Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Un oficio peligroso

La literatura es un oficio peligroso cuando se enfrenta a las desmesuras del poder de las tiranías, que nunca dejan de sentirse amenazadas por las palabras. El poder que se ejerce con crueldades y excesos tiene rostro de piedra y es contrario a las verdades y a la invención, y al humor, y a la risa, que son cualidades cervantinas.

Ovidio fue desterrado a los confines más inhóspitos del imperio romano en el Mar Negro, “allá, donde ninguna otra cosa hay, sino frío, enemigos y agua de mar que se congela en apretado hielo”, porque sus poemas, o su irreverencia, o sus opiniones, eso ya nunca llegará a saberse, ofendieron al emperador Augusto, y habría de morir lejos, afligido por las calamidades de la soledad y el ostracismo.

Extrañado. Cuando a un escritor se le envía al exilio la pretensión es convertirlo en un extraño de su propia tierra, de su vida y de sus recuerdos.

“Como la nave podrida que es devorada por la invisible carcoma, como los acantilados socavados por el agua marina, como el hierro abandonado atacado por la mordaz herrumbre, y como el libro archivado devorado por la polilla”, dice de sí mismo en sus Tristes, porque aún en aquellas lejanías siguió escribiendo, un oficio al que no se renuncia nunca. Más bien, la necesidad de escribir se exacerba entonces, si uno se debe a las palabras, o debe su vida a las palabras.

El arte de amar, uno de sus libros capitales, quedó prohibido y fue sacado de las bibliotecas públicas. Prohibidas sus palabras, y alejado para siempre de su tierra, que era, según él mismo lo dijo, como “ser llevado al sepulcro sin haber muerto”.

En América Latina se ha pagado siempre un alto precio por la palabra libre. Muerte, desaparición, cárcel, destierro. Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, asesinados por la dictadura del general Videla en Argentina.

Al destierro fue a dar dos veces Rómulo Gallegos, primero bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez, y luego bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, después que fue derrocado de la presidencia de Venezuela.

Había durado solamente nueve meses en el cargo, los mismos nueve meses que duró Juan Bosch, exiliado por la dictadura del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, y luego de muerto Trujillo, electo presidente de la República Dominicana, sólo para ser derrocado por los militares trujillistas, y vuelto otra vez al exilio.

Pablo Neruda se comprometió en 1946 con la candidatura de González Videla, y se involucró en su campaña electoral, pero, ya en el poder, aquel lo mandó perseguir y tuvo que huir a través de la cordillera hacia Argentina.

Exiliados tras el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala Tito Monterroso y Luis Cardoza y Aragón, por la dictadura de Castillo Armas. Exiliado Augusto Roa Bastos por la dictadura de Stroessner en el Paraguay. Exiliado Mario Benedetti del Uruguay, exiliado Juan Gelman de Argentina, su hijo asesinado y su nuera secuestrada y llevada al Uruguay donde dio a luz a una niña, desaparecida por largos años; y él mismo canta mejor que nadie esa desolada canción del exilio: “huesos que fuego a tanto amor han dado/exiliados del sur sin casa o número/ahora desueñan tanto sueño roto/una fatiga les distrae el alma…”

Y exiliados de Cuba Rinaldo Arenas, y Guillermo Cabrera Infante, y Severo Sarduy; y de Venezuela, hoy, tantos escritores y artistas que forman una inmensa, e intensa, diáspora.

De modo que yo pertenezco a esa larga tradición de quienes pagan un precio por sus palabras, dos veces bajo orden de prisión, y dos veces obligado al exilio, primero en mi juventud por una dictadura familiar, y tantos años después, por otra dictadura familiar.

Pero hay algo de lo que nunca nadie podrá exiliarme, y es de mi propia lengua. Porque mi lengua de escribir realidades, y de crear mundos imaginarios, es una lengua que no conoce fronteras.

Hay lenguas que tienen el país por cárcel, lenguas que terminan donde terminan las fronteras. No sé lo que es vivir en uno de esos espacios verbales cerrados. Ese sentimiento de que la voz se escucha de cerca, pero no de lejos.

Que le quiten a uno su lengua por la fuerza. Sándor Márai, sintió que había muerto cuando sus libros, que entonces sólo podían leerse en húngaro, también fueron prohibidos en su patria. Le extirparon la voz como castigo. No sólo nadie podría leerlo al otro lado de la guardarraya, ni siquiera en Polonia, o en Austria, donde no estaba traducido, sino que tampoco podría ser leído en su propio país. Como que no existiera. Y se suicidó en el exilio, ya sin lengua.

Nicaragua es un país más pequeño que la Hungría de Sándor Márai, y por eso me intriga, y me aterra, esa posibilidad de que nadie pudiera oírme más allá de mis fronteras, o la de quedarme alguna vez sin lengua. El limbo de las palabras, o su infierno.

Pero yo, con mi lengua recorro todo un continente, atravieso el mar, y siempre me dejaré escuchar. Y si mis libros están prohibidos en Nicaragua, las veredas clandestinas de las redes sociales hacen que lleguen a miles de lectores, igual que pasaba antes con los libros inscritos en las listas negras de la inquisición, que atravesaban de contrabando las fronteras a lomo de mula, o burlaban las aduanas escondidos en barriles de vino, o de tocino.

