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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La clase trabajadora no irá al paraiso

Me he pasado la semana utilizando una vieja estrategia de los pobres: escuchar. El maestro Pla decía que tener que escuchar era una lata y que una de las razones de envidiar a los rentistas es porque ellos puedan vivir sin escuchar a nadie. Nunca seré rentista, me sigue gustando escuchar y tampoco seré Pla. No es mi siglo Lo pasé bien escuchando a veteranos del verano en la Costa Brava. Y la escucha siguió en Barcelona, con incrustaciones  mesetarias y periféricos culturales.  Todos congregados por dos queridos trabajadores  de la "gauche divine", Beatriz de Moura y Toni López Lamadrid. Cuarenta años haciendo posible una editorial que rentabiliza sus estrellas millonarias- Kundera, Almudena Grandes o Mankell- y poder publicar a Hidalgo Bayal, Pinilla o  un insólito secreto de nuestra literatura llamado Cristóbal Serra.

Escuché con sorpresa, aunque lo había leído, que obra tan satírica y saludable como "Viaje a Cotiledonia" sea la menos vendida en los cuarenta años de Tusquets. Libro paralelo y anterior al Cortázar de "cronopios y las famas". Ejemplo, los Onerarios: entusiastas del trabajo, para los que "sólo cuentan los jalones de la industria y el estiércol de la estadística. Y ponen códigos muy suyos para hacer trabajar al gandul y despabilar al contemplativo". Aburridos. Prefiero a  trabajadores que como de Moura o Lamadrid, son capaces de disimular su sudor presente o de enterrar un pasado de nobles negreros con su pasión por la vida y la literatura. Gentes que compartieron veranos, playas y bares del Ampurdám, con los Regás, Gil de Biedma, Puig Palau, Ridruejo, Herralde, Villavechia o con un joven Serrat que también trasnochó con esos maestros en bucear  placeres, en gozar, leer y burlar la dictadura. Algunos escucharon eso de  "señorito, los de la Brigada Político Social están en la puerta" pero siguieron jugando al ajedrez con Duchamp, fueron vecinos de Max Ernst y  conocieron ruidos o silencios de John Cage. Supieron vivir como si las vacaciones no se terminaran. Liberada tropa que supo rebajar sus diferencias, sus odios hasta convertirlos en elegantes menosprecios pasivos. Una lección de convivencia.

Elegantes, resistentes y un punto decadentes, como de corte republicana sin república. En esa pandilla podía estar la fumista, y experta en fugas de toda severidad, María Vela Zanetti. Acaba de publicar "Maneras de no hacer nada", con estilo inglés en español. Un relato habla sobre los misterios del armario eclesiástico, concluye: "...una niña aburrida mientras seguía la misa, al reparar en la tonsura del oficiante, preguntó por qué el cura tenía esa mella perfecta en lo alto: El poeta impío respondió: es para descorcharlos mejor". Como ya no vamos a misa apenas tenemos curas que descorchar. Hay menos tonsuras. Menos "gauche divine", ¡ay! Bebamos. Para entendernos, digo.



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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Junio: una lista

Este junio lluvioso en Ithaca está siendo un mes de escritura y lecturas y películas y música. Aquí, sin orden particular alguno, una lista de diez cosas que me han impactado.

Álvaro Bisama: Música marciana (una historia de monstruos en nuestro planeta, visto con "una extraña luminosidad que podía ser el brillo del pasado o la certeza de la muerte en las cercanías")

Rodrigo Hasbún: El lugar del cuerpo (una primera novela redonda de un escritor que no cesa de cuestionarse todo)

Flannery O'Connor: Wise Blood (un exceso de predicadores freak: estamos en territorio Southern Gothic)

Michael Connelly: The Poet (un thriller impecable sobre un asesino serial que homenajea a Poe)

Natalia Ginzburg: El camino que va a la ciudad (para aprender que una historia microscópica, bien contada, puede contener al mundo)

MGMT: Oracular Spectacular (ideal para escuchar una noche de verano en el auto o entre amigos, con un asado de por medio)

Sam Raimi: Drag Me To Hell (terror, y del bueno, con maldición gitana incluida)

Matthew Wiener: Mad Men, segunda temporada (la revolución sexual y la liberación femenina están por ocurrir; mientras tanto, Betty Draper, Peggy y Joan comienzan a dar muestras de la angustia de su condición).

