Sergio Ramírez
Nos cuentan que la gran cadena mundial de tiendas al por mayor, Wal-Mart Stores Inc., ha aceptado que los camaradas del Partido Comunista abran una oficina en sus instalaciones comerciales de Shenzhen, un modelo que seguramente seguirá aplicándose a sus 68 establecimientos en todo China. Es decir, cada tienda de Wal-Mart llegará a tener su propio comisario político.
Wal-Mart se caracteriza por vender el papel higiénico a sus clientes, no en modestos paquetes con media docena de rollos, sino en bolsones de cincuenta, o cien. Lo mismo con la salsa de tomate, las latas de refrescos, los pollos congelados y las toallas sanitarias. De modo que ya imaginarán el sueño que para ellos es un mercado como el de China.
La cadena se caracteriza también por exigir a los clientes una tarjeta de membresía. No sabemos si en China el carnet de miembros del Partido Comunista, será suficiente para ingresar a los recintos de Wal-Mart y recorrer sus infinitas galerías colmadas de productos de consumo.
Semejante ayuntamiento, empresa trasnacional y partido, se hallaba ya previsto no en el Libro rojo de Mao, sino en el Antiguo Testamento, cuando se anuncia el día en que habrían de convivir la paloma y la serpiente en el mismo nido. Quién en este caso es la paloma y quien la serpiente, no lo dice la Biblia, ni, menos, el Libro rojo.