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I. Una metamorfosis descarnada

La descarnada metamorfosis de los revolucionarios que se alzan contra la opresión, en lucha por la libertad, y una vez en el poder terminan siendo lo que combatieron, es una vieja propuesta de la literatura desde La comedia humana de Balzac: los antiguos combatientes de las barricadas en la revolución francesa terminan convertidos en prósperos burgueses, dueños de la riqueza que con las armas arrebataron de otras manos. Es como si la ley de la historia fuera ésa, que los ideales sólo pudieran subsistir en tiempos de lucha, y empezaran fatalmente a revertirse, pervertidos por el ejercicio del poder que tiene sus propias reglas, la peor de ellas convertir a los oprimidos en opresores.
Mandar no puede ser un acto temporal, limitado, sino para siempre; ni siquiera hasta la muerte, porque de por medio está la idea de la inmortalidad que obnubila al más cuerdo. Mejor caudillos ungidos por la mano divina que presidentes electos limpiamente por los ciudadanos. Una sola voluntad que lo rija todo, mejor que la voluntad de todos que termina por no regir nada. El fantasma de la anarquía que sólo puede ser disuelto por la mano firme desde el trono imperial, tentación que no fue ajena aún a Bolívar. Es la manera en que Alejo Carpentier nos introduce en el mundo de sus novelas.

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18 de julio de 2012
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Heidegger y la subversión cuántica (II)

He insistido ya aquí en que la Mecánica Cuántica ha de ser liberada de su utilización como coartada para actitudes ideológicas tras las que se esconde la quizás inevitable tendencia a salvar el alma. He señalado que el hecho de que las correlaciones cuánticas no autoricen ningún tipo de trasmisión de señal supra-liminar garantiza que esta disciplina  nada en absoluto tiene que ver con la mística y que  su tremendo interés,  más allá del directamente científico, es exclusivamente filosófico.

Mas si algunas veces la Mecánica Cuántica es instrumentalizada ideológicamente  por personas que ni siquiera superficialmente se han acercado a ella, también se da el caso  de verdaderos pensadores que  explicitan suficientemente el encuentro efectivamente mantenido con la disciplina   y el peso que ha tenido  en la elaboración de sus propias reflexiones.

Obviamente entre el Heisenberg que reivindica explícitamente la necesidad de una metafísica entendida como reflexión conceptual posterior a la ciencia natural de la propia época, y el Heidegger que  en el binomio ciencia-técnica ve a la vez el instrumento y la matriz de la actitud espiritual que conduce a la prioridad óntica del cálculo y lo calculable  la diferencia parece
gigantesca. Y sin embargo... muchos son los indicios de que la Mecánica Cuántica no es para Heidegger (no podría serlo) una etapa más  de la  relación del hombre con el mundo bajo las coordenadas de  objetividad, subjetividad, necesidad y universalidad  inherentes a lo que el designa como olvido del ser,  primacía de cuyas consecuencias para Heidegger da cuenta este tremendo párrafo de la Ejercitación:

"Y este dominio de la subjetividad se basa en la obviedad de lo ente y de su ser. En virtud de esta, todo está ya previamente en orden. Una vez que el ser ha quedado olvidado, el paroxismo y el arrebato del hombre ya pueden comenzar. Todos los caminos están abiertos  para explicar todas y cada una de las cosas como propias de la humanidad" [1])

 


[1]             Traducción de Alberto Ciria, edición citada  p. 84 

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17 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El nuevo Tercer Mundo

Durante décadas la pequeña nación fue un paraíso: aquí y allá, los inevitables restos de su antiquísima historia -vagamente recordada por los turistas-, al lado de playas cristalinas, pesquerías extraviadas en el tiempo y blancos hotelitos acodados en farallones. Un buen día, los gobernantes de esta región de cabras y olivares anunciaron que el país se había vuelto rico. El dinero comenzó a fluir a raudales y sus habitantes más despiertos amasaron millones en un suspiro. Hasta que alguien descubrió que sus diligentes administradores habían engañado a todo el mundo: a los bancos que repartieron créditos sin ton ni son, a los jerarcas extranjeros que veraneaban en sus islas y sobre todo a los ciudadanos que por un instante compartieron esa súbita prosperidad. Tras una implacable auditoría, los contables del Norte no sólo descubrieron que sus cifras habían sido maquiladas, sino que el país estaba en quiebra: el paraíso rústico se convirtió en un símbolo del oprobio que no tardaría en azotar al Viejo Continente.

