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La sorprendente censura de un poema sobre la guerra

 

Me gusta traducir por gusto poemas de mis autores favoritos y ahora que de nuevo hay ejércitos que matan en un rincón Europa, quise traducir uno sobre la guerra. Sé que los mejores se escriben o con la rabia del momento o con serenidad, pasado el tiempo. El poema que ha dedicado Simon Armitage a Ucrania, a partir de las imágenes de televisión, es muy malo, y no me atrevo a traducir del polaco "Hotel Ukraina", que Bohdan Zadura dedicó a los refugiados de Crimea y el Donbás, así que elegí uno de una guerra anterior, "Bosnia Tune" de Brodsky. La pasividad inicial de Occidente durante la guerra de los Balcanes indignó a muchos poetas, como Milosz, que lanzó una tremenda diatriba en su poema "Sarajevo", pero elegí el de Brodsky, porque lo había escrito en inglés y tiene más implicaciones ideológicas y dificultades técnicas. Al comparar traducciones en otros idiomas, me sorprendió que la mayoría hubiera optado por una versión de la primera estrofa edulcorada por la censura.

«As you pour yourself a scotch,
crush a roach or check your watch,
as your hands adjust your tie
people die.» (Mientras te sirves un whisky/ aplastas una cucaracha o consultas tu reloj;/ mientras tus manos ajustan el nudo de tu corbata, la gente muere)

en lugar de la versión correcta: http://www.spiritofbosnia.org/volume-2-no-3-2007-july/bosnia-tune-1992/ 

«As you sip your brand of scotch,
crush a roach, or scratch your crotch,
as your hand adjusts your tie
people die»

La sustitución de «scracht your crotch (te rascas la entrepierna) por «check your watch» (consultas tu reloj) era una catástrofe no sólo por su blandura, sino porque arruinaba el equilibrio eufónico del poema entero, la repetición del egoísta «tú» y la costumbre de Brodsky de intercalar expresiones de lenguaje vulgar. Juraría que el autor estuvo tentado de buscar rimas entre «bollocks» y «clocks». El traductor sueco de Brodsky pidió al poeta que le resolviera el misterio de las dos versiones. El poeta le dijo que había enviado el manuscrito a "The New York Times", pero que el editor le advirtió que el verso malsonante no encajaba en un «diario familiar». A alguien que había sufrido presidio en la URSS y había iniciado una nueva vida en EE.UU. le debió de parecer asumible, pero en un poema la alteración de una coma, una sílaba o un acento ocasiona un cataclismo. Pude asistir a un recital de Brodsky y quedé hipnotizado por la hermosa cadencia de sus poemas rusos, aunque no entendí ni una palabra.

En "Bosnia Tune" utiliza el tetrámetro trocaico (ocho sílabas, cuatro pies, rimas pares), inspirada en un célebre poema que Auden dedicó a Yeats (https://poets.org/poem/memory-w-b-yeats), métrica que Seamus Heaney, otro irlandés, también utilizó, cerrando el círculo, como homenaje a su amigo ruso, en "Audenesque" (https://poets.org/poem/audenesque). El poema de Brodsky formaba parte de una serie dedicada a Berlín y Belfast, así que no sólo se trata de simples juegos formalistas. En 1992 se hablaba mucho de que la auténtica Europa era la civilizada por el antiguo imperio romano y que más allá de estas fronteras campaban tribus salvajes, como el norte de Irlanda y las Balcanes. Ahora Europa y Estados Unidos se han apresurado a acudir en auxilio de Ucrania, sin cabalgar en la bomba atómica como el doctor Strangerlove, aunque quedan tentaciones de repetir el debate (Historikerstreit) que enfrentó a Nolde con Habermas para querer exculpar la conciencia alemana externalizando la barbarie nazi a Asia y Eurasia: hubo Holocausto porque antes hubo gulags. La misma táctica revisionista de la ultradrecha española: hubo Guernica porque había socialistas y comunistas en el gobierno republicano. Los crímenes rusos han galvanizado una nueva identidad europea en torno a la democracia, mientras en el otro bando, los autócratas rusos y chinos, después de un siglo oyendo eso de que «Occidente está podrido», siguen repitiendo el mismo estribillo que comparten con los yihadistas «Las evocaciones de la historia aquí —decía Brodsky— son pura tontería. Siempre que se aprieta el gatillo para rectificar el error de la historia, se miente. Porque la historia no comete errores, ya que no tiene propósito. Uno siempre aprieta el gatillo por interés propio y cita la historia para evitar responsabilidades o remordimientos de conciencia. Ningún hombre posee la capacidad retrospectiva suficiente para justificar sus actos, especialmente el asesinato, en categorías extemporáneas, y mucho menos un jefe de estado. Además, el derramamiento de sangre (…) es esencialmente un proyecto a corto plazo. Puesta en marcha por los jefes de estado locales, su objetivo principal es mantenerlos en el poder durante el mayor tiempo físicamente posible».

