capacidad para matar al virus aconsejando gárgaras con aguardiente.
 

Cuentan que Alejandro Lerroux, tras la fracasada revolución de 1934, comía con sus compadres en un restaurante barcelonés y quiso regar los postres con dos botellas de Cordon Rouge, su champán preferido. Fue entonces cuando un colega le preguntó qué les diría a los obreros barceloneses que ­pudieran verle en ese instante. "Pues les ­diría que estoy probando el vino que beberá el proletariado del porvenir". Y se jactó de que cuando lo probaran, dejarían de ser obreros. No fue así: tuvieron que contentarse du­rante décadas con el espumoso de los aguinaldos.

Bebemos para celebrar, pero también para huir e incluso a modo de pequeño premio con el que aliviar la lata que dan los bufones del odio con sus cacerolas oxidadas y los falsos periodistas con sus falsas noticias. No es extraño que hoy se llenen las calles de corredores que escapan, avanzando contra sí ­mismos, sacrificando su sed, sin tiempo para sudar. Por fin liberan las toxinas tras sus encierros bañados en alcohol y los días de resaca permanente a fin de poder olvidar mejor la jornada anterior. Pero la resaca, si se aprovecha, proporciona una fantasía de resurrección que, más allá del sentimiento de desprecio por uno mismo y del terror ante el futuro, nos empuja a encontrar un punto medio entre la nostalgia y la utopía. Frida Kahlo lo resumió con humor: "Quise ahogar las penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar". Bien lo saben los ­maratonianos, capaces de llegar a la meta aunque sea a gatas.

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28 de mayo de 2020
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El coloso de Marusi

Tengo un amigo editor, hombre  culto y refinado, que libra desde hace años una sorda batalla contra la inmoderada tendencia de su biblioteca particular a crecer sin cesar, toda vez que se ha propuesto incluir en ella únicamente las mejores ediciones de los temas y autores que más le interesan. Y que son muchos.

Quienes le conocemos sabemos que si vamos a visitarlo, en el momento de decir adiós es conveniente reservarse tiempo para revolver en el enorme cesto repleto de maravillas que ha puesto en el recibidor a disposición de quien quiera servirse: dos, tres, cinco  libros, no importa tanto el número como la cantidad de peso que sea capaz de aguantar tu cada vez más castigada espalda.

La última vez que fui a verlo, justo en vísperas del confinamiento, allí estaban por ejemplo los dos tomos que Destino le dedicó en los años noventa a las obras bastante completas de Rafael Sánchez Ferlosio, ahora sustituidas por la magnífica recopilación realizada por Ignacio Echeverría en Debate (Altos estudios  eclesiásticos (2015), Gastos, Disgustos y tiempo Perdido (2016) o Babel contra Babel (2016): anda que no era nadie Ferlosio inventando títulos atractivos con los que despertar las voraces apetencias de los lectores). Al levantar el Tomo II para meterlo en la mochila vi que debajo asomaba la portada de Desde el Monte Santo, de William Dalrymple, un libro unánimemente considerado como uno de los mejores relatos de viaje que se hayan escrito nunca y que incomprensiblemente casi ningún editor se decide a repetir la edición que hizo Altaïr en su día (1997). Yo me apresuré a hacerle un hueco en la mochila, dándose la feliz circunstancia de que justo debajo asomaba un ejemplar en muy buen estado de El Coloso de Marusi, de Henry Miller, en la traducción que hizo de esa joya Eduardo Gil Novales en los años cincuenta para Biblioteca Breve.

“Ya tengo parcialmente resuelto el encierro que se nos viene encima”, pensaba yo muy contento camino de casa porque estaba seguro, de que una vez abierta la veta Miller detrás volverí8an las ganas de seguir con sus otras novelas. Y en efecto: me pasó la primera vez y me ha vuelto a pasar: Miller transmite un entusiasmo contagioso y altamente saludable. Y eso que al ponerse a escribir ese libro no lo tenía nada fácil porque ni el tema en el que se iba a embarcar ni las circunstancias en que lo hizo jugaban a su favor. Cuando en 1939 Miller cedió de pronto a las reiteradas invitaciones de su amigo Lawrence Durrell para visitar Grecia venía de pasar unos años en y tenía escritas dos obras, Trópico de Cáncer (1934) y Trópico de Capricornio (1939) que en ese momento estaban prohibidas y perseguidas pero que a la vuelta de unos años iban a hacer de él un autor millonario y universal, aunque de momento seguía  siendo un escritor perseguido, acusado de ser un grosero pornógrafo y a sus cincuenta años continuaba siendo tan pobre como cuando sólo era una rata de alcantarilla neoyorkina. Pero, nada más llegar a Grecia, el lector tiene el privilegio de asistir a la prodigiosa transformación que va a sufrir cuando empiecen a surtir efecto en su espíritu el sol, los baños de mar, el paisaje, los mitos y leyendas ancestrales y las conversaciones hasta las tantas con los amigos que Lawrence le va presentado a lo largo de un prolongado recorrido por Corfú, Kalami, Atenas, Corinto, Micenas, el Peloponeso o Creta. Frente a la llanura de Tebas, por ejemplo, rompe a llorar de rabia e impotencia porque apasionado, extremista y parcial como es, de pronto, es consciente de lo que la civilización occidental ha hecho de él y de la dolorosa renuncia a lo que él califica de “pesadilla de aire acondicionado” que necesitará hacer para sentir su alma  al compás de esa naturaleza que poco a poco se va apoderando incluso de su prosa. Un prodigio y un privilegio.

