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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hasta aquí llegó el agua

No son las encuestas, siempre averiadas. Son las expectativas. La marea azul venía subiendo desde que empezó la crisis. Y hasta aquí ha llegado. Andalucía y Asturias marcan el nivel que alcanzó el agua. Rajoy tiene algo que agradecer a su amarga jornada electoral del domingo: justo a los cien días, conoce mucho mejor los límites de su poder. El mayor daño suelen producirlo las medicinas mal administradas. Rajoy quiso dosificar la purga europeísta y le ha salido mal el calendario. Si hubiera sacado menos pecho en Bruselas con el déficit y además hubiera elaborado los presupuestos a tiempo ahora podría atribuir entero el resultado electoral a la reticencia antieuropea de la izquierda española.

El ensueño de un cambio histórico en Andalucía, que le diera por primera vez a una fuerza conservadora la mayoría, se ha desvanecido. El socialismo no ha ganado, que quede claro. Su declive sigue. Quien se beneficia directamente es Izquierda Unida, que reclamará el premio y la prima por su victoria. Pero al cabo de la calle queda demostrado que la roja Andalucía es un dato fijo de la realidad española como lo son Euskadi y Cataluña dominados por los hechos diferenciales del nacionalismo. Recordemos que el único clientelismo que se denuncia es el de los otros, como sucede con la corrupción, y evitemos así la explicación fácil a las victorias ajenas. También se lee de otra forma este primer percance serio de su presidencia. Arenas mandaba demasiado. Este es otro dato de la realidad que se deduce de la campaña, no de los resultados directamente. También en el PP los barones territoriales merman poder y márgenes de maniobra al Gobierno. Y no lo hacen por altruista sentido de Estado, sino por rastreros cálculos electorales: como todos. El vencedor inconsolable, como le ha calificado Ignacio Camacho, condicionó cuanto pudo a Rajoy durante la campaña sin sacar luego fruto alguno del poder propio ni de la debilidad ajena. Alguien deberá sacar conclusiones. Estos son los bueyes con los que hay que arar. O Rajoy busca la base mínima de consenso para salir de la crisis todos juntos, cediendo por tanto cada uno en sus pretensiones, o en caso contrario el sino nefasto de Papandreu empezará a planear como un águila sobre su cabeza. No era Zapatero, era la crisis. No era la socialdemocracia, era la crisis. Las crisis son las que destruyen los gobiernos, con independencia del esfuerzo que con frecuencia hacen los gobernantes para destruirse ellos solos sin ayuda de nadie. Una vez el tsunami se llevó a la izquierda por delante, ahora le toca llevarse lo que queda, que es la derecha. Cabe que esta línea del agua marque el momento en que empezó la caída de la derecha. Pero que nadie eche las campanas al vuelo: así como la destrucción de la izquierda no significa automáticamente la construcción de la derecha, lo contrario tampoco es cierto. No olvidemos otras hipótesis menos convencionales que suelen acompañar a las crisis, capaces de rentabilizar con gran eficacia los escenarios de empeoramiento. Cuidado, pues, con las euforias futbolísticas que suelen acompañar a los resultados electorales. En circunstancias idénticas suelen subir los populismos extremistas de ambos signos.



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Leopoldo Brizuela, Premio Alfaguara 2012

Leopoldo Brizuela En estos momentos, Rosa Montero (presidenta del jurado del premio Alfaguara 2012) acaba de anunciar el nombre del ganador del premio Alfaguara 2012: Leopoldo Brizuela. Una novela hipnotizante, sin grandilocuencia ni melodramatismo, que sucede en un periodo de violencia Argentina. Un Thriller existencial, lo calificó. Dijo: ?Leopoldo Brizuela  mundo es amenazador, pero esa amenaza está, mucha veces dentro de nosotros?. Así da la noticia El País. La novela se presentó con el título Una misma noche y su nombre real es La repetición. La agencia Schavelzon ha dejado enlazada el tema del libro:

Una madrugada del año 2010, un escritor presencia, por casualidad, el asalto de una casa vecina. No es un robo más: una banda organizada, con acceso a secretos bancarios, conocimiento de los más sofisticados sistemas de alarmas, varios coches que controlan la zona, camiones, y hasta un patrullero de la Policía Científica. Al día siguiente, hablando con vecinos, el escritor confirma que los asaltantes son policías, y se entera de que las víctimas, una familia de riquísimos empresarios, han decidido, por temor, no hablar. Pero la conmoción más profunda se produce porque ya en el pasado ha vivido una situación similar a la que acaba de presenciar: una situación de la que él es el último testigo que queda con vida. El escritor recuerda que en el año 1976, (el primero de dictadura militar en Argentina), esa misma casa fue asaltada por un grupo para policial que busca a Diana Kuperman, una abogada vinculada al grupo Graiver, una poderosa empresa bancaria e industrial, acusada de financiar a la guerrilla, con argumentos antisemitas apenas velados. El escritor entonces tenía apenas trece años; junto con sus padres fue obligado a participar del hecho. Entonces, también, el silencio buscó el olvido. Pero ahora, treinta y cuatro años después, el escritor decide escribir y publicar la historia de la que ni él ni sus padres hablaron jamás. ¿Cómo es posible que la estructura criminal montada por la dictadura hace décadas sobreviva hoy, intacta, en 2011? ¿Y que la gente común tenga la misma serie de actitudes, los mismos miedos? Solo descubrir el pasado le permitirá al escritor liberar el presente. La novela, que en principio tiene carácter íntimo, toma increíbles derivaciones cuando el gobierno actual decide reabrir la investigación sobre el grupo Graiver, y de cómo la dictadura militar, por medio de la difamación, la tortura y el asesinato, obligó a la familia a entregar su imperio económico, entre ellos la única fábrica de papel del país Papelprensa, de la cual todavía hoy depende toda la prensa impresa del país. Los secretos que el escritor desentierra de su propia memoria dejan al descubierto un intrincado laberinto de mafia y poder, en que el mismo escritor termina arriesgando su seguridad personal. Con una estructura de thriller -en que el narrador es a la vez la víctima y detective. La repetición reflexiona del papel del ciudadano en los tiempos del crimen organizado, sobre la memoria y nuestra capacidad de representar la experiencia del horror; sobre todo, el intolerable recuerdo de la propia cobardía.



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26 de marzo de 2012
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El problema no son las princesas

  Millones de niñas sueñan cada día con un hechizo, un vestido de color rosa y un caballo blanco. El príncipe, en realidad, es lo de menos; de hecho, apenas aparece en sus juegos aunque su presencia ?casi siempre al final del cuento? haya causado gran revuelo en el mundo de los adultos. Tanto desde lo políticamente correcto como desde una perspectiva crítica ?la que ha intentado darle la vuelta a los clásicos de los Grimm convirtiendo a Caperucita en una niña deslenguada o al lobo en un pobre bicho asustado?, se argumenta que lo más nocivo de los cuentos de hadas radica en el ideal de dependencia que proyectan. La incompletud de los personajes femeninos, que sólo puede remediarse con la intervención de un caballero salvador, amplificando la vulnerabilidad de las princesitas y glorificando un romanticismo tan venenoso como la manzana de la madrastra. Pero en los cuartos de juego, lo más significativo es la escenificación del cuento en sí mismo: el vestido como contraseña para acceder a un mundo mágico; el castillo que imprime una atmósfera misteriosa y, sobre todo, la pasión por el papel de princesa, una palabra polisémica en la más tierna infancia. Ni de lejos la idea fuerza la aportan los príncipes sino los personajes secundarios. Vean si no Blancanieves, uno de los clásicos eternos que ahora vuelve a la gran pantalla con Julia Roberts de madrastra y Lily Collins en el papel principal (y en junio, en una versión más punki, con Kristen Stewart y Charlize Theron). Hay imágenes en este cuento que producen mucho más sobresalto que el beso del príncipe: cuando la madrastra le habla al espejo, el heigh-ho de los siete enanitos (un modismo anglosajón que expresa cansancio y que en castellano perdió todo el sentido) y la manzana envenenada, que simbolizan, respectivamente, la envidia, la rutina y el engaño. Hoy la palabra princesa sigue vendiendo. Lo saben la monarquía británica y la factoría Disney, que se ha forrado con sus muñecas cursis, pero también con las más marginales como Mulán, Pocahontas o Tiana, que rompió con el llamado complejo de cenicienta buscándose la vida y abriendo un bar con su pareja. Pero ni las princesas tradicionales ni las más diseñadas son tan alarmantes como los mensajes que envía cada segundo nuestra sociedad hipersexualizada. La misma que se echa las manos en la cabeza ante la rosificación de los grandes almacenes mientras no deja de insinuarse en los platós acentuando la frontera entre lo naif y lo procaz. La inocencia es un valor a la baja, porque ¿quién la defiende y la alienta? No basta criticar con remilgos la tradición de los tóxicos cuentos de hadas sin advertir el efecto espejo que producimos entre los pequeños, como si en verdad quisiéramos que se parecieran a nosotros en lugar de parecernos un poco más a ellos.

(La Vanguardia)

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26 de marzo de 2012
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Sol en invierno

Como los británicos que llegan a Alicante en avión y no salen, hasta su regreso, del coto cerrado de Benidorm, muchos españoles viajan al Caribe sin pisar las ciudades que no ofrezcan primera línea de playa, hoteles "all inclusive" y el azar del casino o el ligue. La República Dominicana, destino cada vez más propuesto por las agencias, tiene, como Jamaica, Cuba o Cancún, sus grandes centros de atracción, siendo los más conocidos los situados al este de la isla, Punta Cana y Playa Bávaro, sin olvidar los también hermosos arenales del norte, Puerto Plata y otros puntos de la llamada Costa del Ámbar, bañada por el Atlántico. Mi viaje, que también tuvo playa y una hermosa naturaleza interior, se concentró en tres provincias del centro meridional, Santo Domingo, San Cristóbal y Azúa, exactamente llamada Azúa de Compostela, pese a lo cual sus bellezas no son arquitectónicas sino las de un frondoso paisaje de palmeras cocoteras, ‘mings' y flamboyanes, que amenizan con el rojo anaranjado de sus vistosas flores los caminos rurales y ríos practicables que rodean la grata ciudad de San Juan de la Maguana.

   Santo Domingo es una urbe grande y extensa, con una población de más de dos millones y medio de habitantes, lo que significa que en ella vive casi un tercio de todos los del país. Muy volcada hacia el mar, gracias a su Malecón de más de siete kilómetros de longitud, también tiene sus zonas altas humildes y sus barrios residenciales, todos con la abundancia de parques que el clima húmedo y estacionalmente lluvioso favorece. Merece una visita la céntrica Plaza de la Cultura, un amplio espacio abierto y arbolado donde se hallan los edificios de la Biblioteca Nacional, el Teatro Nacional y una variedad de museos, siendo el de mayor interés la llamada Galería de Arte Moderno, interesante por su edificio y por su colección, en la que pueden verse buenos cuadros del pintor español Vela Zanetti, de quien volveremos a hablar.

      Lo más destacado de la capital es, por supuesto, su Zona Colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990. Bordeada al sur por el puerto y el fin del Malecón y al este por el río Ozama, que parte la ciudad en dos, la Zona Colonial tiene un airoso reducto militar del siglo XVI, la Fortaleza Ozama, aunque lo que da carácter y encanto a la zona es el trazado de sus calles nobles, y en especial la de Las Damas, con una serie casi ininterrumpida de palacetes y casones renacentistas a ambos lados de la calle. La calle de las Damas desemboca al norte en la monumental Plaza de España, donde conviven con las históricas Casa de Colón y Real Audiencia (sede del interesante museo de las Casas Reales) algunas moles trujillistas, nada feas, de inspiración tardo-fascista, así como los restaurantes más prototípicos de la ciudad. Del Santo Domingo colonial vale la pena su catedral, más hermosa por fuera que por dentro, aunque su interior ofrezca, al lado de algún bello sepulcro esculpido, una peculiaridad para mí enteramente nueva: está refrigerada, y a una temperatura que puede hacer, si uno no posee el calor interno de la fe, tiritar de frío. La catedral ostenta con orgullo el rango de Primada del Nuevo Mundo, y esa primacía se repite en otras instituciones del país, primero al que llegó en su viaje descubridor Cristóbal Colón, bautizando la isla (hoy repartida entre Haití y la República Dominicana) como La Hispaniola. Para honrar a Colón, la capital levantó un Faro gigantesco con dependencias diversas y una potente luz nocturna que no pocas veces, me cuentan, produce apagones en la ciudad. Carece de interés, salvo para colombinos acérrimos, y puestos a buscar un hito simbólico me quedo con la también grandiosa estatua a Fray Antón de Montesinos, un dominico español representado, de modo extraordinariamente elocuente (sobre todo si se ve a una cierta distancia desde el Malecón), en el momento de pronunciar el sermón del cuarto domingo de Adviento del año 1511, defendiendo a los nativos indios taínos frente al atropello de los conquistadores.