            La crisis -de dinero y de confianza- contaminó a toda la región. Y esta parte del orbe, hasta entonces vista como modelo de progreso y equidad, se reveló como un tosco espejismo. La sucesiva debacle de sus economías exhibió de pronto la ineptitud, la avaricia, la imprevisión y la simple estupidez de sus élites políticas, incapaces de hacer frente al desastre que ellas mismas generaron durante los engañosos años de vacas gordas. Todos los males asociados con el Tercer Mundo -esa turbia categoría tan propia de los setenta y los ochenta- se revelaron propios del Primero.

            En Grecia, donde se originó la tragedia -nunca mejor dicho-, sus gobernantes falsearon las cuentas públicas con un descaro equivalente al de los más turbios políticos africanos. Por su lado, Portugal e Irlanda se endeudaron más allá de sus posibilidades y debieron ser intervenidos por Bruselas en un proceso no muy distinto al que sufrieron hace décadas diversos países de América Latina con los brutales planes de choque del FMI. Poco antes, la diminuta Islandia había hecho aguas por culpa de los gerentes neoliberales que ascendieron al poder de manos de la derecha, como en el México de 1994.

            Y no sólo encallaron los países periféricos: el populismo barato de Silvio Berlusconi hundió la política italiana en una sucesión de episodios cada vez más zafios -baste recordar la desfachatez con que confesó sus orgías con menores- y, al privilegiar sus intereses empresariales sobre el interés público, arruinó a su patria con la misma energía de Menem en Argentina. Mientras tanto, Nicolas Sarkozy se encargaba de desprestigiar la institución presidencial francesa con sus salidas de tono, su tozudez y su frivolidad people.

            Si bien los desmanes se han multiplicado por toda Europa -de las tentaciones autoritarias en Hungría y Rumania a la anarquía belga, pasando por el auge del extremismo en Finlandia, Suecia, Dinamarca o la misma Grecia-, hoy todos los focos rojos se centran en España, cuarta economía de la eurozona. Cuando se inició la crisis, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero menospreció sus señales sólo para luego introducir medidas de ajuste in extremis: su irresponsabilidad provocó el apabullante triunfo del PP en 2011. Desde entonces, Mariano Rajoy ha sido incapaz de afrontar la tormenta de mejor manera. Como su antecesor, no ha hecho sino contradecir todas sus promesas -aumentando impuestos y recortando los servicios públicos-, e incluso ha llegado a escabullirse de la prensa para no explicar sus acciones. Igual que José López Portillo en 1982, basta que Rajoy diga una cosa para que los ciudadanos sepan que hará la contraria. Esta misma semana, la frágil economía española ha sido intervenida por Bruselas.

            Los grandes logros sociales y políticos acometidos por Europa desde el fin de la segunda guerra mundial se hallan en peligro debido a la ineptitud y banalidad de sus políticos, tal como ocurrió en Asia, África y América Latina durante la segunda mitad del siglo xx. La poderosa Alemania que intenta arreglar por la fuerza las maltrechas economías de sus socios recuerda a los arrogantes Estados Unidos que se empeñaron en meter en cintura a sus esquivos aliados latinoamericanos, provocando que éstos perdiesen una década entera de crecimiento.

            Si Europa se convirtió en un ejemplo para el mundo, fue en buena medida gracias a la visión de figuras como Delors, Mitterrand, Kohl o González. Frente a ellos, sus sucesores parecen enanos concentrados en tapar los agujeros desmantelando el estado de bienestar. Sometidos al dictado ideológico que ensalza la austeridad, y desprovistos de la energía para reformular las instituciones europeas, están a punto de convertir la ribera norte del Mediterráneo en un nuevo Tercer Mundo. La única forma de evitarlo es recurrir a la misma fórmula que salvó a la región en el pasado: revertir los torvos nacionalismos que aún perviven y convertir a Europa (sin Gran Bretaña) en una auténtica federación.