Por eso que las palabras se vuelven tan temibles. Porque tienen filo, porque desafían, porque no se las puede someter. Porque son la expresión misma de la libertad.

Leer más
profile avatar
8 de noviembre de 2021

Foto: Ferrán Mateo

Blogs de autor

Dostoyevski viral

El día en que Iván Zhdánov, estrecho colaborador del encarcelado Navalni, principal opositor a Putin, llegó a Barcelona para reunirse con la comunidad rusa, me sumergía en el libro de Manel Alías. En Rússia, l’escenari més gran del món plasma lo que ha visto y vivido durante siete años de corresponsalía en Moscú para TV3. El epígrafe lo toma de una activista feminista a quien entrevistó: “Vamos a mejor y a peor, simultáneamente”. En un país de las dimensiones y la historia de Rusia, lo extraño sería no encontrar contradicciones a su medida. Zhdánov, que denunció en el Col·legi de Periodistes las corruptelas del círculo del Kremlin y la ­destrucción sistemática de cualquier alternativa democrática, nació en Moscú como Dostoyevski, de cuyo nacimiento se cumplirán doscientos años la próxima semana. La tierra en la que mejor se ha escrito sobre la importancia de la libertad ­individual –de Pushkin a Grossman, , etcétera .– es también donde más a menudo se la ha pisoteado. “Solo los rusos pueden aglutinar a la vez tantas contradicciones”, leemos en El jugador.

Dostoyevski podía llegar a ser un chovinista empedernido, pero defendió a ultranza la participación en el debate pú­blico y el ejercicio de las libertades, lo que casi le costó la vida de joven. Libertad incluso –y esto le fascinaba– para equivocarnos, actuar contra nuestros intereses, sabotearnos la vida si es preciso, como cuando él desafiaba al destino cada vez que visitaba un casino y a menudo se dejaba hasta el último kopek. No pude evitar preguntarle a Alías si creía que, con Putin, a Dostoyevski lo habrían vuelto a encarcelar. Tal como están ahora las cosas, me respondió, si formulara una crítica directa a la clase dirigente, no tendría más remedio que publicar en una pequeña editorial, o largarse. Y es que Rusia vive una de las represiones más negras contra la prensa independiente y la disidencia desde la época soviética. No son casuales dos premios de este año: el Nobel de la Paz para un veterano periodista ruso y el Sájarov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo para Navalni.

A los rusos les cuesta entender que el trágico Dostoyevski despierte pasiones en el extranjero. Con todo, la fascinación actual por el true crime tiene un antecedente en sus obras. Crimen y castigo debe de hacer las delicias de Carles Porta. Y luego todo ese desfile de príncipes epilépticos, terroristas revolucionarios, intelectuales nihilistas, parricidas, funcionarios neurasténicos, ludópatas incurables y usureras que pueblan sus novelas... Escribir devorado por las deudas le empujaba, más que a alcanzar la excelencia estilística, a intentar atrapar a los lectores. Dostoyevski lleva al límite psicológico a sus personajes, pero sabía muy bien de qué hablaba: practicó la resiliencia mucho antes de que la palabreja se pusiera de moda.

¿Cómo nos desenvolveríamos si diéramos a cada segundo de la vida un valor incalculable? Eso lo aprendió después de pasar por un simulacro de fusilamiento, como le explicó a su hermano. Además, hay un dilema que atraviesa toda su obra y que sigue vigente. Me explico. Tomemos algunas noticias internacionales: ¿un fin razonable justifica tomar un camino (quizás) equivocado? Por ejemplo, ¿¿protegerse con una tercera dosis, pero dejar a otros invacunados? ¿Y negociar con estados autoritarios a cambio de reservas de gas?

La pandemia nos hizo volver a aquellos clásicos que describían o presagiaban una gran plaga. En las redes se recordó la pesadilla que aparece al final de Crimen y castigo: en medio de la fiebre y los delirios, Raskólnikov sueña con una grave enfermedad mortal que se extiende por el planeta desde las profundidades de Asia. Además de la coincidencia geográfica, el escritor acertó también con otra cuestión (su segunda obsesión después de la libertad): cómo las ideas nos dirigen, gobiernan nuestras acciones y se propagan siguiendo un patrón epidemiológico, en especial las más radicales y menos elaboradas. El virus que aterra a Raskólnikov en sueños tiene un síntoma particular: quien lo padece se siente “el único depositario de la verdad”. A medida que avanza la epidemia, por tanto, nadie escucha a nadie, inamovibles en sus convicciones, en un mundo polarizado y en permanente confrontación, incluso entre correligionarios. El novelista ruso no podía concebir un panorama más desolador. Echando una ojeada a la actualidad, sueño y realidad vuelven a confundirse. Y yo no puedo evitar pellizcarme.