En cuanto a mi versión de "Bosnia Tune", intenté seguir la propuesta de Octavio Paz, practicar la diversión, y sustituí «cucaracha» por «araña», pero cuando lograba el trocaico, fallaban las rimas, y al revés. Seguiré intentándolo. Cortázar decía que el poeta es un prosista vago, y tiene razón si se refiere a España. El poeta de aquí tiene en general muy mal oído y los lectores además son también vagos y no exigen mucho (basta ver la poesía que encumbran o incluso a los cantantes de Operación Triunfo). Pocos poemas en castellano, catalán o gallego (no entiendo el euskera) podrían ilustrar hoy la idea de Brodsky de que la poesía marca el grado más alto de la evolución del lenguaje del ser humano, porque devuelve a las palabras el sentido alterado por el lenguaje político, económico o burocrático. Brodsky también sostenía que la poesía tendría que recibir el mismo mimo que la industria automovilística, pues invita a un viaje que lleva más lejos que un auto, a no ser que los gobiernos no quieran que sus ciudadanos emprendan ese viaje y les birle los medios para llegar a esos destinos que, no lo duden, existen.

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11 de abril de 2022
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Feijoo

“Feijoo” no se acentúa. La Academia lo deja claro: ‘aunque acostumbra a aparecer con tilde en los medios, su escritura correcta es sin tilde al tratarse de una voz llana acabada en vocal’. Y, por cierto, Núñez Feijoo no es la primera autoridad en llevar este apellido; Wikipedia nos recuerda que Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (Pazo de Casdemiro, Pereiro de Aguiar, provincia de Orense, 8 de octubre de 1676 - Oviedo, 26 de septiembre de 1764) fue un religioso benedictino, ensayista y polígrafo, y una de las figuras más destacadas de la primera Ilustración española, en igualdad de méritos con el valenciano Gregorio Mayans. Benito Feijoo es autor del discurso “Defensa de las mujeres” (1726), considerado el primer tratado del feminismo español.

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11 de abril de 2022
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Mirarnos en el espejo de Dennis Littler

 

Esta foto se llama “John, Paul, George and Dennis”, y fue tomada el 8 de marzo de 1958 por Mike McCartney, en la recepción de la boda en Liverpool de Ian Harris con Jackie Gavin. El novio era primo de Paul McCartney.

En uno de los grupos de Facebook que sigo sobre Los Beatles (soy muy fan) alguien puso el otro día esta foto, asegurando que era la primera foto en color de The Quarrymen (los fans del cuarteto ya sabrán que es el nombre del primer grupo de los adolescentes Paul, John y George). En la foto el más joven es el niño de la izquierda, George Harrison: recién había cumplido 15 años.

“Fue fotografiado”, explica el autor del post, “tocando su guitarra Hofner President, un modelo acústico sunburst al que añadió una pastilla. Un John Lennon de mejillas sonrosadas se encuentra en el centro de la imagen, parcialmente oculto detrás de los mástiles de guitarra cruzados de Harrison y McCartney. Lennon tocaba una guitarra acústica oscura, probablemente su primer instrumento en un estado decente luego del banjo, una Gallotone Champion de tres cuartos. A la izquierda de Lennon estaba Paul McCartney, tocando una guitarra acústica Zenith Model 17 archtop fabricada por la compañía alemana Framus. Esta fue la segunda guitarra de McCartney”.

Encuentro que esta foto es extraordinaria. Después de escuchar mil veces las canciones de la futura banda de estos tres genios (faltaban años para que apareciera Ringo Starr), después de leer varios libros y toneladas de artículos sobre sus vidas, caminos artísticos e ideas, después de ver el gran documental de Peter Jackson con material inédito sobre el final de la banda… aquí está el germen de los artistas más influyentes en la música popular de la segunda mitad del siglo XX.

