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Un exceso

Por 21 de septiembre de 2021 Sin comentarios

Hernán Cortés en la batalla de Otumba, pintura de autor desconocido, en el Museo del Ejército de Madrid.

Félix de Azúa

 

La primera censura a Gómara se debió a que no calla los desmanes de algunos colonizadores. Gran razón para leerlo. Otra es el estilo

Ante suceso tan colosal como el descubrimiento del continente americano puede uno tomar la humillada posición de los vencidos y culpar de todo mal a los llamados “conquistadores”, como hace López Obrador, juicio demolido con entereza por Ferlosio en su célebre “Esas Indias…”. O bien puede tomar la de los vencedores y convertirlo todo en una gesta o leyenda. Cabe también, como Lévi-Strauss, verlo como una acción civilizadora y alabar las sucesivas disposiciones de la corona de España (véase Les trois sources de la réflexion ethnologique). El asunto en cuestión es tan excesivo que lo mejor es hacerse la propia idea leyendo a los cronistas.

Hay entre ellos los del odio a España, como Las Casas; los testigos personales de la acción, como el supremo Bernal Díaz; o escritores lo más objetivos posible en una historia en la que resulta espinoso discernir la verdad, la exageración y la mentira. El más célebre de este último grupo fue Francisco López de Gómara, cuya Historia de las Indias acaba de publicar la siempre admirable Biblioteca Castro. Es un considerable volumen de casi mil páginas, con una útil introducción de Belinda Palacios y ayudado por tres grandes mapas sin los cuales es difícil orientarse en aquel mundo desaparecido.

La ambición de Gómara era tan excesiva como su crónica pues comienza con el primer viaje de Colón y termina en 1551. Dedica una mitad a la conquista de México y termina ante la tumba de Cortés de quien era adepto confeso y parcial. La gran crónica, que fue prohibida al año de publicarse, ha sido inaccesible durante muchas décadas. La primera censura se debió a que no calla los desmanes de algunos colonizadores, pero sin generalizar. Gran razón para leerlo. Otra es el estilo, sobrio, sencillo, elegante.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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