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Artistas como birrias

Siempre me ha llamado la atención que los pintores, tan atentos a la proporción y combinación del color, vistieran tan mal. No estrafalariamente que podría explicarse por su deseo de ser considerados seres singulares y distintos sino ataviados vulgarmente. Incluso grandes pintores como Rafael Canogar no es que vistan terriblemente mal sino excesivamente  convencionales, por no decir de El Corte Inglés o de pintas vulgares. Claro  que no valdría la pena esta consideración si el artista escribe  pero ¿cómo no contemplarse a sí mismos como un mal cuadro cuando en el espejo, como dirían las madres, se le ve hecho un "cuadro", una expresión que antes se empleaba para referirse a la birria, la descoordinación o lo más feo?

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10 de junio de 2010
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Ciudadanos, que no clientes

Nosotros estamos asistiendo a lo que llamaría la muerte del ciudadano y, en su lugar, lo que tenemos y, cada vez más, es el cliente. Ahora ya nadie te pregunta qué es lo que piensas, ahora te preguntan qué marca de coche, de traje, de corbata tienes, cuánto ganas? El Mundo, Madrid, 6 de diciembre de 1998

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9 de junio de 2010
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Vidas y reaccionarios

 

 

Se me está quitando el miedo a ser reaccionario. Al menos ser reaccionario a tiempo parcial. Eso me sucede cuando leo a Nicolás Gómez Dávila. Escritor casi secreto, bogotano, reeditado, redescubierto entre nosotros por la editorial Atalanta- dirigida por el acomodado, inquieto y libre editor que es Jacobo Siruela- que hace un año publicó sus "Escolios a un texto implícito", obra mayor del pensamiento, del estilo y del castellano. El que se quiera enterar que se entere y no me culpe de no dar los datos. Tampoco me importa ser ese culpable que no incluye la ficha de lo que lee, creo que con algunas pistas es suficiente para contar los caminos que a uno le gusta transitar.

He sido "razonablemente progresista" tantos años que no me importa reconocerme en la edad madura en textos, escritos, pensamientos de reaccionarios tan auténticos como los de Gómez Dávila. No está sólo, hay muchos reaccionarios que me implican en su lectura. Aunque después sea un mal seguidor de sus pensamientos.

Vuelvo a Gómez Dávila, el libro que más he recomendado en estos días finales de Feria del Libro. Segundo de sus libros. Publicado hace casi cincuenta años con el título de "Textos", inencontrable, inclasificable e inmejorable. La edición contiene un regalo: la recuperación de un texto perdido llamado "El reaccionario auténtico". Genial y breve panfleto que debe hacer mover el culo de los cómodos asientos dónde instalamos nuestras ideas.

Cómo pálidos reflejos de su verdadero ser, y sin permiso de nadie, copiaré algunos pensamientos bien peinados y muy extractados de Gómez Dávila.

 

"Nuestro terrestre aprendizaje es un desposeimiento minucioso. Cada atardecer nos desnuda. Nuestra ambición persigue decrecientes pequeñeces. Vivir no es adquirir, sino abdicar"

 

Texto para reconfortarme con mis continuas peleas con la técnica, esa amante tan infiel desde hace tantos años:

 

"La técnica no es producto democrático, pero el culto a la técnica, la veneración de sus obras, la fe en su triunfo escatológico, son consecuencias necesarias de la religión democrática. La técnica es la herramienta de su ambición profunda, el acto posesorio del hombre sobre el universo sometido. El demócrata espera que la técnica le redima del pecado, del infortunio, del aburrimiento y de la muerte. La técnica es el verbo del hombre-dios"

 

Para ser reaccionarios, al menos para no desdeñarlo:

"....El reaccionario no se abstiene de actuar porque el riesgo lo espante, sino porque estima que actualmente las fuerzas sociales se vierten raudas hacia una meta que desdeña..."

"Ser reaccionario es defender causas que no ruedan sobre el tablero de la historia, causas que no importa perder"

"El reaccionario no es el soñador nostálgico de pasados abolidos, sino el cazador de sombras sagradas  sobre las colinas eternas"

Pues eso, así estamos esta tarde. Si no les gustan mis ideas, tengo otras

"La vida es un valor. Vivir es optar por la vida"

"Vida es lo que se tiende, absorto, ciego, consagrado, hacia un fin sin meta"

Ahora mi meta sería estar esperando la puesta del sol con un gin tónic en un lugar de Galicia. Llegaré.

 

 

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9 de junio de 2010
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Aniversario de una consigna

No, no se equivoca usted, el titulo refiere precisamente a un slogan que cumple años, a una consigna a la que le prenden una nueva velita. En esta isla la manía de conmemorar ha llegado al extremo de celebrar incluso la primera vez que alguien dijo algo. Aunque nos ahogábamos ya en las efemérides y en los aniversarios, ahora se han sumado a la lista de los festejos aquellos relacionados con el nacimiento de una frase. Se entrevista a quienes presenciaron el momento en que se combinó determinado verbo con ciertos sustantivos, como si cada día no nacieran miles de expresiones a tener en cuenta. Hoy, por ejemplo, mi vecina dijo muy inspirada: ?nunca se termina, en esta casa nunca se termina?, que viene a ser el lema ?apenas tenido en cuenta- de todas las amas de casa del país. En el inventario de las expresiones a recordar sólo están las positivas, porque a quién se le ocurre que en el noticiero vayan a desempolvar las derrotas, las mentiras, las meteduras de pata. Esas no acumulan años, esas se borran de la historia y punto; que las recuerden otros. Por eso la prensa oficial sólo dedica espacio en estos días a ensalzar la aparición de la coda ?¡Venceremos!? en un lema que ya era de por sí bastante pavoroso. Hace más de cincuenta años que la disyuntiva nacional quedó encerrada en un esquemático ?Patria o Muerte?. Cinco décadas en que nos hemos acostumbrado al tremendismo de tener que optar por la Pelona, mientras al otro lado de la frase se cambiaba la palabra ?patria? por la de ?socialismo?, que también podría sustituirse por el término ?partido? o por el nombre de cierto líder. Así van las cosas por aquí: transcurriendo en el plano de lo nominal, de lo dicho pero no hecho. Haciendo un culto al verbo, aunque la realidad lo niega cada día. De qué vale inflar globos por las consignas y recordarnos que peinan canas, si su antigüedad no las ha hecho ni más venerables ni más ciertas. Aunque la vistan de fiesta, la consigna ?Patria o Muerte: ¡Venceremos!? me sigue provocando más inquietud que tranquilidad. Hoy, con medio siglo repartido entre sus cuatro palabras, suena como el eco de tiempos lejanos en que todo un pueblo llegó a creerse esa disyuntiva. Después de tanto repetirla, verla pintada en las vallas, escucharla desde las tribunas, me sigo preguntando si acaso hemos vencido, si a esto que hoy tenemos se le podría llamar ?victoria?.

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9 de junio de 2010
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1994: Un mundial sin la pelota

 

El periódico El Comercio de Lima pidió a varios escritores y deportistas que escribieran algunas líneas sobre mundiales pasados. A mí me tocó el de 1994. Esto fue lo que escribí:

Tuve la suerte de pasar mis vacaciones de invierno en Bolivia el 94, de modo que pude ver el mundial de Estados Unidos con mis amigos de la infancia en Cochabamba, en bares con pantalla gigante. Tenía un mal recuerdo del mundial del 90, que me había tocado ver en los Estados Unidos (donde vivo), en casa y solo, y me prometí no volver a hacerlo. Además, el 94, Bolivia había clasificado para el mundial y teníamos una generación notable, que incluía al Diablo Etcheverry, Milton Melgar y Platini Sánchez. Valía la pena verlo en casa, entre banderas tricolores, con esa fe que no se agota a pesar de tantos desengaños.