El coloso de Marusi

Henry Miller

Traducción de Eduardo Gil Novales

Seix Barral, Biblioteca Breve

  

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28 de mayo de 2020
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Sabiduría

La rutina de la pandemia ha sido la constatación de que la muerte ya no tiene la menor importancia social entre nosotros
 

Durante meses hemos asistido a cientos de miles de muertes que habitualmente no se mencionan en público ni forman parte de lo que llamamos "política". Hete aquí que durante semanas la muerte ha estado presente en todo momento. Un regreso a la lectura de Emanuele Severino, fallecido en enero, me pareció pertinente.

Durante miles de años los mortales no moríamos del todo. En Oriente, hasta hace poco, las gentes se reencarnaban en segundas y terceras vidas. En Occidente el cristianismo logró que durante más de 1.000 años muchos europeos resucitaran para vivir una vida eterna. Pero a partir del siglo XVIII el cristianismo fue menguando y ya Nietzsche lo dio por muerto. Seguiría habiendo gente religiosa, sí, pero la vida eterna quedaría reservada para los islámicos y otros residuos píos que pudieran necesitar consuelo.

Severino es el filósofo que meditó sobre ese invento que es la muerte occidental. Un salir de la nada, permanecer unos años entre los animales, y volver a la nada para siempre. Severino creía que el primer signo de esta muerte nihilista y total se encuentra en las tragedias de Esquilo. Una muerte por aniquilación que sigue viva hasta hoy y sobre la que sólo la filosofía podía ayudarnos a entender el horror de la nada. Pero la filosofía ha sido barrida de los estudios porque en un par de siglos nos hemos ido haciendo a esa muerte aniquiladora y ya parece que no precisamos ayuda, la hemos asumido. Morimos en extrema soledad, para siempre, y a muy pocos les angustia o duele.

Se diría que la rutina de la pandemia ha sido la constatación de que la muerte ya no tiene la menor importancia social entre nosotros. Se ha convertido en puro número, un cálculo más del poder político, otra técnica trivial. Nos hemos endurecido.

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26 de mayo de 2020
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Los oscuros pasillos de la historia

Entre mis lecturas de cuarentena he vuelto a Suetonio, quien, en su libro capital, Vida de los doce césares, entra en los pasillos mal alumbrados de la historia con paso de espía del pasado, y con diligencia de escritor de nota roja, o de gacetillero de revistas del corazón, busca penetrar los viejos misterios de la vida de los poderosos, sus vicios y excesos, taras familiares, incestos, megalomanías, crímenes, lujuria, avaricia.
 

Cuando nos ofrece al detalle los datos históricos, y entra en el entramado de las genealogías, el lector, que busca instruirse en las minucias de las vidas narradas, con la misma curiosidad de este historiador de hace dos milenios, puede dejar de lado esas arideces. Mejor seguirlo por los caminos escabrosos que recorre con la barbilla levantada solemnemente para mostrar su desprecio moral ante las inmundicias de que se alimenta el poder.

Suetonio tenía la mejor de las llaves para entrar en estas historias tan atractivas. Bajo Trajano fue supervisor de bibliotecas públicas, y luego jefe de los archivos imperiales; y fue secretario de Adriano, encargado de su correspondencia, con lo que tuvo acceso a los archivos donde figuraban las cartas, testamentos y demás documentos personales de los emperadores anteriores, desde Julio César y Augusto. 

Nadie es tan sabio en los detalles como Suetonio, y en esto se ampara en una de las reglas básicas de toda buena narración, que es convencer al lector que lo que cuenta es verdadero, a través del registro de lo minucioso. Marcel Schowb decía que la literatura no se ocupa de lo general, sino de lo específico.

Son once puñales, ni uno más ni uno menos, los que se levantan contra Julio César, quien al verse perdido tiene el delicado gesto, congruente con su proverbial vanidad, "de bajarse con la mano izquierda los paños sobre las piernas, a fin de caer más noblemente, manteniendo oculta la parte inferior del cuerpo". 

Son veintitrés heridas las que recibe. Son tres los esclavos que lo llevan a su casa en una litera, "de la que pendía uno de sus brazos". Entre todas sus heridas sólo era mortal la segunda que había recibido en el pecho. Los números hablan.

Es un historiador que, entre papeles antiguos, cumple el papel de un reportero con la libreta en la mano, presente en el lugar de los acontecimientos, que está pensando en satisfacer la curiosidad de sus lectores, y entiende que la verdad nunca es retórica, sino que debe ser demostrada con toda precisión.

Una regla que se vuelve igualmente válida para el escritor de ficciones, que debe fingir la verdad en la gala de los detalles, como lo hace Defoe en el Diario del año de la peste, donde incluye hasta tablas estadísticas que registran el número de muertos a causa de la Gran Plaga, por cada distrito de Londres.

Pero la mejor enseñanza que nos deja Suetonio es una profunda indagación de los mecanismos del poder, compuesto de vanidades y veleidades, de obsesiones y mentiras, de ambiciones y simplezas, de crimen y locura. Los subterráneos que recorre son de doble fondo; arriba están las anécdotas que pueden parecer banales, banquetes excesivos, triunfos militares fingidos; debajo corren las aguas negras que fluyen desde la naturaleza misma del poder.

Los personajes obsesos y arbitrarios que describe Suetonio llegan a convencerse de que su poder, por ser de naturaleza divina, es para siempre, muy lejos de pensar que, acosados por la traición, serán cosidos a puñaladas, o acabarán envenenados.