 

twitter: @jvolpi



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16 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La banda de los cuatro

Para disfrutar al máximo de esta estupenda novela se necesitan tres condiciones, por cierto que bastante relacionadas entre sí. La primera es ser un incondicional de los cómics. Tanto por su estructura como por su desarrollo la novela podría servir de argumento a una interminable serie de historietas. Y no es casual que, años después de su publicación se prestase a ilustrarla Robert Crumb, es decir, uno de los dioses de la contracultura. Como es lógico, Crumb hizo una caracterización divina de los personajes principales y la editorial Berenice ha tenido el acierto de incluirlas en la presente edición.

La segunda condición es sentir una gran simpatía e interés por el movimiento contracultural y de  defensa de la naturaleza que surgió en los años 70 y que desde hace un par de años parece estar resurgiendo con el 15-M, los Indignados y  movimientos como Ocupa Wall Street, ahora ampliado a muchas otras ciudades de Estados Unidos. Sin pretender hacer ahora un análisis comparativo de los métodos y objetivos de quienes protestaban entonces y ahora, uno de los elementos clave en los indignados de entonces era el sentido del humor, que en esta novela está presente desde la primera a la última página y que en cambio está radicalmente ausente en los indignados de ahora. Quizás, como señala Chomsky, la gran diferencia estribe en que los de ahora han perdido toda esperanza y se mueven más por impulso de la desesperación que animados por la esperanza. La tercera y última condición, y ya digo que las tres están muy relacionadas, es tener un alma de friki más o menos explícitamente asumida, probablemente porque esa sea la única vía posible para escapar del desánimo y la falta de esperanza que nos caracteriza. Humor friki. Abstenerse los forofos del realismo social. O del realismo a secas.

Publicada por vez primera en 1975, The Monkey Wrench Gang, desenfadadamente traducida al castellano como La banda de la tenaza, cuenta la guerra imposible que declaran cuatro frikis irredentos contra el entonces todavía llamado desarrollo de la civilización, encarnado aquí por las centrales térmicas y nucleares, las minas, las presas, los puentes, las carreteras, los tendidos de alta tensión y demás artilugios ideados para arruinar la Tierra.

Doc Sarvis, un médico prestigioso con alma de gamberro y su novia, la rotunda, no menos gamberra y muy crumbiana Bonnie Azzbug, se alían con George Washington Hayduke, una especie de oso peludo recién llegado de Vietnam, y con "Seldom Seen" Smith, un guía turístico  fluvial, mormón y casado con tres mujeres, responsables ellas del mote que él sobrelleva con entereza (Seldon Seen significa Visto a duras penas, o algo así).  En tanto que nativo de la región y en tanto que trabajador de la naturaleza, Seldon Seen Smith siente un odio irrenunciable contra la presa del Gran Cañón, esa desgracia humana que además de arruinar para siempre uno de los ríos más hermosos de América (el Colorado) permitió la industrialización del gran desierto del sudoeste, una inmensa soledad en la que surgen aquí y allá rarezas como Las Vegas o Salt Lake City, sede mundial de los mormones. A Smith no le cuesta gran cosa sumar a la causa al doctor Sarvis y su novia porque éstos hace tiempo que recorren las carreteras prendiendo fuego a las vallas publicitarias. Hayduke, en cambio, no sólo se suma de inmediato a la guerra sino que debe ser refrenado todo el tiempo porque es un acérrimo de las armas y de complementos tan contundentes  como la dinamita.

Según vayan ampliando sus objetivos, fundamentalmente los bulldozers pero también todo tipo de instalaciones industriales e infraestructuras, la banda de los cuatro va creándose enemigos cada vez más peligrosos. Hasta que, justo el día de su inauguración, vuelan un puente sobre el Gran Cañón que debería unir Utah y Arizona. Ese es el arranque de la novela y, algo más adelante, el inicio de una delirante persecución por el desierto y en la que  intervienen fuerzas de tierra, mar y aire, o al menos fuerzas fluviales.

