Vicente Molina Foix
Es tan fácil abrir heridas entre los que seguimos vivos. No conviene olvidar que al principio de la pandemia ya hubo manifestaciones de protesta: vecinos que rogaban a sanitarios residentes en su edificio o a un anciano afectado que se fueran a vivir a otro sitio para proteger a los sanos de la comunidad. De esto se dejó de hablar; no sé si se ha dejado de hacer. Ahora llega esta otra que acusa al gobierno de enemigo de la libertad. Y qué somos los que acatamos la ley por dura que nos resulte, ¿esbirros a sueldo del comunismo internacional?
El único alivio es que en la protesta que vi ayer en el paseo más céntrico de la capital, hacían ruido pero eran pocos. Saqué a ojo la cuenta: todos cabrían, sin apretujones, en el salón del piso más pequeño de los dos que tiene alquilados, con trato de favor, la Señora Presidenta de Madrid y provincia.