Cristian Mungiu: Cuatro meses, tres semanas, dos días (un descenso a los infiernos, en los últimos días del comunismo en Rumania

Wes Anderson: The Royal Tenembaums (los guiños son a Salinger, pero el humor extravagante y absurdo es todo de Anderson)



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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Telón

No quiero dejar pasar más tiempo sin recordar a Fernando Peña, que murió la semana pasada en Buenos Aires a los 46 años.
    Yo que lo conocía apenas como el tipo que daba voz a tantos personajes por la radio (Palito, Porelorti, la Mega, Roberto Flores), terminé encontrándomelo hace años por encargo de la Rolling Stone local. Con la idea de que escribiese un perfil suyo, conversamos largas horas y lo seguí a todas partes: al estudio de radio, al teatro, a la casa donde conservaba las cenizas de su madre. Su intensidad de trapecista sin red me impresionó tanto, que comencé el artículo diciendo algo así como (no tengo aquel texto a mano, así que cito por aproximación): “Un día de estos Peña se va a morir en escena”. Poco tiempo después confirmó que estaba enfermo de sida. Pero terminó llevándoselo un cáncer, cuando habíamos empezado a creer que de tanto reírsele en la cara, había logrado burlar a la misma muerte.
    Lo que más me impactó de aquel hombre no fue tanto su capacidad de fragmentar su cerebro en múltiples porciones (podía sostener conversaciones con sí mismo interpretando varios de sus personajes a la vez, sin tocar una nota falsa), como el hecho de que cada una de esas criaturas expresase una parte verdadera y profunda de su ser.
    Palito no era la imitación cosmética de un pibe lumpen; era más bien la parte lumpen de Peña, y cada una de sus transgresiones o de sus deseos oscuros era una proyección directa de su experiencia o de su inconsciente. Y lo mismo puede decirse de los demás: la variedad de sus rasgos no expresaba tanto contradicción (que la tenía y exhibía con donaire), como la riqueza de su personalidad.  
    Peña no jugaba al límite por pura inconciencia suicida: jugaba al límite como un artista. La diferencia no es menor. El deseo del suicida es único y excluyente. El deseo del artista es crear siempre algo nuevo, aun al precio de poner en riesgo su vida. Supongo que la muerte a secas le parecería una cosa mezquina y desprovista de todo drama; que quiso convertir su propio mutis, su salida de escena, en algo que trascendiese el costumbrismo hospitalario. Y terminó muriendo en escena. No en el teatro, como yo había imaginado, pero en escena de todos modos, porque había convertido al mundo entero en sus tablas.
    Nunca volví a verlo. Era tan volátil, tan impredecible, que a pesar de haber escrito sobre él con todo mi corazón imaginaba que el retrato podía haberle disgustado. No hace mucho tiempo, cuando la Rolling cumplió no sé qué aniversario, decidieron hablar sobre la cocina de algunas de sus mejores producciones y hablaron con Peña. Recién entonces supe que mi artículo le había gustado. Y me alegró mucho, porque siempre mereció que lo tratasen como algo más que el escandaloso Peña, el puto Peña, el sidoso Peña, el personaje Peña –las formas en qué solían considerarlo.
    Yo sólo quise considerarlo como lo que era: un hombre y un artista.
    A la luz de los hechos, me complace haberle dado un poquito de felicidad.  