     Las mejores y menos desnaturalizadas playas para una excursión corta desde Santo Domingo están al oeste de la capital, en la provincia limítrofe de San Cristóbal, que fue el predio del general Rafael Leónidas Trujillo, nacido en la homónima capital. Trujillo, inmortalizado tenebrosamente en la magnífica novela de Vargas Llosa ‘La fiesta del chivo', sigue aún latente en el país cincuenta años después de su asesinato, ejecutado, por cierto, en el Malecón de Santo Domingo, en un punto que está hoy señalado. Y en su ciudad natal de San Cristóbal, mimada durante los treinta años de su tiránico gobierno (1930-1961), erigió numerosos edificios civiles y religiosos, encomendando grandes conjuntos murales al citado Vela Zanetti, un republicano de tendencia anarquista que, entre otros españoles huidos de la España franquista, halló paradójico refugio en este país caribeño dominado por quien tan próximo estuvo a Franco. En Santo Domingo (llamada en la dictadura Ciudad Trujillo) sigue abierto y haciendo buen café, en la céntrica calle peatonal de El Conde, La Cafetera, local un tanto triste pero con atmósfera, que fue el refugio preferido de nuestros exiliados. Fuera de San Cristóbal, y entre las playas de Najayo y Palenque (mi preferida), quedan en estado semi-ruinoso la Casa de Caoba y algún otro de los ‘picaderos' lujosos adonde Trujillo llevaba, seducidas o forzadas, a sus conquistas femeninas.

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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Maniobras geopolíticas de la mente

La crisis abre horizontes. Y también cerebros. Despierta la creatividad. Acerca a la realidad posibilidades apenas soñadas. No todo va a ser recorte y sufrimiento. Los proyectos y empresas con profundidad estratégica cuajan durante las crisis y arrancan cuando se avizora la salida del túnel. Hay numerosos proverbios acerca del asunto. Fukushima nos ha dado la imagen plástica de los paisajes después de la crisis y su primer aniversario nos ilustra sobre la dificultad para empezar de nuevo. Seguirá adelante quien se mantenga en pie y tenga una idea, un proyecto, como el pino solitario de Rikuzentakata, convertido en símbolo de la supervivencia.

El presidente de la consultoría política Eurasia Group, Ian Bremmer, ha realizado unas observaciones sobre Grecia en esta dirección, que nos aleccionan sobre los cambios que vamos a ver en cuanto la polvareda se deposite sobre el suelo. Sus ideas, expuestas en un artículo en el Financial Times, son auténticas maniobras mentales geopolíticas, ejercicios probabilísticos para anticipar el futuro que nos pueden servir para orientarnos en el presente. La cuestión va de Grecia, país que tiene todos los motivos para seguir en la Unión Europea, según nos explica Bremmer, después de recibir el paquete de 170.000 millones de euros, de los que 130.000 salen directamente de los bolsillos de los otros países socios. Los griegos, sin embargo, se hallan en una trayectoria de alejamiento respecto a la UE, que probablemente se agravará en las próximas elecciones. No se trata únicamente de la hipotética salida del euro, evocada primero y temida después desde la propia Alemania. Los europeos tendemos a pensar nuestra realidad en términos monetarios y económicos, en consonancia con la geoeconomía en boga, pero solemos olvidamos las consecuencias de este tipo de decisiones en la política, la defensa o las relaciones exteriores. Bremmer hace notar que el resentimiento contra los alemanes y la ausencia de modelo de crecimiento puede conducir a los griegos a optar por un camino alejado de los otros europeos. Y lo señala: el que conviene a las potencias emergentes. Una compañía china ya opera el puerto del Pireo. La rusa Gazprom está atenta a la privatización de las operadoras griegas del gas. Si Atenas alquilara el uso de su puerto a la flota rusa podría sacar hasta unos 200.000 millones, más que el paquete de ayudas de la UE y del FMI, en un contrato de entre 30 y 50 años. Por cierto, en la mesa del Kremlin donde se toman las decisiones más graves está cuestión ya tiene carpeta: si la flota rusa tiene recambio para los puertos sirios de Latakia y Tartus, Moscú podrá prescindir más fácilmente de su amistad con su sanguinario socio Bachar el Asad. Es urgente que en Bruselas (UE y OTAN) se pongan en marcha maniobras mentales como estas.