El partido inaugural lo vi en un restaurante a tres cuadras de mi casa. Bolivia sorprendió jugándole de igual a igual a Alemania, uno de los favoritos; de todos modos, como suele ocurrir en estos casos, el gol lo metió Alemania. En los minutos finales entró Etcheverry, que acababa de recuperarse de una lesión muy grave. Creíamos que el mundial lo podía consagrar; en cambio, terminó expulsado minutos después de un choque con Matthaus. El lugar común volvió a aparecer: jugamos como nunca, perdimos como siempre.

No se puede hablar maravillas de un mundial en el que, por primera vez en la historia, el título se decide por penales: Brasil, repetitivo campeón, con la creación de Romario y Bebeto y la destrucción de Dunga. Quedan los tiros libres de Hagi, la magia de Baggio, el jogo bonito de los holandeses, la capacidad para fallar penales de los mexicanos, y, como posdata sangrienta, el asesinato del defensor colombiano Andrés Escobar, poco después de que terminara el mundial, culpable de haber metido un autogol en un partido clave. Ah: terminamos últimos en nuestro grupo, incluso después de Corea.

Una vez más, la gran estrella fue Diego Maradona. Pero esta vez se trataba de una estrella caída. Véanlo hacerle un pase maravilloso a Caniggia para uno de los goles contra Nigeria. Asómbrense de la forma en que encara el área para marcar su último gol en un mundial. Qué energía, dice un amigo, y a su edad. Despídanlo de la cancha de la mano de una enfermera, ave de mal agüero que lo llevará al control antidoping y al infierno del positivo. Los cables dirán efedrina, pero la literatura no es tan prosaica y ya se encargará de inventarle una historia a la medida de su leyenda.    

Etcheverry, Escobar y Maradona: lo que más recuerdo de ese mundial no ocurrió con la pelota. Nada bueno para el fútbol, sublime para la literatura.    

(El Comercio, Lima, junio 2010)

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9 de junio de 2010
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Idioma universal

No soy amante de las encuestas pues, singularmente en los países de mentalidad católica latina, los encuestados acostumbran a responder para "quedar bien" antes que para reflejar lo que piensan (basta con contrastar la opinión de los españoles sobre su sexualidad con la información de los sexólogos sobre la sexualidad española). Ni confío en las estadísticas ni retengo sus resultados, pero una, escuchada o leída no sé dónde, siempre me viene a la memoria. Según sus datos, un campesino de los años cincuenta -probablemente analfabeto- utilizaba en su habla el doble de palabras que un universitario de principios de este siglo que, como media, reducía su vocabulario a unos 3.000 términos.

Como estoy educado en la idea de que hay una estrecha unidad entre pensamiento y lenguaje, y en la convicción de que éste es nuestro instrumento mediador con la existencia, aquella estadística me insultó alarmantemente ya que mostraba el empobrecimiento de nuestra relación con las cosas, por más que un universitario actual disponga de muchos más discursos técnicos que el pobre campesino de hace 50 años. Este no tenía ninguno de nuestros conocimientos globales, pero lo que sabía lo sabía con gran riqueza de detalles.

No siento nostalgia por la situación del campesino, pero reconozco mis reservas ante nuestra celebrada globalidad. Por ejemplo, leí que el globish es la propuesta más reciente y exitosa de un idioma universal basado en el inglés y dotado de 1.500 palabras, es decir, la mitad de las del universitario de principios de siglo y una cuarta parte de las que usaba el campesino analfabeto. El reduccionismo lingüístico y quizá mental gana adeptos.

Por lo que oigo en la calle, en los medios de transporte o en los restaurantes, la propuesta parece generosa, porque tengo la impresión de que con un par de centenares de palabras bastaría. El ansiado idioma universal de los ilustrados está finalmente a nuestro alcance, sobre todo si no queremos decir nada, más que gritar consignas de cualquier tipo. Para gritar, como sabemos por nuestros queridos tertulianos radiofónicos o televisivos, no hacía falta que el hombre se tormara la molestia de inventar el lenguaje.