Leer más
profile avatar
5 de noviembre de 2021
Blogs de autor

Antonio y Cleopatra

Representada, seguramente por primera vez, en una fecha imprecisa de 1606, Antonio y Cleopatra no volvió a los escenarios hasta pasados 150 años, lo cual más que de fracaso habla de unas circunstancias que ayudan hoy a entenderla mejor en su osadía y su gran ambición tragicómica. Fue además escrita, y también esto es significativo, a continuación de cuatro obras maestras del más alto periodo shakespeariano, precediéndola Otelo, Medida por medida, El rey Lear y Macbeth.

En 1677, setenta años después de aquel probable estreno y trascurridos más de sesenta de la muerte de Shakespeare, un buen poeta y comediógrafo de la Restauración, John Dryden, puso en escena Todo por amor (All for Love), “escrita en imitación del estilo de Shakespeare” confiesa el propio Dryden, y esa tragedia sobre Marco Antonio y la reina egipcia tuvo tanto éxito que eclipsó a su modelo; el original de Shakespeare sería rescatado ya en el siglo siguiente, en 1759, por una de las figuras legendarias del teatro británico, David Garrick, cuyo Antonio daba réplica a la Cleopatra de otra gran actriz del momento, Mary Ann Yates. Aun así, la obra no entró en el repertorio, y lo que sigue es mi interpretación somera y tentativa de las razones de esa incomprensión o temor a un texto actualmente considerado esencial dentro del canon del Bardo: un texto en exceso atrevido para aquellos siglos que veían fluir la sangre con gran derrame en los escenarios, y abundaban en la representación de incestos y estupros, pero en los que la intimidad carnal sin freno de una ilustre pareja histórica podía escandalizar.

Ya en su primera escena, Antonio y Cleopatra revela los componentes opuestos y tan bien ensamblados que la caracterizan; la voz de una opinión pública desconfiada que, en boca de dos ciudadanos de Alejandría lamenta, no sin racismo, la chochez de un militar de rango como Antonio enamorándose perdidamente de una “gitana con tez de betún”. Para esos ciudadanos recelosos, al igual que para la alta jerarquía que comparece poco después en Roma, Cleopatra ha hecho del general romano “el hazmerreír de una ramera”, y la descripción despectiva no es tan huera como parece. Si hay algo que destaca en esta tragedia es la idea de diversión, de placer gozoso que sostiene el desarrollo de la pasión y casi podría decirse que proyecta a los enamorados en un más allá hecho de sensualidad verbal y disfrute de la risa. No puede ser casual a tal respecto, sino premeditada ingeniería dramática, que las escenas de las agonías y muertes de los amantes (acto IV escena 15 y acto V escena 2) transcurran en un constante equilibrio entre lo conmovedoramente patético y lo descacharrantemente cómico. En sus crisis de celos, en sus desplantes, en sus golpes bajos y sus zalamerías, en sus acusaciones mutuas y sus gloriosas reconciliaciones, está la clave de una contienda erótica en la que ni ella ni él desean quedarse en segundo lugar. De ahí lo extraordinario que la primera frase pronunciada por la reina en la obra sea ese “Si es en verdad amor, dime cuánto”, a lo que Antonio, entrando al trapo, responde “Pobre es el amor que deja sacar cuentas”. Cielo y tierra, sublimación y rencillas domésticas, van a ser en esa larga fase postrera de su relación los dos polos que les mantenga unidos y al fin les destruya.

Amada Cleopatra por otros hombres de abolengo antes de conocerse Antonio y ella (cosa que se resalta en los diálogos con una mezcla de impudor y vanidad), la reina de Egipto quiere evaluar el amor del triunviro para estar segura de que, llegado el momento inevitable de la confrontación de Oriente y Occidente, el valor de su ligazón sentimental superará al otro gran poder que está en juego, el poder político; un territorio desplegado entre los campamentos, las naves de guerra, los palacios y las alcobas, lo que da paso a muy vivas escenas de conspiración, mangoneo, traiciones y alianzas de conveniencia.

Es sabido que Cleopatra, hija de reyes y reina ella misma, fue una mujer curiosa y sabia, lectora y escritora (a ello se alude en la escena 3 del acto III), pero también estratega astuta en un universo de hombres sibilinos a los que no es aventurado decir que les atraía su belleza, su arrojo y su labia. Shakespeare, el más consumado artista de la elocuencia teatral, lo es tanto por boca de reyes o princesas como cuando hace hablar a los más siniestros sicarios y a los bufones menos compasivos; en esta obra los criados, los centinelas, los agoreros profesionales y los mensajeros se expresan con una dignidad y un sentido inapelables, lo que quizá justifique a los ojos de la pareja protagonista las ganas de mezclarse y hacer fiestas con la servidumbre y la soldadesca. Aunque las batallas de ingenio que ambos pelean constantemente, sin dejar de amarse, no tienen parangón. La tragedia de Antonio y Cleopatra, antes de serlo, es una de las comedias más chispeantes del autor.