Psicópatas, como Calígula, que apenas podían conciliar el sueño y pasaban la noche deambulando por los pasillos, con la menta encendida urdiendo crímenes, y que tenía por divisa la regla de que todo le estaba permitido, y con todas las personas, dueño de sus vidas, de sus cuerpos, y de sus muertes.

O locos de otro tipo, como Nerón, y ambos han llegado hasta nuestros días convertidos en caricaturas de historieta, el uno elevando al consulado a su caballo, el otro tocando la lira mientras ardía Roma. Esas historias, siempre tan populares, se las debemos a Suetonio.

Nerón, quien tenía la vanidad infantil de creerse un genio del bel canto, tanto como para presentarse en los teatros, y gastar fortunas en sus lujosas puestas en escena, a costillas del erario público. A nadie le estaba permitido abandonar el recinto cuando subía al escenario, y así hubo mujeres que dieron a luz en las gradas, y muchos espectadores "saltaron furtivamente por encima de las murallas...o se fingieron muertos para que los sacaran".

Vigilaba que los aterrorizados jueces no fueran a dejar de escogerlo ganador de los concursos de canto, y perseguía a sus competidores hasta arruinarlos. A sus súbditos los clasificaba entre quienes alababan la excelencia de su arte, y quienes cometían traición al no elogiarlo. El ridículo es también una forma del poder desmedido.

Suetonio se vuelve al final un personaje suyo. En el año 122, cayó en desgracia. El rumor sigue repitiendo en ecos, a través de los pasillos oscuros de la historia, que llegó a tomarse demasiadas libertades con Vibia Sabina, la esposa del emperador Adriano, quien, furioso, lo alejó del entorno palaciego.

Quién iba a decirlo. Suetonio, quien tantos adulterios nos dejó narrados.

 

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26 de mayo de 2020
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El sentido de la vida en la era de los cines cerrados: Una exploración filosófica

En los últimos años, el cierre de cines en todo el mundo ha suscitado un debate más amplio sobre el sentido de la vida en un mundo en rápida transformación. Los cines, antaño centros de entretenimiento, relajación y experiencia colectiva, han ejercido una poderosa influencia cultural. Su súbito declive hace que muchos se pregunten sobre la evolución de nuestra forma de experimentar el arte, la narración de historias e incluso la interacción social. La experiencia colectiva de ver películas, reír o llorar con desconocidos en una sala oscura, está ahora amenazada. Esta realidad nos anima a reflexionar sobre cómo la tecnología reconfigura nuestras vidas y repercute en nuestra comprensión del significado. Del mismo modo, los españoles buscan nuevas formas de entretenimiento, entre las que se encuentran los 10 mejores casinos online de España, cada vez más populares.

Los 10 mejores casinos en línea de España

Al igual que los cines desempeñaron un papel vital en la formación del entretenimiento, los casinos en línea en España ofrecen ahora una nueva forma para que la gente se involucre con el entretenimiento. Los 10 mejores casinos en línea de España ofrecen experiencias seguras y emocionantes a quienes buscan diversión desde la comodidad de su hogar. Estas plataformas proporcionan a los usuarios diversos juegos, atractivas bonificaciones y fácil acceso. Para muchos, llenan el vacío dejado por el cierre de los cines tradicionales, convirtiéndose en una moderna salida de entretenimiento. Si tiene curiosidad por saber más, no dude en consultar el artículo sobre los 10 mejores casinos en línea de España, donde encontrará reseñas detalladas, interesantes ofertas de bonos y consejos para disfrutar de experiencias de juego seguras y divertidas en plataformas de confianza.

El impacto cultural del cierre de cines

Los cines han sido durante mucho tiempo puntos de referencia culturales. Nos brindan la oportunidad de desconectar de nuestras rutinas y sumergirnos en un mundo diferente. Pero con el cierre de muchos cines debido al cambio de hábitos y a las presiones económicas, no nos queda más remedio que reflexionar sobre cómo afecta esto a nuestra experiencia colectiva. La experiencia de ver una película en una sala de cine es única. No se trata sólo de la película, sino de las emociones compartidas con los demás en la sala.

  • Los cines crean una experiencia compartida difícil de reproducir en otros lugares.

  • La desaparición de las salas de cine significa también la pérdida de espacios públicos en los que podemos estrechar lazos con los demás.

  • Esta transición pone en entredicho nuestra forma de vivir las historias y conectar con nuestra comunidad.

El cambio al entretenimiento en línea

Con el cierre de los cines, mucha gente se ha pasado a las formas de entretenimiento en línea. Los servicios de streaming, los videojuegos y los casinos en línea están ganando popularidad. Estos cambios ponen de manifiesto cómo está cambiando nuestra interacción con el ocio. Aunque ya no exista la conexión física de ir al cine, hay algo valioso en estas nuevas formas de entretenimiento. Ofrecen flexibilidad, comodidad y acceso a una gran variedad de contenidos.

  • Ahora dominan los servicios de streaming, que ofrecen fácil acceso a películas y series.

  • Los casinos en línea han experimentado un repunte, convirtiéndose en una forma de entretenimiento para personas en busca de nuevas experiencias.

  • La flexibilidad de estas nuevas plataformas permite a los usuarios disfrutar del entretenimiento a su manera.

La búsqueda de sentido a través del arte

El arte, incluido el cine, es a menudo un reflejo de la vida. Nos permite explorar cuestiones profundas sobre quiénes somos y cuál es nuestro propósito. Sin las visitas regulares al cine, es posible que busquemos otras formas de arte que desafíen nuestro pensamiento y nos ayuden a conectar con los aspectos más profundos de la vida. La pérdida de las salas de cine podría llevar a más personas a buscar activamente el sentido de la vida en libros, música o incluso juegos que susciten la reflexión y el pensamiento.

