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Sabiduría

Por 26 de mayo de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

La rutina de la pandemia ha sido la constatación de que la muerte ya no tiene la menor importancia social entre nosotros
 

Durante meses hemos asistido a cientos de miles de muertes que habitualmente no se mencionan en público ni forman parte de lo que llamamos "política". Hete aquí que durante semanas la muerte ha estado presente en todo momento. Un regreso a la lectura de Emanuele Severino, fallecido en enero, me pareció pertinente.

Durante miles de años los mortales no moríamos del todo. En Oriente, hasta hace poco, las gentes se reencarnaban en segundas y terceras vidas. En Occidente el cristianismo logró que durante más de 1.000 años muchos europeos resucitaran para vivir una vida eterna. Pero a partir del siglo XVIII el cristianismo fue menguando y ya Nietzsche lo dio por muerto. Seguiría habiendo gente religiosa, sí, pero la vida eterna quedaría reservada para los islámicos y otros residuos píos que pudieran necesitar consuelo.

Severino es el filósofo que meditó sobre ese invento que es la muerte occidental. Un salir de la nada, permanecer unos años entre los animales, y volver a la nada para siempre. Severino creía que el primer signo de esta muerte nihilista y total se encuentra en las tragedias de Esquilo. Una muerte por aniquilación que sigue viva hasta hoy y sobre la que sólo la filosofía podía ayudarnos a entender el horror de la nada. Pero la filosofía ha sido barrida de los estudios porque en un par de siglos nos hemos ido haciendo a esa muerte aniquiladora y ya parece que no precisamos ayuda, la hemos asumido. Morimos en extrema soledad, para siempre, y a muy pocos les angustia o duele.

Se diría que la rutina de la pandemia ha sido la constatación de que la muerte ya no tiene la menor importancia social entre nosotros. Se ha convertido en puro número, un cálculo más del poder político, otra técnica trivial. Nos hemos endurecido.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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