Es también una obra en la que una de las recurrencias mayores de Shakespeare, la paternidad y sus reflejos filiales, aparece de un modo singular, distinto al que se da en Hamlet o El rey Lear, en los dos Enriques IV y el Enrique V, en El mercader de Venecia y en El rey Juan. Cleopatra es hija y heredera de los Tolomeos, y para continuar esa dinastía de la que tan orgullosa se siente, insiste y maniobra con la finalidad suprema de que su hijo, un desdibujado Cesarión, posible retoño de Julio César, la continúe y la afirme. Por su parte, Antonio tiene en el dramatis personae del Bardo una condición única: ser personaje muy central en Julio César (1599), y desempeñar en 1606 uno de los roles titulares de esta tragedia egipcia. Es muy de subrayar que en su primera encarnación Shakespeare dote a Marco Antonio de una gran contención y dignidad en la austera y muy hermosa oración fúnebre tras el asesinato de Julio César en el Senado romano, y siete años más tarde le confiera al mismo personaje una oratoria colorista, asiática la llama Plutarco, cuajada de metáforas y ocurrencias que se equiparan y desafían a las de Cleopatra, reina oriental. Dentro y fuera del lecho, en el puente de mando naval o al frente de las tropas, Antonio tiene en su mente como referencia o modelo al admirado Julio César; tampoco Cleopatra le olvida, aunque siente rabia de que su sirvienta Carmia, tan avispada, compare a los dos hombres, poniendo a su antiguo amante por encima de su definitivo amor del presente.

La voluptuosidad de Antonio y Cleopatra se acentúa por la edad que han cumplido; como tantas parejas actuales, los dos vienen de un pasado amoroso nutrido y con descendencias cruzadas. Su madurez les apremia pero les da también sabiduría. El poder de atracción de Cleopatra, basado no sólo en su físico sino en su palabra y en la resonancia de su memoria, da pie a breves y picantes intentos de seducción, en los que Shakespeare es maestro. Y tienen mucho peso los perjudicados principales: Octavia, intercambiada en una transacción de alta política, Enobarbo el auto-castigado por su breve abandono al jefe, Lépido; Sexto Pompeyo (otro hijo con angustia de las influencias paternas), el adolescente Eros, de ambigua y delicada fidelidad a su señor Antonio. Y, naturalmente, el vencedor Octavio César, que no hay que confundir con el gran general; se trata de su ahijado y sobrino segundo, que consiguió el laurel de emperador ambicionado por su tío.

La macabra danza amorosa entre el deber y el placer, así como el desfile constante de adivinos y mensajeros, tiene un memorable momento teatral y melódico, en la escena 3 del acto IV, que también ha pasado en una condensación de veinte líneas a la historia de la literatura. Me refiero al extraordinario poema del griego de Alejandría C.P. Cavafis El dios abandona a Antonio, escrito en 1910 y para Luis Cernuda una de las cumbres de la poesía del siglo XX, como sin duda lo es toda la obra de Cavafis. Citando las Vidas paralelas de Plutarco (al igual que Shakespeare en varias de sus piezas), Cavafis, que compuso un buen número de poemas sobre el entorno de nuestra pareja de amantes, entona en sus versos el lamento de un mundo que, tanto para Cleopatra y Antonio como para el oscuro funcionario civil fallecido en 1933 que él fue, desapareció cuando las pasiones de amor extremo empezaron a estar mal vistas en sus respectivas épocas. Ellos dignificaron, dice el poeta, esa ciudad extinta que no fue un sueño. Y que si lo fue merece seguir siendo oído en la celeste música de la palabra.

Leer más
profile avatar
4 de noviembre de 2021
Blogs de autor

Un posible argumento a favor de nuestra singularidad

Las computadoras pueden conectarse a otras, apropiándose así de la capacidad de almacenar información de estas últimas. Como esto les da una ventaja sobre nosotros, se está intentando que los humanos podamos mediante implantación de chips conectarnos a las redes de silicio. Asunto que se presenta como inminente, y que contribuiría decididamente a la equiparación –cuando menos parcial- de nuestros destinos con el de seres… creados por el hombre. Entiéndase bien que, según como se interprete todo el asunto, se trataría de que el hombre pueda emular a la entidad maquinal por él generada y no al revés.

Pues bien, precisamente porque reconozco que todo esto puede desbaratar arraigadas convicciones sobre la singularidad absoluta del ser humano (por las que a priori tengo sesgo positivo), aventuro a favor de tales convicciones un argumento digamos de factura kantiana, que creo es algo más que ideológico.

El funcionamiento de nuestra mente cuando lo que está en juego no es el orden del aprendizaje empírico ni el orden del conocimiento puramente eidético (un conocimiento del tipo del que nos ofrecen las matemáticas), el funcionamiento de nuestras facultades cuando el criterio no reside en la objetividad, sea empírica o trascendental (así el funcionamiento cuando legisla un principio moral), pero sobre todo el funcionamiento cuando lo que está en juego es aquello que denominamos estética (en un sentido ciertamente muy alejado de la significación originaria), tal funcionamiento sería el indicio mayor a la vez del peso de lo simbólico cuando se trata de nuestra especie y de la radical irreductibilidad de la misma, es decir, entre otras cosas, imposibilidad de objetivación del ser humano, y por consiguiente imposibilidad de hacer del mismo un objeto de ciencia.