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vila Matas y Herralde sobre Tabucchi

Antonio Tabucchi. Foto: Daniel Mordzinski Jorge Herralde, el principal editor de Antonio Tabucchi, recuerda en una crónica en El País cómo conoció al autor italiano. Dice:

Me enteré de la existencia de un escritor llamado Antonio Tabucchi en la Feria de Fráncfort de 1983. En el diminuto stand de la muy exquisita editorial Sellerio había un ejemplar de un libro también diminuto, Donna di Porto Pin, sin ninguna indicación ni en la contraportada ni en la solapa acerca del autor. Le pregunté al joven y amable muchaho que atendía el stand y no tenía idea del tal Tabucchi pero me invitó a llevarme el ejemplar. Lo leí la misma noche, me dejó absolutamente seducido, me pareció una joya, y lo recomendé con fervor a dos colegas amigos, el francés Christian Bourgois y el alemán Klaus Wagenbach, que también lo publicaron. Recuerdo tantos gratísimos encuentros con Antonio (muy a menudo con Maria José), su sentido del humor, entre espontáneo, surrealista y a veces algo cattivo, algo malévolo, su gran curiosidad, su carácter mercurial entre la euforia y la depresión, y también su aguda conciencia ciudadana, su reiterado malestar con la política italiana.

Por otra parte,Enrique Vila Matas ha publicado también en El País un artículo recordando al amigo de infancia. ¿De infancia? Sí, porque como comenta en un texto publicado hace varios años, por coincidencia ambos veranearon en el mismo balneario cuando Tabucchi tenía 10 años y Vila Matas 5.El texto se llama ?Me llamo Tabucchi, como todo el mundo? y se publicó en el libro de ensayos de Vila Matas Una vida absolutamente maravillosa El texto que publica en El País hoy dice:

Junto al inventor de recuerdos y el hacedor de ficciones había un Tabucchi comprometido con la realidad, un escritor que entendía que Berlusconi había creado un mundo ficticio gracias a su imperio televisivo y mediático y que los italianos habían terminado por caer en una especie de Show de Truman del que no saldrían en años, por mucho que Berlusconi se hubiera ya largado. No había que olvidar, decía, que el show había producido leyes muy concretas y un pavoroso régimen. Y menos aún olvidar las responsabilidades de quienes habían sido condescendientes con tan grotesco espectáculo. Tabucchi tuvo que huir cuando aquel espectáculo italiano infame afectó ya seriamente a su vida. Se marchó a Lisboa, y allí a veces escribía sobre la isla de Corvo y sobre la lejanía. Yo he escrito toda la vida sobre Dama de Porto Pim, libro de cabecera y artefacto literario que en ocasiones contemplo como si fuera un Moby Dick en miniatura. Sus menos de cien páginas componen un buen ejemplo de libro de frontera, de artilugio compuesto de cuentos breves, fragmentos de memorias, diarios de traslados metafísicos, notas personales, biografía y suicidio de Antero de Quental, astillas de una historia cazada en la cubierta de un barco, mapas, bibliografía, abstrusos textos legales, canciones de amor: elementos a primera vista enemistados entre sí y, sobre todo, con la literatura, transformados por una firme voluntad literaria en ficción pura. Un libro memorable, como tantos otros suyos: Réquiem, Nocturno hindú, Pequeños equívocos sin importancia, Sostiene Pereira, Se está haciendo cada vez más tarde. En cuanto a Corvo, se trata de la isla más remota de las Azores. Solo se puede llegar a ella en barco. Nunca olvidaré el día en que desembarcó allí Tabucchi y vio a un hombre que tenía un molino de viento para triturar el grano y que le preguntó estupefacto: ?Señor, ¿qué es lo que ha venido a hacer a esta isla??. A Corvo se va por ir, supe luego que pensó Tabucchi, a quien le habría gustado ser uno de los portugueses que llegaron en el siglo XV por primera vez a las Azores y encontraron un paraíso. Era aquella una época sin duda remota y en la que aún existían los cachalotes. Época que se ve hoy, con profundo dolor, ya tan lejana, y sin embargo, por raro que parezca, verdaderamente vivida.



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La estrategia de Leviatán

Al dibujar al Estado como una perversa bestia de los mares, feroz e implacable, Hobbes no exageraba. Si nuestra especie ha debido valerse de su cruento poder, ha sido por una necesidad extrema: limitar los excesos que nosotros mismos, lobos humanos, cometemos unos contra otros. Pero ese monstruo necesita, a su vez, de ataduras que moderen sus tentaciones asesinas y lo tornen predecible: las leyes. Al Estado tendríamos que verlo, pues, como a una ballena hambrienta y sanguinaria que, bien encausada por medio de estas redes y arpones, nos protege de nuestros lados más oscuros.

 

            Los gobernantes democráticos, por ello, han de ser particularmente cuidadosos a la hora de montar al monstruo y conducir su andadura: si, en vez de domarlo, el jinete libera sus instintos, éste puede regresar a su estado salvaje y destruir todo lo que halla a su paso. No se equivoca Giorgio Agamben al señalar que el "estado de excepción" es el mayor atentando a la legalidad que puede concebirse en nuestro tiempo. Al suspender o reducir los derechos individuales -al consentir que el Leviatán se desboque-, aduciendo excusas siempre a la mano, los ciudadanos quedan desprotegidos o, peor aún, amenazados por ese terrible guardián que en teoría debía cuidar de ellos. 

            Lo peor es que este "estado de excepción" no necesita ser declarado públicamente: basta con que el gobernante aduzca una condición de emergencia -una amenaza inminente por parte de terroristas o narcotraficantes, por ejemplo-, para que los distintos órganos del Estado, y en especial sus fuerzas de seguridad, encuentren una justificación ideal a sus abusos. Así ha ocurrido en los Estados Unidos de Bush y, tristemente, también en los de Obama: para el primero, la amenaza islamista hizo válida la guerra preventiva y, para el segundo, los asesinatos extrajudiciales de supuestos terroristas, incluidos los ciudadanos de aquel país.

            Una de las consecuencias más perversas de la "guerra contra el narco" (aunque ahora el gobierno procure ya no emplear este nombre) es que de manera subterránea, nunca explícita, ha terminado por alentar la violación de la ley por parte de los cuerpos de seguridad en aras de proteger un engañoso bien superior: la integridad de la República, la seguridad de los ciudadanos, los derechos de las víctimas. Al convertir al país en campo de batalla y al dividir a los ciudadanos en buenos y malos -el ejército y la policía, de un lado; los narcos, del otro-, se generó un escenario propicio para la violación sistemática de derechos humanos, incubada de por sí desde hace años en nuestro imperfecto estado de Derecho.

            El caso de Florence Cassez aparece, en este escenario, no como una excepción sino como un síntoma. La creación de un ambiente de zozobra y miedo, sumado a unas fuerzas de seguridad que buscan a toda costa demostrar su aciertos, fue el caldo de cultivo que impulsó a las autoridades -repito: a las autoridades- a violar las más elementales garantías de defensa con el objetivo de mostrarse como eficaces instrumentos de esa ley que en el fondo tanto desprecian.

Lo peor es que no parece tratarse de un hecho aislado, sino de un ejercicio sistemático por parte de los encargados de la administración de justicia en nuestro país. Más allá de la culpabilidad o inocencia de los detenidos, lo intolerble aquí es el arrogante ejercicio del poder que permite suplantar la realidad de un arresto con un simulacro para el consumo exclusivo de los medios. Esta estrategia -la estrategia de Leviatán- resulta tan monstruosa que llama la atención la desfachatez con que el gobierno ha querido minimizarla.

Aun si Florence Cassez fuese culpable -aunque, como señaló Héctor de Mauleón tras revisar el expediente, el propio montaje impide discernirlo con certeza-, no sólo resulta engañoso, sino vil, apelar a los derechos de las víctimas para justificar esta brutal operación del Estado. Una operación que, insisto, parece formar parte de una estrategia general de combate a la delincuencia organizada. Por eso irrita tanto que inflamados voceros de las víctimas aplaudan la condena a la francesa: no se dan cuenta de que, al hacerlo, en realidad celebran el virtual estado de excepción que prevalece por culpa de la "guerra".

Lo mismo puede decirse a partir del informe presentado por el capítulo mexicano de Article 19 hace unos días: el que la mayor parte de los ataques sufridos por los periodistas en nuestro país sean cometidos por distintas autoridades es una prueba más de que las fauces del Monstruo permanecen abiertas. Bastante malo es que haya corrupción, tortura y malas prácticas en nuestro sistema de justicia, pero que éstas se justifiquen a media voz, como males necesarios en la lucha contra el crimen, supone uno de los mayores actos de degradación moral que una sociedad puede permitirse. 



