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El cortafuegos

Por 16 de junio de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

Este es un problema optativo: no existía y lo hemos creado. Ahora nadie puede eludirlo y no hay más remedio que atacarlo de frente. Nadie había visto a bandas de hombres y mujeres enmascarados con burkas, nikabs, cascos de motorista y pasamontañas por los mercados municipales y las instalaciones de los ayuntamientos catalanes. Tampoco se había producido acto alguno de violencia, delito o ni siquiera un incidente de orden público provocado por estas pandillas de embozados que nadie ha visto por las calles de Cataluña. Y sin embargo, de pronto, distintos concejos municipales de toda la geografía catalana han discutido y aprobado resoluciones y decretos prohibiendo por razones de seguridad el acceso a las instalaciones municipales con el rostro velado por los distintos tipos de coberturas que se utilizan en algunos países islámicos.

No existía, pero las próximas elecciones municipales y l?air du temps lo han creado: ahora ya es un problema obligatorio. Es del género inocente, para no decir otra cosa, oponerse a estas iniciativas. Más inteligente y eficaz es cortar el nudo gordiano como lo ha hecho el gobierno de Zapatero, incorporando la prohibición del burka a la ley de libertad religiosa. Pero tan urgente o más es evitar que los populismos derechistas rampantes en toda Europa nos marquen la agenda política y nos dicten los problemas optativos que deberán convertirse en obligatorios.
Hay muchas cosas en las costumbres y en los comportamientos de una nutrida franja de la población inmigrante que debiera preocuparnos más que el burka: por ejemplo, que las niñas no sean desescolarizadas en cuanto entran en la pubertad, que no sean repatriadas a sus países de origen para ser sometidas a la ablación o a matrimonios forzosos, que no se implante de forma subrepticia una poligamia esclavizadora, o que no se permita a los imames el ejercicio de una autoridad fáctica sobre comunidades recluidas y marginadas en guetos. La integración de los inmigrantes musulmanes, sobre todo los procedentes de las regiones más pobres y atrasadas, plantea un abanico de problemas que exigen debate y tratamiento respetuoso con los derechos y exigente con sus deberes como ciudadanos.
La introducción del debate del burka en los ayuntamientos ha sido, en cambio, una iniciativa que no tiene nada que ver con la integración de los musulmanes. Es un intento de trazar una raya en el suelo que separe y divida, a los grupos humanos, a las comunidades y a los partidos, para sacar un provecho político y electoral, como parte de un programa más vasto todavía. El anterior intento fue la utilización del padrón municipal para convertir los instrumentos de integración en labores propias del ministerio del Interior. Quienes lanzan esas ideas se presentan como bomberos, pero son pirómanos que buscan el enfrentamiento y el conflicto, el río revuelto al que quieren tirar sus cañas electorales.
Bien está, por tanto, el oportuno cortafuegos, pero harán falta muchos más esfuerzos para evitar que los numerosos pirómanos europeos no terminen encendiendo el choque de civilizaciones entre cristianismo e islam. Saben, además, que tienen la complicidad precisamente de aquellos a quienes dicen atacar: nadie más interesado en este choque que el fundamentalismo islámico.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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