Leer más
profile avatar
4 de noviembre de 2021
Blogs de autor

Con amo y sin ley

Recuerdo yo que la garantía de un sistema democrático se basaba en la división de los poderes y su equilibrio. La quiebra de ese principio destruye el fundamento de la democracia

Me tiene muy escamado el ocaso de los jueces, el cada vez más extendido desacato a las sentencias, el menosprecio del Poder Judicial, para resumir, la muerte de Montesquieu. Recuerdo yo que la garantía de un sistema democrático se basaba en la división de los poderes y su equilibrio. La quiebra de ese principio destruye el fundamento de la democracia. Si el Poder Judicial no puede controlar los desmanes del Ejecutivo, estamos en una dictadura. Si el Legislativo no puede corregir los errores judiciales, lo mismo. Y si el Legislativo es tan sólo un empleado a sueldo del Ejecutivo, peor.

Cuando medio Gobierno echa fuego por los colmillos, suele ser porque alguna sentencia le perjudica. Y desde luego el populismo mismo no es otra cosa que una anulación del sistema judicial al que los ministros querrían aplastar para imponer su voluntad. No es sólo el Ejecutivo catalán el que actúa como si los jueces fueran de trapo, es también la práctica de un Gobierno tan próximo al totalitarismo como el de Polonia. Cuando el Judicial polaco dice que las leyes europeas están por debajo de sus leyes nacionales está negando la existencia misma de la Unión Europea. Lo consecuente sería su salida. Pero en lugar de la expulsión, el Gobierno europeo opta por unas tímidas multas que finalmente, si se pagan, las pagará la población y no el bolsillo de los facciosos. Lo mismo cabe decir de los nacionalistas catalanes que se niegan a pagar las multas de sus delincuentes políticos. Si se pagan, las pagará la población catalana.

Dado el poder cada vez más descarado del Ejecutivo, el sometimiento de un Legislativo con parlamentos esclavos de los partidos, y el hundimiento del Poder Judicial, ¿alguien duda de que estamos encaminados a dictaduras y absolutismos hipócritas? Venezuela parece señalar el futuro.

Leer más
profile avatar
2 de noviembre de 2021
Blogs de autor

El peso del apellido o el peligro de la disolución

De Huaco retrato, la última novela de Gabriela Wiener (Lima, 1975), publicada recientemente por Random House, se ha destacado la valentía de la autora a la hora de mostrar todas sus contradicciones y sus cobardías. Un ejercicio tan arriesgado como es el de presentarse públicamente como la heredera de un explorador cuya práctica hoy día se puede considerar expolio, o el de mostrarse como la persona que traiciona a los individuos a quienes ama es posible gracias a que la literatura, ya sea en la lectura o en la escritura, siempre proporciona una distancia y una ambigüedad que acaban protegiendo a quien escribe o lee. Al fin y al cabo, la historia no es la verdad, es sólo literatura, es sólo artificio, «es solo un truco», como se nos decía en La gran belleza. Precisamente, este carácter ilusorio es lo que convierte a la confesión en una obra de interés para quien escucha, observa o lee, porque los ejemplos nos enseñan, ordenan nuestro pensamiento.

Son muchos los temas que Wiener saca a colación, con una prosa directa y libre de artificios, fruto de su celebrada trayectoria como cronista en medios como El País o en los contenidos en español de The New York Times –reside en España desde hace casi dos décadas–, pero también de la pulsión que aparentemente parece empujar al libro. Ella misma, con la ironía que muy pocas veces abandona, cuestiona el hecho de que esté recurriendo a la autoficción. Ironía y autoficción para tener bien presente que, con la habilidad de un buen ilusionista, se puede manipular la apariencia que percibimos como realidad. El peligro reside en que todos los recursos se dediquen al espejismo, porque después de la fugacidad del fenómeno que nos deja boquiabiertos, no queda nada. Gabriela Wiener, sin embargo, se instala en lo que queda después de la explosión mágica. Primero, para tratar de entender con qué mecanismos debe integrar ella al discurso de su propia identidad los descubrimientos de su antepasado, el explorador judío-austriaco Charles Wiener, que, a finales del siglo XIX estuvo a punto de descubrir Machu Picchu y que se apropió de casi cuatro mil huacos –preciadas piezas de cerámica de las culturas precolombinas que solían encontrarse en lugares sagrados– y un niño. Hasta qué punto las acciones más o menos atroces, más o menos sancionables de nuestros ancestros –es decir, ese tópico «del lugar del que venimos»– nos definen y las culpas que cargamos por ello es un tema importante si aceptamos la trascendencia que la memoria juega para nuestro anclaje en el mundo. Cuando los rasgos heredados dirigen en buena medida nuestra manera de actuar y el modo en que nos ven o nos interpretan los demás, es recomendable manejarlos con un cierto conocimiento de causa. Wiener nos demuestra con su experiencia que no siempre es fácil, que la opción de negar el legado recibido y mirar para otro lado no funciona casi nunca. Especialmente, cuando ella, defensora y practicante del poliamor –y de una escritura repleta de sexo explícito y naturalizado–, tiene que lidiar con el descubrimiento de la doble vida de su padre recién fallecido.