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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Regreso

Al elefante le gustó lo que vio y lo hizo saber a la compañía, aunque en ningún punto el itinerario que elegimos coincidiera con el que su memoria de elefante celosamente guardaba. Que habían, dijo, él y los soldados de caballería, subido hacia el norte casi pisando la línea de la frontera, por eso eran los caminos tan calamitosos. Comparado con el viaje de entonces, éste ha sido un paseo: buenas carreteras, buenos alojamientos, buenos restaurantes, el propio archiduque, pese a estar habituado a los lujos de la Europa central, se habría quedado sorprendido. La expedición era para trabajar, pero se disfrutó como si se anduviera de vacaciones. Hasta los sufridos cámaras, obligados a cargar con equipos de siete kilos al hombro, estaban encantados. Lo interesante es que ni nuestros amigos, ni los periodistas conocían los lugares que visitábamos. Mejor para ellos, que así se llevan mucho que contar y recordar. Comenzamos por Constancia, donde se cree que Camões vivió y tuvo casa, desde cuyas ventanas habrá visto mil veces el abrazo del Zêzere y del Tajo, aquel suave remanso de agua en el agua capaz de inspirar los versos más bellos. Desde allí fuimos a Castelo Novo para ver el Ayuntamiento, del tiempo de D. Dinis, y el chafariz, del de don Juan V, que le está pacíficamente adosado. Vimos también el lagar o lagariça, esa especie de cuba al aire libre para pisar las uvas, cavada en roca bruta en tiempos que se cree eran los de la prehistoria. Dormimos en Fundão, tierra de cerezas por excelencia, y a la mañana siguiente a Belmonte, donde nació Pedro Álvares Cabral, derechos a la iglesia de Santiago, de mi particular devoción. Ahí está una de las más conmovedoras esculturas románicas que existen en la faz de la tierra, una pietà de granito toscamente pintado, con un Cristo yacente sobre las rodillas de su madre. Junto a esta estatua, la célebre pietà de Miguel Ângelo que se encuentra en el Vaticano no pasa de un suspiro manierista. No fue fácil arrancar al personal de la extasiada contemplación en la que había caído, mas los conseguimos despegar con el señuelo del enigma arquitectónico de Centum Cellas, esa construcción inacabada cuya problemática finalidad ha sido y sigue siendo objeto de las más acaloradas discusiones. ¿Sería una torre de vigía? ¿Una hospedería para viajeros de paso? ¿Una prisión, aunque lo nieguen las rasgadas ventanas que subsisten? No se sabe. Saciado el hambre de imágenes, el destino siguiente sería Sortelha, la de las murallas ciclópicas. Allí nos cayó encima una tormenta como pocas, ráfagas de relámpagos, truenos que no iban detrás, lluvia a cántaros y granizo que era como metralla. No llegamos a tomar café, la corriente eléctrica se fue. Una hora tardó el cielo en escampar. Todavía llovía cuando entramos en el autobús, camino de Cidadelhe, sobre la que no escribiré. Remito al lector interesado y de buena voluntad para las cuatro o cinco páginas que le dediqué en Viaje a Portugal. Los compañeros se regalaron los ojos ante el palio de 1707, después fueron a ver la aldea, los relieves en las puertas de las casas, los cuadros da iglesia matriz con retratos de santos. Volvieron transfigurados y felices. Ahora sólo faltaba Castelo Rodrigo. El alcalde de Figueira de Castelo Rodrigo nos esperaba en el puente sobre el Côa, a poca distancia de Cidadelhe. De Castelo Rodrigo yo conservaba la imagen de hace treinta años, cuando fui por primera vez, una villa vieja decadente, en que las ruinas ya eran sólo una ruina de ruinas, como si todo aquello estuviese deshaciéndose en polvo. Hoy viven 140 personas en Castelo Rodrigo, las calles están limpias y transitables, las fachadas han sido recuperadas así como los interiores, y, sobre todo, ha desaparecido la tristeza de un fin que parecía anunciado. Hay que contar con las aldeas históricas, están vivas. He aquí la lección de este viaje.