El País, 08/05/2010

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9 de junio de 2010
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III. Cuentas todavía largas

Aurora es una albacea férrea y formidable que sabe que tiene una tarea que solamente ella puede cumplir, no importan sus noventa años que parecen tan fingidos, como le parecieron al chofer de taxi, y que sabe recordar tan bien, y con tanta gracia y precisión, sus años al lado de aquel que nunca dejaba de crecer y parecía siempre tan joven, según el recuerdo de Carlos Fuentes cuando fue a buscarlo la primera vez a su domicilio en Paris, temprano de los años cincuenta, y vino a abrirle un gigante con cara de adolescente  pecoso al que preguntó por su papá, y era, claro, el propio Cortázar. 

Es el mismo que se pasaba el día metido en una bata verde de andar por casa, herencia de su abuela, y por tanto ya vieja y gastada, y que no permitía que nadie tocara, cuenta Aurora, hasta que en una de tantas a ella se le ocurrió meterla en la maquina lavadora, y la bata salió de aquel proceso de limpieza tan encogida, que no era ya la prenda para un gigante casero sino para un niño, el mismo que solía preguntarle a Aurora noticias de la calle, que le contara cosas de afuera, del mercado, de la peluquería, de la gente que concurría a entregar prendas a la tintorería. El mismo que escribía sus cartas a mano cuando la Maga dormía para no despertarla con el tableteo de la maquina, según Fuentes. 

Los recuerdos de Aurora Bernárdez al lado de Cortázar en su papel de la Maga guardiana, el relato de sus lecturas literarias, de su experiencia de traductora, una de las memorables traductoras a la lengua española, darían para todo un libro que ella, sin embargo, se niega a escribir, ni siquiera a dictar, igual que rehúye las entrevistas que a veces da por rareza, como la que le hizo Juan Cruz en estos días de Madrid.

Pero es la Maga, la misma que sonríe siempre sin sorpresa. Y sus cuentas pendientes son todavía largas.

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9 de junio de 2010
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Congreso en Berlín: ‘El arte y la crisis’. Conferencia inaugural

El día 27 de mayo tenía yo que inaugurar el congreso "Kunst und Krise" en la Akademie der Künste de Berlín. Una huelga de controladores aéreos salvajes lo impidió. En mi lugar leyó el texto Ibon Zubiaur, director del Cervantes de Munich y excelente rapsoda. Tan bien lo hizo que el "Die Zeit" subrayó las dotes dramáticas de Félix de Azúa, a quien no imaginaban tan joven para el año de nacimiento que figuraba en el programa. Eso no es nada comparado con el siguiente paso, porque, habiendo logrado llegar a Berlín y mostrado mi disposición para cumplir con alguna obligación, el excelente director Gaspar Cano me invitó a sustituir a Estrella de Diego, a quien los controladores salvajes habían dejado en tierra. Así que me vi en una mesa con coleccionistas millonarios y directores de museo. Para mi desaliento, "Die Zeit" esa vez no comentó nada, seguramente para no remarcar que la señora Estrella de Diego se estaba dejando barba. La mesa fue una delicia, sobre todo gracias a los millonarios, que son los que de verdad entienden de arte.

El texto que sigue es el que leyó con gracia suprema Ibon Zubiau:

 

Conferencia inaugural

Señoras, señores, es un honor para mí abrir este congreso cuyo asunto, "El arte y la crisis", se presta a una infinidad de perspectivas, sean éstas históricas, económicas, sociológicas, políticas o estéticas. Por ello mismo me voy a permitir una breve glosa de las relaciones entre el arte moderno y las múltiples crisis que lo han ido configurando a lo largo de los últimos dos siglos. Y lo haré con una analogía perfectamente desacreditada, la de los órdenes clásicos: dórico, jónico y corintio, cada uno de los cuales se corresponderá con una crisis. Añadiré luego unos comentarios sobre la célebre novela de Thomas Mann "El Doctor Faustus" y también algo sobre Theodor W. Adorno.