Su crudeza nos ofrece un nuevo ejemplo de cómo, con frecuencia, el proceso de duelo consiste en construir para el difunto una nueva personalidad, una nueva existencia que nos permita encajarlo en nuestro esquema, en el mapa que dibujamos, día a día, de la realidad. Efectivamente, el ejercicio realizado por Wiener es de una gran valentía. No tanto por poner en el centro de todas las miradas sus propias debilidades o dudas, sino por proponer a quien se acerca un ejercicio similar: el de sumergirse en las propias cobardías y en las certezas débiles que nos sostienen para tratar de obtener una forma que, aunque no nos acabe de favorecer del todo en la foto, nos permita conectar mejor con nuestra esencia y entender de qué manera se integra esta en la Naturaleza de la somos parte para sentir honestamente la vibración de la existencia, aunque no siempre sea placentera.

Leer más
profile avatar
1 de noviembre de 2021
Blogs de autor

Ciencias naturales

Nunca nadie pudo imaginar la existencia de tal cantidad de vulcanólogos, sismólogos, geólogos, pertenecientes a no se sabe cuántas entidades públicas y privadas, consagrados por lo que parece en cuerpo y alma a la prevención de cataclismos, pero que no aciertan una. ¿Alguien predijo la erupción del volcán? ¿Alguien acertó cuándo la lava caería al mar? Eso sí, sus declaraciones resultan en extremo provechosas; ahora mismo uno de esos notables caballeros acaba de informar que “no son buenas las consecuencias para la salud de las emisiones de dióxido de azufre”, mientras otro advierte que “es mejor protegerse las vías respiratorias para no ingerir ceniza”, y no podemos olvidar a uno de los primeros en aparecer en los canales televisivos, según dijeron director de un importante organismo, que anunció, muy en la línea del inefable sabio pandémico Fernando Simón, que lo de Cumbre Vieja iba a durar escasas horas. Y, otra cosa, aún no se ha oído a ningún político, urbanista o científico que llamara la atención sobre el disparate de instalarse a vivir en la falda de un volcán; recuerda demasiado a las periódicas inundaciones de casas y negocios construidos, con el beneplácito de la Administración, en los cauces de ríos, rieras, ramblas y torrentes. Claro, claro, que casi nunca llueve mucho y que han pasado nada menos que cincuenta años desde que despertara un volcán en La Palma.

Leer más
profile avatar
1 de noviembre de 2021

Colectivo SMACK: ‘SPECULUM, Eden’, 2019 Colección Solo

Blogs de autor

El Bosco finalmente rescatado

Algo así sucedió en el Museo del Prado con motivo de la exposición conmemorativa del quinientos aniversario de Jheronymus Bosch, el Bosco. Desde las páginas del catálogo editado por el museo, en aquél remoto 2016, los expertos extranjeros invitados a celebrar la efemérides aprovecharon la oportunidad para anudar la versión ortodoxa de las obras atribuidas al artista de Brabante.

Haciendo gala de una satisfecha convicción doctrinal, los especialistas imputaron a la obra del Bosco intenciones cuya huella no hay manera de encontrar en sus pinturas. Y aun así no vacilaron al proclamar la apropiación académica del enigmático y virtuoso personaje.

Uno de los textos publicados en el catálogo atrae con especial intensidad el interés del lector. Paul Vandenbroek, conservador del Museo de Bellas Artes de Amberes y profesor en la Universidad de Lovaina, sintetiza sus años de investigación y presenta al Bosco como el testigo de una época atormentada por las “conductas aberrantes de las clases sociales más bajas” (sic). Una caterva de “mendigos, vagabundos y prostitutas entregados a los salvajes impulsos del cuerpo y a la estúpida locura del pecado”. Pecadores poseídos por “el vicio de la promiscuidad, la gula y la ebriedad, frecuentan tabernas y burdeles y buscan el placer en las desinhibidas fiestas populares”.

Vandenbroek atribuye al Bosco un profundo desdén por los “mendigos y marginados, un rechazo frontal al dispendio, la pereza y el despilfarro, un vehemente desprecio por las clases bajas y las efusiones carnales de una festividad popular vil y vergonzante”. Subraya también el autor que el Bosco trata a los pobres como “zánganos, rufianes, ladrones y derrochadores” y que el espectáculo de la “pobreza autoinfligida” y la “pobreza autoprovocada” lleva al artista a promover “la ética del trabajo, la frugalidad y la sobriedad que prepara el terreno al discurso capitalista” (sic).

Eric de Bruyn, por su parte, asegura que el Bosco condena “todas las formas de conducta que la clase media burguesa considera desviadas y pecaminosas”. Larry Silver constata la “cruel visión de una humanidad pecadora y culpable”. Reindert Falkenburg imputa a las figuras del Bosco un “servilismo subordinado a las fuerzas del mal”.

Resulta desconcertante que los ­expertos invitados por el Museo del Prado imputen al Bosco la acritud ­calvinista que aún no había irrumpido en la historia, le atribuyan una per­turbada fobia a los pobres y sometan la ­bulliciosa creatividad de su obra al rigor de una doctrina clasista y puritana.

Si uno se propone examinar la obra del Bosco es aconsejable escrutar su tupido lenguaje visual con la ironía que percibe el reverso de las imágenes y descifrarla como un escurridizo tropo satírico que mientras omite, afirma, y cuando señala, engaña. La paráfrasis elíptica de la imaginación artística, incómoda con la evidencia grosera de la obviedad literal, se despliega en las pinturas del Bosco con asombrosa energía.