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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Obama frente a los ayatolás

¿Debe Estados Unidos denunciar el fraude electoral de las elecciones iraníes? ¿Corresponde a la primera superpotencia decidir quién ha ganado los comicios? ¿Está entre sus funciones animar a los manifestantes que exigen unas nuevas elecciones presidenciales? ¿Debe Washington promover el derrocamiento de la dictadura teocrática iraní?

Todas estas preguntas se hallan estos días en el fondo de las numerosas críticas que está recibiendo Barack Obama por su extraordinaria cautela a la hora de pronunciarse sobre la situación política iraní. A pesar de toda su prudencia, el régimen de los ayatolás ha señalado a los países occidentales, encabezados por Londres y Washington, y muy especialmente a sus medios de comunicación, como incitadores de la revuelta. Muchos son los argumentos que aconsejan la máxima prudencia a los Gobiernos democráticos en éste y en todos los casos. En primer lugar, porque apoyar a un candidato significa descalificarlo ante la opinión pública interna. Para Obama significa, además, limitar los márgenes del diálogo con Teherán propuesto en su programa electoral, algo que deberá emprender sea cual sea el desenlace de la crisis. Lo mismo puede decirse del apoyo a los manifestantes, que el régimen quiere presentar como manipulados desde el exterior. Muy distinto es intensificar la presión respecto a las violaciones de derechos humanos y el ejercicio de una intensa vigilancia sobre los comportamientos del régimen, sobre todo por parte de un presidente que se ha mostrado empeñado en su defensa en su propio país, como es el caso de Obama. Hay muchos y variados antecedentes sobre el comportamiento de Estados Unidos ante crisis políticas como las de Irán. Para buscar un caso remoto pero interesante, en 1956 Washington alentó la revuelta armada de los húngaros contra la ocupación soviética, hasta crear la falsa sensación de que las tropas de la Alianza Atlántica podrían acudir en auxilio de los revolucionarios. El pragmatismo de la Guerra Fría, que obligaba a respetar las áreas de influencia dibujadas en Yalta al término de la contienda mundial, dejó tirados y sin otro auxilio que el propagandístico a los desgraciados y valientes húngaros. En 1981, para acercarnos más a nuestras circunstancias, la Casa Blanca de Ronald Reagan se mantuvo discretamente al margen y sin entrometerse ante el golpe de Estado del coronel Tejero. Cabe notar también la discreción con que Estados Unidos, esta vez con Bush padre, abordó la represión de los estudiantes de Tian Anmen, a cargo de un régimen que era ya un estrecho aliado sobre todo en el campo económico. Reagan y Bush padre no tuvieron precisamente unos reflejos muy vivos a la hora de tomar partido, respectivamente, en las elecciones filipinas de 1986 en las que Corazón Aquino tuvo que superar el fraude electoral preparado por el dictador Ferdinand Marcos y en el golpe de Estado del verano de 1991 contra Mijail Gorbachev. La tradición norteamericana en estos casos ha sido, ante todo, la de una reacción según criterios de realismo político y de prudencia respecto a sus propios intereses. Durante la entera Guerra Fría Estados Unidos apoyó numerosas dictaduras, la española sin ir más lejos, y no movió un dedo cada vez que hubo extralimitaciones de sus aliados más impresentables. La presidencia neocon de Bush hijo, curiosamente, fabricó un nuevo tipo de actitud moralista ante las crisis políticas, merecedora de los mayores sarcasmos: siendo una de las peores etapas en cuanto a promoción de los valores y derechos más característicos del ideario fundacional norteamericano, impuso como un dogma del comportamiento internacional el derecho e incluso la obligación de Estados Unidos a interferir y arbitrar en las crisis políticas de cualquier país, principalmente si se trataba de derrocar gobiernos despóticos sin vinculaciones de intereses ni alianzas con Washington. Las actuales exigencias y presiones sobre Obama para que lance diatribas y condenas contra la dictadura de Jamenei son una última extensión de la hipocresía neocon y a la vez parte de la labor de oposición al nuevo presidente para hacer descarrilar su política internacional de apertura al mundo musulmán y de diálogo con el Irán de los ayatolás. Todas estas consideraciones no ocultan la dificultad del momento internacional para Obama, pues en cierta medida está inaugurando una nueva forma de relaciones con el mundo que significa una ruptura con la anterior presidencia y muchas innovaciones respecto a las anteriores. (Enlaces con dos artículos críticos con Obama, de Paul Wolfowitz y Charles Krauthammer)  



