Víctor Gómez Pin
Se trata en todo caso de una obra brillantísima en lo literario y audaz en la argumentación, que puede ser abordada desde muchas perspectivas, tal como es efectivamente el caso de la edición que tengo en mente (Marco Tulio Cicerón De Senectute, Triacastella Madrid, 2001), que a un estudio filológico-historiográfico añade un segundo estudio desde el punto de vista médico y un tercero antropológico-cultural. El protagonista principal del De Senectute es Catón el Viejo, al que se atribuyen ochenta y cuatro años y que tiene como interlocutores a dos jóvenes: Publio Escipión Emiliano (conquistador de Numancia y de Cartago) y Lelio. Catón de ninguna manera encarna una senectud decrépita sino todo lo contrario, hasta el punto de que los jóvenes Publio y Lelio quedan estupefactos por su brillantez y acuidad de espíritu.
Pues bien:
Mi amigo el psiquiatra Federico Menéndez Osorio me remite un escrito firmado por El Doctor Javier Peteiro Cartelle titulado "La pulsión de muerte como dejación de funciones", que encabeza precisamente con una cita del De senectute de Cicerón: "Así, el breve tramo de vida que les queda a los ancianos, ni deben ansiarlo con avidez ni abandonarlo sin razón".
Como el lector puede imaginar el doctor Peteiro Cartelle aborda el tema, aquí esbozado en la última columna, de la dimensión brutal que alcanza el corte horizontal en el ciclo de las generaciones, en los casos en que la farisaica expresiones relativas al "respeto a nuestros mayores", conciernen a los aparcados en residencias y geriátricos.
Lo que ello supone como síntoma de enfermedad para nuestra civilización se plasma con toda crueldad en una situación de emergencia, traduciéndose en el caso del coronavirus en una cantidad de víctimas sin proporción alguna con su peso en la población. El doctor Peteiro recuerda en su escrito la existencia de una ordenanza de la comunidad de Madrid que prohibía el ingreso en hospitales a ancianos confinados. Y como dice muy bien, si el titular periodístico era duro ("No se permite ingresar pacientes de residencias al hospital"), la realidad a la que remitía lo era mucho más:
"El Covid-19, seleccionada entre las demás patologías como única enfermedad a atender (…) resucita al Darwin peor interpretado, en un estilo que, si no es nazi, aparenta serlo. Los viejos "con patologías previas" (cuántas veces se dijo eso a primeros de marzo) son eliminados del modo más natural, por una enfermedad que hace estragos en unas condiciones de vida que distan de poderse llamar así".
Pero mi pregunta es ¿Y aquellos no afectados por la enfermedad o que consiguieron salir de ella? El doctor Peteiro Cartelle cierra su crónica con este párrafo estremecedor:
"Qué buena labor la de muchos geriátricos, con una clasificación ordenada de válidos, semi-válidos y los que ya están totalmente gagás, pero que pagarán (ellos u otros), si aquéllos son privados, en orden directamente proporcional al grado de dependencia. Y si alguien con más de sesenta años es ingresado ahí, por consciente y activo que se crea, será conducido a la cama a "su hora", aunque sea verano y el sol luzca brillante en lo alto. Se le privará de vino, que es malo para su hígado; se le mandará, aunque sea sabio, ir a una sala a construir puzles o castillos para prevenir así la demencia; también se promoverá su socialización con otros practicando ejercicios "gimnásticos" colectivos, incluyendo el divertidísimo de tirarse un gran balón entre unos y otros. En el mejor de los casos, quizá se le permita jugar al parchís. Es maravilloso".