Sergio Ramírez
Me toca, al abrirse el año, hacer la primera anotación en mi bitácora, con lo que celebro, antes de nada, la casi exactitud entre el calendario que se abre y las primeras rasgaduras de la pluma de ganso sobre el papel de este cuaderno que Basilio Baltasar pone a mi disposición, como acostumbraban hacer desde su sitio en el castillo de popa los buenos y pacientes marineros de antaño. Una agenda para llenar. Es lo que uno más recibe como regalo de Navidad, agendas de todos los formatos y tamaños, pero ésta prometo emplearla hasta su último espacio o margen disponible.
En el lenguaje de los jugadores de beisbol del Caribe, se dice “bateo libre”. Es decir, la iniciativa queda en manos del que esto escribe y veremos en mi cuaderno, de aquí adelante, de todo, todo lo que el ánimo del día tenga por ocurrencia, sabiendo que semejante espacio a mi disposición no es sino un punto de encuentro, o sea, un eje de conversación dispuesto a girar hacia donde el viento lo lleve. Y lo de buen comienzo, que reza el título, no es más que mi propio deseo de que sea bueno ese viento a lo largo de la ruta. Y pongo detrás de mis velas a soplar la voz de Rubén Darío, mi paisano inevitable, para recibir con él el nuevo año:
A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.
Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero…