Iván Thays
betsellers
Desde libros por encargo hasta simples sugerencias, en estos momentos en que la industria editorial está en colapso debido a la crisis económica en España, no hay editor que resista la tentación. Esta extensa nota de Nuria Azancot en El Cultural toca el tema bajo el título ?Un bestseller me manda hacer??
Dice la nota:
Jorge Prado, responsable de la distribuidora y red de librerías SGEL lo sabe bien: hoy lo que funciona son las novelas negras y los bestsellers. ?Y cuando a una editorial tan grande como Planeta, por ejemplo, no le cuadran las cuentas a final de temporada, como pasó en 2011, adelanta unos meses las novedades que sabe que van a funcionar (Ruiz Zafón, Pilar Urbano, Punset) y que a menudo son libros de encargo o contratados antes incluso de que los autores se hayan puesto a escribirlos. Es una estrategia que no falla jamás?. Porque de estrategias hablamos. De estrategias y de que más del 50 por ciento de las novedades de autores españoles que hoy brillan en las librerías son fruto de encargos, mientras que distribuidores y libreros aconsejan con éxito a los editores ?que un título con poco tirón duerma en sus almacenes un puñado de meses, o qué libro conviene anticipar, aprovechando el tirón del último libro de moda?, destaca Prado.
Quien lo probó, lo sabe: el letraherido se encuentra cada semana en su librería con títulos casi idénticos. Los editores están en su derecho: tratan de atraer al lector con novedades sobre esos asuntos que ahora parecen interesar más. En el campo de ficción, la novela histórica vive un momento de esplendor sólo comparable al de la novela negra, y en el del ensayo, los temas científicos relacionados con el cerebro o la teoría de las cuerdas, los neutrinos, los alimentos naturales, la autoayuda, e históricos sobre la guerra civil, la II República, la II Guerra Mundial o el 15M se multiplican como clones. Mención aparte merecen los premios, que cada año apuestan menos por lo nuevo. (?) ¿La causa? Para escritoras como Ángela Vallvey, es la recesión económica y que los editores están deseando vender, aunque se corra el riesgo de que la edición ?una parte de ella, al menos, destaca, se vea sustituida por el márketing: ofrecer sólo lo que el consumidor desea, aunque sus deseos dejen mucho que desear desde el punto de vista de la ?alta cultura?. El low cost puede llegar a la edición, y acabar con su excelencia?.
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Fernando Savater, autor de culto, perro viejo y sincero, lo reconoce sin ambages: lo del encargo es cuento viejo? su Ética para Amador, que ahora cumple veinte años, surgió de la petición de una amiga, profesora de instituto en Barcelona, y El valor de educar se lo encargó un sindicato de enseñantes latinoamericano. Galardonado con el último premio Primavera, dotado con 200.000 euros, por Los invitados de la princesa, confirma su honestidad confesando que aunque no sabe de encargos actuales?, puede repetir ?lo que decía Isaiah Berlin: ?Yo soy como los taxis, solo me pongo en funcionamiento cuando me llaman?. (?) Sea como fuera, la mayor parte de los editores consultados (Anagrama, Lumen, Siruela, Ariel, Destino, Alianza, Maeva, Salamandra, El Aleph?) niegan la mayor, pero los encargos existen y cada vez son más comunes. Así, algunos grupos editoriales han llegado a organizar seminarios de varios días para que sus editores estudiasen las claves de éxitos comerciales como La catedral del mar, de Ildefonso Falcones. Meses después, inundaban las librerías con decenas de copias de este título, como ocurrió con El Código da Vinci de Dan Brown o con el 15 M y los indignados). La II República y sus mil revisiones, los testimonios del último homosexual o del penúltimo niño que sobrevivió o no al holocausto copan las estanterías. Y el hundimiento del Titanic, Drácula?