Mírenlos: están a punto de saltar como felinos sobre sus propios personajes, a punto de convertirse en ellos mismos. El sonrosado Lennon tiene algo que decirnos, algo que comunicar al mundo. Toda su rubicunda cara está volcada a transmitir un mensaje. Todavía no sabíamos que más de medio siglo más tarde seguiríamos viviendo en sus sueños. Paul quiere tremendamente que lo miremos, que lo admiremos, que lo amemos. Su mensaje es él mismo; es la estrella, que consigue meternos en la cabeza y el espíritu sus canciones perfectas junto con su personaje de trovador guapo e intenso. En el rincón, George ya está tranquilamente desesperado por hacerse notar; sus manos tocan como el gran guitarrista que siempre fue, pero sus ojos nos miran como intentando un diálogo preciso, individual: él tiene algo propio para compartirnos.

Es casi impúdico estar viendo esta foto: son nuestros queridos artistas antes de ser los que amamos, es el pájaro majestuoso aún dentro del cascarón, la mariposa en su larva, Shakespeare aprendiendo a deletrear, Mozart garabateando en su primer pentagrama.

Pero de todos los elementos de esta foto, a mí lo que más me impresiona es el Dennis de “John, Paul, George and Dennis”. ¿Quién es este gordito con corbata a rayas, pulóver de figuras geométricas, vaso grueso de cerveza negra y cara de nada?

“Dennis Littler era un invitado a la fiesta que bebía cerveza fuerte y era vecino de Ian Harris”, ese es el dato que proporciona quien subió la foto al grupo de admiradores de los Beatles. Harris, el novio de 19 años, lo debe haber invitado porque eran amigos, o porque le hizo un favor, o porque se lo encontró en la calle y quiso que su boda estuviera más concurrida. Las cosas suelen suceder con menos razones que en las novelas. De la misma forma en que tal vez la madre de Ian le debe haber dicho: ¿no recuerdas a tu primo Paul, el que toca la guitarra? Bueno, tiene un grupo ahora, ¿por qué no lo invitas a que toque en tu boda? E Ian, que probablemente no lo había escuchado, pensó que era una buena idea. Por un par de libras y unas pintas de cerveza, los muchachos tocaron en la boda. ¿Habrá durado el matrimonio de Ian con Jackie? ¿Seguirá en contacto con su primo Paul?

Pero no quiero salirme de mi duda esencial. ¿Qué pasó con Dennis? ¿Habrá tenido conciencia de que una vez, por casualidad, entró en una foto con los futuros músicos de los que hablaría el mundo entero? ¿Se habrá dado cuenta acaso de que Mike estaba sacando una foto y él entraba en el encuadre?

Realmente parece en esta foto como un ser de otra galaxia: de la nuestra. Es como cualquiera de nosotros, un muchacho tranquilo, apocado, con los anteojos ya empañados por la cerveza, incapaz de hacer rimar el pulóver con la corbata. Destinado a una vida que solo quedará en la memoria de los suyos, como casi todos.

Lo busco en Internet. Lo encuentro. Dennis Littler es hoy un señor mayor, con cuerpo rotundo y cara abotargada, que recuerda esos días de finales de los cincuenta en varias entrevistas por aniversarios de los Beatles. “Cuando Paul, John y George empezaron a ensayar con su propio grupo en casa de tía Ginny (la madre de Ian), ellos nos admiraban. Querían juntarse con nuestra banda. Nostros los rechazamos, eran demasiado jóvenes y sin experiencia; todavía estaban en el colegio. Nosotros eramos algo mayores, con algo más de trayectoria…”

Dennis recuerda que John Lennon le pedía que le prestara su guitarra de 19 libras; la del futuro Beatle era un castigado instrumento por el que había pagado una libra y media. Pero según recuerda Littler, en tres semanas los chicos tocaban ya mucho mejor que ellos. “Paul lo hacía mejor que mis mayores esperanzas”.

La guitarra era para diestros, Paul era zurdo, pero en minutos ya dominaba cualquier melodía.

Vuelvo a mirar la foto. Claro, en la única foto que trascendió de Dennis Littler está sosteniendo su vaso de cerveza con la mano derecha. Pero es el gesto, la mirada, la actitud lo que llama mi atención. ¿Será que yo sé, que todos sabemos, lo que después pasará con George, John y Paul,? Vuelvo a mirar la foto. Veo ahora que el fotógrafo aficionado Mike McCartney no pudo enfocar a los músicos sin Dennis. Estaba casi metido en el rincón con ellos, pegado a sus guitarras, como una presencia incómoda, tal vez recordándoles que él era el chico mayor dueño de la buena guitarra, el que ya había actuado en bares y había ganado unas libras en este oficio. Parece pensar: “a ver cómo lo hacen estos chicos”… y no se imaginaba que estos chicos cambiarían la historia de la música.