***

Dos son los presupuestos hipotéticos de los que parto:

El primero es que estamos viviendo en el inicio de una era que comenzó hacia 1950 y de la que el arte dio cuenta de inmediato. No vivimos un cambio de "época", como el salto que va del románico al gótico, sino de "era", como el que va del paleolítico al neolítico. Puede parecer una exageración, sin duda lo es, pero más vale poner énfasis en la radicalidad del cambio.

El segundo es que somos primitivos de esa era, carecemos de experiencia, información y tradición. Nuestros conocimientos, así como nuestros productos, son, en este sentido, toscos y primarios. Meros tanteos.

***

Lo que habitualmente llamamos "crisis" referido al actual reordenamiento económico global y al hundimiento de los valores del mercado, ha sido consustancial al arte moderno desde su fundamento romántico, es decir, desde que la actividad artística, a partir de la revolución francesa, comienza la exploración de lo negativo. La historia del arte moderno y contemporáneo está constituida por el sucesivo hundimiento de los valores admitidos y la constante reconstrucción del marco teórico de valoración. Hablar de "arte y crisis" es otro modo de hablar del arte moderno, el cual es inseparable del concepto de crisis.

La exploración de lo negativo comienza con los primeros románticos, los cuales vienen a ser la crisis dórica de la modernidad. Así Goya, por ejemplo, cree necesario, por primera vez en la historia del arte, representar el horror, la locura, los crímenes, los cadáveres mutilados, en fin, la barbarie, sin redimirla mediante la sublimación de la forma, algo que, en cambio, está presente aún en el Delacroix de "La masacre de Chios" o en el Gericault del "Radeau de la Meduse". Con Goya desaparece la exoneración de lo negativo o la idealización del horror que se mantenía intacta en el "Asesinato de Marat" de J.-L. David, posiblemente la primera representación del mundo negativo dirigida a las masas, aunque todavía muy alejada de la modernidad.

Alcanzado el momento de la plena dominación burguesa, lo que sería la crisis jónica de nuestra metáfora, ya no será necesario representar asesinatos o masacres, no será preciso acudir a temas y motivos tan explícitos. La "Olimpia" de Manet, por ejemplo, no expone ningún suceso criminal concreto (lo que sí hacen los dibujantes, encabezados por Daumier) sino una presencia de la negatividad sin inhibición, el nihilismo en figura de cuerpo femenino, la ausencia de idealización estética contra la Venus de Urbino. El escándalo, o lo que es igual, el horror público ante la representación de lo negativo (recuérdese que la Venus tendida pasa a interpretarse como una prostituta en activo, según opinión unánime de la crítica), marca el fin del romanticismo bajo la forma de su último avatar cuyos actores son las vanguardias que cubren la primera mitad del siglo XX.

La crisis corintia vendrá después de la Segunda Guerra Mundial cuando la herramienta atómica confirme que ya hemos alcanzado la posibilidad empírica de un suicidio universal y que la especie humana puede, finalmente, ser eliminada del cosmos por su propia mano, es decir, como un ejercicio supremo de libertad. Las a veces llamadas "post-vanguardias" cortarán de raíz con el idealismo aún presente en las vanguardias y procederán a la sistemática representación del fin del arte como encarnación del fin del mundo, más exactamente, del mundo burgués y revolucionario. Conceptuales, land-art, body-art, performance, happening, video-art, minimal... Una multitud de escuelas que aún llamamos "artísticas" exponen entre 1960 y 2000 el momento final del arte, momento del que aún no hemos emergido. Ésta última y quizás definitiva crisis, cuyos albores pueden rastrearse en el precedente esencial de Duchamp, es abismalmente superior a la que separa el Antiguo Régimen del mundo burgués y revolucionario. Podría decirse (pero precisar la frase necesitaría media hora de charla) que el arte se disuelve en el magma democrático.

***

Querría ahora referirme al país que nos acoge, a Alemania. Sorprendentemente, este proceso crítico estaba ya presente, aunque fuera de un modo intuitivo, en el "Doctor Faustus" de Thomas Mann, publicado en 1947. Me ha parecido que es Berlín un lugar adecuado para verlo con un poco más de detalle.