  • Las experiencias artísticas son vitales para el autodescubrimiento y la comprensión del mundo.

  • Con menos cines, es posible que busquemos el arte en otras formas, como libros, museos o incluso juegos con narrativas más profundas.

  • La búsqueda de sentido es continua, y el arte siempre desempeñará un papel para ayudarnos a responder a las grandes preguntas de la vida.

Dato de interés

El cierre de los cines Luna de Madrid despierta recuerdos de experiencias únicas entre sus paredes, desde ver «Eyes Wide Shut» de Kubrick hasta presenciar una trágica muerte durante la proyección de una película. A pesar del auge del cine en casa y del streaming móvil, algunos cinéfilos, como el fallecido Jacobo Echeverría-Torres, dedicaron su vida a preservar la magia de la sala de cine tradicional, incluso alquilando salas para exhibir las películas que amaban.

Adaptación a una nueva era del entretenimiento

La era de los cierres de cines marca un cambio significativo en nuestros hábitos de entretenimiento. Pero, como humanos, somos adaptables. Hemos visto cambios como éste a lo largo de la historia, desde la radio a la televisión, pasando por el auge de Internet. Aunque algunos sientan nostalgia de la edad de oro del cine, el futuro nos depara nuevas oportunidades de disfrutar de las historias, el arte y el entretenimiento. Ya sea a través de casinos en línea, plataformas de streaming o realidad virtual, seguimos encontrando formas de experimentar la vida de manera significativa.

  • El cierre de los cines no significa el fin del entretenimiento, sino una transformación.

  • Las nuevas tecnologías y plataformas ofrecen nuevas formas de relacionarse con el arte y las historias.

  • El futuro del entretenimiento mezclará probablemente los mundos digital y físico de formas únicas.

Conclusión

El sentido de la vida es algo que todos buscamos, y el arte siempre ha desempeñado un papel importante para ayudarnos a encontrarlo. Aunque el cierre de las salas de cine marca un cambio en la forma en que experimentamos el arte, también abre las puertas a nuevas formas de entretenimiento y reflexión. Por ejemplo, los casinos en línea en España son ahora una opción popular, que ofrece emoción y una forma alternativa de desconectar. La vida, al igual que el entretenimiento, evoluciona constantemente, y nuestro reto es encontrar sentido a cada etapa de esa evolución. Aunque echemos de menos las experiencias cinematográficas de antaño, el futuro nos depara nuevas formas de relacionarnos con historias, personas y arte que seguirán conformando nuestra forma de entender la vida.

 

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25 de mayo de 2020
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En la sierra

Una ilusionante visita a la casa de Magda y José Luis. Llevan tiempo invitándonos y entre unas cosas y otras lo hemos ido dejando. El moderno chalé, ubicado en una de las más exclusivas urbanizaciones de la Sierra del Cuclillo, dispone de un entorno, todo hay que decirlo, algo perjudicado por los bordillos reventados, por las farolas derribadas y por las tapas de las arquetas amontonadas a la espera de ser recogidas por los chatarreros, pero, en general, mantiene un notable encanto. Nos esperan fuera. Paseando. Inconfundibles. Con su vestimenta modelo harapo, rodeados de la miríada de perros vagabundos caritativamente tutelados. Claro, ese irremediable sentimiento pequeño burgués obliga a mostrarnos su hogar, y así recorremos algunas de las habitaciones, las que permiten el paso entre la basura acumulada. Pero lo más interesante es el menú que nos han preparado. Desde luego todo caducado. Lo caducado es lo saludable. La labor en extremo beneficiosa de hongos y enzimas. Una ensalada varias delicias de tonos tornasolados preludia el kéfir altamente oscurecido tras su estancia de varios meses a la intemperie. También, para el que quiera, ellos comen poco, surtido de purulentos trozos de plátano y lonchas de jamón de york tipo mojama. El postre, insuperable. Tabla de quesos regionales en los que se ve contorsionarse, como a vista de microscopio, un sorprendente plantel de gusanos y pequeños escarabajos trompeteros. Tras el ágape nos enseñan, saben de nuestra condición curiosa, un cobertizo disimulado en el jardín salvaje. Un cobertizo con muchas armas, cortas y largas. De hecho un arsenal. Por la gente del Este. A veces aparecen y este chalé es ya el último habitado por sus propietarios. Nos despedimos. Se hace tarde. Y con poca luz cuesta apartar la enorme mula, perteneciente a la amenazada raza montañesa culirroja, que se ha quedado dormida sobre el capó de nuestro Mercedes Clase E 300. Que queda deformado. Pero qué buen domingo. Una necesaria salida al campo. Huyendo de la ciudad. Ese infierno.        

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23 de mayo de 2020
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¿Tu enemigo?

Esta historia empezó en el desconcierto, y continuó, como los mejores relatos de la literatura y el cine, con la suspensión de la incredulidad. ¿Nos está pasando a nosotros o es un sueño contado por un idiota que al despertar sigue al pie de la cama con su reptil impertérrito? Lo único edificante de la tragedia es que animaba a compartir: el dolor, la prudencia, los cuidados de la salud, el gesto amable, el agradecimiento al fin de cada tarde. El aplauso espontáneo era un recuerdo de las ovaciones más señaladas de nuestra vida: a un fallecido en acto de servicio al país, a unos recién casados muy queridos, a la actriz que nos conmovió desde el escenario. Ahora, en ciertas zonas de la ciudad, no en todas, suena el desafinado de las cacerolas, y para quien de joven pateó algún espectáculo mal acabado no se trata de algo escandaloso: el derecho al pateo, que ahora es el derecho al cencerro. Me quedo con la fase primera de la manifestación popular. 
 