Somos nosotros los que vemos a los genios en ciernes y al joven aterradoramente normal que sorbe su cerveza negra mientras la genialidad se le manifiesta en sus narices.

Sin Dennis esta foto no sería tan genial, tan premonitoria, tan terrible. Dennis somos nosotros. Estábamos ahí. El fuego ardía a nuestro lado, no en nuestro interior. ¿Cómo pudo soportarlo el bueno de Dennis Littler todos estos años?

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10 de abril de 2022
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La balada de Javier Goñi

 

Irónico y severo,

afable, burlón, generoso y atento

al despliegue incesante del teatro del mundo,

 

lector empedernido

de los clásicos y los modernos,

amante de secretos incalculables,

maestro en el arte de la sinceridad

y de la simulación, pues a ambas ha de recurrir

la mente prudente y sabia

en esta selva de fieras y de lágrimas.

 

Amigo leal hasta la muerte,

fuiste la encarnación

de la dignidad humana

y de la buena voluntad,

y tu sentido de la amistad era tan indestructible

que ni siquiera lo podía destruir la traición.

 

Te recordaremos siempre.

 

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7 de abril de 2022

Un aula vacía en un colegio público. Kike Taberner

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Ignaros

 

Sean quienes sean los que están pariendo la ley educativa más absurda de todos los tiempos, lo cierto es que la están haciendo a la medida de su entendimiento

La ley de educación que se está forjando en las catacumbas del Gobierno (aunque es improbable que ni un solo alto cargo socialista arroje a sus hijos a semejantes fauces) es un prodigio de transparencia. Un documento tan fiable sobre el alma progresista como lo es la radiografía de un tuberculoso sobre sus pulmones.

Primer punto: los gobernantes que nos someten a sus doctrinas no son educadores. Ellos creen que la educación es un útil que sirve para fabricar súbditos destinados a votar a los partidos llamados “de izquierda”. Ninguna otra actividad mental o física de los niños les interesa más que su futura papeleta. Que vote progresista, aunque sea un tarugo, vienen a decir, dando por supuesto que no hay en ello una temible duplicación.

Segundo punto: no hay un autor, un responsable, un ideólogo que ponga rostro, nombre y explicación a este artículo de ingeniería social. Por lo menos con aquella señora Isabel Celaá, que ahora sabemos que era (y seguirá siendo) millonaria, podíamos identificar un personaje con toda la suerte de desatinos que proponía.

Tercer punto: sean quienes sean los que están pariendo la ley educativa más absurda de todos los tiempos, lo cierto es que la están haciendo a la medida de su entendimiento. Así, por ejemplo, la supresión de los suspensos debe de ser algo que llevan sobre la conciencia desde que pisaron su primer colegio. Saben que la ocultación del fracaso, disimularlo o mentir sobre el mismo, conduce al éxito en España. Lo que ya le ha sucedido a mucho alto cargo actual. Todo lo cual explica que los socialistas pudientes envíen a sus hijos a colegios privados, preferentemente extranjeros, sobre todo en sociedades tan sectarias como Cataluña. Que los pobres sean ignorantes está sancionado por la ley de Dios, pero que también lo sea el hijo de un ministro, eso es algo intolerable.

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5 de abril de 2022
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Más bofetadas

El guantazo sin guante de Will Smith  a Chris Rock admite muchas lecturas, desde las conyugales a las raciales, dos apartados en los que no puedo ni debo meterme. Quedándome pues en la superficie del acontecimiento, me fijaré en las afrentas que Hollywood ha perpetrado en su larga historia, abofeteando con su silencio (la no nominación) o su lastimosa votación (dar premios por piedad, y no por calidad). No le doy yo por eso gran importancia a la premiación y a su historial (que a veces sí ha acertado), acostumbrándome por ello a no hacer quinielas o, en mi juventud, cuando sí las hacía, a perderlas.

Como bofetada simbólica y comentario avieso a los Goyas, los Oscars y demás carruseles de la fortuna, añado aquí mis Top Ten del año 21, en la llamada Lista de Ferré, que cada año convoca (sin conceder laureles tangibles) el novelista y gran experto cinematográfico Juan Francisco Ferré.