La gran novela de Mann se ha tomado casi siempre como la representación del maridaje entre maldad, arte y política. Y es indudable que Mann vio en la tragedia alemana una correspondencia con la tragedia del arte moderno. Sin embargo voy a tratar de mostrar que aquello que Mann intuye va mucho más allá de Schoenberg y la segunda escuela de Viena, o de Joyce y la vanguardia literaria, o de Kandinsky y cualquier otro representante de las vanguardias pictóricas. Creo que Mann, insisto, con una notable intuición, describe lo que se produciría unos años (pocos) más tarde, ya a finales de los cincuenta: un arte del acabamiento del arte, un post-arte. Quiero decir que la descripción del artista que nos propone su novela está más cerca de Duchamp, de Smithson o de Beuys, que de Rothko o de Pollock.

El ocaso del arte y la aparición de algo enteramente novedoso que no puede identificarse con las vanguardias históricas están presentes en todos los capítulos de la novela. Les pondré algunos ejemplos:

A Leverkühn, el músico que protagoniza el relato, le disgustan las palabras "arte", "artista" o "inspiración" (IV, 35) y sobre todo la odiosa palabra "belleza" (IX, 107, XXI, 245). El arte ha de abandonar la idealización del mundo sensible y pasar a expresar conceptos (XXI, 246). Se detecta en este rechazo de lo bello sensible el inconfundible tufillo mefistofélico de Th. Adorno, al que luego aludiremos.

A Leverkühn le contraría el aspecto religioso que ha ido tomando el arte, su ambición de sustituir a las desaparecidas iglesias cristianas en la educación moral de la humanidad, una de las más claras herencias románticas de la Revolución Francesa (VIII, 80) y que se exacerba en las vanguardias.

Leverkühn ve la totalidad de la producción artística de su tiempo "como una parodia" (XV, 181). La dignidad, el decoro, los sentimientos elevados son ya imposibles frente a la potentísima fuerza de la ironía (XXI, 439). Obsérvese que esta proposición cuadra perfectamente con Duchamp o incluso con Warhol, pero en absoluto con Rothko o Pollock, ambos fundamentalmente "serios, dignos y elevados".

La música, dice Leverkühn, ha concluido su tarea y ahora comenzará una nueva música puramente negativa (XXV, 327/329) y todo lo que no sea negatividad será parodia (330). Una vez más uno ve aquí una considerable intuición de la música conceptual, por ejemplo la de John Cage, y las parodias de aquellos músicos actuales que se empeñan en mantener la tradición clásica o barroca.

Las composiciones de Leverkühn, descritas minuciosamente por Serenus, suelen adscribirse a una tradición que va de Mahler a Schoenberg, pero yo creo que miradas con seriedad son algo completamente distinto: son burlas, sarcasmos y parodias del "arte bello", más próximas a ciertos momentos crispados de Shostakovich que al absolutamente severo Schoenberg. Así, por ejemplo, la composición "Las maravillas del universo" es "cómica y grotesca" (según sus propias palabras) y tiene "un tono sardónico infernal" (XXVII, 375). El "Apocalipsis cum figuris" usa la disonancia para lo serio y elevado, pero la tonalidad clásica para lo siniestro y demoníaco (XXXIV, 512). La pieza concluye, además, con "una carcajada infernal" (517). La última de sus obras, la "Lamentatio Doctoris Fausti" es un verdadero disparate sin pies ni cabeza, un "negativo de la Novena", presentado por Serenus como una obra maestra de la gran tradición musical europea (XLVII, 667 y ss.).

Creo que Thomas Mann debió de reír satánicamente al "componer" estas piezas. No he podido averiguar cómo recibió los comentarios críticos consecutivos a la edición de la novela, algunos de los cuales tomaron absolutamente en serio sus ironías. Tengo para mí que Mann debió de reír malévolamente cuando algún profesor comparó la "Lamentatio" con la Octava de Mahler. No muy lejos de este malentendido se encuentra el conocidísimo conflicto con Schoenberg. Estoy persuadido de que el músico no comprendió en ningún momento la carga de profundidad que había lanzado el novelista.

