Sergio Ramírez
El presidente de Venezuela, coronel Hugo Chávez, vestido en uniforme de combate, anunció al cabo de un desfile militar de fin de año la clausura de Radio Caracas Televisión (RCTV), una emisora a la que sentencia a muerte bajo la acusación de golpista. Un verdadero golpe de estado en contra de la libertad de expresión.
No me cabe duda que RCTV merece el calificativo de golpista, pues la emisora estuvo del lado de quienes quisieron derrocar a Chávez en 2002. Pero igual lo merece el propio Chávez, quien surgió a la palestra pública gracias, precisamente, al golpe de estado que intentó en contra del presidente Carlos Andrés Pérez en 1992, diez años atrás. Un golpe de estado fue, pues, la puerta del poder que hoy tiene para cerrar un medio de comunicación, revocando el permiso de uso de la frecuencia que según la ley es propiedad del estado. De modo que el que peca y reza, al menos debería empatar.
Deben ser abominables las diatribas de RCTV en contra de Chávez, a quien los dueños del canal sentenciado no lo quieren en el poder, igual que de abominables son las propias diatribas de Chávez en contra de sus adversarios, de cualquier color ideológico que sean. Seguramente yo me cambiaría de canal a la hora que RCTV da las noticias, como me cambio de canal cada vez que Chávez me aparece en la pantalla con su boina roja. Qué bien iría el mundo si suprimir algo que no nos gusta dependiera nada más de nuestras voluntad de espectadores, haciendo uso de un simple clic. Espectadores, que desgraciadamente rima con dictadores.