El autor, Edward Abbey, trabajó muchos años como ranger del National Park Service y conoce admirablemente los escenarios por los que transcurre la frenética acción. Los lectores de hoy tienen una ventaja sobre los originales, y me refiero al servicio de mapas de Google, que permiten seguir, como a vista de pájaro, las andanzas de esos cuatro terroristas impregnados de humanismo, pues su máxima es causar los máximos destrozos materiales pero sin poner en peligro vidas humanas.

La banda de la tenaza

Edward Abbey

Berenice



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16 de julio de 2012
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Progreso, prohibido el paso

El despegue de la clase media en España se inició el día en que un grupo de vecinos se quedaron de pie frente a un televisor viendo cómo matrimoniaban Fabiola y Balduino de Bélgica. «Vamos a empezar a vivir bien», se dijeron los abuelos ante aquel moño enmarcado por una diadema de visón de Paola de Lieja y admirados por los prodigios tecnológicos como el seiscientos o la llegada del paracetamol. Las playas en verano y el boom del turismo, los yogures para criar hijos más sanos, los electrodomésticos ?y las enciclopedias? a plazos, la promesa de un salario decente, de una vivienda digna, de una educación garantizada. A la conjunción de la conquista del espacio público y el sueño de un espacio propio se le llamó progreso. Y en el vocabulario de las llamadas clases populares se introdujo una palabra que antes sólo era privilegio de los pudientes: ocio. Por aquel entonces, Pertegaz cambió el color de los uniformes de las azafatas de Iberia del azul falangista a un afrancesado burdeos. Ya no era imprescindible escuchar Radio Montecarlo para saber qué ocurría en el mundo. Y una primera euforia tradujo el afán en consumo, mientras que el sentido de retribución perdía su inmovilismo, tan antiguo como el libro del Eclesiastés y la «vana recompensa del esfuerzo». No tardó en expandirse la creencia de que la justicia social no tenía marcha atrás. Hoy suenan las trompetas que auguran la ralentización de una sociedad en bancarrota, al tiempo que se constata que el progreso cae de nuevo del lado de los poderosos. Nunca habíamos vivido tan bien, pero la convulsión financiera sólo entiende de endeudamiento insostenible y desuniversalización de derechos básicos. Simon Kuper razonaba hace unos días en un lúcido artículo en Financial Times que «mientras los pioneros socialistas soñaron con conquistar el ocio para los trabajadores, la nueva concepción del progreso está acabando con él: hoy las fiestas son para cerrar negocios, no se pueden entender los cafés sin un portátil y el sexo es una oportunidad de quemar calorías». El pragmatismo atenta contra la esperanza de que la generación de nuestros hijos viva mejor que nosotros. Y las nuevas medidas del Gobierno amenazan el mantenimiento de la clase media, la principal beneficiaria de la construcción del Estado de bienestar ?que impulsó el desarrollo de nuestras sociedades de primera? y que ahora se tambalea. En cambio, emergen en India, Brasil, China o Angola importadores de la occidentalización del término, aunque aún esté por ver la forma que tomará en contacto con su afán de prosperidad y sus características político-económicas. Y lo que es más significativo: de su desarrollo dependerá el nuestro. Para unos, vivimos el «adelgazamiento» de la clase media; para otros, su ocaso. El progreso no se detiene, no, pero a partir de ahora será coto privado.

(La Vanguardia)

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16 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La Europa de posguerra

No es una crisis, es una guerra. Una guerra de nuevo tipo, incruenta, sin pérdidas humanas ni destrucción de ciudades e infraestructuras. Pero guerra al fin: hay unos países que se ven obligados a cambiar Gobiernos, reformar instituciones y modificar su modelo de sociedad sin que exista consenso de sus poblaciones, y a veces ni siquiera entre sus líderes. Si la guerra se explica por el propósito de quien la declara de imponer su voluntad sobre el país atacado, lo que estamos viviendo estos días según esta teoría no es más que el momento álgido de una guerra geoeconómica, en la que los países más débiles, los intervenidos, se ven obligados a entregar su soberanía y cumplir las órdenes de los que los intervienen. Que sea una guerra no da la razón a quienes la pierdan. Al contrario, harán bien los intervenidos en meditar sobre lo que hicieron mal en el pasado que les sitúa ahora en tal trance. Endeudarse por encima de las propias posibilidades, por ejemplo, es una debilidad que se paga muy cara. No solo en una guerra geoeconómica, como está sucediendo ahora, sino incluso ante una amenaza más convencional en la seguridad. Un efecto directo de los recortes es la disminución del presupuesto militar, y por tanto de la seguridad, ante un mundo emergente, geográficamente muy próximo, que no hace más que incrementar su gasto en defensa.

