Francisco Ferrer Lerín
Ayer cené con mi asesino. Una de esas cenas pantagruélicas de finales de agosto que se montan como cierre de temporada. Yo no estaba advertido, pero algo me decía que allí, además de servir un marisco inaceptable, ocurrían otras cosas. Éramos unos veinte, y en esa mesa rectangular, gigantesca, me situaron en el centro, quizá por mi edad, quizá para que un mayor número de comensales se beneficiara de mis ocurrencias. Frente a mí quedaron una serie de individuos desconocidos, primos o hermanos de no sé qué veraneantes, que no cesaron de reír y gritar durante todo el ágape. Uno de ellos, al que llamaban Pitarra o Piparra, y me resisto a creer que nombre tan desgraciado fuera realmente el suyo, era el que parecía llevar la voz cantante. Pues bien, respecto a esa persona, alguien me comentó después, cuando salíamos del jardín, que era mi asesino, el tipo que en la primavera pasada se dedicó una noche, o una madrugada, a anunciar por ahí, telefoneando en horas intempestivas, que Ferrer Lerín había fallecido, que los medios llevaban la noticia. Estuve tentado de agarrar por la pechera al tal Pitarra / Piparra, mas no tenía claro si se trataba de uno o de dos energúmenos, es decir un energúmeno Pitarra y otro energúmeno Piparra, cuando ampliando la información me contaron que Miguel Lucas, un amigo mío de toda la vida, sufrió un desvanecimiento al recibir la llamada y que también a otras personas de mi confianza les impresionó grandemente la noticia… pero me contuve, pensé que lo mejor era tener paciencia, y esperar. Y así ha sido, la espera parece que ha sido provechosa. La tele informa que la gota fría se ha cobrado dos vidas, dos hombres, uno en la provincia de Lérida y otro en la provincia de Guipúzcoa, se han ahogado en situaciones similares; ambos cruzaban un barranco a lomos de una mula; ¿sería mucho pedir que al menos uno de ellos fuera Pitarra / Piparra?