Es tan fácil abrir heridas entre los que seguimos vivos. No conviene olvidar que al principio de la pandemia ya hubo manifestaciones de protesta: vecinos que rogaban a sanitarios residentes en su edificio o a un anciano afectado que se fueran a vivir a otro sitio para proteger a los sanos de la comunidad. De esto se dejó de hablar; no sé si se ha dejado de hacer. Ahora llega esta otra que acusa al gobierno de enemigo de la libertad. Y qué somos los que acatamos la ley por dura que nos resulte, ¿esbirros a sueldo del comunismo internacional? 

El único alivio es que en la protesta que vi ayer en el paseo más céntrico de la capital, hacían ruido pero eran pocos. Saqué a ojo la cuenta: todos cabrían, sin apretujones, en el salón del piso más pequeño de los dos que tiene alquilados, con trato de favor, la Señora Presidenta de Madrid y provincia.

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21 de mayo de 2020
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El regalo de Kekelma

Hay dos modelos, entre otros posibles, de escribir un texto periodístico de largo aliento: el reportaje tradicional, utilizando un lenguaje impersonal y sin la presencia palpable del periodista, y otro, la crónica literaria.

Hace 25 años escribí un artículo en la Revista Centroamericana Hombres de Maíz a propósito de una salida en busca de las lenguas menguantes centroamericanas. A la distancia, revisando viejas libretas, encontré mis notas y me atreví a contar la misma historia de otra manera. Esta crónica nueva fue publicada en la revista Lateral de Barcelona y Spleen! de México.

En la crónica falta la mayoría de las fuentes, faltan muchos de los números, faltan documentos y variedad y la seriedad y rigor del reportaje. Pero hay algo, hay algo… siento que logré captar por un instante, a tantos años de distancia, lo que pensé, lo que sentí, lo que me enamoró y aterró y atrapó para siempre de esta historia, mientras mi otro yo, el periodista profesional, intentaba cerrar un reportaje.  

 

I.                El reportaje: “Yis ma isho ”

Alí García tenía nueve años, pero lo recuerda como si fuera ayer. En medio de una clase de español, le habló a un compañero en bribri, el idioma que su pueblo usa desde hace miles de años. El maestro lo mandó a arrodillarse en el rincón, sobre granos duros de maíz. Hoy, dos décadas más tarde, García cuenta la anécdota con una sonrisa inteligente y comprensiva; pero no olvida. Y no se le escapa la ironía de que el maíz con el que su maestro lo castigó es otro producto de la cultura indígena.

Una parte importante de su trabajo como dirigente de la Fundación Iriria Tsochok (madre tierra en bribri) es buscar con sus hermanos el desarrollo sin perder la identidad.

Como Alí García, hay maestros y representantes de una docena de pueblos indígenas en América Central que están trabajando, solos, en escuelas rurales, en organizaciones indígenas o en oficinas de los ministerios de educación, para proponer por primera vez, un modelo sistemático de educación bilingüe que brinde a los niños de sus comunidades la enseñanza en español, para competir en el mercado laboral de los "ladinos", junto con el aprendizaje de sus lenguas, tradiciones, historias y relaciones con la naturaleza y sus productos.

El camino que ya se recorrió fue importante, y los que lo vivieron dan cuenta de sus dificultades: primero, cientos de estudiantes indígenas se convirtieron en maestros en el único modelo que existía hasta esta década, que no incluía su cultura.

Con un pie dentro del sistema educativo oficial, estos educadores empezaron a hablar a sus alumnos en el idioma indígena, en general a espaldas de inspectores y autoridades. Poco a poco, surgieron cartillas, programas de radio, alfabetos en lenguas indígenas, métodos de enseñanza basados en palabras generadoras, historias y leyendas propias.

Al mismo tiempo, maestros e investigadores comenzaron a recopilar la enorme riqueza oral de los pueblos indígenas en libros y cuadernos, que ya se están usando en escuelas y colegios de la región. Superando sus deficiencias en una cultura que no era la propia y la discriminación de muchos docentes, hoy hay 24 maestros indígenas activos en Costa Rica. En Panamá, donde la formación de maestros "a distancia" empezó en 1979, ya son 125.

En una oficina impersonal del Ministerio de Educación de Panamá, David Binns, ex Presidente del Congreso General Ngobe y actual asesor de la Dirección General de Educación de Jóvenes y Adultos, cuenta el comienzo de esta lucha: "Hace 29 años no había maestros indígenas, no había materiales didácticos, ni investigaciones serias, ni siquiera una forma de escribir nuestras lenguas".

La Ley General de Educación de 1947 no hacía mención a las seis etnias indígenas de Panamá. El sistema, en español, era igual para todos los niños del país. Pero con el tiempo se fue haciendo cada vez más evidente que los niños necesitaban una educación adecuada a su realidad y su cultura, y la desigualdad en la competencia hacía que gran parte de los alumnos indígenas no terminaran sus estudios.

Para los Ngobes, un paso importante fue la decisión de la comunidad de reemplazar a los profesores blancos por indígenas, aún sin título docente. "El gobierno está preparando a estos maestros elegidos por la comunidad, y aunque todavía usan principalmente el programa tradicional, tienen otra relación con los alumnos".

La oficina de Binns complementa esto con alfabetización de adultos. "Sólo para Chiriquí Oriente ya formamos 45 facilitadores, que junto con tres coordinadores y dos supervisores están enseñando a leer y escribir en ambos idiomas a unos 1.000 ngobes".