Las criaturas atroces, alimañas híbridas, enanos deformes, bufones endiablados y saltimbanquis lascivos que pueblan sus paisajes son las figuras de una monumental sinfonía burlesca. La simbiótica hermandad de ángeles caídos, basiliscos, bichos y libélulas fundada por el Bosco es la fábula de un fuego mistérico y de su farsa mundana.

La llamada Nave de los locos la presentan los expertos como parte de ese sermón lanzado contra los “zánganos, rufianes y ladrones”, como un edicto punitivo contra los “pecados de gula y lujuria que conducen a la perdición”. En realidad, La nave es una amable escena lacustre en la que un grupo de amigos disfruta de la bebida, la comida y la música. Del Carro de Heno , una de las soberbias e impenetrables escenas del Bosco, se dice que muestra a “la humanidad arrastrada por el pecado”, pero el reverso de la imagen, su réplica transparente, alude al libreto de otra dramaturgia. El desfile evoca además el fervor carnavalesco que convocaba la Fiesta del Asno.

Quien se haya demorado alguna vez ante el Jardín de las Delicias no dejará de recordar la sensación de plenitud erótica que envuelve a las damas y caballeros desnudos sobre la hierba, cabalgando a pelo los corceles y destilando el placer de la ternura hasta el orgasmo sostenido del amor sublime. Ningún rastro del obsesivo desdén supremacista a los “pobres, pecadores y mendigos”.

Así lo entendió fray José de Sigüenza, el bibliotecario de El Escorial que compartía el entusiasmo de Felipe II por el Jardín de las Delicias : “causa admiración cómo pudo haber tanto ingenio y extrañeza en una sola cabeza”.

La presentación de la Colección Solo, en el Centro de Creación Contemporánea de Matadero en Madrid, aparece ahora como una formidable respuesta a la compungida ortodoxia que tenía secuestrado al Bosco y nos muestra la impetuosa imaginación creativa de unos artistas fascinados por su obra.

Las obras expuestas en Matadero rinden tributo al Jardín de las Delicias y acogen el deslumbrante juego de reflejos, simetrías, y réplicas que excita la extraña obra en los artistas implicados en esta recuperación lúcida y poderosa.

Los hallazgos del arte digital, la estética de los videojuegos, el arte sonoro, la animación, el argot pop, el lenguaje de los comics y la historia de la pintura (en la obra de Davor Gromilovic, Mu Pan, Raqib Shaw, Sholim, Dave Cooper, Dan Hernández, Cassie McQuarter y otros) sustentan una penetración lúdica en los iconos herméticos y las figuras grotescas del Bosco y auspician su nueva instalación en la conciencia contemporánea. La mayoría de las obras expuestas en Matadero fueron encargadas a los quince artistas por la Colección Solo y se presentan como un diálogo con la emblemática obra del Bosco. Los comentarios de los autores que se recogen en el catálogo denotan un inteligente acercamiento al silencioso artista, a su sensualidad y a las fuentes de su visionaria imaginación.

El jardín de las delicias. Un recorrido a través de la Colección Solo. Matadero MADRID. Centro de creación contemporánea. Madrid.www.mataderomadrid.org. Hasta el 27 de febrero de 2021

Publicado enLa_Vanguardia_Culturas_El Bosco finalmente rescatado

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2021
Blogs de autor

La matriarca de los mundos

Marcela de Juan fue, ella sola, un puente más largo que la ruta de la seda entre España y China. Gracias a ella el lector español pudo acceder a la poesía china en traducciones menos precisas que las actuales, pero también más líricas y musicalizadas. Le invito al lector a pasar por encima de esa y otras peculiaridades, y si le gusta la poesía china, abordar toda clase de traducciones, dándole un lugar privilegiado a Marcela de Juan, una mujer absolutamente única por sus orígenes. De padre chino y madre belga, nació en La Habana pero se crió en Madrid, cuando su padre, que procedía del mandarinato, cumplía funciones diplomáticas. Su padre conoció a Pío Baroja, que cuidaba mucho sus amistades exóticas, y a Palacio Valdés, que le dedicó un capítulo de una de sus novelas.

Para los que se han acercado a la literatura de la época de Marcela, verán en ella paralelismos con Lin Yutang, tanto en sus visiones de Pekín y Shanghái como en el uso del humor sin vinagre. Nos hallamos pues ante una mujer que renuncia a la amargura en beneficio de la ironía pura, que suele ser de naturaleza alegre y burlona. En La China que vi y entreví, Marcela de Juan aborda sus memorias en un estilo cordial, sencillo y familiar, en las antípodas de toda forma de pedantería, ya que nunca pretende oscurecer las aguas para que parezcan más profundas.