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25 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Murió Antonio Tabucchi

Antonio Tabucchi En Lisboa, la hermosa y vieja ciudad que el escritor amó y recreó en varias de sus obras, murió el italiano Antonio Tabucchi. Escritor de obras bellísimas, como Sostiene Pereira, Réquiem o Nocturno hindú, publicadas por Anagrama, así como el magnífico prólogo que redactó para el Tríptico de Carnaval de Sergio Pitol (una inolvidable lección literaria), ha muerto a los 68 años. Tanta vida por delante. Lo despide Juan Cruz, llamándolo ?Bartleby ibérico?, y lo despide el blog Papeles Perdidos, como un autor comprometido con la vida. Su último libro, El tiempo envejece de prisa, editado como siempre por Anagrama, originó esta entrevista de J. Martí Fort en el 2010. Un abrazo enorme, don Antonio. Dice la nota:

Muchos niños italianos se acercaron a los libros de la mano de Antonio Tabucchi, así que a Italia ?y también a Portugal y a España? no solo se le acaba de morir un escritor en Lisboa, a los 68 años, de cáncer, sino también una relación sentimental con la literatura. El escritor italiano, nacido en Pisa el 23 de septiembre de 1943, era además de un autor de obras inolvidables ?Sostiene Pereira (1994), Nocturno hindú (1984) o Requiem?, muchas cosas más. La más conocida internacionalmente era su labor como experto y traductor de Fernando Pessoa (1885-1935), pero en Italia también era notoria su actividad como apasionado de la política y brillante polemista. En los últimos años, su bestia negra ?y la de Italia?era Silvio Berlusconi. Tabucchi ha muerto de un cáncer que lo venía persiguiendo desde hace tiempo. Antonio Tabucchi -que tenía nacionalidad portuguesa desde 2004- estaba ingresado en el hospital lisboeta de La Cruz Roja y será enterrado el próximo jueves en la capital lusa, ha explicado su viuda, María José Lancastre, informa Efe. Fue colaborador del diario italiano Il Corriere della Sera,  el francés Le Monde y EL PAÍS. Además su labor como literato, era profesor de Lengua y Literatura Portuguesas en la Universidad italiana de Siena. En su carrera ha ganado premios literarios como el Pen Club, el Campiello y el Viareggio-Répaci en Italia; el Médicis Etranger, el Européen de la Littérature o el Méditerranée en Francia y el Francisco Cerecedo, de periodismo, en España. Traducido a más de 40 lenguas, su último libro -de cuentos-  fue Racconti con Figure, publicado en 2011. (En España se acababa de editar Viajes y otros viajes). En un encuentro en Florencia en 1998, Tabucchi le confiaba al también escritor Manuel Rivas su desencuentro con la tecnología. ?¿No se siente fuera de juego??, le preguntaba Rivas. A lo que el italiano respondía: ?Bueno, ¿sabe usted?, el fuera de juego es una posición que me conviene. En el fondo, todos los escritores están un poco fuera de juego, y sobre todo están fuera de juego los que creen que ocupan el centro del campo??. Decía también en aquella entrevista que ?la literatura es el Internet del alma?. Tabucchi publicó su primera novela en 1975, Piazza d?Italia, pero el éxito absoluto le llegó en 1994 con Sostiene Pereira, que fue llevada al cine interpretada por Marcello Mastroianni. No serán pocos los que hoy irán a su biblioteca y abrirán con emoción el pequeño y tan grande libro amarillo de Anagrama: ?Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa resplandecía??.



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25 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Edgardo Rivera Martínez entrevistado

Edgardo Rivera Martínez Marcela Robles entrevista hoy para El Comercio a Edgardo Rivera Martínez, el autor de la novela que se presentó este miércoles, A la luz del amanecer, editada por Alfaguara. Niega que su novela sea autobiográfica y dice que le interesa mucho que su prosa tenga cierto lirismo para cautivar al lector y al instante narrado. Su novela País de Jauja, elegida cómo la mejor novela peruana de la década de los 90 por una serie de intelectuales y escritores peruanos, ha sido traducida al francés. Algunas otras preguntas:

¿Cuál fue el proceso de gestación de esta novela?Hay varios factores. Entre ellos, la idea del personaje (Mariano de los Ríos); mi propuesta, que es ir de lo andino a lo universal, pero siempre manteniendo la fidelidad a la raíz. Opté por una forma de soliloquio en el que el protagonista se deja llevar por los recuerdos y, por momentos, por la imaginación, la fantasía. Y hay también como irrupciones del inconsciente. Todo ocurre en una noche, y la novela se llama ?A la luz del amanecer?. Es como si antes de que terminara la oscuridad trataras de contarlo todo para que no se esfumara?El personaje trata de reconstruir mediante la memoria sus experiencias, sobre todo las más gratas. Para luego abrirse a una nueva vida. Todos esos recuerdos los verbaliza internamente, a través incluso de esos diálogos extraños, de apariciones, como por ejemplo la visita fantasmática de la madre, emocionante, misteriosa. Ese ir y volver en el tiempo, recordar la infancia, la familia, sus antepasados y sus amores. Y también recordar su amor por la cristalografía. (?)Sigues hablando de tu tierra?Soray es un pueblo inventado, en el valle del Mantaro. Lo elegí por la musicalidad del nombre y porque no quería ambientarla en mi Jauja nativa, de la cual ya he dado cuenta en ?País de Jauja? y en un libro de carácter académico que va a salir pronto, ?Historia y leyenda de la tierra de Jauja?. ¿Es difícil ser escritor en el Perú?Sí, sobre todo cuando no se tiene un éxito comercial, que permite al autor dedicarse completamente a su obra. Por ejemplo, ?País de Jauja? recién ahora está siendo traducido al francés, pero no ha tenido la posibilidad de difundirse en el extranjero. Quizás esta novela sea más accesible para lectores que no sean peruanos.