La nueva ley de educación, aprobada en 1995, reconoce el derecho de los seis pueblos indígenas (Ngobe, Kuna, Emberá, Wounaan, Teribe y Bugle) a preservar su identidad y patrimonio cultural, a la educación bilingüe-intercultural, a formar parte de comisiones para determinar los contenidos de esta educación, y a facilidades y becas para la formación de educadores indígenas.

De acuerdo con el Director General de Educación de Jóvenes y Adultos, Guillermo Smith, "la preservación de la identidad y cultura indígena en los próximos 25 años dependerá del rescate de valores mediante la educación bilingüe. Si no se desarrolla e implementa una política fuerte de etno-educación a nivel nacional y local, estas culturas pueden desaparecer".

Cuando se pregunta a algún líder Kuna por el tema de la educación bilingüe, todos remiten al maestro Orán, que desde hace 17 años trabaja por el rescate de la lengua y la cultura Kuna, la escritura y la educación de los niños en la isla de Tupile.

A diferencia de la mayoría de las 365 islas en el Archipiélago de San Blas, Tupile tiene calles anchas y rectas, edificios de bloc y cemento, un generador de energía eléctrica y una cancha de básquet. La labor de rescate de Orán se desarrolla en uno de los sitios donde más se nota la mano del blanco, que buscó cambiarlo todo para introducir la "civilización".

El trabajo de Orán ya se reconoce entre los escritores indígenas de la región. Como culminación de sus esfuerzos, acaba de volver de México, donde logró, junto con escritores indígenas de todo el continente, establecer un premio para la literatura en lengua indígena.

Su libro de lectura en Kuna ("Ue an ai", o Tienes un amigo) marcó caminos. Tanta necesidad tienen los educadores de libros para enseñar su idioma, que la mayoría pasa por enormes esfuerzos y penurias para escribirlos. Alí García es autor de libros de plantas medicinales e historias bribris en edición bilingüe; David Binns confeccionó un manual de aprendizaje del Ngobe con dibujos y usando los métodos de Paulo Freire, y el maestro cabécar Severiano Fernández, escribió en su idioma y en español varias colecciones de historias de su pueblo junto con la arqueóloga y diseñadora gráfica Valeria Varas.

Orán considera que la enseñanza de la escritura, las costumbres y los valores indígenas son la única alternativa ante la pérdida de la cultura propia, pero enfatiza que lo principal es la autonomía y el control sobre las tierras.

Los kunas dieron pasos considerables hacia la autonomía. Todas las noches se reúne en cada isla el congreso de los "sailas" de la comunidad, para tomar decisiones sobre temas comunes. Las islas eligen representantes a cuerpos deliberativos mayores, hasta llegar al Congreso General.

"Pero la cultura es fundamental para seguir conservando nuestra identidad. ¿Hasta dónde aceptamos los avances modernos sin comprometer nuestros valores? Lo estamos viendo en cada caso; por ejemplo, con la llegada de la electricidad a nuestra isla, llegó la televisión. Ahora los niños juegan con pistolas de juguete en vez de los juegos tradicionales. En la escuela tratamos de que mantengan sus tradiciones".

Con los costes de convertirse en maestro de otra lengua y otra cultura, el educador cabécar Severiano Fernández tomó su puesto como maestro en Talamanca hace 12 años. Pero cuando intentaba contarles a los niños cuentos de su misma cultura, en su propio idioma, el supervisor le decía fastidiado: "¿Todavía sigue el atraso?"

En 1994, un grupo de maestros e investigadores presentó al Ministerio de Educación Pública un diagnóstico de la realidad y las necesidades de la educación. "El currículum no estaba adecuado al contexto de los alumnos, había una precaria relación en casi todos los casos entre la escuela y la comunidad a la que se supone que servía, y había mucho analfabetismo tanto en los niños como en los adultos".

Un decreto de 1995 crea plazas docentes para hablantes indígenas con sexto grado aprobado, quienes se convertirían en instructores de la lengua con el apoyo y asesoramiento de lingüistas. "En el 95 teníamos una plaza, en el 96, seis, y este año ya vamos por 24 y con seis puestos de educadores itinerantes casi aprobados", comenta Fernández.

Para el maestro, el peligro de la desaparición de la lengua está a la vuelta de la esquina. "El chorotega y el huetar ya murieron; el térraba está en coma, el boruca puede que se levante porque hay tres educadores itinerantes haciendo un buen trabajo. Pero tenemos que seguir apuntalando el maleku (de los guatusos), el bribri, el cabécar y el guaymí, porque la influencia de afuera es grande sobre la juventud, y ya son muchos y muchos años que nos dicen que hablar nuestro idioma es quedarnos en el pasado".

En estos momentos, programas de radio (en el caso Costarricense, en conjunto con el Instituto Costarricense de Enseñanza Radiofónica - ICER), cartillas y el apoyo institucional de leyes y decretos, permiten abrir esperanza para la educación indígena.

Como el fuego, la cultura permanece encendida si se sigue moviendo y atizando. El futuro de estos idiomas estará seguro si permanece en las conversaciones, los cantos, las costumbres y los juegos y los sueños de los indígenas de Panamá y Costa Rica.

Pero silencio, presten todos atención que va a comenzar la historia de Kekelma, dueño del rayo. Resulta que, hace mucho, mucho tiempo, Kekelma vivía en un paraíso llamado Tierra...