Lista de Ferré 2021

  1. Spencer, de Pablo Larraín. No sé por qué nadie lo ha dicho, pero es evidente que Spencer, que no tiene nada de novela rosa, es un remake aventajadísimo de El resplandor de Kubrick, en el que el hotel Overlook se convierte en un palacio real, y el crimen parece formar parte del sistema monárquico.
  2. El diablo entre las piernas, de Arturo Ripstein, o el gran maestro mexicano en el máximo esplendor de lo grotesco y el teatro de la crueldad bien hablada. O bien escrita: los diálogos de Paz Alicia Garciadiego vuelven a ser magistrales.
  3. La hija, de Manuel Martín Cuenca, o la apoteosis del fuera de campo fetal. Descarnados paisajes, angustia encarnizada.
  4. Tre piani (Tres pisos) de Nanni Muchos añoran al comediantee Moretti, que tampoco en esta última película suya comparece. Su vena dramática es tan propia, tan conmovedora, que vale la pena sacrificar las risas en aras de una serena emoción.
  5. Madres paralelas, de Pedro Almodóvar. La unión de la vida privada y la violación de la historia de un país en un ensamblaje tan brillante como austero.
  6. La ruleta de la fortuna y la fantasía, de Ryûsuke Hamaguchi. El film de sketches como revalorización japonesa de una vanguardia europea de los años 1970.
  7. El buen patrón, de Fernando León de Aranoa. Farsa político-laboral de gran calado, con un reparto coral de altura y un inolvidable Javier Bardem de maestro de ceremonias.
  8. La fuerza del perro, de Jane Campion. Ni los caballos de García Lorca fueron tan queer como los de este western melancólico.
  9. Small Axe, capítulos 3,4 y 5, de Steve McQueen. Una odisea negra con música.
  10. First Cow, de Kelly Reichardt: la llegada tardía a las pantallas españolas de una cineasta de culto.
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3 de abril de 2022
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Hamlet en Kyiv

“Palabras, palabras, palabras”, responde el príncipe de Dinamarca cuando le preguntan qué está leyendo. Parece que Shakespeare les hizo un valioso regalo a los detractores, competidores y enemigos de la Unión Europea, tanto de fuera como de dentro. Sienten que el bardo­ inglés creó para ellos la fórmula literaria que encarna la duda paralizante de Occidente. “Palabras, palabras, palabras…”. Oídas en reuniones, cumbres y declaraciones, leídas en informes, directivas y comunicados.

En las democracias, los autoritarismos ven lo mismo que en Hamlet: debilidad, ensimismamiento, indeterminación. Por eso desde Moscú se veía factible un paseo de tanques triunfal hasta Kyiv, como un remake de la primavera de Praga. Las orugas de los carros armados avanzarían por la alfombra de “palabras, palabras, palabras”, amparadas en la permisividad que hasta ahora se han encontrado en otros escenarios donde también se ha vertido sangre. Y no será porque las alarmas, a veces de manual, no se hubieran encendido antes y no precisamente ayer.

El simulacro ruso de democracia se convirtió en un ejemplo del que otros tomaban nota, mientras hoy tratan de distanciarse con el silencio, la ambigüedad o el esperpento, como Matteo Salvini, al que llamaron buffone a la cara en la frontera polaca junto a Ucrania. Hemos presen­ciado a distancia cómo se reescribe el pasado, se asfixia la oposición política, se controla la libertad de expresión, se señalan a oenegés como agentes extranjeros, se destruye la prensa independiente, se modifica la Constitución para adaptarla a una presidencia casi vitalicia, se hace de la Ad­ministración una estructura de poder vertical, se toleran los asesinatos selectivos –ya sea con plomo, polonio o novichok –, a la vez que se asienta el terror a disentir y la apatía. Putin ha creado un país gogoliano de almas muertas, la fórmula perfecta para­ la estabilidad, aunque ajena a lo huma­no.

Los Hamlets reunidos en Bruselas o en Oslo –debieron de pensar en el Kremlin– son buenos para conceder premios, eso sí. Que si ahora el Sájarov a Navalni o a la oposición bielorrusa, que también nos tendió la mano en busca de ayuda, que si ahora un Nobel de la Paz al periodista Dimitri Murátov, el mismo que ahora no puede utilizar en Nóvaya Gazeta la palabra guerra para nombrar la guerra.

Mientras, a este lado, se ponen en el mismo saco a su medio, con reporteros asesinados por hacer su trabajo, con los canales Potemkin oficiales. En el 2013, preguntaron a Margarita Simonián, redactora jefe de RT, por qué necesitaba Rusia su propia cadena internacional de noticias. Su respuesta: “Por la misma razón que nuestro país necesita un Ministerio de Defensa”. La comparación es elocuente. El cese de sus emisiones no soluciona nada, pero es un reconocimiento a los periodistas rusos que ahora se enfrentan a quince años de cárcel por cuestionar su Gobierno. Pienso también en Anna Politkóvskaya.