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24 de marzo de 2012
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El viaje interior

Nueva York, Londres, Milán, París? Acabo de regresar de las pasareles internacionales, donde la moda no solo escenifica sus colecciones, sino un ambicioso negocio apoyado en la creación, el marketing y la vanidad, capaz de movilizar a más de 2.200 periodistas que interpretaremos las claves de las nuevas siluetas, los próximos iconos de estilo, los objetos de deseo. Y pronto mimetizaremos esa ráfaga de novedad y la incorporaremos a nuestro sueño de belleza, capaz de variar el paisaje cuando cambian las estaciones y en nuestro interior también anida la fantasía del cambio. La moda ofrece una ilusión transformadora. Y estas colecciones, que han mostrado cómo vestiremos en otoño-invierno 2012-2013, exploran más que nunca la idea del viaje. No del viaje como huida, sino como recuperación. Qué imagen tan poderosa la de una locomotora humeante dentro del Louvre, transportando las modelos de Louis Vuitton, que parecían llegar del pasado y del futuro. Bajaban al andén, como las damas del siglo pasado, pero enfundadas en unas siluetas nunca vistas, ricas en abalorios y detalles, tocadas con hermosos sombreros, afinando su feminidad en la cintura. La moda cambia. Las mujeres también. Afortunadamente, la sexualización pasa a un segundo plano. No se trata de realzar las curvas, el eterno femenino, la piel animal, sino de potenciar el poder de una mujer que antes de seducir, convence. Así son las mujeres fuertes de Prada, con reminiscencias florentinas y pasos pequeños pero firmes como sus ideas. O la masculinidad newtoniana de Saint Laurent, en el espléndido desfile de despedida de Stefano Pilati; también Lagerfeld en Chanel mostró un paso resolutivo, rescatando el punto, los brillos, los ecos góticos pasados por el sintetizador y la riqueza del detalle. Porque, en verdad, lo que nos define y delimita es eso: el matiz, el timbre, el detalle. La capacidad de proyectarnos, y de neutralizar nuestros temores. De todo ello hablamos con Elvira Lindo, en un restaurante hindú de Tribeca. Y, cómo no, de ese mal moderno llamado ansiedad que se multiplica en este cambio de era dominado por las incertidumbres. Del punzón que, a una determinada hora del día, sin saber por qué extraña razón, sobreviene con tal bravura que todo lo que te parecía consistente un minuto antes, se desvanece, e incluso el pisar se ablanda. Pasos dubitativos, como de astronauta, que te adentran en un «de yo a yo» aturdido. Nueva York es una ciudad que te instruye bien en la idea de no ser nadie. Lo cuenta magníficamente la escritora en «Lugares que no quieres compartir con nadie», un diario de viaje a la inversa; es decir, un diario de residencia, aunque sea provisional. El libro arranca con un viaje en metro hasta Queens para visitar a un psiquiatra. «Ansiedad crónica severa», le diagnostican, o sea, demasiada vitalidad difícil de contener; «La implacable sensación de que mi vida se me queda corta». Cierto es, como dice la amiga Lindo, que son muchos los Nueva Yores que hay en Nueva York, como muchos los amores que hay en el amor. Al igual que muchas son las sociedades que se miran de reojo en el metro, entendido como espejo colectivo. Lindo, al terminar la cena, se fue a coger el metro para subir a Lincoln Center: «Antonio, mi marido, me dijo: pon en una hucha todo lo que te gastarías si fueras en taxi de un lugar a otro. Me hace sentir bien subirme al vagón». No solo es tarea de los escritores, los diseñadores o los fotógrafos saber observar. La mirada, la que forma parte del viaje interior, nos pertenece a todos.

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24 de marzo de 2012
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El Boomeran(g)
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