II.           La crónica: “El último cuento de una lengua que muere” 

En la sala había un sofá desvencijado, un escritorio de plástico con dos teléfonos, un mapa de Costa Rica y un hombre cordial, macizo, de piel dura y arrugada por el sol. Esa mañana yo andaba apurado. Era el último artículo para la revista centroamericana Hombres de maíz, en la que trabajaba. En tres días me iba para siempre. Después de terminar la entrevista con el maestro de la etnia cabécar Severiano Fernández, tenía que pasar por el consulado, ir a buscar unos análisis, recoger a mi hijo del jardín. Sea lo que fuera que Fernández tenía que decir, debía ser en 40 minutos.

La nota era sobre educación bilingüe de niños indígenas centroamericanos. Hay muy pocos expertos en el tema, y fácilmente me hice con la lista de las fuentes, pero eran difíciles de entrevistar. Eran un puñado de sabios ancianos y ancianas que pasan casi todo su tiempo en remotas escuelas rurales, enseñándole a los niños su lengua, su historia y su identidad, y ya había hablado con casi todos ellos.

Era mi última entrevista. Severiano Fernández llevaba veinte años como maestro en las montañas de Talamanca en el sur de Costa Rica. Había sido el primero de su pueblo en aprender a leer y escribir en castellano y se convirtió en instructor de una lengua y una cultura ajenas. Cuando no venía el inspector, hacía guerrilla educativa y les hablaba a sus alumnos en cabécar. "Los está manteniendo en el atraso”, le reprochaba el inspector. "Si no quiere que progresen en la vida, yo me haré cargo de que usted no progrese en la docencia."

Con enorme esfuerzo y paciencia y con la ayuda de lingüistas y antropólogos de la universidad pública y de ONG, Severiano Fernández diseñó un método para escribir el cabécar con las letras del castellano y el uso de signos fonéticos. En los últimos diez años publicó cuatro libros en los dos idiomas con historias de sus mayores, historias sobre Sibš, el Creador del Mundo, sobre el sol, la lluvia, los animales, sobre el amor y la muerte y el dolor y la felicidad.

Yo tenía cuarenta minutos y sabía perfectamente lo que quería de Severiano Fernández. Los caciques, maestros y curanderos kuna, ngobe, bribri y maya-quiché que había entrevistado antes ya me habían contado lo difícil que fue al principio (por ejemplo, de niño al dirigente bribri Alí García el maestro lo arrodillaba sobre granos de maíz si lo descubría hablando su idioma), cómo lucharon contra la injusticia (los ngobes echaron a los maestros no indígenas y trataron de montar escuelas alternativas), y cómo las cosas están empezando a cambiar (los kunas ya tienen 125 maestros, libros de historia, literatura o agricultura en kuna y puestos en el Comité de Asuntos Indígenas del Ministerio de Educación).

El artículo ya estaba hecho. Sólo faltaba completarlo con un par de citas y algunos datos. Pero Severiano Fernández se sentó en la punta de la silla, sonrió y empezó a contarme un cuento.

Kekelma, el Dios del Rayo, vivía en un paraíso llamado Tierra. Tenía dos hijos y su hermosa mujer estaba embarazada. Tuvo que viajar a otros planetas, así que les dejó leña, agua y comida, y les dijo que no abandonaran la casa, porque afuera no sabrían distinguir el bien del mal. Pegué un vistazo al reloj. Bien. Podía soportar otros diez minutos de Kekelma.

Pero pasa un mes, se acaban la comida, el agua y la leña, y la esposa de Kekelma escucha que alguien está cortando leña afuera. Es Itso, el Dios del Mal. Kekelma les había dicho que nunca le pidieran nada, pero tienen frío, y ella le pide leña. Itso le trae piedras.

¿Cuál será un buen momento para interrumpirlo? Tal vez pueda encontrar información de este Kekelma en un libro. Voy a llamar a la profesora que entrevisté en la universidad. Todavía me faltan citas, datos, números. Sólo necesito que mis lectores entiendan que Severiano Fernández puede contar una leyenda cabécar, sin tener que escucharla toda. El consulado cierra a la una.

Resulta que Itso se enamora de esta mujer. Se enamora locamente de la esposa de Kekelma, y para él amarla es poseerla, devorarla, destruirla. La abraza y le absorbe toda la carne y la sangre. Ella se queda quieta, sentada en su silla, puro hueso y piel y el feto, que queda intacto.

Qué raro. Está contando el cuento de la manera en que hay que contar este tipo de cuentos pero que muy pocas veces se tiene el privilegio de oír: como si fuera la cosa más natural del mundo, como si contara un hecho doméstico y trivial. Este monstruo está absorbiendo a la mujer como si tomara una taza de té, y me doy cuenta que el narrador me lo está contando de la misma manera en que se lo debieron contar a él sus padres o sus abuelos, y los padres y abuelos a ellos.

Los hijos de Kekelma se trepan a un árbol. Se agarran de una rama. Itso toma aire, la rama se dobla, se acercan más y más (en este punto Severiano se levanta e interpreta a Itso llenándose los cachetes de aire y a los niños aterrorizados en la rama), y entonces los chicos gritan: "¡Viene papá, viene papá!". Itso se da vuelta y la rama vuelve a subir.

La historia sigue por hora y media. Estoy pegado a la silla. Hay un agujero en medio de la oficina con piedras rojas de calor donde Kekelma finalmente castiga a Itso por sus crímenes y Severiano es Kekelma y es Itso y es su padre en el acto de contar la historia y es el pueblo cabécar, del que quedan sólo 2.000 sobrevivientes hambrientos y desperdigados, y es mil años de cultura que hablan y respiran a través de este cuento.