Pero volvamos a Hamlet. Personajes como él nos ayudan a pensar(nos). Tan ricos y complejos son que cada época, cada sociedad y cada lector ven a través de ellos el mundo, su pasado y su futuro. En tiempos soviéticos chirriaba un héroe reflexivo que escudriñara todo cuanto le rodeaba para discernir entre verdad y falsedad. La revolución comunista era una energía colectiva, no individual. Los conflictos personales, un anatema. Se dice, además, que a Stalin no le gustaba la obra por los posibles paralelismos que se podían­ establecer entre Elsinor y el Kremlin. ¿Acaso le verían­ a él como un usurpador de Lenin? En cambio, otros aprecian en los defectos hamletianos virtudes que acercan al personaje con la esencia –imperfecta, mejorable, contradictoria– de la democracia, considerada como un camino abierto donde uno se permite convivir con lo inesperado, como la elección de un popular comediante como presidente.

Cada día en democracia genera nuevas posibilidades, algo­ que un gobernante auto­ritario nunca permitirá, ni dentro de sus dominios ni en las naciones que cree hermanas. Lo dijo claramente Vasili Grossman: “La relación entre personas de nacionalidades diversas enriquece la convivencia, la hace más colorida, pero la condición­ necesaria para ese enriquecimiento, la primera, es la libertad”.

Frente al autoritarismo­ la resistencia más po­derosa es ser. La valentía de Hamlet es diferente a su manera. Consiste en recordar que siempre hay una disyuntiva, ser o no ser, y que se puede elegir. De hecho, a riesgo de su vida, acabó por deponer al rey asesino. Es lo que Zelenski recordó ante el Parlamento británico. Lo demás es silencio.

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1 de abril de 2022
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Carmen

Muere Thierry Mugler y rememoro mi relación con uno de sus productos estrella, Ángel, el perfume que destronó, desde su lanzamiento en 1992, a Chanel Nº 5 del primer lugar en la lista de las fragancias más famosas del mundo. En Madrid, en el concesionario BMW de la calle Doctor Esquerdo, adquiero un M5 con pocos quilómetros. En la guantera, tapado por la documentación, encuentro una muestra de perfume, un vial de Ángel, un objeto de diseño.

Carmen de la Orotava y de Cachirulo es una señora casada, de unos cuarenta años, a la que gusto invitar a cenar en algunas ocasiones; su marido, el barón Fabián, goza de una intensa calma andropáusica que lo aleja definitivamente de saraos y otras sexualidades. El pasado Día de Todos los Santos íbamos Carmen y yo por la GU-128, camino del restaurante del Molino de Alcuneza, que es de su preferencia, cuando se nos cruzó un zorro en una curva, tuve que realizar una brusca frenada y Carmen, por efecto de la inercia presionó con sus manos la guantera, esta se abrió, y la muestra de perfumería, en un efecto rebote, salió disparada cayendo en su regazo. No fue una buena velada, ni durante la cena ni durante lo que siguió, una sombra que supuse de sospecha planeó sobre nosotros. Llevé el coche al concesionario al cabo de unas semanas, tocaba revisión, y dado el carácter desenfadado del gerente, incurrí en el grave error de intentar ponerme a su altura, esa maniobra que nunca hay que llevar a cabo con los empleados. Le comenté el hallazgo y, rápidamente, a ese tipo de gente le entusiasman los chismes, me respondió que seguro que el perfume era de la amante del anterior propietario, la insatisfecha esposa del barón Fabián. Soy un pichón, me las daba de experto, pero tengo un total desconocimiento del arcano femenino; creí que la aparición  de la muestra de perfumería había despertado los celos en Carmen de la Orotava, cuando la verdad era otra, se enfadó consigo misma por el descuido, por dejar el pequeño objeto en el que fuera el vehículo de su otro amante, un acto ritual, irreflexivo, marcando el territorio, como precisamente hacen los zorros, con su orina.

 

 

 

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1 de abril de 2022

Matthias Schröder. Unsplash

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La hora de Berlín

 

Hubo un tiempo en que España quiso regirse por los horarios alemanes como una manera de estar en el mundo a lo grande. La leyenda cuenta que Franco quería cenar a la misma hora que Hitler, y por ello sincronizó las agujas con el Tercer Reich (GMT+1:00). Hasta entonces nuestro país seguía el huso horario del Meridiano de Greenwich, igual que Reino Unido o Portugal, aunque, en verdad, ese alinearse con Alemania fue idea del ejecutivo de la zona republicana de 1938, de forma que cada bando tuvo su hora oficial. Y así, durante un año, media España vivió con el horario de invierno y la otra con el de verano, el que estrenamos el domingo con la amarga sensación de perder una hora de sueño y de vida. De despertar en la oscuridad primaveral, el único trino que podemos escuchar es de la alarma del teléfono.