Más cosas que se han hecho mal. No han funcionado las instituciones, empezando por las europeas. Todo tendría el mayor sentido si estos cambios bruscos en la organización de nuestras sociedades fueran resultado de decisiones adoptadas democráticamente en los distintos niveles de gobernanza europea. No es así. Ninguna de las instituciones europeas que mejor encarnan el proyecto comunitario, la Comisión, el Parlamento y el Tribunal, cuentan para nada en el proyecto de unión fiscal, bancaria y quizá política que estamos construyendo. Cuentan mucho más la Cancillería alemana, el Bundestag y el Tribunal Constitucional. Más que quien dicen que cuentan, que son el Consejo Europeo y el Banco Central. De hecho, solo Alemania cuenta. Por el peso de su economía, que significa un tercio de la aportación a las arcas comunitarias. Y por la calidad de sus instituciones, construidas tras la experiencia del nazismo, que obliga a la canciller Merkel a respetar procedimientos, plazos y garantías con un escrupuloso detallismo, en abierto y cruel contraste con la chapuza institucional de otros países. Pero Merkel se equivoca. Las guerras geoeconómicas tienen la consoladora ventaja de que no se cobran el tributo de sangre de centenares de miles de soldados y de civiles. Pero se pierden y se ganan. La está perdiendo España. Y también la está perdiendo Europa, aunque Merkel se crea ganadora, porque el conjunto europeo va a salir más débil de la contienda que está librando con las nuevas potencias emergentes.



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14 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más Faulkner

William Faulkner “Creo que está bien, quizás sea lo bastante buena para que deje de escribir libros, aunque es probable que no lo deje todavía.” Eso es lo que escribe William Faulkner a uno de sus editores luego de enviarle la novela La fábula. Y no, no fue lo bastante buena para que Faulkner deje de escribir. Nada lo fue. Murió escribiendo. En el 50 aniversario de su muerte, Alfaguara ha publicado sus Cartas escogidas y es una delicia. Un campechano, nada que ver con el autor del pomposo discurso del premio Nobel. En un dossier en “El País” nos regalan algunas cartas. Además, comentan la relación de William Faulkner con el cine. Fue autor de varios libretos, en especial para Howard Hawks (El sueño eterno, Tener y no tener, Tierra de faraones, El camino de la gloria y Vivimos hoy), fue amigo de algunos actores como Humphrey Bogart y algunas de sus obras fueron adaptadas al cine, como El largo y cálido verano (1958) de Martin Ritt. Por otra parte, le han pedido a seis escritores en lengua castellana (Ana María Matute, Ana María Moix, Marcos Giralt Torrente, Luis Landero, Juan Gabriel Vásquez y Javier Marías) que den unas palabras claves en el universo Faulkner. Aquí algunas de esas respuestas:  