Ya es tarde para todo lo que tenía que hacer. La historia me absorbió como a la mujer de Kekelma, hacia un mundo distinto, una manera diferente de medir el tiempo, hacia el corazón de una cultura que está desapareciendo.

"No sé si el cabécar estará vivo dentro de 20 años," declara Severiano Fernández cuando finalmente empieza la entrevista. "Los padres ahora les hablan en castellano a sus hijos. No hay mucho futuro en una lengua cuando los hablantes tienen que aprenderla en la escuela, junto con los juegos, las canciones y los cuentos de irse a dormir."

Salgo a la calle. Me siento más rico y lleno de tristeza. No sé qué hacer con lo que aprendí. Kekelma fue capaz de rehacer a su esposa con carne de animales y frutas del bosque, pero el bosque también está desapareciendo. Desde la vereda rota, en medio del calor de la siesta en San José veo por la ventana a Severiano Fernández que se deja caer en su silla, consulta la agenda, agarra el teléfono. Y lo sé. Sé que no va a ser capaz de rehacer la identidad cabécar y revivir su cultura.

Somos Itso. Les absorbimos la vida. Miro otra vez el reloj. No sé si merecí el cuento.

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20 de mayo de 2020
Blogs de autor

Conducido a la cama a su hora…

A los 62 años de edad, e ignorando que su muerte está próxima, Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) que había escrito un encendido elogio de la amistad (De Amicitia), escribe lo que se ha entendido generalmente como un elogio de la vejez: De Senectute. Recordemos que el mundo romano no se caracterizaba precisamente por excesiva consideración con los ancianos (excepto en el más bien retórico reconocimiento de la "sabiduría" y "prudencia" de los mismos) y la literatura está llena de alusiones, entre cómicas y crueles, relativas a la figura del viejo frecuentador de mozas, o de la vieja que no ha renunciado a seducir. En el mismo De Senectute hay al respecto pasajes contradictorios; de ahí la cautela sobre si (pese a su singularidad) el libro constituye realmente un elogio de la vejez.
 

Se trata en todo caso de una obra brillantísima en lo literario y audaz en la argumentación, que puede ser abordada desde muchas perspectivas, tal como es efectivamente el caso de la edición que tengo en mente (Marco Tulio Cicerón De Senectute, Triacastella Madrid, 2001), que a un estudio filológico-historiográfico añade un segundo estudio desde el punto de vista médico y un tercero antropológico-cultural. El protagonista principal del De Senectute es Catón el Viejo, al que se atribuyen ochenta y cuatro años y que tiene como interlocutores a dos jóvenes: Publio Escipión Emiliano (conquistador de Numancia y de Cartago) y Lelio. Catón de ninguna manera encarna una senectud decrépita sino todo lo contrario, hasta el punto de que los jóvenes Publio y Lelio quedan estupefactos por su brillantez y acuidad de espíritu.

Pues bien:
Mi amigo el psiquiatra Federico Menéndez Osorio me remite un escrito firmado por El Doctor Javier Peteiro Cartelle titulado "La pulsión de muerte como dejación de funciones", que encabeza precisamente con una cita del De senectute de Cicerón: "Así, el breve tramo de vida que les queda a los ancianos, ni deben ansiarlo con avidez ni abandonarlo sin razón".

Como el lector puede imaginar el doctor Peteiro Cartelle aborda el tema, aquí esbozado en la última columna, de la dimensión brutal que alcanza el corte horizontal en el ciclo de las generaciones, en los casos en que la farisaica expresiones relativas al "respeto a nuestros mayores", conciernen a los aparcados en residencias y geriátricos.

Lo que ello supone como síntoma de enfermedad para nuestra civilización se plasma con toda crueldad en una situación de emergencia, traduciéndose en el caso del coronavirus en una cantidad de víctimas sin proporción alguna con su peso en la población. El doctor Peteiro recuerda en su escrito la existencia de una ordenanza de la comunidad de Madrid que prohibía el ingreso en hospitales a ancianos confinados. Y como dice muy bien, si el titular periodístico era duro ("No se permite ingresar pacientes de residencias al hospital"), la realidad a la que remitía lo era mucho más:
"El Covid-19, seleccionada entre las demás patologías como única enfermedad a atender (...) resucita al Darwin peor interpretado, en un estilo que, si no es nazi, aparenta serlo. Los viejos "con patologías previas" (cuántas veces se dijo eso a primeros de marzo) son eliminados del modo más natural, por una enfermedad que hace estragos en unas condiciones de vida que distan de poderse llamar así".

Pero mi pregunta es ¿Y aquellos no afectados por la enfermedad o que consiguieron salir de ella? El doctor Peteiro Cartelle cierra su crónica con este párrafo estremecedor:
"Qué buena labor la de muchos geriátricos, con una clasificación ordenada de válidos, semi-válidos y los que ya están totalmente gagás, pero que pagarán (ellos u otros), si aquéllos son privados, en orden directamente proporcional al grado de dependencia. Y si alguien con más de sesenta años es ingresado ahí, por consciente y activo que se crea, será conducido a la cama a "su hora", aunque sea verano y el sol luzca brillante en lo alto. Se le privará de vino, que es malo para su hígado; se le mandará, aunque sea sabio, ir a una sala a construir puzles o castillos para prevenir así la demencia; también se promoverá su socialización con otros practicando ejercicios "gimnásticos" colectivos, incluyendo el divertidísimo de tirarse un gran balón entre unos y otros. En el mejor de los casos, quizá se le permita jugar al parchís. Es maravilloso".

 

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20 de mayo de 2020
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El Boomeran(g)
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