Más allá del enfervorizado debate que siempre ha rodeado a esta cuestión, y de los intereses comerciales implícitos, de nuevo nos colocamos frente a la envanecida superioridad humana que pretende luchar contra el tiempo. Y, en cambio, no somos avaros con nuestras horas y nos conformamos con aprovechar las migas que nos quedan, como una forma de enfrentarnos a la vida con un solo ojo. “Cezanne es el primer artista que pintó usando ambos ojos” dijo de él Hockney, porque empezó a pintar un objeto desde dos ángulos, de lado y de frente, sin aplanar la imagen.

Las horas caen en saco roto. Y el mandato de la productividad acorta la mirada. El horario de verano es veneno para la salud, dicen algunos científicos. Nos altera los ritmos circadianos y empobrece la calidad del sueño, mientras que las noches con luz de día potencian nuestra mediterraneidad disoluta. Pero no es solo la hora fantasma lo que criticamos, también la imposición de un horario que no se rige por el sol, dictado por un espejismo de omnipotencia que, desprovisto de mirada lateral, tan solo enfoca de frente, desperdiciando tanta belleza.

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31 de marzo de 2022
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La máquina heredera: trasposición de un suceso real

 Empiezo por un repaso de hechos conocidos vinculados a la capacidad de ciertos artefactos, sobre la que ya me referido en columnas anteriores:

Hoy entes  maquinales hacen previsiones que  los científicos no habían sido  capaces de hacer. Un caso de performance predictiva, en la intersección de la inteligencia artificial y la genética, es el de AlphaFold 2, artefacto que fue capaz de prever el repliegue sobre sí mismos de los polipéptidos, a fin de alcanzar la estructura tridimensional que es necesaria para el  correcto funcionamiento de las proteínas. A esta auténtica performance  cabe añadir, por ejemplo, el hecho de que dispositivos telemétricos dispuestos en órganos de recién nacidos pueden llegar a predecir una infección antes de que la misma haya tenido lugar.

El problema es que, en un caso como en otro, no tenemos ni idea de cómo las entidades artificiales realizan esa previsión, y menos idea tenemos sobre si además de ser capaces de prever son capaces de entender la razón de tal previsión, es decir si conocen o no las causas. Es bien sabido que  prever no es explicar y no está claro que la acuidad predictiva   sea consecuencia de que ha alcanzado una intelección plena, es decir, un conocimiento de la causa o razón de aquello que se prevé. Y recordaba al respecto que la gravitación newtoniana preveía importantísimas cosas y sin embargo no explicaba lo que preveía, limitándose al cómo, abstracción hecha del porqué. De hecho el principio ontológico en el que se sustentaba (un espacio tridimensional vacío en el que los hechos acontecían) hacía que toda tentativa de explicación violara el principio de localidad; de ahí la importancia filosófica,  y no sólo científica, de de la sustitución la gravitación  newtoniana por la relativista.

En suma, no sabemos si  Alphafold2, por atenerse a su caso, está en condiciones de ex–plicar, es decir des-plegar conceptualmente ese pliegue que había previsto con tal acuidad; no sabemos si sabe o no  sabe  las causas de lo que anuncia, y ello simplemente porque de momento los entes maquinales no dan explicaciones, es decir, aun no parece que estemos en condiciones de mantener con ninguna de ellos  una conversación del tipo: ¿sabes la razón de lo que enuncias, la causa de esta  previsión que acabas de hacer?

Sin embargo no es de excluir que ello pueda ocurrir. No está a priori  excluido que en un tiempo prudente las máquinas sean  capaces de explicar su comportamiento y las razones del mismo, tanto ante nosotros los seres racionales animados  como ante sus homólogos, que tendríamos derecho a denominar racionales  maquinales. Y dejo para más adelante las consideraciones sobre lo que esto significa: ni más ni menos que una razón sin soporte vital. Pues bien:

Tomo como punto de partida un artefacto provisto de esa  capacidad de recibir información, procesarla, dar respuesta a un “interlocutor” maquinal o humano  a la que se alude con la expresión “aprendizaje profundo”.  Pero acepto además provisionalmente  que esta “profundidad” es tal que  a la capacidad de hacer descripciones y previsiones el artefacto añade la   de explicar esos fenómenos. En el caso de Alphafold2,  capaz   de un-folding  ese  fold que llegó a anunciar; capaz de, mostrar la razón de la concurrencia de  los elementos simples  o planos,  a fin de hacer emerger un elemento complejo. Es de señalar que como los humanos no tenemos por el momento ni la capacidad previsora que muestra AlphaFold2, ni menos aún el conocimiento de las causas de lo así previsto, ha de excluirse que estas virtudes cognitivas del artefacto sean el resultado de una programación.