LOS PERSONAJES Marcos Giralt Torrente El sino de los personajes de Faulkner se siente y se vive, desvalidos, solitarios, criminales, inocentes, marginales, corruptos? Para entenderlos, Marcos Giralt Torrente sugiere imaginar por un momento que Dios existe y que conoce el desino de todas sus criaturas. Los personajes de Faulkner, dice el escritor, están predestinados de la misma manera: ?su pasado o el grupo social al que pertenecen dictan su futuro, pero, como la mayoría ni siquiera es conscientes de ello, la aparente pasividad con que lo aceptan no es elegida, sino apenas una huida hacia adelante (una huida solo de vida) que resulta especialmente fértil a la hora de poner en un primer plano las aristas de la condición humana?. Dos de sus novelas preferidas son El ruido y la furia y Mientras agonizo. EL LADO OSCURO Ana María Matute Más allá del mal emponzoñado que se percibe en las narraciones, para Ana María Matute es el mejor escritor que ha sabido imbricar una atmósfera especial con los odios y amores familiares, sentimientos anudados cuyo influjo contamina todo a su alrededor. ?Describe como nadie el lado oscuro del ser humano, lo turbio e inquietante que puede haber en él?, arrostrado con un lenguaje ?inconfundible por su fuerza y con un torrente que parece que no se acaba nunca?. Para Matute, el escritor ejerce una especie de embrujo sobre el lector al saber mezclar el misterio y la realidad sin llegar a ser fantástico, incluso con las acciones en apariencia vulgares pero que va desvelando poco a poco. Una de sus obras preferidas es Luz de agosto. EL ESTILO Javier Marías La fuerza extraordinaria de Faulkner está en su estilo, afirma Javier Marías. Un estilo que, agrega, lo emparenta con Proust, que ha sido una de sus influencias, y con Henry James. Lo que lo distingue de ambos ?son sus párrafos largos, como si surgiera a borbotones hasta el punto de que es menos respetuoso con la sintaxis que ellos; como si a veces dijera: ‘la sintaxis no me importa’. Incluso lo llegó a decir: ‘Si meto tanto en un solo párrafo es porque no sé si voy a llegar vivir al siguiente’. Esa exuberancia borbotónica da a su estilo una fuerza que atrapa y convierte cada página en una suerte de oleada que atrapa al lector y que nadie jamás, ni antes ni después de él, se aproxima a esa prosa?. Para Marías, se trata de un autor más rupturista que el propio Joyce, ?que es más deliberadamente rupturista, en Faulkner todo parece más natural?. ¿Una obra? Las palmeras salvajes.



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13 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El sargento Montoro

El sargento Montoro y sus modales cuarteleros son hijos de la teoría del aguijón. La contó maravillosamente Elias Canetti en ?Masa y poder?. La estructura del poder funciona gracias a la cadena de aguijones que cada grado superior de la jerarquía clava a su inferior. La única forma de extraer el aguijón y sobre todo el dolor que provoca el aguijonazo es clavándolo de nuevo a alguien al que sometemos. Nadie está más desautorizado en este Gobierno que Cristóbal Montoro. Nadie tiene mayor necesidad de proyectar su incapacidad y su torpeza sobre los otros. Esto explica que traslade el aguijonazo de Merkel sobre las comunidades autónomas de forma vejatoria e irrespetuosa para las personas y para las instituciones.

Los desperfectos provocados por la actuación legionaria del sargento Montoro en el Consejo de Política Fiscal y Financiera reunido el jueves son notables. Ha conseguido romper incluso la disciplina de voto dentro de su partido. Dos comunidades autónomas gobernadas por el PP se negaron a votar con el Gobierno. Ha sembrado el descontento entre todas las otras. Su socio de tantos recortes, que es CiU, votó en contra. El consejero catalán Andreu Mas Colell dijo a la salida de la reunión que en el futuro con mandar un correo e mail bastaría para resolver el expediente, en vez de someterse a una ceremonia de mala educación y de exhibición autoritaria. Montoro pide y ha obtenido árnica para el déficit español en Bruselas pero se niega a compartir los nuevos márgenes obtenidos con las autonomías. Incrementa los impuestos, pero tampoco quiere compartirlos. Y, sobre todo, y esto es lo más grave, se dedica a regañar a los otros cuando es él quien merece una soberbia bronca por su mala gestión de la crisis. El desastre de estos seis meses de dilación y de errores lleva el nombre del sargento Montoro, tal como ha contado Carlos Cué: ?Si iba a hacerlo, ¿Por qué esperó tanto?". Pues por culpa del sargento Montoro, especialista en cargar las culpas a los otros, sea la herencia recibida, sean las comunidades autónomas. Espectáculos como el que ayer protagonizó el sargento Montoro ofrecen una pésima imagen de España y de su Estado de la Autonomías. Quizás cree que ha exhibido su autoridad, pero no ha hecho más que hacer gala de la que le falta. Solo tiene autoridad quien respeta y se hace respetar. Cuanto antes se vaya a casa, mejor. De momento, Rajoy debería arrestarle para evitar que siga provocando más desperfectos.