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21 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lámparas recargables

Nos espera un verano incierto, donde se anuncian cortes eléctricos, alza de precios y en el que hasta se pronostica una estampida migratoria. Sin embargo, muchos cubanos ante el dilema de solucionar sus dificultades cotidianas o intentar cambiar algo, prefieren concentrarse en la sobrevivencia personal. Organizan la escapada en el marco de las fronteras nacionales, evadiendo las leyes o lo que es lo mismo, delinquiendo. No son sólo aquellos que entran por la ventana de un almacén en la noche, o los que arrebatan una mochila a un inocente turista, sino también el almacenero que altera las facturas o el custodio que viola el sello del contenedor que debe proteger. Hay una forma de infringir las leyes, socialmente aceptada, que consiste en robarle al Estado. Dentro de ella se mueve el camarero que aumenta los precios o introduce en el restaurante insumos adquiridos por su cuenta para venderlos como si fueran ?de la casa? y el bodeguero que cambia la lista de consumidores del mercado racionado para disponer de mercancías sobrantes. La línea de la ilegalidad la pasa también el encargado de la recepción de un hotel que -en combinación con el administrador- vende una habitación que nunca registra, el taxista que hace un viaje sin activar el taxímetro o el tornero que confecciona una pieza ?por fuera? de su plan de producción. El aduanero deja pasar objetos prohibidos, el policía no pone una multa, la funcionaria de una oficina municipal del instituto de vivienda acelera un trámite, el maestro sube una calificación y el inspector se vuelve ciego ante las infracciones que debe reportar. Con las ganancias resultantes de esas ?fechorías? refuerzan las paredes de la burbuja que los resguarda de los discursos, pero que también los disuade de protestar públicamente. El fruto de tantas ilegalidades termina sobre los mostradores de las tiendas en divisas, se materializa en esa lámpara recargable que este verano alumbrará algunas casas. Mientras, afuera, a quién le importa que reine al apagón.



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21 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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San Lázaro

Click here to view the embedded video. San Lázaro es el santo de llagas y perros, que tiene su día el 17 de diciembre. Su nombre lo lleva una calle larga en Centro Habana, llena también de cicatrices y animales abandonados. No tiene la magia de la avenida que bordea el malecón y entre sus fachadas despintadas discurre la vida de miles de personas. Durante algunos años, ese fue el camino que más usaba para ir hacia el Vedado, de ahí que le tenga el afecto que genera lo conocido. Recorrerla es hacer un viaje por la Habana real, esa que los anuncios turísticos se empecinan en mostrarnos con otros colores. Hace algunas semanas, hice este video que hoy les muestro porque tengo el presentimiento de que un día pasaré y todo se verá distinto en esta calle. Mi augurio no viene ?esta vez? desde el pesimismo ni de creer que más de la mitad de las casas se vendrán abajo antes de que empiecen a ser reparadas. San Lázaro sanará y se sacudirá los colores ocres que hoy la visten. Allí estaré con mi cámara, para mostrársela entonces. * Música tomada del disco “Libre” de Boris Larramendi.



