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Diálogo sin interlocutores

Por 12 de enero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

La bomba que estalló el 30 de diciembre en el aeropuerto madrileño de Barajas hizo explotar algo más que el estacionamiento: acabó también con la unidad ante el terrorismo, quizá incluso con la unidad de la propia ETA, es decir, con los interlocutores que podrían realizan un diálogo en el futuro, o que podrían haberlo hecho en el pasado.

Empecemos por ETA. Su comunicado es un prodigio de incomunicación y solipsismo. Los etarras aseguran que su objetivo no era causar víctimas. Según ellos, eso fue un lamentable accidente que coincidió con los doscientos kilos de explosivos que colocaron. Además, aunque atribuyen al gobierno la culpa de los dos muertos, consideran que el alto al fuego “continúa vigente” y se ofrecen a “fortalecerlo e impulsarlo”. O sea, que lo de Barajas fue una cosquillita nomás.

Es verdad: sus afirmaciones son sencillamente ininteligibles. Pero tampoco los políticos españoles han estado especialmente brillantes. Revisemos sus reacciones:

El conservador Partido Popular llevaba nueve meses criticando que el gobierno ofrecía demasiado a los terroristas. La bomba echó por tierra esa hipótesis. El presidente socialista Zapatero aseguró el 29 de diciembre que la situación del proceso era “mejor que hace un año” y que mejoraría aún más, palabras que desde el día siguiente sonaron como una mala broma. Y la propia agrupación Batasuna admitió que no se esperaba ese atentado. Quizá a ETA no se le entiende de todos modos pero, sólo por si acaso, ¿alguien estaba hablando con ellos?

Y es que antes de dialogar con ETA, quizá sea necesario que los políticos españoles se pongan de acuerdo entre sí. Y tal vez eso sea aún más complicado, porque sus demandas son opuestas por el vértice: los partidos nacionalistas vascos han pedido al gobierno que retome el diálogo. Pero la derecha española le exige que lo rompa clara e inapelablemente.

Tironeado entre ambos extremos, el Partido Socialista ha reaccionado con ambigüedad. El ministro del Interior ha declarado liquidado el proceso de paz, pero no ha querido pronunciarse sobre lo que pueda ocurrir en el futuro. La dirigencia ha aceptado participar en una marcha en Madrid con el lema “contra el terrorismo” y a la vez en otra en el País Vasco “por la paz y el diálogo”, consignas que se han vuelto contradictorias. El presidente Zapatero se ha reunido con el  líder del Partido Popular, quien declaró tras el encuentro que no le había quedado claro nada.

Todo parece indicar que el PSOE no da por perdido definitivamente el proceso de paz. Tal vez deje que las cosas se enfríen un poco y trate de que ETA haga un gesto espectacular y muy tangible, como deponer las armas o pedir perdón a sus víctimas. Seguramente esperará que pasen las elecciones municipales que se celebran en cinco meses. Proceso como el irlandés han sobrevivido a atentados más brutales.

Y sin embargo, esos procesos contaban con una unidad política que no existe en España. Cualquier asomo de concesión por parte del gobierno será interpretado por el Partido Popular como una rendición ante los terroristas. Y eso es un arma de desgaste muy efectiva. En cambio, si el gobierno apostase al otro extremo y cerrase filas con el PP, pondría en riesgo las alianzas con los nacionalistas que le dan mayoría en el congreso.

A lo largo de 40 años, ni la dictadura ni la democracia han vencido a ETA con medios exclusivamente policiales. Pero una solución dialogada sólo será posible si cuenta con el respaldo de todas las fuerzas políticas españolas y vascas, por encima de sus intereses coyunturales. Antes de cualquier posibilidad de diálogo presente o futura con el terrorismo, la clase política española tiene pendiente un diálogo que no parece dispuesta a entablar.

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