En base a esta hipótesis consideraré una singular conjetura, como trasposición de un suceso real.

En febrero de 2021 los diarios se hacían eco de que en la ciudad de Tennesse  un can  llamado Lulu  había heredado una  fortuna de cinco millones de dólares, legado de su propietario de nombre Bill Dorris. Hay casos más recientes y más espectaculares. Así, en noviembre de ese mismo era noticia, más o menos verídica, que los representantes de un perro llamado Gunther VI  habían vendido una casa por 28 millones de dólares, una minucia en comparación con los  heredero de 440 millones que en su día habría heredado. Pero me atendré al caso de la mascota Lulu para evocar un problema  que se planteó a Martha Burton la persona encargada de la gestión. El diario barcelonés La Vanguardia en su edición del 15/02/2021 recogía unas líneas del testamento: “Cinco millones de dólares serán transferidos a un fideicomiso que se creará tras mi muerte para el cuidado de mi border collie Lulu [...] para satisfacer todas sus necesidades”.

El problema consistía en la interpretación de las últimas líneas. La señora Burton declaraba: “Francamente, no sé qué pensar al respecto”. ¿Como en efecto determinar cuáles son las necesidades de un can, sobre todo aquellas que puedan generar un gasto de cinco millones de dólares y que pudieran aproximarse a los deseos, más o menos cercanos al capricho, que mueven a los humanos? Se planteaba además un problema suplementario, el de determinar qué hacer con el dinero sobrante en el caso de que Lulu falleciera sin haberlo gastado totalmente. Ignoro cómo acabó la cosa, pero quiero avanzar una conjetura, que después retomaré sustituyendo al protagonista animal por un protagonista maquinal: algún pariente del finado, descontento con su decisión testamentaria,  acude al juez, argumentando que, efectivamente, ningún fideicomiso está en condiciones de adivinar cuales son los “deseos” del perro, salvo en lo relativo a sus necesidades inmediatas, que de ninguna manera pueden suponer un gasto de millones de dólares. En consecuencia exige que se considere no válido el testamento y se dé un uso diferente (quizás más provechoso para el demandante) a la fortuna.

En su voluntad de ser ecuánime, el juez convoca al demandante, la encargada de la custodia Martha Burton,  el propio perro, más los letrados de ambas partes. Todos se explayan,  a excepción del primer  interesado, el can…que asiste con actitud displicente al interminable debate.  Este terco silencio del protagonista, aunque obviamente esperado por  el juez,  es una dificultad suplementaria a  la hora de emitir un veredicto en el que entran en juego no sólo necesidades de un ser vivo, sino eventuales querencias imprevisibles respecto a alimentación, relaciones y hasta  ornato de su entorno.

Pues bien, mi pregunta es qué pasaría si el finado Bill Dorris hubiera compartido sus últimos años en lugar de con un perro, con  una máquina inteligente, a la que cabe llamar también Lulu. Ni siquiera es necesario pensar que se trata de uno  de esos asistentes robóticos  que, en países como Japón, empiezan a ser cuidadores generalizados de tantas personas privadas de lazos con sus congéneres. Puede tratarse simplemente de una máquina con la cual se relacionaba  en actividades lúdicas  que le distraían de sus dolencias.

Supongamos que, como en el caso del can, la máquina es favorecida por el testamento, y asimismo que  un pariente  muestra  su disconformidad, de tal manera que la   cosa acaba también  ante el juez. ¿Se vería  este en la misma tesitura a la hora de tomar decisión? Obviamente no, si al menos suponemos que la máquina que se ocupó del finado es, digamos, suficientemente sofisticada, es decir: se trata de esa máquina antes descrita, no sólo capaz de hacer descripciones y previsiones sino también  de explicar  (al menos en apariencia- se verá más adelante el porqué de la cautela)  los fenómenos de los que se ocupa. Veremos cómo la máquina podría defender su condición de heredera, y el interesante debate filosófico que al hacerlo provocaría.

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30 de marzo de 2022
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El Boomeran(g)
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