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19 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los fantasmas de Link

carátula del libro. fuente: linkillo Fantasmas: imaginación y sociedad es el provocador grupo de ensayos que Daniel Link ha publicado con Eterna Cadencia. Como dice una reseña en The Rolling Stones "A través de recorridos por textos literarios, imágenes y películas, Link traza aquí un mapa de imaginarios (o formas de la imaginación) e intenta definir las unidades de una fantasmagoría". Algunos de los textos que comentan son esperables, como Pedro Páramo de Juan Rulfo. Pero otros absolutamente inesperados como El principito. Una entrevista de Silvina Freira en Página12 nos acerca más al libro que ojalá llegue a Lima:¿Por qué se ha rechazado tanto la imaginación?Durante mucho tiempo se temió a ese mundo de lo imaginario como un mundo mentiroso, de puro señuelo, donde todo está puesto sencillamente para tranquilizar a las conciencias o, por el contrario, para aterrar. Por lo tanto, eso debe ser desmontado para llegar al hueso duro de lo real. Lo que hemos visto históricamente es que ese hueso duro de lo real termina siendo indigerible, pero también peligroso. Por el camino de lo real se llega a la muerte, a una suerte de vacío atemorizador. Algunos textos ?gloriosos? como El Apocalipsis generaban mucho pánico en la gente. Ese temor regresa culturalmente banalizado en películas como El exorcista. La cultura lo que hace es despojar a esos fantasmas de todo riesgo para poder ser consumidos.En ese sentido, sus lecturas de El principito, Pedro Páramo o el film de Cozarinsky Ronda nocturna son arriesgadas en torno de una consistencia ética.Sí, últimamente estoy muy preocupado por el tema de la comunidad, cómo se puede sostener una comunidad en el momento en que sabemos que no hay comunidad posible, que no hay acuerdo posible en términos de identidad colectiva. Creo que hay que trabajar con las pequeñas diferencias que permiten procesos de identificación, pero también de distanciamiento. Me parece que por ese lado todavía es posible construir comunidad. No sé; en todo caso no me resigno a pensar que no se puede.Por eso en varios ensayos rescata la pregunta, a veces tan denostada, ?qué hubiera pasado si...?, como hace en el trabajo sobre Rodolfo Walsh.Es interesante confrontar que ?por esta frase que se lee acá? Walsh hubiera ido en tal dirección, o ?por esta otra frase? hubiera ido en otra dirección. Es totalmente hipotético, pero no por eso me parece que carezca de interés. Hay muchas novelas de ciencia ficción que están construidas con el qué hubiera pasado si los nazis ganaban la guerra. El planteo contrafáctico sirve para reconstruir un mundo que no fue, un mundo como pura potencia, y en ese punto no veo por qué habríamos de resignar esa posibilidad. No para sostenerla como conocimiento verdadero. Cuando se lee algo de Kafka se dice que es muy moderno y en realidad, no es tanto que sea moderno, sino que uno lo considera participando de una misma esfera. ¿Por qué es posible entender a Kafka más cerca de mí que a Thomas Mann? Porque participamos de un mundo imaginario, nos dejamos arrastrar por la misma fuerza, y eso explica la relación más intensa que uno tiene con ciertos textos del pasado que con otros que fueron escritos ayer.



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19 de junio de 2009
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Noche política (Sueño relatado 8)

Afectado quizá por los sucesos de Irán, que sigo ansiosamente en los periódicos y las pantallas, noche de sueños políticos, con una primera parte colonial en la India. Yo era allí un colonizador británico en el momento en que estallaba una revolución armada; disparos y botes de humo contra la gente como yo. Angustioso retorno a Europa.