Por ser de madre católica, a Marcela le tocó conjugar en su persona dos universos religiosos muy diferentes, pero salió airosa de la prueba. Su padre era abierto y a la vez devoto de las tradiciones, y Marcela estuvo a punto de que le vendasen los pies. Afortunadamente, su madre se opuso a tan detestable práctica y Marcela pudo crecer a la par que sus pies. También la comprometieron, en matrimonio concertado, a los seis años, pero el novio murió, de modo que se quedó en plena infancia “compuesta y sin novio”, como dice ella. Le quedaba tiempo para encontrar otro compañero. A través de su libro, vemos desplegarse el Pekín anterior a la devastación industrial, con un urbanismo uterino donde la ciudad y el campo podían conjugarse, gracias a los distritos rectangulares y amurallados: los famosos hutongs, que solían incluir jardines en los que se desplegaba a diario la vida con todos sus matices.

La descripción de Pekín desde el registro sonoro, desde sus voces múltiples, sus músicas y sus ruidos, es todo un logro narrativo, que me desconcertó y me estimuló, y que me condujo a algunos momentos de la obra de Proust. Sorprende que su visión de la China maoísta no sea árida, y no lo es porque entiende el alma china, sus turbulencias y su sentido de la contradicción, bien presente en el Tao. Y así, de la China prerrevolucionaria de los primeros capítulos, pasamos a la China posterior a la Revolución Cultural, completando un mosaico circular que abre y cierra una vida tan singular como la de Edith Warton. Nos hallamos pues ante un libro fundamental de la gran matriarca de muestra sinología. Que esa mujer fuese a la vez belga, china y española no deja de ser una desconcertante y feliz fatalidad, como ella misma explica en este libro imprescindible y lleno de humanidad.

(Texto publicado en Babelia)

Leer más
profile avatar
28 de octubre de 2021
Blogs de autor

El péndulo de la historia

 

Yuri Tyniánov aborda en esta novela inédita en español los estragos de la codicia imperialista a través de la trágica historia del poeta y diplomático Aleksandr Griboiédov

 

Sostengo esta voluminosa novela sobre la mano y pienso que sería una pena que su extensión siberiana (así como su título, La muerte del vazir-mujtar, y el apellido del autor, un tanto exóticos para los hispanohablantes) la privara de llegar a los lectores. Para Yuri Tyniánov (1894-1943), uno de los padres del formalismo ruso y brillante ensayista, la literatura se distinguía de la historia por su mayor comprensión de los hechos y sus actores. Experto en la obra y época de Pushkin, experimentó con la novela histórica a fin de hacerse preguntas, como en una investigación académica. La principal: ¿hasta qué punto la intuición literaria puede retorcer los documentos para alcanzar una verdad más honda? La literatura, lejos de ser un espejo de la realidad, la altera. Para superar la novela convencional se fijó en técnicas como el montaje cinematográfico.

En este título inédito hasta ahora en español, Tyniánov recorre —de San Petersburgo a Teherán, pasando por Tbilisi y Tabriz— los últimos meses del políglota y misterioso diplomático y poeta Aleksandr Griboiédov (1795-1829), cuya satírica obra teatral La desgracia de ser inteligente pasa por ser el texto más citado en el habla cotidiana y las letras rusas, además de texto alentador de la rebelión decembrista de 1825, fallido intento de establecer una democracia representativa en Rusia. Tyniánov abordó su figura intocable —encumbrada por la ortodoxia soviética como mensajero de la futura revolución— para dotarla de relieve. Un momento crucial en la vida de Griboiédov fue la escritura de su comedia, una crítica a la hipocresía a cargo de su protagonista, el misántropo Chatski, que, después de años ausente, vuelve a Moscú y choca con una sociedad rancia. Otro fue la redacción del severo tratado que puso fin a la guerra contra Persia, en virtud del cual el imperio ruso consolidó su ansiada salida al mar por el sur. Aunque Griboiédov volvió triunfal a San Petersburgo, se le ordenó volver a Persia en calidad de vazir-mujtar (ministro plenipotenciario). Para unos, era un temerario librepensador; para otros, un lacayo del zar. Ya en Teherán, una turba asaltó la Embajada rusa y consumó la yihad “contra el infiel de gafas”, al que desmembraron como culpable “de las guerras, de los abusos de los oficiales, de las malas cosechas”. En la novela se cuenta que su cabeza, ensartada en una pértiga, fue paseada varios días y que solo se pudo identificar una mano suya, por su meñique herido en un duelo, de entre los restos recuperados en un albañal.

El malogrado dramaturgo fue la excusa para que Tyniánov, que con el ascenso de Stalin tuvo que arrinconar sus teorías vanguardistas y dedicarse a la edición, crease un paralelismo entre su generación y la del siglo anterior (cuyas aspiraciones de cambio truncó otro dictador, Nicolás I), supervivientes ambas que debieron adaptarse a un “tiempo quebrado”. Leer a Tyniánov un siglo después, en la era de Putin, refuerza una imagen que atraviesa el libro, la del péndulo de la historia a veces convertido en bola de demolición. Documentada, sofisticada, meticulosa, filosófica y rica en referentes literarios, La muerte del vazir-mujtar es una admirable novela sobre los estragos de la codicia imperialista, la opresión, el desencanto generacional, el talento desperdiciado, la construcción del orden internacional y los destinos individuales en las oscilaciones del tiempo.

Leer más
profile avatar
27 de octubre de 2021
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.