(?) Hay quien, como Isaac Rosa, premio José Manuel Lara, confiesa que suele ?funcionar mejor cuando me piden algo (un artículo sobre un tema concreto, por ejemplo) que cuando me abandono a mi inspiración y ganas?. Porque, insiste, un encargo ?puede ser un buen estímulo, no tiene por qué coartar la libertad del autor, que siempre puede rechazarlo. Pero no sólo los editores (que de libros algo saben, reconozcámoslo) deberían encargar. ¿Qué tal si un grupo de lectores, de forma más o menos organizada, se dirigiese a un autor y le encargase que escribiese de tal o cual asunto?? En cambio Laura Gallego o José Carlos Llop no admiten encargo alguno. El escritor mallorquín, por ejemplo, asegura que siempre ha escrito ?por necesidad, gusto o riesgo de escribir y lo mismo ha ocurrido con los asuntos que tratan o su estilo, que -si Buffon no se equivoca- debo de ser yo. Por un lado siempre he trabajado con editores literarios -no comerciales- y por otro, no debo resultar muy rentable porque nunca me han hecho sugerencias de este tipo?. Por razones muy distintas, Laura Gallego, la Rowling española, asegura no conocer el tema de los encargos porque tiene la suerte de haber escrito siempre lo que ha querido.
También 451 Editores puso de moda la revisión de clásicos como el Cid o Frankenstein, a partir de relatos de nueva planta escritos por autores españoles. El creador de la idea, mil veces plagiada, Fernando Marías, reconoce haber diseñado ?ya bastantes libros (Hijos de Mary Shelley es el proyecto último y más potente de todos ellos)?. Y dice más. Que ha encargado muchos relatos, dando pie a los autores para que ellos vayan luego por donde quieran. Y que ?en el volumen II de la colección, por ejemplo, que sale en mayo (Shukran. Espectros, zombis y otros enamorados) he pedido a más de veinte autores que escriban una historia de amor protagonizada por fantasmas o zombis. Pues bien, los relatos de, por ejemplo, Jon Bilbao, Irene Gracia, Vicente Molina Foix o Luisgé Martín son verdaderamente buenos. Creo que dar un pie a un autor y luego dejarlo libre genera mucha calidad (o puede hacerlo).? En un segundo nivel hay editoriales como Lumen, que se ocupan principalmente de ficción, y en la que no abundan los encargos. ?Lo que sí hacemos -explica Silvia Querini, su editora- es animar a un autor a que convierta un cuento en una novela porque vemos que el material lo permite. De todas formas, no solemos dar por bueno un proyecto encargado hasta tener una sinopsis muy detallada del texto y unas páginas que nos sirvan para apreciar en vivo y en directo el tono de escritura de un autor?. Eso sí, a veces ha sugerido ?a ciertos autores? que se ocuparan de la biografía de un novelista o de un actor ?porque intuíamos que había complicidad entre quien escribía y la persona retratada?. Y una nota inesperada: los mejores encargos -destaca Querini- ?nacen a menudo de forma casual, alrededor de una mesa de café. A veces una buena copa de rioja compartida da mejores resultados que una avalancha de emails.Otros editores, como Emili Rosales, de Destino, describen su trabajo como el de un catalizador entre los distintos autores, como en el caso de Nosotros los indignados, mientras que Ofelia Grande, de Siruela, asegura que jamás ha realizado encargo alguno, más bien al contrario, siempre ha preferido que el autor de turno, por bestesellero que sea, ?escriba a su ritmo, sin presiones ni condicionantes, y con total libertad?. Tampoco encargan nada, o muy poco, editoriales como Anagrama, aunque hayan aceptado ?propuestas a partir de una sinopsis?, como Jorge Herralde, que si reconoce haber recomendado a un autor seguir una línea determinada. Es el caso, por ejemplo, del último libro de Marta Sanz: ?Después de Black, black, black -explica Herralde- le dije que sería una pena abandonar al detective gay Arturo Zarco, pensaba que tenía mucho potencial y Marta también había pensado lo mismo: el resultado es Un buen detective no se casa jamás?.