   Ya en el amanecer, mi cabeza se aligera de malos presagios y retrocede en el tiempo, menos angustiosamente. Yo asistía a un concurso o parada en el que antiguos presidentes de los Estados Unidos y famosos actores de Hollywood hacían la prueba de los zapatitos de Cenicienta. Pero ellos, en lugar de tener que meter sus pies en unos escarpines de seda, tenían que encajar su cuerpo en el asiento de un sidecar, y de un modelo en particular: la muy imponente motocicleta, con su sidecar adosado, en el que, siendo presidentes, se sabía que una noche habían ido de putas. Yo entendía que la prueba se hacía, en realidad, para determinar cuál de ellos había montado en el pequeño vehículo, hecho de tapadillo el viaje hasta el lupanar de la ciudad y practicado el sexo con la profesional, tal vez pagándolo con el dinero del estado. Caras que recuerdo de la prueba del sueño: Lyndon B. Johnson y Thomas Jefferson, éste vestido a la usanza del siglo XIX. Entre los actores que también hacían la prueba, Errol Flynn y otros con atuendo de espadachines y piratas.

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19 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Comparando con China

La revuelta reformista de Irán está llena de incógnitas. Le Monde se hacía ayer dos preguntas en primera página: ¿Quién dirige Irán? ¿Quién tiene el poder para resolver la crisis?. Así son las cosas: quienes deberíamos responder a las preguntas nos conformamos con formularlas correctamente. Irán es un enigma en muchos aspectos, entre muchas otras razones, gracias a 30 años de pésimas relaciones con occidente. Ni siquiera los mejores servicios secretos del mundo tienen buena información sobre el país persa. La actual crisis política, aunque termine de mala manera, ha convertido a Irán en un país más próximo y más transparente. Y a pesar de que el régimen esté limitando el acceso de los periodistas extranjeros, la atracción que ejerce el terremoto político iraní actúa como la marea. Además de excelentes corresponsales fijos, que nos proporcionan información diaria con fuentes directas y bien contextualizada, ahí están las crónicas electorales de enviados especiales de primera fila, como el director del New York Times, Bill Keller, o el cronista político de Times, Joe Klein.

Sabemos poco respecto al carácter del movimiento que hay detrás de los pañuelos y brazaletes verdes, pero empieza a intuirse que está más cerca de la Revolución Cultural China que de los sucesos de Tian Anmen, aunque ciertamente tiene algo de lo uno y lo otro. Con la Revolución cultural comparte el hecho cada vez más claro de que hay una lucha por el poder en la cúpula de la República islámica, entre personalidades de la generación fundacional del jomeinismo, en la que se utiliza a la juventud como fuerza de choque para dilucidar las diferencias. De un lado Ali Jamenei y su pupilo Mahmud Ahmadinejad y del otro Rafsanjani, Jatamí y Musaví. No sabemos todavía si hay un Mao en potencia entre todos ellos, es decir, alguien con la ambición y el proyecto de asentar su poder de forma definitiva y si este episodio terminará ahogado en la represión y la sangre como sucedió en China, donde los jóvenes utilizados de fuerza de choque fueron mandados a reeducarse al campo y muchos dirigentes fueron asesinados, purgados y perseguidos. Con Tian Anmen comparte también el carácter de revuelta generacional pacífica y espontánea. Y su vinculación a la modernidad de comportamientos y de estilo, que en el caso iraní coincide con el uso intenso de las nuevas tecnologías. El grupo de reformistas que apoyaba a Musaví quería conectar precisamente con las nuevas generaciones, y quizás haya sido esto lo que ha hecho saltar la chispa. Se intuye en todo caso que el movimiento desborda ampliamente las ambiciones reformistas, probablemente muy limitadas, de Musaví y sus altos mentores. Será difícil, en todo caso, que el régimen ahogue este movimiento en sangre de la misma forma en cómo lo hizo Deng Xiaoping con Tian Anmen. Allí, además, el movimiento se concretó en la ocupación de la plaza pequinesa, mientras que en Irán el objetivo es repetir las elecciones presidenciales. El ejército desalojó la plaza, pero la reivindicación de unas elecciones que terminen con la dictadura no se disuelve sino que actuará como un corrosivo del régimen mientras no se celebren. (Enlaces: Le Monde, Bill Keller, Joe Klein y Angeles Espinosa).



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19 de junio de 2009
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