[Por razones de longitud se colgará la totalidad del texto de la conferencia el lunes 14 de junio]

 

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9 de junio de 2010
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Segundas intenciones

Las segundas intenciones pueden ser igualmente buenas o malas que las primeras, pero a veces son las que valen de verdad, y en cualquier caso hay que conocerlas y sopesarlas. Es preocupante que sólo tengan vela en los entierros las primeras, las ingenuas, las directas y sencillas, cuando todos sabemos que las calculadas, retorcidas y escondidas siempre significan y a veces significan tanto que son las que de verdad cuentan.

Turquía quiere que se levante el bloqueo sobre la población civil de Gaza, el millón y medio de habitantes encerrados por la democracia israelí en una cárcel de cuyo orden interior se ocupa una dictadura islamista. Pero su segunda intención, de profundas implicaciones, es levantar el bloqueo político de la Unión Europea y Estados Unidos sobre la dictadura, es decir, Hamas, ahora en la lista de organizaciones terroristas y excluida de toda negociación e incluso contacto. Israel quiere impedir que se levante el bloqueo militar sobre Gaza porque si sucediera se permitiría a Hamas rearmarse hasta convertir la franja de nuevo en un activo foco bélico desde donde sería atacada. Pero si mantiene a un millón y medio de palestinos encerrados en Gaza y sometidos a una caprichosa ración de alimentos y mercancías también es porque quiere conseguir que Hamas suelte a su prisionero israelí, el único israelí prisionero de los palestinos, el soldado Gilat Shalit, capturado desde el 25 de junio de 2006. Erdogan y Netanyahu juegan sobre todo en el corto plazo, mirando de reojo a sus electores, que son los que aplauden respectivamente la flotilla de la libertad y el ataque contra la expedición teóricamente humanitaria, con sus segundas intenciones, por supuesto. Si las colmaran, tendrían notables consecuencias propagandísticas para sus respectivas causas; y electorales, claro está. Pero en sus movimientos hay una estrategia que dibuja la perspectiva en la que sitúan a sus respectivos países, la tercera intención o derivada. Hasta hace apenas algo más de un año parecían proyectos compatibles, pero ahora se han situado en rumbo de colisión. Es el precio y la consecuencia de dos parálisis, la del proceso de paz, de un lado, y la de la Unión Europea, por el otro, incluyendo en esta última el rechazo al ingreso de Turquía como socio de pleno derecho.

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9 de junio de 2010
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Villoro y Caparrós, pelota dividida

Pelota dividida entre México (Villoro) y Caparrós (Argentina) Me pregunto: ¿No habrá alguna forma, una llave caprichosa, en la que México y Argentina terminen enfrentándose como en el Mundial de Alemania 2006? ¿Una revancha a ese partido trenzado y difícil que terminó ganando argentina en el entretiempo pero los dejó agotados contra Alemania? Y si la hay ¿qué pasará con el blog DE TOQUE A TOQUE entre Martín Caparrós y Juan Villoro en Letras Libres? Por lo pronto, todo es amistad, jogo bonito, fair play. Pero esos dos titanes en el duelo literario, los que nunca pierden, deberían poder enfrentarse uno contra otro al menos en el Playstation 3.  Es fácil seguir el enfrentamiento. Ataca siempre Argentina con Caparrós a la cabeza y su ya célebre ?no estoy de acuerdo?. Incisivo, peligroso, un desbordante volante libre a lo Jonás Gutiérrez, no estará de acuerdo en nada y encimará a México que, con un volante de contención capaz de trepar (siempre sutilmente) al área rival como es Juan Villoro tendrá un oponente que primero lo dejará entrar, le dará seguridad, lo dejará desplegarse todo lo que quiera? y luego, con elegancia, sin ir jamás al jugador contrario pero usando siempre la fuerza del otro (como en el judo), irá avanzando de a pocos, avanza y retrocede, un juego en el que parece que Caparrós tiene la bola pero la tiene siempre Villoro, jugando en pared consigo mismo, diciendo ?tienes razón, pienso igual a ti, nunca he visto tanta lucidez pero?? y en el pero está la puntita maléfica, el pase del desprecio, la rabona, la pelota escondida. Veamos el primer toque, el de Juan Villoro:

En otra parte de Boquita dices que el hincha argentino encara cada Mundial pensando qué tan lejos llegará su selección y te preguntas en qué se interesan los países que saben que no van a ganar. Querido nómada: ése es el caso de México. Somos actores de reparto casi fijos; pertenecemos a la élite de los cinco viajeros frecuentes a los Mundiales (los otros son Brasil, Alemania, Italia y Argentina). Ahorro el cruel repaso de nuestro rendimiento. Y sin embargo, nos ilusiona Sudáfrica. La obsesión concreta es llegar al quinto partido (en las últimas cuatro Copas nos hemos quedado en el cuarto); la obsesión metafísica es hacer algo raro y recordable: un gol de joroba de Cuauhtémoc Blanco. No esperamos milagros mayores, pero 16 mil mexicanos han acabado con sus ahorros para estar en Sudáfrica. La mayoría de ellos son paisanos que viven en Estados Unidos y encuentran en la selección un símbolo identitario o al menos una proliferación de Speedy González.

Veamos ahora la respuesta de Martín Caparrós:

El gol es una irregularidad, una excepción extrema ?porque el fútbol es fracaso casi siempre. El fútbol ofrece una moraleja que, por suerte, no solemos leer: el 98 por ciento de un partido consiste en intentonas: tentativas fracasadas de aproximación a la única meta decisiva. Una montaña de fracasos y, sin embargo, los jugadores no dejan de intentarlo: eso es el fútbol ?pero no lo cuenten: si lo llega a descubrir un cura o un pastor o un novelista malo hacen un desastre. El fútbol es fiasco, desengaño, cabezonería: todo para llegar al gol y el gol no llega Pero a veces llega ?incluso la selección mexicana, recuerdo, ha hecho algún gol alguna vez? y entonces el gol es, también, la consagración de un modo de suponer el mundo: que todo es posible de repente, que no importa el proceso sino ese momento, que uno ?su equipo? puede haberse pasado toda la tarde colgado del travesaño y peloteado y que siempre cabe la esperanza del zapatazo salvador. En la vida las cosas no se definen, como en el fútbol, en un instante extraordinario. Van pasando de a poco, se extienden en el tiempo, no son como aquel gol en el último minuto o el penal atajado que termina de sacarte campeón ?de una vez, para siempre. No son, tampoco, ese momento en que te embocan, que te ponen, que te rompen el orto, que te empoman, ese segundo de incredulidad en que lo terrible está por suceder pero todavía puede ser que no y el segundo siguiente, cuando la pelota ya está adentro de tu arco, la perplejidad, la desazón que no admite respuestas ?no se puede gritar, saltar, desgañitarse?, que te lleva a un segundo de una parálisis perfecta, justo antes de la puteada o la extrema desazón. Ese momento en que lo peor acaba de pasar sin que puedas evitarlo de ninguna manera, en que la amenaza acaba de convertirse en realidad, en que ya está ?en que nada puede ser modificado pero, al mismo tiempo, todo es demasiado reciente como para haberlo aceptado todavía. Ese momento de mierda en que te acaban de meter un gol ?remember, caro güey, Maxi Rodríguez.

¿Vieron? La sutileza y la aguda falsa modestia mexicana contra la boquilla suelta, el arrebato, la ironía y la puteada argentina. Tal para cual. Pero esto, señores, es solo el comienzo de un partido de largas e imprevisibles consecuencias. PD.- Por cierto, no es el único blog del Mundial en LETRAS LIBRES. También hay uno de la redacción.

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8 de junio de 2010
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