Vicente Verdú
A quienes no les gusta el fútbol no saben de cuánto se liberan. Pero , no sabiendo de cuánto se liberan, ¿en cuanto se liberan? Sólo a quien le gusta el fútbol conoce en cuánto si liberaría si no le interesara, pero al interesarle, el peso de lo que significaría no interesarle, le pesa doblemente sobre su juicio y su interés. Al interés por el fútbol corresponden las alegrías y decepciones del fútbol. ¿Vivir sin esa dialéctica entre el sí y el no? La desdicha futbolística se hace posible a través de la dicha futbolística, ¿Compensa, al cabo, esta apuesta entre el sí y el no? Puede que no merezca la pena este dilema pero ¿qué hacer en un mundo sin dilemas? El éxito y el fracaso, el hombre y la mujer, la cordura y la locura, la presencia y la ausencia, el vacío y la pesantez. ¿No cabría alcanzar un punto medio donde se sorbiera una cucharada de aquí y allá? Pues no. No es posible. La gravedad y autenticidad del mundo, su etiqueta de verdad, es que se parte entre la vida y la muerte, siendo la enfermedad tan sólo un pasadizo que no permite nunca su degustación. Como en los convoys que sirven vinagre y vino en las mesas su combinación puede parecer perfecta en la ensalada. Pero hay alguien, a estas alturas que todavía considere a la ensalada un plato como debe ser. Un plato real como Dios manda y no una vulgar patraña de elementos sin ensamblar que devuelven a la fatídica condena, al placer fatídico y extremo, de vivir entre el sí y el no.