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El más alto testigo

Por 12 de enero de 2007 Sin comentarios

Basilio Baltasar

La sospecha de que el capitalismo puede haber sido un accidente cultural ha estimulado a un grupo de historiadores a investigar el origen y desarrollo de las innovaciones financieras que en nuestro mundo regulan el hábito de la transacción. La curiosidad los ha llevado a buscar en las tablillas babilonias de 4000 años de antigüedad, en los registros de la dinastía Tang y en los documentos de la Roma imperial, los principios que fundaron la administración matemática de la necesidad.

Según los trabajos publicados ahora en España por Grupo Analistas y Ahorro Corporación (Los orígenes de las finanzas. Las innovaciones que crearon los modernos mercados de capitales, de Oxford University Press) los tres fundamentos de las finanzas son: la transferencia de valor a través del tiempo, la capacidad para contratar sobre resultados y la negociabilidad de los derechos. Es decir, la tradicional inclinación del hombre a necesitar préstamos, el instinto que lo lleva a reconocer una apuesta prometedora y la general predisposición al parloteo del cambalache. Si a todo ello añadimos el tenaz empeño puesto en controlar los riesgos de las operaciones en las que se embarca tanto el que presta como el que se endeuda, no nos será difícil rastrear la costumbre de consultar oráculos y la ancestral preocupación por los caprichos de Fortuna.

En las tablillas cuneiformes de la cultura sumeria, los más antiguos documentos estudiados, se encuentran fidelísimos testimonios sobre la actividad financiera de la antigüedad, el surgimiento del crédito y el cobro de los intereses devengados que han llegado a ser la verdadera constitución de nuestro sistema.

Marc Van De Mieroop, profesor de Historia Antigua del Oriente Próximo en Columbia University, cita en su estudio un contrato del año 1820 a.C.  Según consta en la tablilla de arcilla cocida, el señor Sin-tajjar ha reunido a cinco hombres como testigos del préstamo que hace al señor Nabi-ilishu. Lo curioso es que para formalizar el acuerdo entre los dos hombres, se hace constar que Nabi-Ilishu recibe los 9 gramos de plata del señor Sin-tajjar y del dios Shamas.

No sabemos muy bien qué significado deberíamos dar a este testimonio. Probablemente el señor Sin-tajjar fuera un hombre piadoso que atribuía su fortuna al dios de sus padres. A lo mejor citaba a dios en el contrato mercantil para amedrentar al deudor. También podría ser un sacerdote del templo que servía de almacén central para el intercambio organizado de productos agrícolas y servicios manufacturados. Quizá el dios Shamas fuera el único propietario de los excedentes que se prestaban (con su correspondiente interés) a los que por culpa de las irregulares cosechas necesitaban fondos para superar los ciclos estériles.

Algunas de las frases que han llegado hasta nosotros como expresión del más profundo sentimiento espiritual podrían tener su origen en estas rudimentarias fórmulas jurídicas: pongo a dios por testigo, no citarás el nombre de dios en vano, etc.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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