Sergio Ramírez
María Margarita de Alacoque es el nombre de una santa nacida en 1671 en la Burgundia francesa, y fallecida de fiebres reumáticas en el monasterio de Paray-Le-Monial en 1690, donde se hizo célebre por sus visiones y revelaciones, que no pocas de las monjas tomaron por demoníacas, y así las denunciaron. Fue elevada a los altares en 1920 por el Papa Benedicto XV, una santa que vivió apenas 19 años. Su corazón y su cerebro permanecen incorruptos.
Una devota dama salvadoreña que reside en París, averiguó, gracias a su celo religoso, que en el convento de Paray-Le-Monial daban en préstamo los restos mortales de Santa Margarita para peregrinar fuera de las fronteras de Francia, siempre que se tratara de personas de solvencia. Y se empeñó en llevarlos a El Salvador. Debió esforzarse mucho, porque la santa nunca había viajado tan lejos; pero triunfó al fin su ardor militante, y vio coronada su hazaña. El cerebro y el corazón, sin embargo, no fueron permitidos de hacer el viaje, que se dejó a los huesos.
Ahora los despojos de Santa María Margarita de Alacoque, que consisten en pedazos de cráneo, una tibia, y un húmero, recorren las parroquias de Nicaragua en una urna adornada con una rosa de oro.