Me toca, al abrirse el año, hacer la primera anotación en mi bitácora, con lo que celebro, antes de nada, la casi exactitud entre el calendario que se abre y las primeras rasgaduras de la pluma de ganso sobre el papel de este cuaderno que Basilio Baltasar pone a mi disposición, como acostumbraban hacer desde su sitio en el castillo de popa los buenos y pacientes marineros de antaño. Una agenda para llenar. Es lo que uno más recibe como regalo de Navidad, agendas de todos los formatos y tamaños, pero ésta prometo emplearla hasta su último espacio o margen disponible.
En el lenguaje de los jugadores de beisbol del Caribe, se dice “bateo libre”. Es decir, la iniciativa queda en manos del que esto escribe y veremos en mi cuaderno, de aquí adelante, de todo, todo lo que el ánimo del día tenga por ocurrencia, sabiendo que semejante espacio a mi disposición no es sino un punto de encuentro, o sea, un eje de conversación dispuesto a girar hacia donde el viento lo lleve. Y lo de buen comienzo, que reza el título, no es más que mi propio deseo de que sea bueno ese viento a lo largo de la ruta. Y pongo detrás de mis velas a soplar la voz de Rubén Darío, mi paisano inevitable, para recibir con él el nuevo año:
A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.
Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero…