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13 de julio de 2012
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IV. La misma sombra ominosa

Sin poder solucionar ninguno de esos problemas estructurales, la confianza en el presidente Lugo había bajado a 37% al momento de su derrocamiento. Debió enfrentarse con disensiones dentro de la propia alianza que lo llevó al poder, con los reclamos urgentes de cambios sociales que no tenía la posibilidad de resolver, con el rechazo conspirativo de sectores conservadores de la sociedad, y su imagen sufrió mengua frente a los continuos escándalos de reclamos de paternidad por parte de mujeres que habían sido sus amantes en sus tiempos de obispo, unos de esos reclamos verdaderos, otros falsos.
El problema agrario no resuelto, que superó las capacidades del presidente Lugo, fue precisamente el que dio al traste con él, cuando la policía se enfrentó a balazos con campesinos que reclamaban tierras en un latifundio de la frontera con Brasil, propiedad del terrateniente más grande del país, Blas Riquelme, íntimo asociado de Stroessner, con muertos y heridos de ambas partes. Lugo respaldó la acción policial, y todos esos muertos fueron a dar a su cuenta, juzgado sumariamente, y destituido sin oportunidad de defensa.
Se sometió primero al fallo del Senado, que lo destituyó, y luego rechazó ese fallo cuando ya era muy tarde. Ahora su figura que fue tan atractiva, un antiguo obispo católico llegado a la presidencia en nombre de los pobres, se disuelve no sólo en su propia impotencia para cumplir con las esperanzas de un país que aún espera por el mañana, sino también en la impotencia de las instituciones, y en la impotencia del sistema democrático mismo para librarse de la sombra ominosa del doctor Francia.

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13 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Subió el IVA en España ¿y los libros?

El libro electrónico afectado por “paquetazo” español. Ayer de dio un “paquetazo” en España, con medidas económicas dispuestas a conseguir un mayor ahorro. Entre las medidas, la más preocupante para los que no vivimos en España es la subida del IVA (lo que en el Perú sería el Impuesto General a las ventas), que va del 18 al 21%. ¿Afectará eso al libro? No al libro impreso, que en España se mantiene bajo el régimen de impuesto superreducido (4%), pero sí al libro electrónico, el gran castigado y peor tratado del mundo editorial español. Algunas empresas han decidido no subir el precio y asumir el costo. ¿Cuándo entenderán que el libro electrónico es el futuro? Dice la nota:

Diversos representantes de la industria cultural advirtieron este jueves de los “dramáticos” efectos que la subida del IVA tendrá sobre el sector, a excepción de los libros en papel y periódicos, que mantendrá su tipo superreducido del 4%, ya que el aumento de precios alejará aún más a un público sumido en la crisis (…) Y es que los diferentes sectores de la cultura abarcan los tres tipos de IVA: el superreducido para libros, periódicos y revistas (que no experimenta subida y se mantiene en el 4%), el reducido para cine, teatro o espectáculos en vivo (que sube del 8 al 10%) y el general que se aplica a música grabada, videojuegos y libros electrónicos (que aumenta del 18 al 21%). (…) Frente a la relativa buena noticia que para el sector editorial ha supuesto el mantenimiento del IVA superreducido en el 4% para libros en papel y periódicos, la “contrapartida triste” ha sido el aumento de este impuesto del 18 al 21% para el libro electrónico, según ha señala Antonio María Ávila, director de la Federación de Gremios de Editores de España. Y es que además del incremento del impuesto para los libros electrónicos, los editores han visto como la Comisión Europea ha abierto un procedimiento de infracción contra Francia y Luxemburgo por aplicar un tipo de IVA reducido a los libros electrónicos, algo que para Bruselas va en contra de las normas comunitarias. Ante esta situación, B de Books, el sello digital de Ediciones B ha anunciado hoy que no subirá los precios de sus libros electrónicos a pesar del aumento del IVA de tal forma que la editorial asumirá este coste extra.



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12 de julio de 2012
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El Boomeran(g)
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